La Dueña
Salgo corriendo nada más escucho las palabras de Kay. Rick se va... ¡Rick se va! ¿Acaso se puede marchar sin despedirse siquiera? ¡No puede ser!
Kay había estado hablando con él hacía unos minutos y, mientras regresaba a nuestra habitación, recibió una llamada de Connor avisándola de que el vuelo de Rick se había reprogramado para dentro de cinco horas. Despegará pasada medianoche tratando de llegar cuánto antes a L.A.
¿Lo habrán llamado? ¿Se habrá marchado? Tengo miedo de que desaparezca así de mi vida. Creo que me merezco un saludo antes de que miles de kilómetros nos separen...
Me planto en la puerta de su habitación temblando de la cabeza a los pies. No estoy preparada para no vernos nunca más. Su compañía, su simpatía, su respeto, su inteligencia emocional son lo que necesito. Puedo esperar todo lo que quiera a que resuelva su situación emocional con Rocío, pero no quiero que desaparezca de mi vida sin saber si lo voy a ver de nuevo.
La puerta se abre sin que yo haya tocado. Por ella se asoma Rick. Ahora tiene puestas unas gafas de ver, que le quedan muy bien.
—¿Athena? ¿Está todo bien?
Sin previo aviso le agarro la cabeza y lo beso. Él está sorprendido, pero no me aparta, sino que me corresponde con una pasión tan desbocada, que siento un escalofrío recorrerme todo el cuerpo.
Es hermoso sentir sus labios, nuestras lenguas jugando y sus manos recorriendo mi espalda y perdiéndose por mis cabellos. Es tan fuerte, tan cálido su abrazo... Encontré mi lugar en el mundo.
Me separo y lo empujo dentro de su dormitorio. Cierro la puerta y lo estampo contra la pared donde lo vuelvo a besar. Esta vez son mis manos las que recorren sus brazos, su torso. Acaricio su barba y jugueteo con su pelo. Hace tiempo que no me siento tan plena, tan satisfecha y sé que esto sólo será suficiente por poco tiempo.
Lo agarro de la camisa, lo llevo hasta la cama y lo empujo sobre ella. Yo lo miro aun en pie. Me muerdo el labio cuando pienso en los dos desnudos sobre ella, follando. Sí, follando como locos, nada de hacer el amor. Follar apasionados, disfrutando hasta el orgasmo.
Suspiro y el rubor de nuevo en la cara de Rick me hace sonreír.
—No pretendías irte sin despedirte, ¿no?
—E-en absoluto. —Su tartamudeo delicioso vuelve a aparecer. Creo que se esperaba cualquier cosa menos esto—. I-iba a comprarme algo...
—He roto tus reglas, lo sé —interrumpo, poniéndole un dedo un sus sabrosos labios—. Pero yo no tengo compromiso con nadie y quiero que sepas que eres mío, Ricardo del Río. No sé qué me has hecho, que magia negra de escritor has aplicado, pero no deseo otra cosa que estar contigo. Quiero que me cuentes sobre tus libros, tu vida, tus deseos, tus aventuras... Que me beses, que me toques, que me desnudes y me folles.
Los ojos de Rick se abren de par en par y adivino una erección bajo sus pantalones. Nunca le dije nada así a nadie. Jamás me sentí con tanto poder y control sobre un hombre. Por eso quiero hacer uso de él y dejarle claro que soy su dueña.
—Quiero que seas mi novio y ya veremos cómo hacemos para que cada uno siga adelante con su carrera. Tú viajarás a USA yo viajaré a España, pero no pienses que te vas a librar de mí. Tú me has hechizado de esta manera y ahora vas a pagar las consecuencias.
Se sienta, yo hago lo propio a horcajadas y lo beso de nuevo profundamente mientras me muevo sobre él. Perdón si estoy siendo muy gráfica o no te esperabas este comportamiento de mi parte, pero me siento libre por una vez en mi vida y quiero que le quede bien claro a Rick que si me quiere me va a tener. Y sé que no desea otra cosa. Me adora. Soy su diosa.
—Dime que soy tu dueña —susurro en su oído mientras sigo deslizándome sobre él.
—Eres mi dueña —repite entre jadeos.
—Recuérdalo cuando te pregunten. —Le agarro la cara lo beso y me levanto.
—¿Cuándo nos veremos de nuevo? ¿No me llevas contigo en tu avión?
—Pronto. No te puedo llevar en mi jet, te ataría al asiento y te follaría todas las horas que dura el vuelo.
—Oh, goddess!
—Tú lo has dicho bien.
Veo a Athena marcharse y sinceramente no puedo creer que esto haya pasado. Tengo que hacer un esfuerzo para no pensar en que esto es un sueño y que me voy a despertar en cualquier momento. No sé hasta qué punto podría desear que sí lo fuera.
Esta vez no pude frenarla. Tampoco quise. Sentir sus labios sobre los míos y su cuerpo pegado al mío... ¡Oh, dios! Me ha dejado demasiado caliente y no creo que ni una ducha en el océano Ártico pueda enfriarme.
Athena es una diosa. Una fuerza de la naturaleza que no se puede evitar, sino dejar que pase y esperar estar en pie. Es un animal liberado, una tigresa que tiene sus ojos clavados en una presa, a la que acecha, hasta que se abalanza sobre ella y de la que no puedes escapar. Puedo sacar mil símiles, pero ninguna de mis palabras podrá hacer justicia a lo que ella es y provoca en mí.
Creo que nadie jamás ha ejercido un control como ese sobre mí y me gusta.
Espero que nadie haya visto nuestros besos en el pasillo. Parecía estar desierto en ese momento. Lo que menos necesito es una foto y que Rocío la vea. Está claro que nuestra relación está rota. Pero no puedo terminar con ella por WhatsApp. Tenemos mucho que hablar y sólo puede ser cara a cara.
Después, Athena y yo podremos hablar de cómo va a ser nuestra relación —que a todas luces se regirá bajo los parámetros de los viajes de uno a otro lado.
—Athena y yo... ¡Athena y yo! ¡Joder! ¡Esto es puto real!
Me toco los labios. Todavía siento los suyos y el movimiento de su cuerpo. La imaginé sobre mí, desnuda, haciéndome gemir de placer, contraer todo mi cuerpo en un orgasmo y llevarla a ella al suyo. ¡Oh, Dios! Quiero más de ella. Cada célula de mi cuerpo clama por ser acariciada por ella y...
—¿Qué me has hecho, Athena?
Creo que será mejor que redirija mis pensamientos. Tengo que salir corriendo al aeropuerto que, por fin, arreglaron el puñetero... ¡Qué digo puñetero! ¡El bendito avión! En fin, que no tengo mucho tiempo que perder y si no llego mil horas antes me estreso. Ya me aburriré dando vueltas por el duty free o me tomaré un café mientras escribo unas líneas de La Diosa de la Muerte. No puedo estar mucho en este hotel porque si no, la voy a buscar y rogarle que me ate a su cama y haga conmigo lo que le plazca.
—Lo siento, Mina. Por mucho que te le parezcas, nunca serás Athena.
Cierro la maleta. Doy una vuelta por la habitación asegurándome de que no me olvidé nada.
Cuando estoy fuera, veo la cama, la misma abertura de la puerta, este lugar siempre será un recuerdo de nuestro primer beso. De un momento que tanto hemos estado esperando y que quedará para siempre grabado en nuestra memoria como...
—¡Joder! ¡La puta selfie!
Asumo que soy un inútil. Es increíble que después de un día como este, me vaya sin una foto de los dos juntos. ¿Debería ir a su habitación y pedírsela?
¿Por qué diablos dudo? Debería estar ya en el ascensor tocando su puerta... Un pequeño detalle: ¡no sé cuál es!
—¡Qué pena más gorda! —exclamo, una vez que llamo al ascensor—. ¿Le mando un mensaje? ¡Qué coño! Sin riesgo no hay gloria.
¡Por un momento me asusté con su mensaje! A la malvada le gusta jugar conmigo —y, salvo el miedo inicial, me encanta que sea así.
En fin, el mundo es de los valientes y ¡yo voy a por mi ansiada foto!
🎸📖💜
¡Capítulo corto pero intenso! Finalmente llegó el beso que todos estábamos esperando. Se hizo esperar, pero valió la pena.
¿Qué os pareció esta Athena desatada?
Y, ¿Rick? Pobre hombre... Al menos se llevará la selfie. Pero eso lo veremos en el siguiente capi!
¡Gracias por vuestras lecturas! Me encanta que disfrutéis tanto como yo con #RickThena. ☺️
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