Ciudad de Ángeles

Aunque parezca mentira, cenamos. Athena pidió totopos y pozole blanco. Lo primero estaba fantástico, lo segundo también, pero no exagero cuando te digo que tuve que beber litros de refresco para calmar el fuego que se instaló en mi boca por el picante. No lo tolero bien. Ya evité lo que pude el jalapeño en los totopos, pero con el pozole... sudo sólo de recordarlo.

—Tenéis que meditar el reducir drásticamente el uso de picante en vuestras comidas. No entiendo cómo no tenéis un agujero en el estómago —digo gesticulando exageradamente.

—No voy a responder a esa provocación. Es posible que pierda la concentración y termine estrellándome contra un árbol, justo en tu lado.

—¡Coño! ¡Es la primera vez que me amenazas de muerte! Lo nuestro va viento en popa —me burlo. Ella me mira con su mejor mirada asesina—. Es posible que tenga que considerar que Mina pase de inspectora a criminal.

—Y ¿por qué no puede ser la inspectora la culpable de los crímenes que investiga?

—Es bastante complejo que todo sea plausible, bien hilado y atrape al mismo tiempo, peeeeero, es una gran idea.

—Imagino que apareceré en los agradecimientos, ¿no?

—Y en la dedicatoria.

—¿En serio? ¿Me lo dedicarías?

—¿Cómo podría no hacerlo? Eres mi musa, mi diosa y mi novia. Motivos más que suficientes para que La Diosa de la Muerte esté dedicada a ti.

La carretera por la que circulamos se interna en un monte donde las más modernas y exclusivas casas se reparten a diestra y siniestra. Empresarios, deportistas, cantantes, artistas y trabajadores relacionados con el mundo del espectáculo tendrán sus viviendas por esa zona.

No es hasta este momento en el que pienso que Athena tiene tanto dinero como para tener una o dos casas por la zona. Aparto ese pensamiento de inmediato. Todo lo que ella tiene se lo ha ganado a pulso. Es más, si yo pudiera meter los dos pies en el mundo literario profesional con cierto éxito, también resolvería mi estrechez económica. No es que me vaya a poner a su altura —con sólo vender libros es prácticamente imposible—, pero mi patrimonio no se construiría en base a un sueldo de apenas dos mil euros al mes. Y parece que he llamado la atención.

Tras mi paso por el show de Johnson he recibido más mensajes en mis redes sociales que los que puedo leer. Estoy seguro de que voy a encontrar de todo, desde agentes literarios a editoriales ofreciéndose. Si bien estoy muy interesado en ver qué me ofrecen, no pienso perder ni un minuto leyéndolos mientras esté con Athena. Quiero seguir hablando, riendo, embriagándome de su presencia. Habrá un día en el que estaremos separados por un inmenso océano y no quiero arrepentirme de no haberla abrazado o besado cuando podía.

—¿Sabes que he recorrido parajes similares en el GTA? —digo, ganándome una mirada extrañada.

—¿Cómo?

—Claro, Grand Theft Auto V, Los Santos...

—Sé qué juego es. No lo jugué nunca. No soy muy de ese tipo de juegos. Me gustan más los survivals o de carreras.

—Los Santos es una versión de Los Ángeles en el juego y recorre una zona muy parecida para llegar al observatorio.

—¿En serio? —pregunta desolada—. ¿Un puto juego me ha arruinado la sorpresa?

—Eeh... ¿Vamos al Griffith Observatory?

—Sí —contesta apática.

—¡Es fantástico! ¡Amo la astronomía! —exclamo emocionado. Sí, ya sé que el sitio estará cerrado al público, pero he visto tantas veces ese lugar en pelis, fotos y el juego, que estoy sorprendido y contento a partes iguales.

—¿En serio? Eso no lo pone en tus redes sociales.

—Es que hay cosas que dejo para sólo la gente más cerca y especial.

Athena sonríe.

¡Es tan fácil quererla! Es tan buena, tan humilde y agradable que no entiendo cómo sus parejas no se han dado cuenta de lo gran mujer que es. Una vez que te encuentras a una como ella en tu vida, tienes que amarlas, cuidarlas y respetarlas, sin importar lo que cueste. Son del tipo de personas que cambian vidas; la hacen mejor y te animan a dar el todo por estar a su altura.

Es posible que no haya sido perfecta para otros —y me alegro. Para mí si lo es. Sólo me apena que todo ese tránsito, hasta que nos encontramos, la haya hecho sufrir.

—Athena.

—¿Hum?

—Te amo.

Athena aspira por la boca por la sorpresa. No se lo esperaba. Conduce hasta la entrada a una casona y frena. Sus ojos están cargados de emoción. Se quita el cinturón de seguridad y se echa encima.

—¿Sabes que es la primera vez que escucho cómo me lo dice un novio que realmente lo siente? —Sacudo la cabeza—. En los pocos días que hemos pasado juntos me he sentido más querida, deseada y amada que en toda mi vida. Se me va a hacer muy difícil estar separada de ti.

—Lo bueno es que los reencuentros van a ser mágicos.

—Cierto. Sólo te digo que estoy pensando en contratar a un buen abogado que me defienda para cuando te secuestre y te espose a la cama.

—Es la segunda vez, creo, que me amenazas con esposarme y no veo más que palabras llevadas por el viento.

—¡Ah! ¿Me estás desafiando? No te conviene, cariño.

Le agarro la cabeza y la beso. Besar a Athena, a la persona que amas, es un momento tan placentero que no podría estar haciendo eso hasta que muriera. Muerdo su labio inferior y tiro de él un poco hasta que lo suelto. La exótica y sensual expresión que se dibuja en su rostro me activa. ¡Oh, Dios!

—No me mires así —aviso.

—O qué.

—O saldremos en las noticias porque te follaría aquí mismo.

—No te miro, porque dejaría que lo hicieras. Y sólo me faltaría que algo así me pasara.

Nos reímos.

El observatorio Griffith es un lugar extraordinario que hasta que no lo ves, no comprendes toda su grandeza —sí, parece que estoy hablando de alguna de las siete maravillas. Reconoces su arquitectura tan particular con sus tres cúpulas —ahora negras por la noche— destacando en el edificio de color blanco y de corte neoclásico. El juego que hacen las luces es sobrecogedor: con los jardines y sus árboles y, a un lado el resto del parque natural Griffith, a tus pies el centro de Los Ángeles y al fondo el océano. Todo eso es tan impresionante que te deja sin habla. Si encima tienes la suerte de que el cielo esté descubierto y veas las estrellas iluminando, junto la luna, toda la estructura, comprenderás la inmensidad del universo y el ser humano. Aún así, todo eso palidece en comparación con la sensación de vértigo y de felicidad que siento cuando Athena toma mis manos, me mira a los ojos y me dice:

—Te amo, Rick. Has cambiado mi vida más de lo que imaginaba, más de lo que alguien jamás lo hizo. Me has reconciliado con el hombre, porque si existe uno con esos valores, ese respeto y responsabilidad, debe de haber muchos más. No sé qué va a pasar el resto de nuestros días, cómo puede progresar el resto de nuestra relación. Lo que sí sé es que siempre te llevaré en mi corazón y, mientras sea un amor correspondido y sano como este, lo daré todo.

—Jamás nadie me dijo nada así —reconozco conmovido—. Nunca sentí nada parecido. Y, de verdad, es que no sé qué decir. Has conseguido darle a mi vida un giro totalmente inimaginable. No pensé que pudiera existir semejante conexión entre dos personas. He buscado este amor por tanto tiempo, he dudado que pudiera existir y pude encontrarlo en un aeropuerto. Y, mientras sea un amor correspondido y sano como este, lo daré todo.

—Me estás citando de nuevo —dice, mientras me agarra del cuello.

Nuestras frentes y las puntas de nuestra nariz se tocan. Siento su perfume floral y avainillado. ¡Cómo puede oler una persona tan bien! La veo morderse el labio. Me encanta cómo lo hace. Aprieto su cuerpo contra el mío y nos besamos. Acaricio sus cabellos, su cintura, su espalda...

—Mira.

Athena se separa un poco y señala hacia el este. La noche empieza a ceder en su eterna batalla contra el sol. La claridad transforma la oscuridad y los primeros rayos del sol se asoman iluminando las cumbres de las torres más altas del centro de Los Ángeles, extendiéndose al resto de las casas y edificios de toda el área metropolitana y sus afueras. Es mágico. Como este amor. Como esta mujer.

—Cántame algo —le pido.

I found what real love is tonight,

Between your arms, you gave me wings to flight,

From cold to hot, from dark to light,

Your kisses, your words, made better my life

🎸📖💜

¡Qué bonitos son!

Me encanta la hermosa pareja que hacen Athena y Rick. Sus juegos, sus bromas y su tierno amor.

Es que la serendipia es así: encuentras algo que no esperabas, ni buscabas, pero una vez llega... ¡no puedes dejarlo marchar!

¡Nos leemos en el siguiente capi!

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