Capítulo 10

Las barras asimétricas se mecen al compás de los elegantes y coordinados movimientos de una joven que parece apenas alcanzar la mayoría de edad. Aalyah León Orozco es el nombre de aquella chica de cabello castaño y ojos pizpiretos que practica su rutina de gimnasia artística es uno de los más prestigiosos gimnasios de Soledad de Graciano Sánchez, municipio de San Luis Potosí.

Aalyah realiza un par de acrobacias aún en las barras mientras los asistentes al evento observan impresionados, para después descender con elegancia y dedicar una sonrisa al público que la ovaciona. En las gradas, Greta Orozco, su madre; quien es una mujer dedicada en cuerpo y alma a su familia, observa con orgullo como su hija se encuentra casi lista para materializar su sueño de participar en los juegos olímpicos, después de largos años de sacrificio que le han significado incluso, dejar un poco de lado sus estudios.

-¡Así se hace, cariño! -grita la mujer con emoción mientras Aalyah se prepara para continuar su rutina con el salto de potro.

La chica responde a las ovaciones de su madre y el resto de asistentes con una sonrisa de satisfacción, pero sabe que debe mantener la concentración pues cualquier paso en falso puede costarle caro. Aalyah se ubica en la línea de salida y al recibir la señal, corre hacia el caballo ganando velocidad. A medida que se aproxima, la joven se impulsa hacia arriba, extiende sus brazos y piernas en forma de tijera para realizar dos giros en el aire por encima del potro, y culmina aterrizando de pie sobre la colchoneta, con los brazos extendidos y una sonrisa confiada.

En las gradas su madre aplaude y no puede evitar demostrar el orgullo que siente por ella, no así el hermano de Aalyah, quien en ese momento llega junto a la mujer con una expresión nada agradable.

-Solo vine para avisarte que debo irme, madre, me esperan en el corporativo -comenta el joven que es cuatro años mayor que su hermana.

-Dereck, hijo, ¿No te quedarás a acompañarnos? Saliendo de aquí iremos a comer.

-Lo siento, es una reunión muy importante, no puedo faltar. -Toma su mochila y se inclina para despedirse de su mamá.

«Aalyah León se prepara para su última rutina: la barra de equilibrio», se escucha en el audio local.

Madre e hijo vuelcan su atención hacia el centro del recinto. La joven voltea haciendo contacto visual con su madre mientras ambas se dedican una sonrisa. No obstante, al chocar miradas con su hermano, este la evade.

-Me voy... -dice dando la media vuelta para así dirigirse a la salida del gimnasio.

-¡Que Dios te cuide, hijo! -La mujer alza la voz para despedir a su hijo sin recibir respuesta de este que se aleja a prisa entre la gente.

Aalyah baja la mirada, contrariada por la actitud de su hermano, pero intenta concentrarse en su rutina. Sube con confianza a la barra de equilibrio, aunque se nota algo tensa. Da inicio a su rutina con una secuencia de movimientos acrobaticos, no obstante en el tercer giro pierde un poco el equilibrio y se inclina hacia un lado apenas logrando recuperarse. En el salto subsecuente no termina por extender el cuerpo y aterriza con un pie fuera de la barra. Aalyah no se da por vencida, pero queda claro que ha perdido el control de la rutina. La joven se prepara para el desmontaje, pero la falta de concentración la obligan a saltar de la barra antes de tiempo lo que resulta en una caída.

Greta se levanta de su asiento con una expresión de asombro y desconcierto, preocupada por el bienestar de su hija, al igual que una fracción de los ahi presentes quienes parecen sorprendidos por lo que acaba de suceder. De inmediato, la entrenadora y el cuerpo médico se aproximan a la joven para dar asistencia. Aalyah yace sentada sobre la colchoneta con una expresión que mezcla dolor físico y frustración.

-Vamos, linda, no pasa nada. Lo hiciste muy bien, solo te pusiste nerviosa al final, eso es todo -comenta la entrenadora mientras la mira a los ojos intentando tranquilizarla.

La joven intenta procesar lo que ha ocurrido y cómo todo se vino abajo en cuestión de segundos. El fisioterapeuta realiza un chequeo general determinando que no hay una lesión de gravedad, sin embargo es llevada a los vestidores para evaluar más a fondo su estado de salud.

Algunos minutos han pasado desde el incidente. Aalyah reposa sentada en el camastro de la enfermería cuando alguien toca a la puerta.

-Pase, está abierto -responde la chica al llamado, con la voz entrecortada.

-¡Cariño! ¿Cómo estás, preciosa? ¿Te lastimaste? -Greta corre a abrazarla, pero cuidando de no ser tan tosca.

Aalyah rompe en llanto al estar en los brazos de su madre, el abrazo la reconforta pero a la vez hace desbordar su estado emocional.

-¡¿Por qué mi hermano tiene que ser tan idiota?! ¡¿Qué le hice, mamá?! -exclama entre lágrimas descargando su coraje.

-¿De qué estás hablando, cielo?

-No me digas que no te diste cuenta de que me ignoró... y no es de ahorita, tiene semanas que no es el mismo conmigo. Desde que entró a trabajar y lleva dinero a la casa parece que se siente con autoridad sobre nosotras, o como si yo fuera una carga para él.

-Aalyah, no digas eso, tu hermano jamás pensaría eso de ti, siempre has significado mucho para él. De pequeños siempre te cuidó, te defendía de cualquiera que quisiera hacerte daño.

-Lo sé, pero ahora es otro. Ya no sé si tiene envidia de que yo sí estoy cumpliendo mi sueño y él jamás pudo entrar al Conservatorio de Música.

Greta la observa a los ojos y trata de encontrar una respuesta que concilie la situación.

-Mira, cariño. Tú y Dereck son dos personas muy diferentes, ambos con sueños muy lindos, la diferencia es que tú te has dedicado más a hacer realidad ese sueño, él tuvo la oportunidad, pero la desaprovechó en su momento... Ahora gracias a Dios terminó su carrera universitaria y tiene un buen trabajo, no tendría por qué envidiarte, a final de cuentas de una u otra forma es un hombre exitoso.

Aalyah escucha con atención las palabras de su madre, pero las lágrimas no dejan de rodar por sus mejillas, parece más grave el dolor emocional que el físico en ese momento.

-Vamos, hermosa. Ya no pienses en eso, lo importante es que no te pasó nada grave. Hablaré con Dereck a solas cuando estemos en casa y le haré ver que no debe comportarse de esa manera -Greta seca las lágrimas del rostro de su hija.

-Te amo, mamá -La joven abraza a su madre mientras intenta recobrar los ánimos.

-Y yo a ti, hija. Iré a hablar con el doctor para que me dé su diagnóstico, si todo sale bien te veo aquí en diez minutos para que vayamos a comer, ¿te parece?

-Está bien, ma -Le dirige una sonrisa aún con los ojos llorosos.

Tras recibir el diagnóstico y enterarse que Aalyah no presenta ninguna lesión que comprometa su integridad, madre e hija salen de la enfermería del gimnasio. El médico le ha indicado que si bien no requiere reposo absoluto, lo mejor será tomar un descanso de al menos un par de días en casa. La joven pide hablar con su entrenadora quién se muestra abierta a conversar con ella y preocupada por su salud.

-¿Ya te sientes mejor? ¿Cuál fue el diagnóstico del doctor?

-Todo salió bien, Lilian. Solo fue un leve esguince, me dieron un antiinflamatorio y me aplicaron compresas de hielo en el tobillo, ya me siento mucho mejor.

-Me da gusto saber eso, linda. Temí que algo más grave hubiese pasado cuando te vi caer. Dime algo, ¿Te mareaste durante la rutina o hubo algún factor distractor? -Aalyah y su entrenadora se sientan a hablar un par de minutos mientras Greta espera en el área de recepción del gimnasio.

La joven gimnasta suspira.

-Creo que llevamos ya varios años trabajando juntas en mis entrenamientos, y te tengo la confianza suficiente para hablar de esto contigo.

-Adelante, dime. Te escucho, sabes que puedes confiar en mí. -La entrenadora centra su atención en Aalyah.

-Veras, desde la muerte de mi papá, mi hermano Dereck tuvo que abandonar su sueño de ser musico y entregarse de lleno a los estudios, ya que al ser el mayor sintió la responsabilidad de llevar el sustento a la casa. Cuando esto pasó yo apenas tenía once años, y mi mamá vivió un largo duelo que la tuvo en depresión por varios años, no podía trabajar y casi no comía, yo fui su apoyo emocional y mi hermano el económico pues aunque estudiaba, también se iba a trabajar las tardes a un mercado. Pese a todo cuando mamá logro superar la perdida, me apoyó en mi deseo de convertirme en gimnasta. Dereck se graduó en Ingeniería Química hace poco más de un año y entró a trabajar a Omega a los pocos meses, pero desde entonces dejó de ser el hermano atento, amoroso y protector que fue desde que éramos niños. Se volvió grosero y prepotente, se siente superior a nosotras, hasta con mi mamá ha cambiado demasiado.

-Ahora entiendo todo. Él estaba en las gradas mientras realizabas la rutina ¿Cierto?

-Sí, y vieras que feo sentí cuando decidió ignorarme en vez de no sé, darme una palabra de aliento o por lo menos una sonrisa, algo con lo que yo sintiera que aún le importo.

-No debes forzar las cosas ni atormentarte por eso, princesa. Si tu hermano te quiere, reflexionará su actitud y tarde o temprano se disculpará contigo. Debes dejar que todo fluya, y nada influya, recuérdalo. No permitas que sus arranques nublen tu visión, debes estar enfocada en tus objetivos, y esto no te lo digo como entrenadora, sino como amiga-Lilian habla con voz serena mientras Aalyah la escucha con atención.

-Supongo que me equivoqué al darle mucha importancia, y lo peor, en el momento menos indicado -Aalyah, gracias a las palabras de su entrenadora, reflexiona lo sucedido.

-De eso no cabe duda, pero ahora solo dale vuelta a la página y que quede esto como experiencia. Después de todo no se trataba de una competencia oficial, solo fue un evento de exhibición y no lo hiciste nada mal, ¿Sabes algo? El público no es tonto, y estoy segura que muchos lograron darse cuenta que el accidente no fue por falta de habilidad, sino más bien fue provocado por un factor externo.

-Espero que así haya sido -Aalyah, con una expresión más tranquila, hace una mueca y sonríe finalmente a la par de Lilian. -¿Entonces nos veremos hasta la próxima semana? -interroga comenzando a despedirse.

-Sí, es mejor que no forcemos tu tobillo por ahora, los entrenamientos pueden esperar. Después de todo aún faltan dos años para las Olimpiadas, querida, y estoy segura que para entonces estarás más que lista para demostrar lo mucho que has progresado.

-Agradezco tu amistad. De verdad, eres la mejor -Aalyah abraza fraternamente a su entrenadora y esta corresponde la muestra de afecto.

Luego de un par de minutos Aalyah sale del gimnasio reencontrándose con su mamá y ambas caminan con rumbo a un restaurante cercano. Greta se muestra feliz de ir del brazo de su hija, a decir verdad está orgullosa de lo mucho que sus hijos han logrado a su corta edad, sabe que ha hecho un trabajo excepcional como madre pese a las dificultades y la falta de su difunto esposo. El padre de Aalyah trabajaba para un importante banco a nivel nacional y si bien no ganaba una suma exorbitante de dinero, su quincena le alcanza para la manutención del hogar, pagar colegiaturas y darle ciertos gustos de vez en cuando a su mujer e hijos.

Luego de algunos minutos, madre e hija llegan a un restaurante de comida típica y toman una mesa. Son al rededor de las cinco de la tarde y parece que no hay gran afluencia de comensales en aquel lugar. El mesero se acerca a ellas a ofrecer el menú del día y se retira por unos instantes.

-Voy al tocador, cielo, no tardo.

-Adelante, mamá, ve con cuidado. Veré mientras qué voy a pedir. -Aalyah sonríe mientras su mamá se pone de pie dirigiéndose al sanitario.

Mientras lee el menú, la joven tiene un mal presentimiento. Han pasado cerca de quince minutos desde que su mamá se levantó de la mesa. El mesero se aproxima por tercera vez para intentar tomar la orden, pero Aalyah ya se dirige a donde su madre se encuentra.

-¿Mamá? -Golpea la puerta. No hay respuesta.

-¡¿Mamá?! -Aalyah eleva el volumen de su voz, sin éxito.

-¿Ocurre algo, señorita? -La mujer de limpieza del establecimiento se acerca a ella mostrándose intrigada.

-Mi mamá está en el baño, pero no me contesta.

-¿Está segura?

-Completamente.

-¿Y si le marca a su teléfono?

-Lo dejó en su bolso, y sus cosas están en el comedor -externa con preocupación.

-Permítame llamar a la encargada -La mujer se acerca a prisa a la recepción.

Un minuto después llega quien parece ser la gerente del restaurante, y tras no recibir respuesta en un par de ocasiones abre la puerta con las llaves que porta.

-¡¡Mamá!! -Aalyah lanza un desgarrador grito que alerta a todos los presentes sacándolos de sus conversaciones.

La escena ante sus ojos es traumática, lo que pudo ser una tarde de alegría en compañía de su ser más querido, se ha convertido en una pesadilla.


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