—Hola, Frankie.— saludó Simona antes de restregarse en el pecho de Omelette, que respondió lamiéndole la frente.

"¡Malditaaaaaaa!" pensó Adriana, sintiendo que se le erizaba la cola y se le agachaban las orejas hacia atrás.

Al parecer al atigrado tampoco le agradó mucho, porque soltó un bufido tan fuerte que la asustó.

—Queguida Simona, ¿quién es tu amigo?— preguntó con descaro señalando al desconocido.

—Mi amigo se llama Richard.— respondió acercándose a él antes de lamerle la cara —Lo conocí en la colonia de al lado, llegó hace poco.

—¿Y no tendgá una amiga paga mi?

—Yo puedo ser amiga de los tres.— aseguró Simona traviesa, acercándose a Frankie.

Adriana ni siquiera se dio cuenta de cómo, pero de un salto se había interpuesto entre Simona y su gato. Sentía como sus cuerdas vocales vibraban generando una especie de gruñido, y su cola se movía en alto.

—¡Ay, chica, pero qué poca clase!— farfulló la pequeña gata —¡Mira que ponerte así por un juego!

—Pues con Frankie no juegas así.— siseó furiosa —¿Te quedó claro? Mira que soy más grande que tú y...

—Pero no eres más grande que yo.— interrumpió Richard, plantándose junto a su "amiga".

—¡Alé, alé!— se interpuso Omelette —¡Es una boda, debemos festejag, no peleagnos! ¡Vámonos!

—¿Con quién te quedas, Frankie?— preguntó la gata amarilla —¿Conmigo, que soy una gata de tan buena casa, o con... esta?

—Debes estar bromeando.— bufó Frankie, deteniendo a su dueña que estaba a punto de lanzarse sobra Simona —No la cambiaría por nadie. Mucho menos por ti, que quién sabe por cuantos "amigos" me habrás estado cambiando.

La gata soltó una risita, antes de darse la vuelta y enseñarles su esponjada cola levantada frente a sus caras. Alejándose en un pasito rimbombante, escoltada por los otros dos gatos.