25:♡No puede ser amor♡

☆☆☆

Saludé cordial a mis compañeros de trabajo y llegué a mi cubículo, pero noté que Jeremy no estaba en su sitio, así que supuse había ido al baño o ha fumar alguno de sus cigarrillos mañaneros.

Dejé mi bolso en el estante a mi lado, me coloqué mis gafas de cegatona y comencé a trabajar en la nueva nota independiente del caso de Liverpool. Estuve bajo presión todo el día, todo por no haberme puesto a trabajar minimamente desde casa. Tardé todo el santo día en darle ideas y formar mi próxima nota, pero sabia que esto no era lo que esperaban los lectores, ni Hanna y mucho menos Jess.

—¿Terminaste, Keny? —la voz suave de Jess me hizo suspirar y asentí, señalando el monitor de mi computadora.

—Ya le he mandado el borrador a Hanna, ¿qué opinas? —dije, escondiendo un bostezo tras esas palabras.

Leyó en voz baja y la vi frunciendo el ceño.

—¿Qué pasó con la nota de Marlon?

Me quité las gafas y apreté los labios. Me debatí mentalmente en que excusa dar, hasta que finalmente dije.

—Jim me está ayudando con la investigación para encontrar a la chica de mi nota, quien claramente ahora ya es una mujer más adulta. Tener más fotos de ella, nos dará mejores reseñas ante la nota y eso dejara a la empresa en una buena postura.

Jess asintió fascinada ante mi mentira y luego elevó ambas cejas al ver el cubículo vacío de Jim. Cosa que no había notado hasta ahora, pues creí que solo había ido al baño y ya debió de haber vuelto. Pero como estuve tan sumergida en mi artículo, lo olvidé por completo y eso me hizo sentir terrible.

—¿Jeremy se presentó ha trabajar? —la cuestioné con preocupación.

—Si, vino esta mañana ha entregar un álbum de las fotos que tomó para tu nota, pero no nos avisó que se iría temprano. —sacó su teléfono y la vi teclear en él.

Me puse de pie y acomodé mi melena tras mis hombros.

—Lo siento, Jess, tengo que irme. Ya mandé el borrador de la nota de mañana, si encuentran alguna error en ella o cualquier cosa, por favor avísenme. —tomé mi bolso y la chaqueta.

—Keny, aguarda —dio dos pasos hacia mí y susurró —. ¿De donde sacaste a ese hombre tan sexy? —mordió su labio inferior con sensualidad e hice un mohin con los labios en desagrado.

Miré hacia la dirección que sus ojos azules analizaban con chulería y suspiré al ver a Leif, parado como un verdadero guardaespaldas serio y muy sexy pero comprometido con su trabajo.

De verdad parecía todo un profesional.

—Es mi guardaespaldas. —admití al tiempo en que soltaba un pequeño suspiro.

Jess frunció el ceño, pero luego abrió los ojos y me miró sorprendida.

—¿Estás en peligro por lo de tu nota de Inglaterra?

Sonreí mostrando la hilera de mis dientes limpios para que notara que "todo estaba bajo control".

—No, pero no está de más que Leif me cuide, ya sabes, por si acaso.

—Leif —repitió su nombre artístico y sonrió con más alegría —. Suena sexy, me gusta como para gemirle así mientras... ya sabes. —soltó con picardia.

—No tienes idea. —murmuré entre dientes para posteriormente regalarle una sonrisa ladeada —. Bueno, ya me voy.

—Espera —tomó mi brazo —, tienes que preséntarmelo. —pidió con suplicio, mientras batia sus espesas y negras pestañas.

Le guiñé un ojo.

—Claro —tenía ganas de empujarla y advertirle que él no estaba interesado en nadie más, pero decidí calmarme y sonreír ahora más forzada —. Pero será en otro momento, ahora llevo prisa, oh y gracias por tu apoyo te veré mañana. —besé su mejilla y salí corriendo con fatiga hacia el castaño que se puso a la defensiva al verme llegando agitada.

—¿Qué pasa? —me cuestionó él, poniéndose en guardia y mirando en la dirección que llegué, mientras me metía tras su espalda.

Tan lindo.

Sacudí la cabeza ligeramente ante ese pensamiento inapropiado y carraspeé para disiparlo en mi cabeza.

—Tranquilo, todo está bien, solo necesito que me lleves a donde está viviendo Jeremy Lohan.

Me miró sobre su hombro y frunció el ceño.

—¿Para qué?

Rodé los ojos ante su pregunta.

—Es personal.

Sonrió evidentemente con amargura y se quitó el chicharo de silicon de su oreja derecha.

—¿No tuviste suficiente de él?

Abrí los ojos como platos.

—¿Disculpa? —mi tono era indignante.

—Lo siento, pero eso no podrá ser posible en este momento. —soltó con desdén, mientras se colocaba el chicharo de silicon.

—Ni hoy ni nunca. —froté mis sienes cuando sentí una punzada en ellas.

—No digo que nunca, pero por el momento no puedo dejar que lo veas y mucho menos si es para tener sexo.

Lo miré furibunda.

—¡Eso solo lo decido yo, no tú, Izan!, además ya no me confundas más, estoy harta de que te comportes como si me quisieras... como mujer.

Se quedó callado, no dijo nada, sólo me detalló con sus ojos ámbar y suspiró.

Apreté los ojos un segundo y luego seguí mi camino sin alterarme más. Él venia detrás de mí con sus fuertes pisadas. Saqué mi teléfono en el elevador y comencé a buscar el número de...

—¿A quién llamas? —habló nuevamente mientras la caja metálica seguía bajando.

Lo miré de soslayo y agite el teléfono para que viera la pantalla del teléfono y me volví a centrar en el aparato.

—Lane no te va a ayudar. —dijo convincente.

—Eso lo veremos. —seguí tecleando.

Lo oí exhalar con fuerza, luego carraspeó y dijo con voz gruesa.

—Jeremy está a salvo, pero por el momento está siendo interrogado y por eso no puedes verlo.

Dejé de teclear en mi teléfono y puse toda mi atención en el castaño.

—¿Interrogado? —uní mis cejas —. Pero si él ya les dijo todo lo que sabía.

Izan abrió la boca, pero justo en ese momento las puertas del ascensor se abrieron y un pequeño grupo de chicos, entraron a la caja, acorralandonos hasta el fondo y quedando demasiado cerca el uno del otro. Dios, su perfume tenía que ser ilegal, por que alteraba mis hormonas y eso no era bueno para mi pobre cuerpo debilucho ante semejante hombre que detonaba lujuria por cada poro de su piel tatuada.

Estaba dejando de respirar para no entrar en un estado caótico por mis hormonas sexuales a causa de su delicioso perfume de hombre varonil, pero posiblemente terminaría con un paro cardíaco.

—¿Estás bien? —inquirió tocando mis mejillas con sus nudillos izquierdos.

—Hujum. —solté con los labios apretados en una línea y mis pulmones luchando dentro de mi cuerpo por una onza de oxígeno.

—Pues no parece, estás muy... —se inclinó más a mí con la preocupación reflejada en sus ojos de un ámbar que aún ahora me parecen más preciosos de lo normal.

Entonces tomé finalmente aire, justo cuando el ascensor se detuvo en el siguiente piso. Jadeé un poco cogiendo aire.

—Estoy... preocupada por Jim. —mi voz era pastosa y pausada.

Izan se irguió a su altura de 1.93 y acomodó su saco negro con
desaire mientras la gente bajaba y otras más subían a la caja de metal.

—Te prometo que tu amigo está bien. —susurró al verme seguramente morada por la falta de oxígeno.

Me obligué a retomar mi respiración con mas calma y tosí un poco por el aire que volvía a entrar a mis pulmones.

Giré el rostro a su lado y asentí.

—Te creo, pero en serio quiero verlo... por favor.

Las personas bajaron del ascensor entre risas y juegos, mientras que Leif y yo bajamos con más calma, uno de los colegas del castaño le dijo que el perímetro estaba seguro y que no había señas de los "intrusos". Él les agradeció por su reporte y retomamos nuestro camino al auto asignado, mientras ellos vigilaban el lugar con premura. Una vez estuvimos dentro del auto, él dijo:

—Tengo entendido que estarán instalando a tu amigo en su nuevo domicilio mañana por la tarde. Si quieres...

—¡Si quiero! —exclamé lucida.

Él en cambio enarcó la ceja ante mi exabrupto y me aclaré la garganta para hablar ahora con más calma y ser menos evidente.

—Quise decir, que puedo esperar un día más sin verlo, pero no más. —lo señalé.

Rodó los ojos y metió la llave en la endidura y pusó el carro en marcha. Me dejó en el centro comercial bajo el cuidado de Dixon, su relevo en turno. Cuando él se fue, me dirigí a varias tiendas y compré algo de ropa para estos días mientras me dejaban volver a mi apartamento.

Para cuando llegué al apartamento de Izan, luego de mi recorrido exhaustivo, recibí una llamada de Stephen, quien me dijo que mis cosas ya le estorbaban a la nueva dueña del apartamento y que tenía que ir cuanto antes por ellas o de lo contrario me las tiraría a la basura.

Lo de menos dejaría que las cosas de esas cajas se perdieran, pero tenían un enorme valor sentimental para mi hermana y por esa razón no me sería fácil deshacerme de ello.

—¿Saldrá de nuevo, señorita? —me cuestionó Dixon, al verme salir con mi bolso de mano.

—Si, necesito ir por unas cosas que olvidé en el apartamento que compartía con mi exprometido.

—Claro que si, señorita, nosotros la llevamos.

—Lo sé, te mando la ubicación por mensaje.

Dixon me llevó hasta el domicilio que le indique y en casi cuarenta minutos llegamos al lugar. Desabroché mi cinturón de seguridad y abrí la puerta con la ayuda de uno de los escoltas que custodiaron todo el camino el carro donde venía.

—No tardaré.

—Yo la acompaño, señorita Anderson. Ese es mi trabajo. —dijo Dixon, bajando del auto.

El escolta que tenía aún sosteniendo la puerta, me estiró su mano y la tomé para bajar del auto con su amabilidad. El pelinegro dio la orden para que vigilarán el área mientras él y yo sabíamos al piso once. Cuando llegamos, le pedí que me esperara en el pasillo, ya que sólo me iban a dar un par de cajas y volvería de inmediato con él.

Caminé hasta la puerta de mi antiguo apartamento y suspiré un poco nostálgica, pues dentro de estas paredes, viví muchos momentos felices y a pesar de como terminaron las cosas, lo guardaba en mis recuerdos con cariño y como una lección que me ayudó a abrir mis propias alas y tomar mi propio vuelo.

Suspiré para soltarme de aquello y acomodé mi blusa lila.

Toqué el timbre y sonreí para no parecer una bruja cuando los nuevos dueños me vieran. Pero mi sonrisa se borró cuando me encontré a la persona que no esperaba ver aquí. No evité pasar mi mirada asombrada por su torso desnudo, su labio que parecía haber sido mordido por alguien más y el pantalón oscuro con el cinturón flojo.

Era claro lo que aquí estaba pasando y me sentí estúpida por unos instantes.

Tragué grueso, pero luego decidí no demostrar que esta escena me estaba incomodando y... doliendo por partes iguales.

Así que le sonreí de lado pero no genuina.

No puede ser amor, ¿o si? NOOO, pero no sé por qué estoy sintiendo esto y estoy muy segura de que no estoy enamorada de él... mierda.

—Izan... —susurré con voz neutra para no ponerme en evidencia ante su alargado silencio.

Pero sus ojos color ámbar no dejaron de escudriñarme.

No dijo nada cuando lo llamé por su nombre, tan sólo me miró como si le pareciera increíble verme allí, parada en la puerta del apartamento de una mujer, que apareció semi desnuda a su lado.

Me sentía agobiada y también sentí que estaba hiperventilando. Me aclaré la garganta y le sonreí a la rubia.

—Ya entiendo, lamento la interrupción, vine sin avisar antes. Fue mi culpa llegar así, yo...

—No se preocupe, si gusta mi hombre puede...

¿Se refirió a él como su hombre?

¿De ella?

Pestañeé un par de veces y mostré mis dientes en mi fallida infiltración de mostrar una sonrisa fiable.

—No, yo... —rasqué mi ceja izquierda y seguí sonriendo —, creo que volveré otro día, hasta pronto. —me di la vuelta y me alejé como si trajera una dinamita con la mecha larga en el culo y alguien me la quisiera prender.

Había olvidado que dejé a Dixon en el pasillo de los ascensores y cuando doblé la esquina, choqué contra él pero me sostuvo rápidamente de los brazos para evitar el rebote.

—Señorita, ¿está todo bien? —me metió tras su espalda, igual que él, ahora entendía que ese era su trabajo y que Izan no era tan tierno como lo pensé.

Dixon me miró por sobre su hombro derecho y estaba por desenfundar su arma, pero lo tomé del brazo y negué.

—Estoy bien, es solo que... —sonreí triste y negué un par de veces con la cabeza baja —, no es nada. Mejor dime, ¿tú sabes donde está el domicilio temporal de Jeremy Lohan?

Dixon apremió:

—Claro que si, él también quiere verla.

Sonreí con entusiasmo, pues de verdad y dejando de lado lo carnal y la escena que acabo de pasar, extrañaba mucho a mi mejor amigo y hoy lo necesitaba mucho.

—¿Crees poderme llevar con él?

—Por supuesto.

Subimos de nuevo al ascensor y suspiré al ver y pensar en lo pequeño que era el mundo y de como la chica con la que claramenteélse entendía, había comprado mi apartamento. Pero de repente algo se me instaló como un alfiler en el pecho, pues rememoré las palabras que Izan me dijo esta mañana con respecto al paradero de Jeremy

"Tengo entendido que lo estarán instalando en su nuevo domicilio mañana por la tarde. Si quieres..."

Que mentiroso sigue siendo. Estoy segura que esa rubia de verdad es su mujer e intenta ocultarlo con su romance pasado con Isla.

♤♤♤

—¿Quién es? —preguntó una voz grave al otro lado de la puerta y sonreí como estúpida al reconocerla.

Así que como me pusó alegre oírlo, decidí hacerle una pequeña broma.

—Soy yo... —dije cantarina.

—¿Qué vienes a buscar...?

Si que se sabía la letra de esa canción latina. Reí en voz baja y continué.

—A ti...

—Ya es tarde...

—¿Por qué...?

Abrió la puerta tiró de mi brazo y me recargó sobre la madera de ella ya cerrada.

—Por que ahora que estamos en peligro no quiero dejarte de mirar ni por un puto segundo —pegó su frente sobre la mía y suspiró —. Te quiero mucho, Kennedy.

Acaricié sus mejillas ásperas con mis pulgares y parte de las uñas y lo besé castamente.

—Y yo te quiero a ti.

Suspiró y se estiró a su altura y me llevó de la mano a su pequeña sala. Su apartamento era más pequeño que el anterior, pero igual es acogedor y lo tiene muy bien ordenado.

—Siéntate —le hice caso y sonrió más animado al verme sentada en uno de sus sofás —. Estaba preparando café, te traeré una taza.

Lo vi caminar unos cinco pasos y llegó a la pequeña parrilla que tenía con una cafetera en la lumbre, sirvió del líquido caliente en dos tazas de cerámica y caminó de regreso a mí.

—Está caliente, bebelo con cuidado. —avisó al poner las tazas sobre su mesita de centro.

—Gracias, dejaré que se enfríe un poco.

Asintió y se inclinó hacía enfrente, mirándome fijamente, pues él se había sentado en el sofá frente a mí y entrelazó sus dedos igual de tatuados que los de Leif.

Tenia que dejar de pensarlo, ahora él estaba feliz con esa rubia. Sacudí un poco la cabeza para liberar a mi mente de ese recuerdo. Sequé mis manos sudorosas sobre la tela de mi falda y formé una sonrisa sin mostrar los dientes.

—Es muy bonito tu apartamento. —dije sin más, mirando todo el lugar.

Él asintió sin dejar de mirarme.

—¿Y el tuyo es lindo?

—¿Qué? —lo miré nervuda.

—¿Dónde te estás quedando, Kennedy?

Mierda, no me había preparado para darle una respuesta concreta a este tipo de pregunta. Miré por su ventana y la oscuridad del cielo permitía que la luna brillara aún más blanca sobre la ventana.

—¡Qué bonita luna! —me puse de pie y corrí a la ventana, corrí las cortinas y la contemplé mejor.

Lo sentí parado tras de mí y a continuación posó sus manos en mi cadera y me hizo girar sobre mi propio eje. Su mirada grisácea perforó en mis ojos del mismo color, aunque de diferente tonalidad. Apartó un mechón de mi cabello negro de la cara y dejó sus manos en mi cintura.

—Dímelo.

—Estoy de vuelta en casa de mis padres. —mentí por el bien de la humanidad.

El pelirrojo negó y cerró los ojos. Parecía dolido.

—No me mientas, Keny, recuerda que ante todo seguimos siendo amigos. —esbozó una sonrisa mohína.

Lamí mis labios con pesadumbre, por que sabia que él me conocía más de lo que yo podría conocerme.

—Hay un agente que me llevó a su apartamento...

Su mirada cambió drasticamente y echó la cabeza hacia atrás dejando ver su manzana de Adan tan sexy cubierto por ese tatuaje de una araña.

—¿Estás viviendo con un hombre?

—Sí.

Se dio la vuelta y regresó a la sala, lo vi tomar su taza de café y beberla de un trago. Lo miré sorprendida, por que casi podía jurar que el líquido seguía hirviendo. Dejó la taza en su lugar y los mechones de su cabello rojizo cubrieron el perfil de su rostro, así que solo escuché sus palabras.

—¿Te acuestas con él?

—¿Disculpa?

Finalmente me observó y arrugó el entrecejo. Aún algunas hebras de su cabello caían rebeldes por su frente y cubrían un poco sus ojos grises con sus espesas pestañas negras.

—No puedo justificar mi comportamiento, me arrepiento de la forma en que te hablé. Es solo que... sabes que te amo y sé que tal vez me precipité en decírtelo, pero era algo con lo que ya no podía lidiar.

Bajé la cabeza y asentí. Creo que a final de cuentas fue mala idea venir a verlo.

—Tengo que irme.

—Quédate esta noche.

—No puedo, Dixon y los demás agentes me están esperando.

—No será que él te está esperando. —gruñó desdeñoso.

Caminé hasta él y me colgué con fuerza de su cuello sin lastimarlo.

—Nunca me voy a enamorar de un hombre como él.

Me alejó un par de centímetros y frunció el ceño.

—¿Te hizo daño?

Sonreí y tomé mi bolso del sofá.

—No, es un buen tipo. Pero él no está hecho para esas cosas del amor.

Bufó y me observó no muy conforme con mis palabras.

—Si tú lo dices.

Me despedí de él y regresé con los escoltas al apartamento de Leif. Quise suponer que él aún no llegaría y que estaría con su mujer, pero cuando ingresé a la estancia, su voz me hizo sobresaltar.

—¿Estás contenta?

Su pregunta me agarró en curva.

¿En serio me estaba recriminando algo?

Que hipócrita.

—¿Por qué me mentiste? —le pregunté en cambio y él elevó una de sus perfectas cejas —. Dijiste que Jim aún no tenía un hogar.

Rodó los ojos y se llevó la copa a los labios y bebió del vino tinto.

—Creo que ya viste con tus propios ojos que eso no es un hogar.

—Pero me mentiste. —lo acuse molesta.

Resopló y apoyó la copa sobre la repisa, frotó su barbilla y caminó hacia a mí.

—¿En serio lo crees?

—Sí. —dije con firmeza, mientras las fibras de mi cuerpo se sacudían en reacción por su cercanía.

Sonrió socarrón.

—Puede que mi boca mienta pero mi polla nunca. —se señaló la entrepierna y tuve que sostenerme del mueble a mi lado para no caer hincada frente a su polla dura dentro de su pantalón.

¡Madre mía, perdona mis pecados!

♥︎♥︎♥︎

Antes que nada, permitanne decirles que las amo mucho y que agradezco todo el apoyo que mis libros reciben. Espero que me puedan ayudar  a compartir las historias, se los agradecería muchísimo. 🙏

Ahora si, gracias por todo, nos leemos la próxima semana. No olviden votar y comentar.

Con cariño infinito, Ana. 💃💐⚘

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