36:♡Triángulos amorosos♡
☆☆☆
—Tardaste mucho, mi amor.
Blanqueé los ojos y sonreí forzada.
—Aquí me tienes, así que sé un buen psicópata y libera a Isla.
Limpió su boca con las bragas de la mujer que nos veía sonrojada desde su cama y con el edredón sobre su cuerpo desnudo, haciéndome rodar los ojos.
—Los psicópatas no somos buenos, hermosa, pero por ti sabes que siempre haré una excepción.
—Bien. —me di la vuelta para dejar de ver tan fea aberración, pero su voz ronca y demandante me frenó.
—Cena conmigo, en cuanto ella despierte la liberaré. —se acercó para tomarme de la cintura y me guió de vuelta al salón.
—¿La tienes en el sótano? —inquirí azorada.
—No, está en tu antigua habitación, recuerda que tú elegiste la decoración y creí que sería acogedora para una mujer secuestrada. —me guiñó jubiloso.
Rodé los ojos y me invitó a sentar en la mesa con velas.
—¿Una cena romántica? —me burlé.
—Así es, y ese a que te quiero, el hecho de que también te odie y te quiera ver sufrir por lo que me hiciste, es lo único sano que habrá por hoy. —le hizo una seña a la mujer y esta junto a otras dos empleadas, empezaron a servir la cena.
Resoplé.
—¿No te lavaras las manos? —inquirí asqueada al recordar la escena en la que lo encontré.
Casí vomité cuando el cerdo se olió los dedos y sonrió socarrón.
—Huelen delicioso, ¿quieres oler? —me acercó sus manos y en respuesta recibió un manotazo de mi parte.
—Eres un cerdo asqueroso.
En definitiva no se lavó las manos, pero recé mentalmente por qué una infección bacteriana atacara su estómago y muriera lentamente y con dolor. Aunque no todo en la vida se puede y al parecer, el diablo tiene a sus consentidos. Bufé mientras cenamos y cuando yo terminé y estuve por levantarme, me fusiló con su mirada azulada que me caló.
—Es de mala educación que dejes al anfitrión cenando solo cuando él aún no termina. —atajó.
Me dejé caer de mala gana y exhalé con pesadez.
Cuando finalmente terminó de cenar, nos pusimos a hablar de cosas triviales, hasta que él tocó el tema de lo que le hacía a su sirvienta cuando ella dormía. Luego Isla apareció y ella creyó que Vladimir la habia tomado mientras ella dormía. También discutió eso que se tenía que decir y de lo cual yo no hubiera sido capaz de decirlo en voz alta. Pero al parecer Vladimir, tragicamente sabía que yo estaba enamorada de Izan, y a lo que entendí, al parecer Izan también lo estaba de mí. Y si eso era real, no sabía a quien de las dos amaba más y claramente solo una seria la primera opción.
De hecho no habría una opción, ya que el amor es una decisión del corazón y no una elección física.
Isla se fue confundida y me sentí mal por ella, porque sabía por todo lo que pasó y era evidente que ella aún estaba enamorada de Izan, su primer amor y al parecer el último. Y temía que su amor era reciproco, porque Izan siempre me dejó las cosas claras (sexo sin compromisos) puesto que él seguía amando a Isla. Y al parecer y para nuestro desfortunio, esto se había convertido en un horrible triángulo amoroso de la vida real.
—¿Estás bien? —tocó mi hombro desnudo y me aparté de él con brusquedad; lo miré aniquilante.
—¡¿Por qué le dijiste eso?!
Rodó los ojos y me tomó de la mano, impidiendo que me soltara.
—Tenía derecho a saberlo, no eres su amiga sino su rival de amor, así que yo solo la puse en alerta. —me llevó por las escaleras.
Mi mente era un caos.
¿Rival de amor?
Reaccioné cuando me llevó a su habitación y cerró la puerta con pestillo. Sacudí la cabeza e intenté salir.
—¿Qué estás haciendo? —me enpujó haciéndome caer sobre su cama y enseguida él vino tras de mí.
—Te voy a follar, ¿no es obvio? —desabotonó mi pantalón con una sola mano.
—Aléjate, Vladimir. Literalmente hace una hora le hiciste sexo oral a tu sirvienta, no te lavaste las manos y dudo que te hayas lavado la boca y mucho menos la polla.
—No le metí la polla. —besó mi ombligo.
—Aún así no te lavaste las manos ni la puta boca. —refunfuñé.
Dejó de besar mi vientre y me miró a la cara con su estúpido rostro hermoso, digno de un demonio seductor.
—Bien, pues lo haremos en la ducha. —me cargó en brazos y sin más, me llevó a la regadera.
Y si, obligada nuevamente y llena de asco, tuve que complacer al diablo, caí en sus llamas y dejé que me follara con rudeza contra la pared de la ducha y aunque parezca increíble pese a odiarlo y al asco que me producía, tuve dos orgasmos seguidos muy en contra de mi voluntad.
Si, algo increíble pero no imposible.
♤♤♤
Una semana después de mi llegada a la mansión de Vladimir, me encontraba sentada en el columpio del porche, en donde me quedé mirando a los tres Pinscher alemán que tenía. Dos hembras (Kiara y winnie) y un macho llamado Cancerbero, y sí, creo que hasta en los animales existían los tristes e indeseables triángulos amorosos.
Los animales ajenos a mis pensamientos, corrían por el terreno lleno de pasto verde y recien podado, se veían felices y por un instante, deseé ser parte de ellos. Para no sentir preocupación y correr como si fuera libre.
Salí de mi ensimismamiento cuando la mano grande del ruso, se coló bajo mi blusa desde atrás, y apretó mi seno izquierdo de una manera que me molestó. Me alejé de su tacto y me levanté del columpio.
—Dijiste que podía salir de la mansión y ver a tus perros sin ser molestada.
—Y lo estoy cumpliendo.
—No, no lo estás cumpliendo porque tú me molestas. —le recriminé.
Vladimir ladeó la cabeza y frotó su barbilla, mientras su mirada me observaba divertido.
—Necesito que tomes una ducha y te pongas más guapa de lo que ya eres.
Fruncí el ceño.
—¿Para qué?
Rodó los ojos y coló sus manos en los bolsillos delanteros de su vaquero.
—Necesito de tu belleza para que seduzcas a un imbécil, así que apresúrate. —pidió con recelo, como si la simple idea de mandarme a los brazos de otro hombre de verdad le molestara.
Pero en fin, era un puto juego en el que yo siempre perdería, así que no valía la pena intentarlo ganar. Y amar a Izan al parecer también era un juego perdido.
Carraspeé y jugueteé con un mechón de mi cabello entre mi índice, estaba nerviosa y lo último que deseaba era que él lo notara. Porque ya presentía por donde iba esto.
—¿Y quién será ese Imbécil? ¿tú? Porque creo que ya te tengo más que seducido. —intenté sonar divertida y creo que lo logré, porque sus manos me tomaron con posesión de la cadera y la otra se colocó en mi nuca.
—Exactamente, sabes que me tienes a tus putos pies, pero justo ahora necesito que le coqueteés a otro imbécil que no sea yo. —me besó castamente y luego su mano que sostenía mi cintura bajó y estrujó mi glúteo derecho.
—De acuerdo —fingí una pequeña tos y me liberé de su toque —. Dame el nombre.
Sus ojos azules me miraron inquisitivos y sin pestañear adjuntó:
—Lorenzo Moretti.
Juro por Dios que casí me ahogué con mi propia saliva, sabía que esta "misión suicida" se iría a la mierda porque simplemente Vladimir Volkova no era un hombre al que se le podía traicionar. Y la prueba de ello era lo que acababa de pedirme, traicionar al hombre que me había pedido que hiciera lo mismo, para acabar al rubio de ojos azules que me miraba expectante. Y como siempre era Vladimir, demostrando que él siempre iría diez pasos adelante de cualquiera, no tuve otra opción.
Oh, joder.
Sonreí socarrona y asentí indulgente para darle credibilidad a la aceptación a su petición.
—Claro querido, será pan comido.
—Eso espero, ahora entra, que quiero probar de mi medicina. —me dio una nalgada y volví con él a sus aposentos.
Contoneé las caderas con empoderamiento femenino y capturé más de una mirada puesta sobre mí. Sonreí al ver a las mujeres que me miraban con envidia y otras más, con admiración. Pero sin duda lo que más me gustó, fue notar las miradas de los hombres que me enaltecían en belleza ante la admiración por mi llegada triunfal. Llegué hasta la mesa del fondo, la cual estaba apartada de cualquier ojo curioso y se podía hablar con tranquilidad.
Y el lugar era un sitio ostentoso, que sin duda visitaría cualquier mafioso millonario.
—Hola, Enzo.
El nombrado de puso de pie apenas solté su nombre y me sonrió cuando me vio de pies a cabeza, con el vestido azul eléctrico y las zapatillas perla.
—Te ves hermosa, piccola.
"Pequeña".
—Grazie.
"Gracias".
—Por favor, siéntate. —tomó la silla con caballerosidad y me senté, no sin antes darle un pequeño beso en la comisura de la boca ya que sabía que Vladimir nos vigilaba y esto lo haría enojar.
—Supongo que él te mandó, porque de otro modo no entendería ese comportamiento coqueto que estás teniendo.
Era difícil engañar a estos mafiosos y creo que también Lorenzo Moretti era tan inteligente como el ruso.
—Podría estar drogada y no saber lo que estoy haciendo. —añadí, mientras ponía mi bolso de lado.
Negó con diversión.
—Podrías, pero no lo estás. —objetó con seguridad.
Suspiré y borré mi encantadora sonrisa, ya no fingida más este teatro en el que ya estaba más que descubierta.
—De acuerdo, supones bien —con mi mirada periférica, noté que nadie nos vigilaba de cerca, así que armada de valor dije —: Él me mandó ha seducirte.
Asintió y recostó la espalda en la silla.
—Y tengo que suponer nuevamente que no nos dejará que follemos. —rozó su zapato con mi tacon por debajo de la mesa de modo insinuoso.
—Exactamente, él solo me comparte con su familia, sus amigos y sus socios más cercanos, pero jamás con sus enemigos. —aparté mi tacon de su zapato.
—Auch. —se llevó una mano al corazón, fingiendo dolor. Y lo admito, me hizo sonreír genuina por primera vez luego de una semana de amargura; y se sentía jodidamente bien.
—Nos vigilan, no sé en realidad cuantos sean. —me incliné y tomé su mano, acariciando su dorso con cautela, mientras notaba de soslayo la cercanía de la gente del ruso.
Su mirada oscura me detalló furtivamente y luego sin que me diera tiempo, entró en su papel de la víctima que caía en mis encantos y así fue como algo raro nació.
—¿Y dime, puedo besarte?
Lamí mis labios con la punta de la lengua, encogí los hombros y sonreí vivaz.
—¿Por qué no?, total, tenemos que demostrarles que eres el nuevo esbirro del villano. —susurré estimativa.
—¿El qué? —preguntó divertido.
—Olvidalo, besame para que crean que has caído en la trampa de esta humilde mortal.
—De hecho así es, caí en tu trampa desde esa noche en el bar Swinger, nunca te olvidé, Kennedy. —su lengua delineó el contorno de mis labios, logrando hacerme cosquillas.
Tragué grueso y no sé porque, pero en serio ansié su beso.
—Es bueno saberlo. —susurré cerca de su boca.
No dijo nada, ni me besó, solo se alejó de mí y su mirada ardiente lo dijo todo y sin más, bebió de su copa, llamó al mesero con la mano y pidió la botella completa.
—Creí que me besarías.
Detuvo el recorrido de su copa y enarcó la ceja.
—¿De verdad querías que te besara?
—No. —bebí mi trago.
Rió.
Mientras bebimos y sí, de vez en cuando sus suaves labios se fundían en los míos cuando nos besabamos, podía sentir la mirada lacerante de cierto ojiazul furibundo, que posiblemente estaba escondido en las sombras como el demonio que era y que me mandó a sus encargos tóxicos.
Cuando la "velada romántica" terminó y me despedí del italiano (con quien extrañamente me la había pasado bien), subí a la camioneta negra que me esperaba aparcada en la siguiente esquina. Una vez adentro, no dije nada, simplemente me dediqué a mirar por la ventana el resto del camino, hasta que noté que no estábamos yendo a la mansión del ruso.
—¿A dónde me llevas, Roderick?
—Hay un cambio de planes, el señor Volkova quiere que vea al nuevo socio de su organización. Al parecer es un Libanes, pero nadie lo conoce y necesita que tú...
Froté mi frente con agonía y sentí un tremendo nudo en la garganta.
—Entiendo —lo corté de tajo y masajeé mis sienes —. Necesito retocar mi maquillaje, literalmente vengo de besarme con otro de sus archienemigos y no puedo presentarme así, sin contar que no pienso follar con ese nuevo socio.
Cuando el auto se paró en un semáforo, Roderick me pasó una cosmétiquera rosa y de mala gana la tomé.
—El señor Volkova dijo que esta vez tiene que pasar toda la noche con el libanes, y al parecer le gusta el sado.
Lo fulminé por el retrovisor.
—Ni de coña, no haré eso. No entiendo como puede decir que me quiere si no le importa lo que yo sienta cada vez que me pone como cebo para esos tiburones.
El chófer y matón ya no dijo nada, permaneció callado hasta que veinte minutos después, aparcó en un gran edificio con un gran rascacielos. Bajé sin su ayuda y subí las escalinatas hasta las puertas cristalinas en forma de arco para ingresar al elegante edificio. Uno de los hombres me pidió el abrigo y sin dudar se lo entregué. Roderick venía detrás mío y cuando llegamos al Penthouse, entramos a la pequeña pero al parecer importante fiesta de negocios.
—Ella es la chica estrella de Vladimir, trae a tu jefe. —le pidió mi chófer a un hombre alto de ojos azules y de pelo negro.
Este se quitó el chicharo de silicon y miró displicente al lacayo ruso.
—El señor Rein Becker, seguirá manteniendo por el momento su personalidad en el anonimato, pero me pidió llevar el tributo del señor Volkova, a su despacho.
Roderick aceptó sin titubear y me dejó en manos del pelinegro, quien me guió por un largo pasillo con pisos de mármol, hasta una puerta de roble blanco en donde me invitó a pasar. Cuando entré, él cerró la puerta desde afuera, posiblemente para que no escapara y ahí, parado enfrente de mí y mirando por el gran ventanal que mostraba una hermosa luna llena, estaba un tipo de traje oscuro, pelo corto y bien peinado, sosteniendo una copa y dándome la espalda ancha y esculpida que poseía.
Al darme cuenta que estábamos a solas y del porque estaba aquí, entendí todo y muy a mi pesar y con el dolor apuñalando mi roto y humillado corazón, bajé la cremallera del vestido hasta que su voz me cuestionó con tono grave:
—¿Qué estás haciendo?
—Lo que el ruso me pidió, complacerlo. —admití con un hilo de voz.
El vestido se deslizó por mi torso erizado y mis muslos, hasta que cayó en la alfombra de su oficina reluciente.
—¿Y eso es lo qué tú quieres? —me preguntó, dándole un trago a su copa y sin mirarme.
Apreté los labios y ahogué un sollozo. Luego, armándome de valor, otorgué:
—No, no quiero esto, pero estoy obligada a hacerlo porque si no cumplo me irá muy mal, y si está de acuerdo, podríamos simplemente charlar y luego usted podría decir que follamos hasta el cansancio y... —la voz se me quebró conforme iba hablando y ahí, finalmente el hombre con la voz más grave de lo normal, me dio la cara, me miró y sonrió de lado.
Las piernas me temblaron y las lagrimas bañaron mi rostro; lo creí irreal.
—Pero...
—Te dije que te encontraría, Keny. —Izan caminó hacía a mí y me abrazó con fuerza, haciendo que mi cara se escondiera entre su cuello con un rico aroma a Hugo Boss.
Después de permanecer un rato abrazados, finalmente y muy a mi pesar, tuve que separarme de él y mirarlo a esos hermosos ojos ámbar, que me miraban sesgados de algo que no supe como interpretar.
—¿Cómo lo hiciste? —pregunté abrumada.
—Lane y el chico que te trajo a esta oficina, es mi primo Aidan. Gracias a ellos supimos llegar a ti, pero es obvio que los rusos no pueden verme, Vladimir me conoce y el teatro se acabaría si lo descubre. —se inclinó y recogió el vestido azul eléctrico del suelo, me lo tendió y lo tomé un poco aturdida.
—¿Y el libanes? —no evité preguntarle, mientras me vestía.
—Detenido, es un puto traficante de mujeres. —dijo encogiendo los hombros y bebiendo la champaña de su copa.
Asentí tranquila de saber que mi infierno estaba por extinguirse finalmente.
—¿Viste a Isla? —le pregunté mientras luchaba por abrocharme el vestido.
Su teléfono vibró y él tecleó algo, luego me miró de soslayo y asintió con la mirada iluminada.
—Saldremos en diez minutos. —anunció pétreo.
Batallé con el cierre trasero del vestido, asi que el castaño se acercó y sin preguntar, me ayudó a subirlo con agilidad.
—Gracias.
Asintió y miró el reloj que colgaba de su muñeca, se acercó al escritorio y se acercó a mí tomando una caja.
—¿Zapatos? —curoseé al ver la caja de calzado.
Suspiró.
—Son unos tenis, no creo que puedas correr en tacones. —miró mis pies calzados en unas bonitas zapatillas plateadas con tacon de aguja.
Le sonreí y me senté para quitarme los tortuosos tacones, para calzarme ahora con los cómodos Nike blancos. Una vez lista, me puse de pie y até mi cabello en una coleta improvisada. Atrapé a Izan mirándome y cuando lo miré, giró el rostro hacia la puerta, disimulando lo que hacia. Sonreí como estúpida y repentinamente me sentí sonrojada.
—Tu chófer está estacionado abajo, mi primo es un Hacker muy bueno, y se acaba de infiltrar en el sistema del edificio, también logró robarle el teléfono a tu chófer, así que según Vladimir le está pidiendo que vuelva a la mansión y que te deje aquí. —me mostró el mensaje que le mandó Vladimir a Roderick y asentí.
—¿Por qué no estás con Isla? —quería saberlo y no pude esperar.
Izan me miró y vi la duda en sus ojos.
—Te lo diré cuando estemos lejos de aquí.
—¿Tan difícil te es decir que la amas?
—No, amarla es tan fácil como respirar, lo que no es sencillo es sentirme fatal cuando te entregaste al diablo y no poder contactarte sin usar la puta ouija. ¿En qué estabas pensando?
Apreté los labios.
—Isla peligraba, no podía simplemente ignorarla, tú no sabes las cosas que Vladimir la haría hacer solo para su conveniencia. —solté perniciosa —. Yo también fui adicta a sus drogas y por más, hice cosas de las que no estoy orgullosa y dejé que me utilizara a su puto antojo por migajas. Y eso mismo le esperaría a Isla si no hacíamos el intercambio.
Se llevó los dedos al puente de su respingada y perfecta nariz.
—Claro que lo sé, yo mejor que nadie conozco a su familia y sé lo letales y destructivos que son cuando se lo proponen.
Lo miré adolorida.
—¿Y entonces por qué te molesta que haya hecho el intercambio?
No titubeó cuando respondió:
—Porque ese no era el plan, mi plan era mantenerte a salvo y rescatar ilesa a mi mujer. Pero erróneamente tomaste decisiones precipitadas y no me diste alternativas.
Sentí los ojos acuosos, pero me repetí mentalmente no llorar como magdalena frente a él. Porque ahí estaba su respuesta, en esas últimas dos palabras; mi mujer.
Fingí una tierna sonrisa, pestañeé un par de veces para alejar las lágrimas y suspiré.
—Lo lamento, lamento haberte causado tantos problemas.
La puerta sonó con unos toquidos contra la madera, Izan me miró sorpresivo y antes de que pudiera decir algo, me tomó de la cintura y estampó sus labios contra los míos, al tiempo en que la puerta de roble se abría. Sé que estaba fingiendo para que la persona que acababa de entrar, creyera que él y yo nos estábamos enrollando y así se fuera.
Pero no era así, porque la persona que ingresó, no era cualquier mortal. Era Lucifer en persona.
—Los viejos tiempos no cambian, ¿cierto, amor? —pronunció una voz con dificultad.
Pude sentir a Izan tensarse y cuando sus labios dejaron los míos, miró fusilante a aquella persona con una extraña voz femenina. Me volteé lentamente y cuando había girado por completo, ahogué un gemido de sorpresa por la escena que presenciaban mis ojos.
—Lenka. —escupió él con odio.
La nombrada usaba un vestido negro y largo, la mitad lateral derecha de su cabeza, no tenia cabello y era porque claramente tenía injertos de piel, tras el balazo que por lo que investigué, ella sola se metió. Su ojo mutilado lo llevaba cubierto por un parche negro, y su boca estaba ligeramente ladeada, sin poderla regresar a su lugar; estaba irreconocible.
—Me da gusto verte de nuevo, Ilian. Supe que Isla volvió a ti y que no llegó sola. —dijo la rubia, con la voz rara por su nuevo estado.
—¡No los vas a tocar otra vez! —el grito de Izan, me hizo cubrir los oídos.
La rubia sonrió, creo. Y con la ayuda de su bastón, caminó hacia nosotros.
—Iván es idéntico a ti, no cabe duda de que es tu hijo. De tal padre, tal hijo —miré a Izan con sorpresa ante ese detalle que soltó la rusa (no sabía que tenía un hijo y sin duda eso me dejaría fuera de combate porque jamas pelearía contra su pequeño), quien continuó hablando —. Lastima que ya no sea la misma de antes, porque tal vez a él si lo hubiera podido conquistar a la buena.
Izan la tomó de los hombros y la sacudió con cero delicadeza.
—Iván es un niño de trece años, maldita pedófila de mierda. Y ya te tengo, esta vez no te me escaparas. —Izan la sometió con brusquedad, y antes de cualquier otra cosa me miró sobre su hombro y un poco agitado, dijo:
—Yo me encargaré de esto, pero no le digas a nadie que ella está aquí. —rogó.
Miré a Lenka quien reía como una loca demente y luego a Izan, mirando que sus labios estaban batidos con mi labial rojo por nuestro reciente beso improvisado.
—¿Qué piensas hacer con ella? —lo miré temerosa de que hiciera una locura del tamaño de esta gente.
—Enviarla a casa, de donde nunca debió salir. —profirió con gelidez.
Atrapé en sus ojos el coraje y el odio que le tenía a esa mujer y por un instante le temí, temí que un día él pudiera verme así; con desprecio y odio. Sacudí la cabeza pprque yo nunca le daría motivos para que sintiera eso por mí, y caminé a él, tomé su rostro y lo hice mirarme a la cara.
—Llamémosle a tu primo, no te rebajes a su locura, porque si lo haces, ella habrá ganado, Izan. Tú eres mejor que esto, no lo hagas, eres mejor que la bratva. —intenté convencerlo con palabras reales.
Su mirada ambar saltaba por todo mi rostro y el rastro de lágrimas que se acumulaban en sus ojos, me oprimieron el corazón. Él seguía sosteniendo a la rusa, quien estaba inclinada boca abajo sobre el escritorio, con sus manos tras su espalda.
—Tú no sabes todo lo que viví por su culpa, mis peores miedos los descubrí con ella —apretó los ojos con fuerza, las venas de su frente roja se marcaron —. ¡Violaron a mi madre, a mi hermana y a mi novia, en frente de mí! ¡¿Qué tan bueno piensas que soy, Kennedy?!
Me miró con los ojos inyectados de odio.
—Si Isla te ama, es porque eres una buena persona, Izan, deja de torturarte y no te conviertas en uno de ellos, porque podrías perder lo más valioso que es tu familia. —le imploré con la voz rota.
—¿Sabes que tan perversa era su obsesión? —rió sin gracia, mientras Lenka le hacia segunda y reía con él. La sacudió con coraje —. Esta perra nos debilitó primero, para que no lucharamos cuando su infierno ardiera. Grité, lloré, supliqué, me rompí las muñecas para liberarme de las cadenas que me detenían y simplemente fui un débil espectador —limpió sus lágrimas con la ayuda de su hombro —. Cuando salimos y creí que todo había terminado, me di una oportunidad con el amor de mi vida, pero las cosas se me salieron de control, casi todas las noches intentaba matarla creyendo que era esta perra. Por eso nunca dormí contigo, por mis traumas —lo vi apretar más las manos de la rusa, quien reía como una demente —. Y aún así tú fuiste víctima en mis sueños, casi te maté la última noche en mi apartamento, y a Isla le hice daño, un daño del cual Iván nació.
Lo miré anonadada con lo que me decía, mientras lloraba en silencio, en compañía de él, quien la rabia y el dolor lo hacían llorar torrente.
—Izan...
—Sé todo lo que Vladimir Volkova te ha obligado hacer, y sé que tu infierno es similar al nuestro, porque tú también te viste obligada a sobrevivir a su oscura manera y a su cruel modo.
Estiré mi mano hacia él, con la esperanza de que él la tomara y dejara que Lenka pagara con la justicia, pero no con la justicia de su mano.
—Pese a todo, yo te amo, Izan. Estoy enamorada de ti y quiero ayudarte. No tomes una decisión equivocada, ven conmigo. —supliqué con insistencia.
—Lo sé. —sonrió triste.
—Entonces ven conmigo. —agité mi mano para que la tomara, pero solo la miró.
—No puedo, tengo que sanar aquí y ahora.
Cerré en puño la mano que le ofrecía y la cual no tomó, bajé el brazo rendida y mi mirada observó el piso pulcro de este lujoso lugar.
—Tú ganas, Izan, ¿dime que tengo que hacer?
Me miró asombrado, pero rápidamente se repuso y añadió:
—Tráeme a Vladimir Volkova.
♥︎♥︎♥︎
Sé que tardé, lo lamento, no me odien y denle amor.😉🙏🏼🥰
Me retiro muy.lenta.mente!
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