La Pizza

El flirteo que tenemos ya es descarado. Lo peor es que me siento incapaz de frenarlo. Rick me sigue el juego y ya no se ruboriza tanto como antes. Es innegable que nos gustamos. Lo que no sé, es cómo debe de terminar esto. Tampoco sé si quiero pensar en eso ahora.

Desconozco qué va a pasar con Kay y el vuelo de Rick. Lo pueden llamar en cualquier minuto y tendría que salir corriendo al aeropuerto para abordar el vuelo que lo llevará a cumplir sus sueños.

No puedo retenerlo, por mucho que quiera esposarlo a la esquina de mi cama y dejarlo ahí hasta que me cansara. Ya te dije que no me siento cómoda con replicar el comportamiento que me llevó a darme el palo de mi vida.

Quiero aclarar una cosa: mi depresión no es por un chico. Es algo que va un poco más allá de eso. Es algo que he arrastrado por mucho tiempo y que la infidelidad del otro intensificó. Mi adolescencia fue muy dura: mis padres se divorciaron cuando yo era apenas una niña y en el instituto no tenía muchas amigas. No puedo decir que sufrí acoso escolar, pero sí el desprecio de muchos de mis compañeros —en especial de los hombres. Luego la productora me pega una patada y me echa de la serie Una reina en casa, y me hace sentir como un producto, como un elemento descartable de usar y tirar. El innombrable escarbó en todas esas heridas y las profundizó mucho más. Las gotas que colmaron el vaso fueron la infidelidad y sus palabras hirientes. Se dice rápido, pero han sido años de alimentar un problema que no quise ni supe ver.

¡Sé que no puedo hacerme responsable de los sentimientos de los demás! Sí lo soy de querer tener algo más que una amistad con un hombre con familia. Entiendo eso que dicen que yo soy la soltera y que sería él quien tendría que poner el freno. Eso sería simplificarlo todo. Mi culpa sería menor, pero tendría parte en la disolución de una pareja. ¡Vale! Si no hubiera sido yo habría sido otra. Es posible, pero eso no lo hace más fácil todo.

Tengo clara una cosa: ¡no puede pasar nada entre nosotros! Jugaremos, flirtearemos y lo que sea. ¡Y ya está!

Mientras comemos le comento mis momentos más agresivos con la prensa. Soy un mal ejemplo y le dejo bien claro que no quiero que nada de eso se repita.

—Una mala reacción es lo que ellos necesitan —indico, recibiendo asentimientos por su parte—. Lo que hace que les hierva la sangre es ignorarlos. Hacer como si no estuvieran ahí. Ahí es cuando sacan la artillería pesada y van a hacer daño. Hay momentos en los que he sabido mantener la calma y otras veces... bueno, tienes YouTube para verlo. ¡Esos son los ejemplos que no tienes que seguir!

—No tienes que preocuparte. En mi trabajo me tuve que enfrentar a mis jefes y supe mantener la compostura.

—Ahora que lo pienso, no sé de qué trabajas.

—Soy gerente de cuentas de una compañía de seguros. Tengo varios socios por encima y no son un hueso fácil de roer. Varias veces discutí con ellos. Nunca llegué a los gritos ni los insulté, o me habrían puesto de patitas en la calle, pero sí me mantuve firme.

—¿En serio eres gerente con esas pintas? —Enarca las cejas ante mi pregunta. Creo que formulada así suena horrible—. Perdona, ahora soy yo quien emplea el idioma de forma inelegante. A mí me da igual cómo te vistas o tus gustos, pero todavía muchas compañías son muy conservadoras con respecto a las apariencias.

—Tienes razón. Igualmente, los piercings no los llevo en la oficina. Y los tatus los tapan las camisas. Bueno, algo se ve. Pero en las reuniones importantes quedan ocultos.

—Me gustaría verte de traje. Tienes buena planta.

—En la presentación de La Diosa de la Muerte me verás vestido de gala.

—¿Tanto tengo que esperar? ¿No vas a ir de traje con Johnson?

—No. Su programa es bastante informal y tengo la intención de mostrar que se puede ser elegante sin ir de traje. —Lo miro curiosa ante esa aseveración.

—¿Sabes qué tienes razón? Además, alguien guapo como tú le quedará bien cualquier cosa que se ponga.

—Gra-gracias... No sé qué decir —tartamudea y sonríe nerviosamente.

—Acepta el cumplido no más.

—Aceptado.

—Ya que estamos hablando de outfits: de los que me viste usar, ¿con cuál te parece que estoy mejor?

—De traje. —Me provoca una risa en donde escupo parte de un trozo de pizza que justo en ese momento me metí en la boca—. ¡Es verdad! Recuerdo una imagen donde te vi firmando autógrafos con un traje rojo, que por cierto es tu color favorito, y con el pelo recogido en un coco. Te quedaba muy bien ese look en conjunto.

—¿En serio te gustó? ¿No te parece que tengo la cara muy redonda?

—Mi querida Athena, eres una mujer muy atractiva y sexi. Siempre que te he visto estuviste arrebatadora.

—No me viste recién levantada sin maquillaje.

—Sería muy creepy si dijera que sí, ¿no? —Lo miro fingiendo sorpresa—. Alguna foto al natural compartiste en tu Instagram y seguías igual de guapa.

—Gracias. Tengo que decirte que tu barba me gusta. No la tienes tan larga como para que parezca descuidada.

—Es un estilo vikingo cool.

—¿Vikingo cool? ¿Le diste ese nombre?

—Cien por cien original. Si quieres usarlo tienes que pagarme los derechos.

—Ajá.

Tal y como le dije hace casi una hora, me comí toda la pizza que me trajeron. ¿Sabes que me encantó que no me dijera nada referido a que si comía mucho me iba a poner como una vaca? Sí, es posible que nadie que recién me conozca me lo diga, pero te das cuenta cuándo alguien te mira sorprendido porque te ve comer más de lo que considera necesario. Si supones que mi ex me decía esas cosas hermosas, acertarías.

Otra vez me pregunto cómo diablos pude pasar por alto todo eso. ¿Tan engañada estuve? ¿Tanto creía que lo necesitaba como para admitir algo así? Esto no me va a pasar con Rick...

Athena, Rick no es una opción. No va a pasar eso ni nada. Ya está. Lo tengo decidido. Cuando tengamos que irnos cada uno por su lado, lo haremos. Nos hablaremos por Instagram, bromearemos y, si alguna vez, vamos el uno a la ciudad del otro nos veremos, por todo lo que compartimos aquí. Sin ningún compromiso, ni llegar más lejos que eso.

—Mira, se me ocurre que podemos irnos cada uno por su lado —dice, mientras nos tomamos un par de cortados—. Llamamos un par de Uber y así no nos verán salir juntos.

No me gusta. Quiero salir como entré, junto a él. ¿Por qué tengo que privarme de su compañía sólo por lo que puedan decir de los dos? Ya las fotos que nos tomaron antes serán la delicia de todos los programas que abrirán sus ediciones con sus oscuras elucubraciones —esta palabra le encantará a Kay.

En esto que veo a un hombre de unos sesenta años, con la ropa un poco sucia de harina y salsa de tomate que se para frente a nuestra mesa.

—Señorita Díaz, soy Raphael Costa, el propietario de este establecimiento —dice en un inglés correcto, pero con un acento portugués muy marcado—. Me alegra que nos haya elegido para almorzar. Si me permite, me puedo hacer una foto con ustedes para ponerla en la pared.

Lo miro a Rick. Se encoge de hombros y sonríe.

Costa le pide a uno de sus camareros que agarre su móvil y le haga el favor de hacerla. Cuando se hace la foto, le pido que llame a todo su equipo para hacernos una todos juntos.

Me hace mucha gracia ver a Rick tratando de ponerse detrás de todo el grupo, pero Raphael lo anima a ponerse a mi lado, no en vano somos los famosos. Rick enarca una ceja y no discute. Toma su lugar y sonríe. Me pego a él, hombro con hombro y tengo que hacer un esfuerzo por no agarrarle de la mano o pedirle que abrace, para la foto.

—Un último favor, ¿me puede firmar esto? —Me ofrece una servilleta de tela nueva, con el nombre de la pizzería bordado en verde y rojo, y un rotulador indeleble. Lo acepto y le dejo una dedicatoria que lee en voz alta—. Thanks for your incredible pizza and kindness. I'll never forget this lunch! Athena Diaz. Muito obrigado! La cuenta va por parte de la casa.

—No podemos aceptarlo, señor Costa —expreso, pero no cede.

—Es más, si quieren, pueden salir por la puerta de la cocina. El maître me informó que hay unos cuantos periodistas esperando en el exterior. Si no les importa, los puedo llevar en la furgoneta que uso para comprar que no tiene ventanas.

—¿De verdad haría eso por nosotros?

—Por supuesto. Quiero que mis clientes puedan estar tranquilos en mi establecimiento y no sean importunados por nadie. Además, ¡es una gran aventura que le podré contar a mis nietas!

—Por favor, tráigame tantas servilletas como nietas tenga, me da sus nombres y se las dedico.

—¿Sí? ¡Se volverán locas de alegría!

Se va corriendo a un mueble cerca de la barra, en donde supongo que estarán las servilletas, y regresa tan rápido como se fue.

—Amélia, la más joven. Tiene siete años —dice Costa, mientras ofrece la primera—. Nelinha, la más revoltosa de nueve. Y su melliza Mirari, la más seria.

—¡Qué bonitos nombres!

—Sólo hay una cosa que las tiene tranquilas: los capítulos de Una reina en casa. ¡Se saben todas las canciones! Y también las de sus discos.

—Tenga por seguro que, si alguna vez doy un concierto aquí, les mandaré entradas VIP. —Hago una pausa y pienso en la reanudación del Love and Live Tour—. ¿Irían a Lisboa? Cuando retome mi gira, hay una fecha que hay que renegociar después de la cancelación.

—Sí, claro.

—Perfecto. Páseme un mail y haré que se les hagan llegar las cuatro entradas. Porque lo quiero a usted también en primera fila.

—Me reconocerá porque desafinaré mucho.

Toma la última servilleta, me ofrece una tarjeta del negocio con su número de teléfono y mail y, antes de irse, nos pide que esperemos un par de minutos. Va a acercar la furgoneta. Después podremos salir por la cocina.

—Eres increíble. Lo que has hecho por estas personas es tan bonito. Soy muy afortunado por estar a tu lado estas horas —dice Rick.

Siento un escalofrío recorrer mi cuerpo. Sus palabras están cargadas de tanto sentimiento y tan lleno de admiración que casi me siento como cuando salí en mi primer concierto y me encontré un teatro de dos mil personas lleno y cantando las canciones de la serie. Es una experiencia tan sobrecogedora, que sabes que ya nada será igual.

🎸📖💜

¡Saltan las chispas entre #RickThena!

No se puede negar que son el uno para el otro y hay muy buena onda, complicidad y respeto.

Gracias por acompañarme hasta aquí. Todavía queda mucho por contar y el capi siguiente, será un punto de inflexión en la historia.

¡Os espero!

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