35:♡Atrapados♡

☆☆☆

Balanceé mis pies mientras estaba sentada sobre la cama. Sentía la respiración irregular y el corazón acelerado. Escuché ruidos y finalmente el rubio apareció, asomando una sonrisa en los labios.

—Hola, mi querida Isla.

—Quiero agua. —exigí tajante.

Él sonrió, recargándose despreocupadamente contra el marco de la puerta.

—Ya veo porque Lenka te tiene tanta envidia. Eres ruda y además, muy hermosa. —canturreó acercándose a mí.

Instintivamente me eché para atrás, sobre el colchón de la cama.

—¡Aléjate de mí, no me toques! —grité rabiosa.

El ruso levantó las manos en el aire en modo de rendimiento y soltó una risa cínica.

—Tranquila, bonita, no pienso tocarte ni uno solo de tus lindos cabellos... aún —sonrió malicioso —. O bueno, al menos hasta que el Himero favorito de mi querida prima tuerta, me traiga lo que le pedí a cambio de tu liberación.

Se acercó a la ventana que claramente yo no alcanzaría a ver sin la ayuda de un banquillo, pero para él fue pan comido, solo tuvo que estirar el cuello un poco y vualá, pudo ver lo que quería.

—¿Dónde está Lenka?

Mierda, ¿lo pensé o lo dije?

El rubio dejó de mirar y centró nuevamente su azulada mirada en mí. Si, lo dije. Pensé. Cruzó sus brazos y sonrió socarrón.

—Vaya, vaya, vaya, al parecer alguien extrañó mucho a su verdugo, eh. Solo pídelo, guapa y la llamamos para que la saludes y le preguntes como va su vida como cíclope. —mostró un teléfono satelital y yo negué repetitiva, con el alma en un hilo.

—No, por favor, no la llames, te lo suplico. —rogué con desesperación.

El tipo arrugó el entrecejo y se sentó en la cama, poniendo el teléfono sobre la cabecera de la cama.

—Tengo todo el tiempo del mundo para saber que fue lo que esa demente les hizo en Liverpool.

Apreté los labios para esconder el temblor que a mi labio inferior comenzaba a tildar, bajando la cabeza a mis piernas arrinconadas y suspirando adolorida.

—Es un tema del que no quiero hablar, solo confórmate con saber que las llamas de su infierno nos quemaron y dejaron terribles cicatrices en cada uno de los que fuimos sus víctimas. —recordé con voz baja, apretando el edredón entre mis manos.

Suspiró y miró las pulseras que llevaba en las muñecas de ambas manos, con las que ocultaba las cicatrices de mi intento fallido de suicidio. Instintivamente oculté mis manos tras la espalda y él entendió.

—Creo saber que fue lo que les hizo, eso lo tiene de su padre, el cazar lo que huye de ella; y no te preocupes, por hoy estás a salvo. Ya veremos como te va el tercer día. —se puso de pie y tomó el teléfono satelital.

—Espera —se detuvo en la puerta al escucharme —. Yo... Anahí estuvo conmigo en el encierro.

Me miró sobre el hombro.

—¿Hablas de Dominika?

—Sí.

Se dio la vuelta y frotó su barbilla.

—Lo supuse, Lenka siempre ha preferido una verga que a su propia hija. Pero al menos para mi padre y para mí, la familia es sagrada y no se toca.

Bingo.

Me puse de pie, pero mantuve mi distancia y negué.

—Y así fue. Para Lenka Egorova, la obsesión iba tomada de la mano con la venganza, y por alcanzar el amor de un hombre que nunca la amó, se desquitó con ella. Izan James era mi prometido, pero esa... bruja, luego de haberse obsesionado del padre, también lo hizo del hijo. Y como Anahí apoyó a su hermano, me refiero a que Izan y Anahí son hijos de Ilian James.

—Lo sé. —atisbó con voz ronca.

—Bueno, Lenka la declaró su enemiga, dejando que toda la bratva la ultrajaran... nos... ultrajaran.

Vladimir desbarató su cabello dorado y resopló.

—Sí, así somos también los Volkova, pero con los enemigos que no llevan nuestra sangre; somos depredadores sanguinarios. Lenka es mi prima hermana, y por ende, Anahí es mi sobrina, y lo que me dices no tiene pies ni cabeza. Creí que solo la había golpeado.

—Lo hizo, y Anahí es la prueba de ello. —escupí.

Me miró por unos segundos que parecieron eternos y en dos zancadas se acercó a mí y me tomó del brazo con brusquedad.

—¿Qué haces?

Me sacó de la habitación y me hizo caminar por la mansión rustica de la que suponía era el dueño. Bajamos las escaleras de mármol y me llevó por otro pasillo, cuando bajamos otras escaleras, me detuvo en una puerta negra, me miró y sin decir nada la abrió. Un olor fétido se escapó de ese lugar, que claramente era un sótano. Lo miré aterrada, cubriendo mi nariz con el cuello de mi blusa.

—N-no quiero. —dije titubeante.

—Baja.

—¡No!

Resopló, se inclinó y me echó en su hombro como un costal de papas. El lugar estaba oscuro y cuando llegamos al último escalón, había otra puerta una puerta que era identifica a la de mis recuerdos en ese lugar. Lloré.

—¡Por Dios, no, ya no más! —pataleé y le pegué con mis puños cerrados en la espalda, los cuales parecían no dolerle.

Finalmente se inclinó nuevamente y me bajó, pero rápidamente me tomó del brazo, para impedir que escapara.

—¿Hueles eso? —me preguntó socarrón, aún en medio de la oscuridad.

Olfateé un poco y de vuelta llevé el cuello de mi blusa a la nariz. Olía horrible.

—¿Dónde estamos?

—En mi infierno personal, Isla.

Las luces finalmente encendieron el foco que alumbró todo el lugar y me quedé asombrada al ver lo que guardaba en su infierno. No pude aguantarlo y sonreí. Por fin alguien más grande que ellos, los tenía atrapados.

Al fin eran la carnada y no el depredador.

En las camas de piedra y completamente desnudos, estaban los cuerpos torturados de Thiago, Matt y Thomas, quienes se quejaban y pedían clemencia.

—Ahora dime, ¿ellos le dieron clemencia a mi sobrina?

No respondí, porque en serio y muy retorcidamente estaba feliz con la escena que este ruso me mostró. Sentí una sacudida y mi mirada se dirigió al ruso, que me miraba divertido.

—¿Qué pasa?

—Te perdí por unos instantes, en serio que estos infelices te dejaron bien loca. —se burló, así que retomé mi postura y me mantuve impasible.

—Quiero subir. —exigí.

—¿Y perderte de la diversión? No lo creo, venga, dime si estos hijos de perra le dieron tregua a mi linda sobrina.

—No, Thomas, se reía de su desgracia, Matt, disfrutaba de su dolor y Thiago, él no lograba saciarse y se lo hacía como animal sin importarle lastimarla. —escupí rabiosa ante el recuerdo de las imágenes perturbadoras de mi pasado.

—¿Y a ti, qué te hicieron?

Mis ojos se anegaron de lágrimas y cubrí mi boca cuando sentí un sollozo por las crueles imágenes aleatorias de mi cabeza.

—Lo mismo que a tu sobrina. —susurré con dolor.

Sus dedos tibios se posaron en mi mentón y me obligó a mirarle.

—¿Alguna vez viste las películas de Star Wars?

Su pregunta me descolocó, pero asentí.

—Todas.

—Entonces recordaras porque Anakin Skywalker, más tarde se convertiría en Darth Vader.

—Por. El. Dolor.

—Así es, su vida siempre tuvo altibajos y aunque los jedis intentaron hacerlo un guerrero bueno, su oscuridad lo invadió y todo su sufrimiento y dolor lo transformó en ira y oscuridad.

Lo miré con el ceño fruncido.

—¿Y a qué viene esto? —inquirí limpiando mis mejillas.

—A que tú, mi querida Isla, eres como Anakin. —me tendió un bisturí afilado y señaló a los demonios de mi pasado, débiles y expuestos para mí —. Cobra tu venganza, hazlos sufrir de la misma forma en que ellos lo hicieron con ustedes.

—No. —puse la herramienta quirúrgica sobre la bandeja de plata y me di la vuelta.

—Me decepcionas, Isla —su mirada azul tenía un brillo peculiar —. Yo estoy de tu lado y quiero que juntos venguemos tu honor y el de todas las víctimas que estos cerdos, dañaron.

—Esa no es la manera. —sé que esto sonó hipócrita de mi parte, ya que verlos deplorables en el infierno que el ruso creó para ellos, me dio una clase de incentivo para acabarlos. Pero sabía que más tarde me arrepentiría, porque yo no era como ellos, yo no era un monstruo.

—Por favor, vi como sonreíste malévola cuando los viste vulnerables. Anímate, juega conmigo al doctor. —agitó nuevamente el bisturí, frente a mí cara.

—Quiero subir a la habitación donde me tenías.

Vladimir dejó de sonreír y rodó los ojos.

—Aburrida, ¿pero sabes qué? —dejó la herramienta en su lugar y se acercó a mí —. Creo que te dejaré un rato aquí con tus demonios, solo para que recapacites y pienses bien en tus prioridades.

—¿Qué? ¡No, llévame de vuelta a arriba!

Negó, mientras me sostenía de los hombros.

—Mira, ponlo de este modo. Ellos te lastimaron, lastimaron a mi sobrina, lastimaron a tu suegra y lastimaron al amor de tu vida, así que...

—Jamás nombré a mi suegra.

Elevó una ceja.

—Claro que lo hiciste, Anakin.

Lo fulminé.

—¡Tú lo sabías, sabías lo que estos malditos nos hicieron, no solo a tu sobrina, sino a todos! —exclamé fuera de mí.

Suspiró y liberó mis hombros.

—Bien, me descubriste, pero créeme si te digo que tiene un mes que me enteré ¿y a qué no sabes por quién lo descubrí?

Mi respiración se estaba acelerando y eso solo era por una cosa; estaba teniendo un ataque de pánico.

—No puedo respirar. —me abaniqué el rostro, buscando aire.

—Oye, tranquila, solo estamos hablando... amado es... hijo de perra... entregó evidencias... unimos en fuerza... matarlos a todos.

Ni siquiera entendía lo que decía, era como si fuera una llamada telefónica con poca recepción. Estaba mareada y aturdida, hacía años que no me pasaba esto; había olvidado lo que era tener un ataque de pánico.

No supe que pasó, solo sé que perdí la conciencia y me hundí en la oscuridad.

Abrí los ojos y me encontré acicalada en la cama de la habitación. Estaba enfundada en un vestido blanco con franjas rosas y zapatillas color rosas. Mi pelo corto estaba lacio y olía a vainilla, arrugué la frente y me puse de pie. Cuando llegué a la puerta, me mareé un poco, pero aún así tomé el pomo y descubrí que no tenia llave. Así que abrí la puerta con sumo cuidado y comencé a ir con pasos torpes sobre el pasillo.

Me tuve que ir agarrando de las paredes, solo para no tropezar y caerme. Iba a pasos lentos y me escondí detrás de una división de los muros, cuando una de las mucamas salió de una de las habitaciones y se dirigió cargando unas sabanas azules, hacia las escaleras. Salí de mi escondite cuando estuve nuevamente sola y seguí mi camino entre trompicones.

Llegué al barandal y bajé como pude, agarrándome de él con fuerza. Tardé cinco minutos aproximadamente en bajar hasta el último peldaño. Me llevé la mano derecha a la frente y suspiré, rezando mentalmente para que el mareo se pasara rápido. Una vez que me sentí regenerada, retomé mi camino y con sigilo, me acerqué al salón en donde un juego de voces resonaba.

Me quedé parada tras el muro, escuchando las voces que discutían por lo bajo, y por lo que oía, era una voz de mujer y la del ruso. Me quedé helada cuando ella bramó;

—Le hiciste sexo oral mientras ella dormía, Vladimir. Estás enfermo.

—Y tú, celosa —rió ronco —. Es increíble como su cuerpo reaccionó, y tuvo un orgasmo que me supo a gloria.

Cubrí mi boca con las manos para no gritar. Me habían violado otra vez. Lloré en silencio.

—Eso es bajo, incluso para ti. —dijo la mujer con enojo.

Cerré los ojos y fue mala idea, porque me recordé gimiendo mientras me retorcía sobre la cama y apretaba el edredón en mis puños, mientras sentía una ávida lengua en mi zona intima.

¡Por Dios, pero si hasta lo había disfrutado!

Cubrí mi rostro con las manos y lloré con dolor. Era una maldita. ¿Cómo pude hacer eso? Y entonces la idea me invadió.

—Me drogó mientras estuve desmayada. —susurré para mí.

—Ella lo disfrutó, incluso gimió mi nombre mientras me alimentaba de ella. —recordó alucinado.

—¡Oh, si, Vladimir, dame más, hummm, que rico! ¡oh, si, Vladimir, Vladimir, oh, me vengo!

Sacudí la cabeza ante ese inhóspito recuerdo y me quité los tacones y antes de que pudiera pensar, entré al salón y le tiré un zapatillazo en la cabeza y él otro contra el pecho.

—¡Pero qué mierda! —exclamó él, poniéndose de pie y mirándome aniquilante —. ¡¿Qué putas te pasa, Isla?!

—¡Me violaste, asqueroso hijo de puta! —bramé.

El rubio pareció confundido.

—¿De qué mierda hablas?

—¡Te escuché contándole a ella —señalé a la mujer a mi lado y a la cual aún no me molestaba en reparar —, lo que me hiciste mientras estaba inconsciente y de como gritaba tu nombre! Eres un maldito.

La chica carraspeó a mi lado y finalmente la miré. Y su presencia me sorprendió.

—Tú...

—Hola, Isla. Es un gusto conocerte finalmente. —me sonrió dulcemente.

Y bueno, ¿qué les digo? Una cosa llevó a otra y la abofeteé.

—¿Qué cojones te pasa, mujer? —me preguntó el ruso, acercándose a la periodista que se tocaba la mejilla afectada.

Los fuminé a ambos.

—Déjalo, estoy bien —ella apartó al ruso, quien la estaba revisando, preocupado —. Me lo merecía, y de verdad lo siento mucho, Isla.

Apreté los labios y bajé la cabeza un poquitín avergonzada. Pero cuando miré al rubio y nuestras miradas conectaron, sentí el deseo de acribillarlo ahí mismo.

—Oye, fiera tranquilízate —me tomó de los brazos, para impedir que le pegara nuevamente —. No sé que mierda te pasa y que droga consumiste, pero yo no te he hecho nada a ti. Bueno, solo secuestrarte pero nada más.

—¿Nada más? —reí con amargura —. ¡Te escuché contándole tus fechorías! —apunté con mi dedo.

—Oh, no Isla, él hablaba de su mucama. Te daré un resumen, él tenia muchas ganas de follar, entonces como tú eres literalmente intocable, él se escabulló a la habitación de su sirvienta y se la tiró. —me contó la pelinegra, quien me sonreí para transmitirme confianza.

Apreté las piernas, porque me sentía angustiada por haber percibido ese cosquilleo en mi zona intima.

—No les creo, tú lo estas incubriendo y por lo que veo y escuché, ustedes dos se conocen muy bien. Hablaban como si fuesen viejos amigos. —crispé mirándolos a la defensiva.

El ruso rió.

—Viejos amigos, no, pero si viejos amantes. —y sin que ella lo esperará, la tomó de su cabello y estampó sus labios contra los de ella.

Ella lo alejó de un empujón.

—No lo hagas otra vez, Vladimir, mucho menos luego de haberle hecho sexo oral a tu sirvienta. —se quejó la pelinegra, mientras se limpiaba la boca con una servilleta y hacia un gesto de asco.

El ruso rodó los ojos.

—¿Y dime, Isla? ¿A caso tú tuviste un orgasmo al oír a mi sirvienta mientras le daba placer?

—No, yo no...

—No la molestes. —lo amonestó la chica de ojos grises, quien me sonrió amable y con la mejilla enrojecida por mi golpe.

—Ignoralo, creo que ser parte de una familia de mafiosos rusos, tiene sus consecuencias. —hizo el movimiento con la mano de que estaba loco y reí.

—Da igual —Vladimir se acercó a mí y sin previo aviso, me tomó de la nuca y estampó sus labios contra los míos.

Forcejeé para liberarme y aun más cuando introdujo su lengua en mi boca. Lo mordí y fue como me soltó. Igual que la pelinegra, tomé una servilleta y me limpié con asco.

—Eres un asqueroso, hijo de puta. —brameé, lanzándole la servilleta en la cara.

—Cálmate, es mi forma de despedirme de ti, ya te vas y es por eso que mi sirvienta te limpió y te puso más guapa, porque hoy mismo regresas con tu viejo amante.

Abrí mis ojos enormes ante las palabras del ruso. Miré a la mujer quien bajó la cabeza y suspiró. Mi sonrisa se borró al ver su semblante.

—¿Qué pasa? —pregunté insegura.

—Oh, ¿no te contó?, pues bueno...

—Vladimir... —lo nombró ella amanazante, pero él la ignoró y siguió con su discurso.

—Ella esta triste, porque tú volverás con tu querido caballero de reluciente armadura, a sabiendas de que Izan y Kennedy, tienen historia.

Apreté los labios y la chica parecía avergonzada por las palabras sinceras y crudas del rubio.

—Te estarás preguntando, ¿como se conocieron?

—Vladimir, basta. —pidió la pelinegra, pero el rubio la ignoró y siguió hablando con burla.

—Verás, Izan la conoció en un bar Swinger, ya que al parecer luego de que tú y él terminaran por culpa de sus traumas, él se folló todo lo que tuviera coño y bueno, una cosa llevó a la otra y terminaron follando en mas de una ocasión. Y créeme cuando te digo que Izan y Kennedy sintieron más, de lo que les cuesta admitir. —se inclinó y besó el cuello de la chica, mientras ella se alejaba brusca de él.

Mis ojos marrones chocaron con los grises de ella y lo vi, vi la verdad en ellos. Amaba a Izan, a mi... nuestro Izan.

—En fin, habla con él y dile que te aclare sus sentimientos, que se decida por una porque si estoy en lo correcto, él buscará la manera de rescatar a Kennedy y no sé, tal vez si logra matarme, porque sobre mi cadáver yo la dejaría ir —la tomó con posesividad de la cintura y aunque ella intentó zafarse, no lo consiguió y él continuó —. Tal vez así ellos tengan la historia de un final feliz, de ese que tú y él nunca tuvieron por obvias razones.

—¡Púdrete! —grité entristecida.

Kennedy no dijo nada, su silencio lo dijo todo y corroboró las palabras de Vladimir. Esas en las que Izan estaba enamorado de ella, así como ella y yo, lo estábamos de él. El regreso a casa fue caótico, me pusieron una bolsa negra de tela en la cabeza y me ataron las manos tras la espalda. Tres horas después, creo, me dejaron en un edificio grande, donde la palabra policía brillaba. Suspiré tomé aire e ingresé al lugar, cuando lo hice, me quedé sorprendida al ver a Izan con un traje de combate negro al estilo SWAT.

Cuando me vio, soltó el casco negro de combate y corrió hacia a mí y me estrechó en sus brazos, donde siempre me sentía a salvo. Hundió su cara en el hueco de mi cuello y luego me alejó para verme a la cara.

—Nena, ¿estás bien?

Sonreí ante su evidente preocupación.

—Si, lo estoy. ¿Dónde está Ivan?

—Está bien, están todos a salvo. —acarició mis mejillas.

—Llévame con ellos.

—Claro. Oye, —rascó su nuca —. Kennedy, ¿ella está bien? —su pregunta me estrujó el corazón, porque recordé las palabras del ruso y la mirada triste de Kennedy.

Sonreí entristecida y asentí.

—Vladimir no le hará daño.

—Eso tú no lo sabes. —afirmó con amargura.

Lo miré sorprendida.

—Pues a mí no me hizo daño y eso que no me folló para que me tuviera estima. Me atendió bien y...

—Exacto, pero a Kennedy si se lo hizo y se lo va a seguir haciendo, por eso lo voy a detener.

Apreté los labios y asentí, mirando otro lado menos a él.

—Quiero estar con mi hijo. —repetí, esta vez con un hilo de voz.

—Dixon, llévala al Bunker. —dijo Izan, acabando con mis esperanzas de nuestro futuro juntos, porque simplemente yo no me interpondrá en un amor del que yo ya no soy dueña.

Bajé la cabeza cuando el hombre se acercó.

—Claro, Rhett. Acompáñeme, señora.

Antes de seguri al agente, miré a Izan con su traje negro de combate y suspiré.

—Cuídate mucho y espero que logres cumplir la misión. —me puse de puntillas y besé sus labios, un beso que él no correspondió como yo hubiera querido.

—Te veré pronto, amor. —dijo y se dio la vuelta para unirse al grupo de combatientes que iban por Vladimir Volkova y Lenka Egorova.

Salí del lugar con un desasosiego, me había preparado cientos de veces por si esto pasaba, me refiero a que si Izan había hecho su vida y se había enamorado de otra mujer. Pero ahora el verlo y sentir que también amaba a otra chica, me rompía el corazón. Y sé que todo esto era mi culpa, porque yo me había casado con Dave, estando aún enamorada de Izan.

El Karma apesta.

♥︎♥︎♥︎

Solo recuerden, que no todo es lo que parece y aun falta la narrativa de Izan.😉

Las amo, con cariño infinito, Ana.🥰💃⚘

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