Capítulo 7

—Samahin lleva esto muy lejos. ¡Se está dirigiendo hacia un territorio peligroso! ¡Podría desenmascarar a Fénix y robarle su dignidad delante de todo el mundo! —

—No hay duda de que Samahin parece estar intentando cerrar su propio destino, pero se parece a un hombre que se ha visto obligado a dejar su verdadero yo detrás. En medio de la confusión y el caos, no parece haber forma de que Fénix pueda salir ileso —Los comentarios del panel continúan haciendo énfasis en lo que ocurre sobre el cuadrilátero.

Samahin toma nuevamente a su rival obligándolo a levantarse, prepara su "Dark Slam" cargando a Fénix de los hombros, pero sorpresivamente este invierte el castigo y lo cierra en una llave contra el cuello aprisionandolo con sus piernas. Fénix utiliza lo que le resta de energía para intentar rendir al Rey Negro, sus intentos parecen desesperados, pero el rudo se encuentra furioso y no permitirá que su honor y su campeonato le sea arrebatado por un novato.

Samahin es un hombre difícil de derrotar, pero Fénix se ha ganado un respeto inmerecido por su valor. El combate es ahora tanto una lucha de fuerza como de voluntad, y parece que podría haber un cambio de liderazgo en la cima.

—¡Fénix Dorado se ha superado a sí mismo en esta lucha! —El Faraón parece mostrar su admiración por el debutante.

El rostro de Samahin es una mezcla de emociones, sabe que es momento de terminar con el espectáculo, no sin antes dejar en claro quién manda sobre el cuadrilátero. El Rey Negro ocupa toda su fuerza bruta revirtiendo el castigo y tomando la pierna izquierda de Fénix Dorado para luego azotar la rodilla de este contra la lona, sin piedad. El enmascarado lanza un grito de dolor, esto puede costarle lucha y él lo sabe perfectamente.

Máximo, observa desde el palco, se encuentra furioso, pero no puede hacer nada en ese momento. Diego, por su parte, ya está en compañía de Emir, quien observa la pelea de igual forma, pero procura estar al tanto de la seguridad del chico. La tensión está a punto de estallar y Samahin no parece tener intenciones de apaciguarlo. Las emociones se vuelven más altas, y el resultado se podría decidir en cualquier momento.

Los titanes se enfrentan en el ring, uno con toda su fuerza bruta y la determinación de un campeón, y el otro luchando con una energía desconocida que lo ha impulsado al borde del éxito. En medio de todo esto, se ve que hay algo más que un simple campeonato en juego.
Samahin lanza su grito de furia al centro del cuadrilátero mientras la afición explota, sin percatarse que Fénix, rengueando y en un último esfuerzo, sube al esquinero y prepara un lance. Pero más de veinte años de experiencia respaldan al Rey Negro, quien en un acto reflejo recibe a Fénix con una lanza que podria partir en dos a una persona común.

—Basta de juegos, niño. —susurra Samahin al oído del enmascarado. Tomándolo de los hombros para así finiquitar con su “Dark Slam", cubriéndolo finalmente con toda su humanidad.

—¡Uno, dos, tres!

El fin ha llegado. Samahin ha vuelto a conseguir su victoria y la arena está totalmente en silencio. Los fanáticos siguen en shock y el Rey Negro es confirmado como el vencedor. Samahin pone de pie y levanta su mano con triunfo. Pero su victoria está acompañada de una tristeza. El tema de Samahin suena en los altavoces mientras el réferi le entrega su campeonato.

—¡Y aquí está, el vencedor de este encuentro y quien retiene el Campeonato Mundial Pesado de CLAN, el Rey Negro, Samahin! —exclama el anunciador mientras el réferi levanta la mano del gladiador.

Luego de unos instantes, el campeón toma el micrófono del anunciador, ignorando el llanto del público. En el ring, tras él, Fénix se recupera lentamente, escuchando a Samahin quien habla volviendo su atención hacia Máximo, que asiste de cerca, observando atentamente.

—¡Gibran, esta victoria es para ti! —exclama.

Samahin, con su mirada afilada, no aparta sus ojos de Máximo. Máximo levanta su brazo y aplaude, pero su sonrisa no llega a sus ojos. Mientras tanto, el público se divide y lanza tanto vituperios como alabanzas a Samahin.

Agarrando el título con ambas manos, lo tiende hacia arriba y lo coloca sobre su hombro, exhibiéndolo ante el público.

—Gibran creó este título, así que creo que debería garantizar que se sostenga firme, ¿no creen? —El público explota en gritos de satisfacción.

Máximo, sin embargo, no está satisfecho con lo que ha visto. Con una expresión helada en su rostro, cada músculo tensado baja del palco y se dirige al centro de la arena. Sube los escalones del ring y avanza hacia Samahin llevando un micrófono en la mano.

—Este es el comienzo de una nueva era para CLAN, Samahin. Y tú eres mi campeón. ¡Recuerda a quién debes tu gratitud!

Samahin, manteniendo la calma, pero percibiendo el tono amenazante de Máximo, levanta su mano para frenar a su patrón y lo mira directamente a los ojos.

—Mi gratitud está con Gibran, Máximo. Porque él fue un verdadero líder.

Las palabras de Samahin resuenan claramente y con intensidad. Tras una pausa larga y pesada, Máximo mira a Samahin con una expresión que revela que comprende su mensaje, las facciones de su rostro reflejan una enorme tensión, como si estuviera a punto de explotar.

—Bien, Samahin. —Con su brazo todavía levantado, Máximo pone su mano sobre el hombro de Samahin —No me olvidaré de esto. Te concederé esta victoria. Pero pronto, serás llamado a rendirme tributo.

Mientras Máximo se aleja del campeón, los fanáticos gritan su indignación contra él. Samahin contempla su título y sus ojos se vuelven sombríos por un momento. Pero luego mira al público, lo que lo vuelve a animar.

—¡A Gibran le gustaría la guerra que acaba de empezar, pero podemos seguir luchando! ¡Porque esta lucha, es para ustedes!

Samahin golpea su pecho, mostrando su fiereza mientras levanta su título en todo lo alto. Se dirige hacia el esquinero y su rostro adopta una expresión de determinación. El público levanta sus manos y lanza su apoyo al campeón. Fénix mira a Máximo con esa mirada confusa. Se esfuerza por levantarse del ring, su pierna izquierda está cubierta de magulladuras.

Máximo se dispone a bajar del ring cuando las luces del recinto se apagan. El público no entiende qué es lo que está sucediendo, al instante se escucha en los altavoces el tema musical "Fear factor" mismo que se desvanece en solo unos instantes. Los reflectores apuntan hacia la entrada de la pasarela mostrando la imponente figura de Máscara Sangrienta, gladiador que fue la ausencia durante el evento estelar debido a los cambios que Maximo ha realizado. El gladiador mira fijamente hacia los dos hombres que aún se encuentran sobre el cuadrilátero, alternando una y otra vez una mirada de desafío hacia ambos.

Diego por su parte, se mantiene fijo en su asiento, solo observando a su alrededor sin saber qué es lo que está sucediendo.

—Despreocupate, muchacho, solo disfrútalo —comenta Emir.

Así como apareció, Máscara Sangrienta se desvanece entre los cambios de luces. Samahin vuelve a tomar el micrófono mientras Máximo camina furioso hacia backstage y Fénix Dorado intenta seguirle el paso.

—Máscara Sangrienta, yo sé perfectamente que quieres tener esta presea nuevamente en tu poder, y déjame decirte, que tú si eres un rival digno, así que si esto significa un reto por el campeonato, ¡lo acepto! —el público estalla de emoción. Máximo no puede creer lo que está presenciando, al parecer el guión se le ha salido de las manos.  —De igual forma, aprovecho esta oportunidad para convocar a todos ustedes a dedicarle un minuto de aplausos a nuestro maestro y fundador.

Samahin, el campeón, ha tomado una posición fuerte y declara abiertamente su deseo de luchar contra Máscara Sangrienta. Máximo parece haber perdido el control de la situación y Fénix Dorado está perplejo. El anuncio de Samahin para homenajear a Gibran es audaz y apropiado para el momento.
El aplauso del público y varios de los gladiadores que han salido de los vestidores, es un eco de agradecimiento para el fundador de la compañía quien ahora ha transcendido como una leyenda. Máximo, por su parte, avanza topándose con algunos de los miembros del roster con una expresión de total molestia, pero cuidando no ser captado por las cámaras.

Diego, sin haber conocido a aquel hombre a quien rinden homenaje, se une al aplauso masivo al igual que Emir, observando que su patrón no se encuentra cerca.

—¡Maldita sea! —exclama Máximo encerrándose en su oficina.

—¡Maximo! ¡Soy yo! —Fenix toca la puerta con insistencia.

—¿Qué chingados quieres?

La espiral de sentimientos de Máximo se desarrolla a toda velocidad, dejando a su paso una especie de caos. Fenix, aún luchando con sus dolencias de la pelea, se ve obligado a enfrentar el rencor de su mentor.

—Samahin está tratando de deshacer todo lo que has construido! ¿Qué vamos a hacer?

Aquella pregunta hace que Máximo se levante de su asiento para abrir la puerta.

—Todavia tienes el descaro de venir a preguntarme “¿Qué vamos a hacer?" —Máximo toma del cuello a Fenix azotandolo contra la puerta. —Idiota.

—Por lo menos déjame explicarte qué fue lo que sucedió, Máximo —El enmascarado jadea de dolor. Máximo, controlado por su ira, aprieta el cuello de Fenix contra la puerta. El enmascarado se debate entre el dolor físico y el psicológico al ver cómo su estatus como campeón se esfumó ante sus ojos.

—¿Y cuál es tu “explicación"? ¿Qué excusa sacas esta vez? —replica Máximo.

—Ese tal Samahin es un tipo duro de roer, tú lo conoces más que yo... Solo recuerda que me lleva años de experiencia, y esta es mi primera pelea ante profesionales —argumenta.

Máximo lo observa e intenta portarse comprensivo, ya que después de todo es un argumento válido.

—Si quieres seguir teniendo privilegios, debes trabajar más duro, ¿Oíste? —Lo suelta, pero a cambio le deja un recordatorio de su amistad. Un gancho al hígado hace a Fénix caer al suelo, con el cuerpo y el orgullo hechos pedazos.

Fenix, derrotado y tendido en el suelo, se arrepiente de su fracaso y recibe el castigo por su incompetencia. Máximo se aleja, dejando atrás una lección y una advertencia que el enmascarado no olvidará.

La gente comienza a salir de la arena. Diego aprovecha los últimos momentos de la función para conseguir el autógrafo del campeón, Samahin, quien incluso se ha tomando una foto con el chico.

—Llegó el momento de irnos, Diego —comenta Emir tomando al muchacho por los hombros.

—¿Y Máx?

—Él nos alcanzará en el auto en unos minutos.

—Está bien... Oye, ¿Y Tony por qué no vino a la función? —cuestiona Diego.

—Tony tuvo unos asuntos que arreglar en otro lado.

Comentan mientras caminan hacia el estacionamiento. Máximo sale de su oficina acomodándose el traje mientras la prensa lo rodea. El hombre oculta su ira bajo su falsa expresión amistosa y a la vez despreocupada.

—Licenciado De La Vega, ¿Qué opina de la función que hemos visto esta noche?

—Creo que mi opinión en este caso sale sobrando, hemos visto que el público se ha ido contento con los resultados y eso es lo que precisa.

—¿Considera que las peleas estuvieron a la altura de un magno evento como el de hoy, más por la carga emocional que conlleva al ser el primero sin la dirección del señor Urdaneta?

—Definitivamente se dio un buen espectáculo.

Mientras Máximo intenta mantener su fachada ante la prensa, Samahin se vuelve el nuevo centro de atención de los medios de comunicación. La presión de mantener una aparente estabilidad en la empresa lucha con sus deseos de dominar, y Máximo debe jugar sus cartas con cuidado. El CEO aprovecha la oportunidad para avanzar a prisa hacia el estacionamiento, abordando su vehículo donde Emir y Diego ya lo esperan.

—¿Todo en orden, señor? —pregunta Emir.

Maximo suspira y se recarga en el respaldo del asiento trasero, observa al chico sin responder a la pregunta de su chófer.

—¿Te divertiste, Diego?

—Más que eso, Max, fue un sueño hecho realidad, conseguí los autógrafos de casi todos los luchadores, solo me faltaron un par de ellos... —Dice el chico con emoción.

—Como te dije, yo te conseguiré los que te faltaron... Ahora dime, ¿Y ese palo de kendo?

—Oh, olvidé devolverlo, me ganó la emoción y se lo quité a uno de los luchadores de la pelea extrema, debo ir a buscarlo. —Diego intenta abrir la puerta del vehículo.

Máximo ríe.

—Espera, muchacho, seguro a él no le importa que lo conserves, además, yo te lo regalo... Todo lo que hay en esa arena es mío después de todo. —Le da una palmada en la espalda al chico.

Mientras Maximo ofrece su regalo, su mente lo lleva hacia la arena, donde ha dejado también parte de sí mismo, el poder que todavía le queda por conquistar. En un gesto cínico y generoso a la vez, Maximo considera que ninguna herramienta está por encima de su influencia, ni siquiera el arma de un luchador.

—¿De verdad? —Diego se muestra feliz y observa el palo de kendo como si más que un recuerdo del evento, fuera una presea que ha ganado esta noche.

—¡Es todo tuyo!

—¡Muchas gracias! —exclama sin apartar la vista del artefacto.

Maximo hace una señal con la cabeza, indicando a Emir que es hora de partir del lugar. El chofer de inmediato atienda la indicación y la limusina sale del estacionamiento de la arena.

El brillo de la luna y las estrellas iluminan el horizonte y el vehículo que se aleja de la arena. Sin embargo, el aire de tensión que flota en el ambiente es palpable, y parece ser una metáfora de las incertidumbres que acechan a la empresa, y a Maximo en particular. A solo un par de kilómetros, un auto deportivo aparece desde una vía alterna y comienza a seguir la misma ruta de la limusina. Al interior de este, un hombre encapuchado carga un arma de grueso calibre y apunta hacia el vehículo de lujo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top