11: ♡Tentaciones irresistibles♡

☆☆☆

N/A: Y aquí voy con lo que a todas nos encanta: Capítulo Hot.🔥🍆😈

—Mézclate entre los invitados, si alguien logra llamar tu atención, no dudes en informarme. —me dijo Lane, mirando hacia la entrada del edificio donde se organizó la "fiesta".

Suspiré y asentí.

—Bien.

—¿Y el gafete que te dí?

Rodé los ojos y abrí la puerta para bajar del auto del detective policial. No me bajé al momento.

—No quiero llamar la atención y si uso esto —levanté el gafete que él creó para este momento —, mi yo del pasado lo hará.

Lane resopló con claro desacuerdo, pero no refutó al respecto.

—¿Llevas lo demás? —preguntó sin mirarme a la cara.

—Sí, aquí tengo la pistola y las esposas que me diste la vez pasada.

—Bien. Se cuidadoso y cuida que no te reconozcan. Y guarda bien eso, que tampoco queremos crear pánico entre las personas si ven la pistola. —señaló el arma que él mismo me dio para protección.

Hice lo que me pidió y suspiré.

—¿Eres consciente de que si ellos están ahí, también me reconocerán verdad?

Harold, suspiró.

—Lo sé, Rhett, pero intenta aplazar el tiempo para que podamos detenerlos. Y si no es posible, entonces tendrás que usar el arma y las esposas.

—Bien. Veré lo que puedo hacer.

Bajé del auto y me permití subir al piso donde se llevaría a cabo la fiesta, cuando bajé del ascensor y caminé por el corredor con pisos de mármol y foquillos con luces tenues, me detuve en las puertas de cristal en forma de arco.

—Buenas noches, caballero. ¿Me da su nombre? —el anfitrión que ayudaba con el recibimiento de cada invitado que llegaba, me sonrió con amabilidad.

Saqué el gafete del bolsillo interno de mi saco y se lo mostré con evidente aburrimiento.

—Rhett Walker —pronunció mi nombre, mientras miraba en su lista de invitados a ver si encontraba el mío. Se tomó su tiempo y al final, golpeó sutilmente con su dedo en un renglón de aquel cuadernillo —. Si, aquí está. Por favor, sea usted bienvenido.

Tomé de vuelta mi gafete y le agradecí. Entré al lugar donde se encontraba una pista al centro con varias mesas redondas al rededor del salón. Saludé con un asentimiento ha varios reporteros que creían era colega de su misma empresa.

Al parecer mi facha de periodista chismoso, si había funcionado.

Me mezclé cómo Harold me pidió e inspeccioné el salón por cada rincón, pero no había rastros de aquella chica por ningun lado y esto se me estaba haciendo aburrido. Me dí por vencido y me dirigí al área de fumadores que se encontraba frente a la entrada principal del salón y donde aquel hombre recibía a los invitados.

Encendí el cigarro y me quité el saco negro que llevaba puesto para parecer un tipo educado y no llamar la atención, pero simplemente ya me había acalorado. Le dí dos caladas al filtro y así hasta que me lo acabe en menos de cinco minutos.

Apagué la colilla en uno de los ceniceros que había para el público y salí de esa área, tomando el saco en mano. Estaba de espaldas a la entrada del salón, cuando algo llamó mi atención. La mujer que me golpeó por la espalda, sólo se disculpó sin mirarme y siguió su camino ha paso apresurado.

—¡Keny...! —la llamó un pelirrojo que pasó apresurado por mi lado.

Suspiré al saber que mi objetivo acababa de llegar y no tenía que seguir buscándola como imbécil por todo el salón. Entré detrás de ellos y antes de acercarme (por que era necesario pasar por su lado), los escuché sin querer.

—Lo siento. —le dijo el hombre pelirrojo a ella.

La tenía sujetada de su brazo con delicadeza. Kennedy llevaba puesto un vestido rojo escotado tanto de los pechos como de la espalda, con abertura en la pierna derecha y debía admitirlo, le quedaba espectacular. Su cabello largo y de un negro intenso, lo llevaba suelto y sutilmente ondulado. Traía un bolso pequeño de mano que sujetaba con fuerza a sus pechos redondos.

—¿Ves como si te pasa algo? —le urgió aquel pelirrojo, extenuante.

La mirada grisácea de la mujer, viajó por toda la cara del hombre que la tenía bien sujeta del brazo.

Era evidente que ambos querían besarse. Y no sé por qué, pero tuve la intención de hacer mi gran entrada para interrumpir aquel beso que estaba por pasar. Y lo corrobore cuando él dijo:

—Quiero hacer esto.

Su mano soltó su brazo y dio un paso al frente, ahora tomó su nuca y se comenzó a inclinar lentamente. Alcancé a dar un paso al frente, cuando una mujer de vestido verde pasó por mi lado y finalmente fue quien interrumpió el beso que casi pasaba.

—Jeremy y Kennedy —los nombrados por la mujer, se alejaron del otro con una rapidez que me hizo formar una sonrisa —. Vaya, vaya, quien diría que en realidad son mucho más que amigos y colegas.

—No es lo que parece. —susurró la pelinegra rápidamente con nerviosismo.

Finalmente me puse el saco y salí de mi "gran escondite". Pasé por el lado de las personas que hablaban para aclarar cualquier situación, pero yo preferirí irme a tomar algo para tener valor por si algo se suscitaba.

Con el paso de las horas y el baile que se prolongó un poco más, dí mis rondines siendo precavido y sin dejar de mirarla ni un instante para que nadie ajeno a su círculo se le acercara. Inhalé un poco del polvo blanco que llevaba en mi dije y arrugué un poco la nariz ante el cosquilleo de la sustancia.

La pelinegra se manejaba entusiasmada en la pista, bailó con varios compañeros y luego de un rato y de estar bebiendo como loca, se despidió de su compañera y ha trompicones se dirigió a los baños. Dejé mi copa sobre la mesa y me fui tras ella. La vi acomodar su vestido y lentamente empujó la puerta de los baños para hombres.

Y su semblante cambió, suspiré por que supuse lo que encontró y rompiendo las reglas de mantener mi distancia con esta mujer, me acerqué ha ella.

—¡Mierda, casi me mata del susto! —exclamó en voz baja para que no la escucharán.

No me dio la cara, sabía por que no lo haría; estaba llorando. Exhalé.

—No fue mi intención, sólo quería pasar al baño de caballeros. —pronuncié mordaz.

La mujer sólo asintió ante mis palabras y seguido exhaló lentamente y se fue rumbo al salón. Desde afuera del baño, alcancé a escuchar la risita de la mujer.

—¿Le dirás esto a Kennedy?

Dejé de escuchar y me fui tras mi objetivo.

Una mujer de cabello cano y gafas redondas, la tomó del brazo y la llevó rápidamente hacia lo que era el escenario. La vi susurrar algo, pero la mujer de gafas negó y la animó a subir.

La vi confundida y luego le susurró algo a Marlon Porter, quien fue el primer imbécil en hablar del caso. Él le sonrió amable y le respondió lo que sea que ella le haya preguntado. Estudié sus facciones, hasta que la sorpresa iluminó todo su rostro.

—¡Démosle un fuerte aplauso a la nueva periodista estrella que rompió con las ventas en sólo un día! ¡Ella es, Kennedy Anderson!

Se acercó al escenario con pasos titubeantes y le sonrió agradecida a la mujer que la había presentado. Todos silvaban y gritaban efusivos. La mujer le tendió su mano y Kennedy la tomó, y ella las alzó en el aire.

—¡Por eso quiero hacer este brindis en su honor! ¡Kennedy, eres una gran periodista y nuca dejes que nadie te diga lo contrario! ¡Salud!

—¡Salud!

Me mantuve impasible en mi lugar, oculto de su mirada que detallaba todo el salón. La pelinegra sonreía entusiasmada, pero volvió ha opocarse cuando aquel pelirrojo apareció con la misma mujer que supuse era la mujer del baño y a la que besó con entusiasmo.

Mi mirada viajó de nuevo hacia la mujer de vestido rojo y la ví negar ante la mujer que la estaba presentando. Era evidente su dolor. Leí en sus labios un:

—Lo siento, no me siento bien.

Y acto seguido bajó del escenario y caminó a la salida sin ver a nadie. El estúpido pelirrojo ni cuenta se dio que la mujer con la que llegó, ya se había marchado casi en sus putas narices. Caminé a paso apresurado tras ella, y manteniendo una distancia prudente, pero al parecer sintió mi presencia y eso la asustó ya que trotó y entró al lugar que me hizo apretar la mandíbula.

—Mierda. —atravesé la calle, fijándome de que no viniera ningún auto. Llegué al establecimiento y el guardia me detalló sorprendido cuando me vio.

—Leif, tanto tiempo, ¿qué te trae por aquí?

Contuve las ganas de rodar los ojos y en cambio, le dí una pequeña sonrisa.

—Así es, mucho tiempo, pero justo hoy regresé a la ciudad y se me apeteció revivir esos encuentros tan suculentos.

—Genial, pasa.

—Gracias, Duncan. —entré al lugar y sin que me lo pidiera, tomé el libro de los secretos y anoté mi nombre y mi firma.

Mi mirada viajó al nombre que estaba anotado arriba del mío, ha modo de que ella aceptaba las reglas del lugar y la confidencialidad de mantener en secreto lo que aquí pasaba.

Vaya boba.

Me senté en la mesa del fondo, pues el club estaba lleno y la primera sección estaba teniendo una calurosa orgía. Kennedy estaba sentada en la barra, mientras bebía trago tras trago, parecía absorta en sus pensamientos, pues lo muy tonta al parecer aún no captaba en el lugar en que estaba metida.

Era hermosa y juro que aunque sabia cual era mi lugar en esta misión, la belleza de esta mujer no cooperaba, por que básicamente todo en ella eran Tentaciones irresistibles, a las que nadie se podía resistir.

Ni siquiera las chicas.

Sonreí al ver como la barman la tomó de la mano, por que al parecer había caído en sus encantos. La pelinegra se me hizo una chica simpática, pues luego de un rato  la vi platicar muy amena con Mara, la barman que le preparaba sus tragos.

Luego de un rato entre risas, gritos y demás, Mara fue a atender a los clientes que llegaron y eso lo aprovechó un chico que claramente era gay. Le susurró algo, a lo que ella se levantó y bailó con él, un tanto más animada de lo que creí que seria. Mara llegó hasta a mí con una charola, me puso un trago en la mesa y sonrió con un guiño.

—Yo no he pedido nada.

—Cortesía de la casa —se inclinó un poco sobre la mesa y miró hacia la misma dirección que yo veía antes de que ella llegara —. Es muy hermosa, ¿no?

No le respondí, en cambio tomé la copa y me bebí el licor amargo que resbaló por mi garganta y quemó mi estomago. Hice una mueca pero me terminé todo el trago.

—¿Qué mierda es eso? ¿Ácido?

La escuché reír y tomando de nuevo la copa ya vacía, la puso sobre su charola circular y negó divertida.

—Fue un gusto verte, Leif. Espero que te diviertas hoy con mi nueva amiga.

—Eso no pasara.

—Cómo digas, adiós. —se fue de nuevo a su lugar de trabajo y resoplé agrio.

Miré de nuevo a la pista, y en serio, no podía creer lo que mis ojos veian, el vestido de la pelinegra se había abierto un poco más de la cuenta y sus pechos estaban a nada de salirse del vestido. Eso no podía permitirlo, con razón todo el mundo la miraba como filete.

Justo cuando iba por ella, la chica se despidió del pelirrojo y se alejó de nuevo a la barra, en dónde le pidió algo a Mara y esta sólo le señaló, pues estaba atendiendo a los clientes ebrios. Kennedy tomó su bolso y se despidió agitando la mano un tanto torpe.

Se detuvo con una gran sonrisa a Duncan, quien la miró con el ceño fruncido. Luego de verlo explicando las normas del Pub, decidí acercarme a la mujer nervuda e intentar sacarla de aquí. Cuando me empecé a acercar, pude notar dos cosas, uno, me sentía repentinamente muy acalorado y dos, Kennedy estaba excitada; eso era más que obvio.

—¿Me van a vi-vi-violar?

Su pregunta me tensó y apreté la mandíbula.

—No, usted debe de acceder por gusto.

—¡Pero no quiero hacerlo! —exclamó la chica no muy convencida de su decisión.

—Usted sólo deje que le den placer y con eso podrá irse feliz.

—¿Qué?

La música calurosa de Ariana Grande, sonaba por toda la estancia, confinada con todo lo que aquí se suscitaba. La periodista estaba tensa, así que para poder ayudarla a salir de esta situación de la que claramente ya se había dado cuenta, la tomé de la cintura y la pegué a mi cuerpo.

Me miró sorprendida y sus ojos brillaron ante el deseo que su cuerpo emanaba, pero yo me centré en Duncan, quien me sostuvo la mirada y enarcó la ceja ante mi acción.

—¡Ella dijo que no hará nada, así que no pueden obligarla! —refuté colérico.

La escuché suspirar con tranquilidad, tal vez al escuchar que yo estaba de su lado en esta situación.

—Conoces las reglas mejor que nadie, ella tiene que encontrar una pareja del sexo que quiera y tener un momento de diversión. —espetó Duncan.

—¡Ella es mía! —bramé y sentí como ella se tensó a mi lado.

Mis dedos se enterraron posesivos en la carne de su cadera. No parecía incómoda, ya que no me apartó de su lado y pude notar rápidamente cómo sus pezones se pusieron erguidos

—Si es tuya, demuéstralo. O de lo contrario sabes que ninguno de los dos saldrá de aquí sin recibir un castigo. —comentó rejego.

Yo conocía perfectamente las reglas, eran crueles, pero tenían todo en orden y la policía los respaldaba. Sólo esperaba que saliendo de este lugar, ella no tuviera una nueva nota para su próximo lanzamiento.

Cuando hablé con ella y le hice saber lo que en este lugar se manejaba, ella accedió y se dejó llevar. Sabía que yo le gustaba y la verdad, esa atracción era recíproca. Eso sin contar que ambos estábamos más que cachondos y no lo podíamos resistir aunque quisiéramos.

Mi boca reclamó con urgencia la suya mientras la besaba con ímpetu. Sus manos atraparon el chongo de mi cabello bien peinado y mis manos se negaron a soltar su duro y redondo trasero. Instintivamente sus caderas comenzaron ha moverse de forma circular, buscando esa deliciosa fricción entre su vagina y mi pene.

Gruñí y la tomé del cuello, haciendo que me mirara y pude ver como el gris de sus ojos se había oscurecido progresivamente.

—¿Quieres hacer esto? —le espeté contra su boca.

—Hace mucho que no tengo sexo.

La hice alejarse de mí, solo unos centímetros y me miró avergonzada.

—¿Cómo es posible que una mujer tan hermosa como tú, no tenga sexo?

—Pues...

—Déjame arreglar eso.

La volví a besar, dejando que mi lengua penetrara en su boca y chupando y tirando de sus labios tan apetecibles, mi erección se levantó aun más deseosa y golpeó en su centro haciéndola gemir. La fui soltando lentamente y cuando lo hice, la obligué a mirarme a los ojos.

—Seré honesto, nena —mi voz salió aguda por la excitación de tener a una hermosa mujer en mi regazo y abierta de piernas —. Quiero follarte toda la noche hasta que no recuerdes ni como te llamas, pero sólo eso, sexo sin compromiso y no repito con las chicas que conozco de una noche.

Sus ojos grises se abrieron asombrados ante mi sincera aclaración. Parecía azorada. Aunque rápidamente se repuso y apartó un mechón de su cabello tras su espalda. No evité ver a través de su vestido, sus redondos y exquisitos pechos que aclamaban por mi atención. Sentí su dedo en mi barbilla y me alzó el mentón, haciendo que la viera a la cara.

—Mis ojos están aquí. —pronunció.

—Lo siento, pero tienes unas tetas que me gustaría probar.

Atrapé un gemido suculento que salió de su garganta.

—Bueno, cómo te decía, déjame decirte que yo tampoco repito con el mismo tipo que conozco en lugares como este.

—¿Estamos de acuerdo? —inquirí impasible.

—Sexo si compromiso. —se encogió de hombros sin tanta importancia.

—Así es.

—¿Y quieres hacerlo aquí? —indagó con valentía.

Mi mano derecha subió a su cabeza y comencé ha acariciar hasta su espalda desnuda, por aquel vestido escotado que llevaba puesto.

—Escucha, yo lo he hecho antes aquí, pero no creo que a ti te guste estar desnuda frente a los demás. —mis manos se posaron en su cintura y con cuidado la puse de pie, enseguida yo también me paré del diván.

Miró por unos segundo el lugar en el que estábamos, observando como las demás parejas, gay, lesbi y hetero tenían sexo sin pudor. Mi vista estaba clavada en ella, mirando cada gesto que pudiera formar, pero se mantuvo deseosa y excitada ante aquellas imágenes en vivo que alimentaban su morbo y lubricaban su vagina; la vi tragar grueso. Luego volvió a mirarme con las mejillas rojizas.

—La verdad, nunca he hecho esto —estaba agitada, esto la estaba calentando más que el sol —. Para mí el tener sexo es tener confianza con la persona que lo harás, y la intimidad también es un buen factor para la comodidad de ambos. —mencionó con seguridad.

Sus ojos grises no dejaron de ver los míos de un color oscuro.

—Bien, te puedo follar en privado para que estés cómoda.

Formó una fina línea en los labios y con sus mejillas sonrojadas, negó.

—Quiero experimentar algo nuevo aquí, pero sólo si me dices quien eres. Ya sabes, necesito saber quien es el tipo con el que tendré sexo. —y ahí estaba, sacando a flote a la reportera chismosa que llevaba dentro, en pleno acto lujurioso.

Acerqué mi boca al hueco de su cuello y besé esa zona sensible con un olor a cerezas exquisito, y le deposité un beso que la hizo suspirar. Luego saqué un poco mi cabeza ladeada y susurré.

—Soy Leif.

Tragó saliva con pesadez.

—Kennedy Anderson, pero mis amigos me llaman Keny. —metió un mechón de su cabello tras la oreja, mientras sonreía encantadoramente.

—¿Me consideras tu amigo, Keny?

Lamió sus labios seductora. Esta mujer quería matarme.

—Te considero mi salvación y el pecado que quiero cometer. —lo dijo con una morbosidad que casi me hizo venir, sin haberla penetrado.

Rápidamente la estampé contra la pared y la besé con salvajismo, tomé su pierna izquierda y la subí a mi cintura haciendo el mismo procedimiento con la otra a modo de que me rodeará con ellas. Mi boca no le dio tregua a la suya, quien me llevaba el ritmo del beso con la misma intensidad.

Sus manos comenzaron ha quitarme la camisa y mi torso fuerte y tatuado, quedó expuesto ante su curiosa mirada. Sonreí orgulloso al ver que le gustaba lo que veía. La hice gemir dulcemente cuando me presioné contra su centro.

—¡Eres guapísimo! —exclamó extasiada.

No le respondí, la tomé de sus glúteos y con sus piernas aún enredadas en mi cadera, la llevé hasta la cama entre besos y caricias. Una sensación extraña abarcò en mi sistema, haciéndome sentir una nueva sensación que apremié como un capricho que estaba apunto de darme.

La recosté sobre la cama matrimonial y la miré desde mi posición con mi cuerpo sobre el suyo.

—Sólo por esta noche te repetiré más de una vez, preciosa. Pero no será nada serio, ¿te quedó claro?

Me sonrió con sus ojos grisáceos oscurecidos.

—Tranquilo, que yo tampoco busco nada serio, Leif. Los hombres como tú no son para algo oficial, sólo seremos un gustito que nos daremos.

Elevé la ceja ante su argumento.

—¿Y cómo son los hombres cómo yo?

Sonrió y elevó la cabeza para besarme castamente, volviendo ha recostar su cabeza sobre la almohada azul.

—Egocéntricos, petulantes y soberbios —dijo mientras acariciaba mi barba bien recortada —. Los tipos como tú, creen que sólo por tener una cara bonita y un cuerpo de infarto, nos pueden utilizar y desechar como si nada. Pero esta vez, te toca probar un poco de lo que das.

Me dio un fuerte empujón que mandó de nuevo al diván, mientras ella me miraba con una perversidad que me puso más cachondo. Bajo mi atenta mirada, sonrió y bajó el cierre de su vestido a su costado y este se deslizó por su cuerpo bronceado y perfecto. No llevaba sosten y sus bragas diminutas pedían ha gritos que las rompiera cómo a mí me gustaba.

Ese era mi fetiche.

Intenté tomar sus pechos entre mis manos que aclamaban por querer tocarlas, pero me tomó de las muñecas y chasqueó la lengua.

—¿Entonces, Leif?

—Quiero tocarte, déjame tocarte, Kennedy.

—Y yo quiero que lo hagas. Pero yo no soy dominada... yo domino.

Se lanzó a mí con un salvajismo que creí que ese arrebato sólo era preciso de mí. Y por Dios, claro que esta mujer sabia lo que hacía. Tomó la hebilla de mi cinturón y lo desató, para posteriormente bajar mi pantalón con todo y mis bóxer, dejando a la vista mi prominente erección. La vi tragar grueso y vi en su mirada como osciló el deseo ardiente de su propio anhelo.

—¿Qué te prende, Kennedy?

Su mirada grisácea se encontró con la mía y deseosa por follarla.

—Tu verga —tomó mi polla entre su mano traviesa, mientras la acariciaba desde la punta hasta la base; de arriba a bajo y sin perder el contacto visual —, este delicioso trozo de carne palpitante, hinchada y venuda, que me pide ha gritos que lo deje inspeccionar mi interior; eso me prende.

Siguió masturbándome, logrando sacarme no sólo un poco de leche, sino también gruñidos excitantes y calientes.

—¡Ahhh...! —gimió cuándo se pasó la cabeza de mi pene por encima de su braga mojada.

—¡Mujer! —exclamé al sentirme sumamente torturado con ese frote de nuestros sexos, así que en un rápido movimiento la giré y quedó tumbada sobre la alfombra azul cielo.

Me miró asombrada por la rapidez con la que cambié la posición de nuestros cuerpos. Me hinqué, mientras ella estaba acostada sobre la alfombra con sus piernas flexionadas y abiertas, mientras me miraba como tomé la cartera, saqué un preservativo y lo rodé sobre mi longitud sin perder ese contacto visual deseoso en el que estábamos sumergidos.

Una vez que lo hice, le sonreí y tomé mi verga entre mi mano y la acerqué a ella. Sus mejillas enrojecidas y su pecho subiendo y bajando, fueron el incentivo que buscaba para desgarrarle las bragas.

—¡Ay, madre! —gimió al ver que le había arrancado literalmente la tanga negra de encaje que llevaba puesta.

Sonreí afanado y comencé a frotar la punta de mi polla entre sus labios vaginales. Se tensó y echó la cabeza hacia atrás mientras gemía sin pudor al sentir su clítoris preparado.

—Mírame. —le exigí, sin dejar de provocar los espamos que la hacían jadear en busca de más fricción.

Seguía frotándome contra ella, sin llegar a penetrarla... aún. Quería enloquecerla y demostrarle que aquí el único que era dominado, seria ella.

La pelinegra obedeció, y soltando un último jadeo la penetre sin tregua y con rudeza, arrancándole un grito que llamó la atención de las personas que estaban cerca de nosotros.

—Sé que no soy el primero —salí y volví a entrar en ella, haciéndola gemir —. Pero es como si lo fuera, luego de que nadie te la metiera en un tiempo estas tan estrecha, que me encanta.

Se agarró de mi cuello cuando comencé a embestirla de una manera que aterraba, pero ella lo soportó y gimió para mí.

—¡Ahhh, si! —ahora me atrapó con su piernas mientras recibía mis duras embestidas.

Mordió su labio y me enganché de él, mordiendo su labio y dando un tirón que la hizo gemir más e incluso me enterró las uñas en la nuca. Mis caderas seguían colisionando contra las de ella, mientras le deboraba la boca y con la mano izquierda, magreaba sus delicioso pechos.

—Dime si te estoy haciendo daño, Kennedy. —atrapé una lágrima sobre su mejilla y le sonreí, bajando el ritmo de las penteraciones y dándole más despacio.

—No estoy llorando, me gusta que me folles duro. Por favor —se levantó un poco y me besó con frenesí —, dame más duro, Leif. Rómpeme, que estoy lista para ti.

Volví a darle de la manera en que lo solicitó, me comí sus pechos mientras sentí su cuerpo tensarse y arqueó la espalda, dejándose ir en un orgasmo que la hizo delirar y gritar extasiada.

Y mierda, que yo estaba igual de caliente que las brasas de leña en chimenea. Dejé de comer sus tetas, salí de su interior chorreado de sus jugos y la hice mirar como me hundía de nuevo en ella.

—¡Así, si, Leif...! —el que gimiera mi "nombre artístico", me motivaba más para perforarla con frenesí.

Tomé sus muslos y subí sus pies a mis hombros para darle con tanta fuerza, que esperaba que de verdad no la lastimara. Aunque luego de sus jadeos y gritos de placer, supe que le encantaba mi rudeza y que aceptaba a mis demonios que me obligaban a someterla de esta forma tan despiadada... tan inmoral.

♥︎♥︎♥︎

Aquí la autora caliente.🤭

Hoy es miércoles de actualización, así que cómo cada semana, les dejo este y un capitulo más, que estaré actualizando en el transcurso del día. 💐

Wenooo...

Disfrutaron el capítulo???

Admitan que sus cabecitas golosas se imaginaron las escenas que Rhett, les describió.🔥😈

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