Adriana nunca había visto un gato tan asustado como el que tenía enfrente. Era blanco y esponjado, con las orejas negras y unos ojos verdes que la miraban con una aprehensión total.

—¿Qué dices?— fingió desentenderse después de unos segundos —¿A quién llamas Carlos, morra?

Adriana se rió —Tienes la voz de Carlos y me llamas morra. ¿Eres el gato de Carlos?

El gato blanco volvió a poner cara de pánico.

—¿A... Adriana?

—"Miau"— pronunció antes de volver a reír.

—¿Qué haces? ¿Cómo? ¡Por Dios! ¿Porqué eres una gata al mismo tiempo que yo?— preguntó atropelladamente el gato.

—¿Eres una gata? ¡Qué moderno!

Carlos bufó.

—Chistosa... Bueno alguien podría oírnos, ¿vamos afuera?— Hizo ademán de que la siguiera con sus patas delanteras.

—¡No! ¡Frankie!— exclamó Adriana —Debe estar todo histérico al no verme. Debo buscarlo antes.

—¿Y qué se supone que le vas a decir?—se burló al seguirla —¿Que uno de tus amigos también está colado en la fiesta?

—Pues podría ser.— respondió, buscándolo.

Carlos pensó que era una suerte que Frankie no era un típico gato rayado gris, de esos que ves todos los días en los anuncios de gatos perdidos y jamás sabrías si el que encontraste es el correcto.

También pensó otra cosa, una cosa de gran importancia...

—¿Tu gato es celoso?

—Nah. Es un convenenciero y te lo ganarás pronto con comida.

Los bigotes de Carlos se erizaron.

Adriana se detuvo un momento al darse cuenta de lo que acababa de decir.

—O sea... Si algún día quieres ir a la casa— balbuceó —. No es que tengas que ir si no quieres. Nosotros no somos cercanos ni nada... ¡Ahí está!

—Tsk... ¿Sales corriendo siempre de esa manera? Si el animal es este.— se burló Gasputín al verlos acercarse.

—Con el gato feo— recalcó Adriana

—¿Porqué le dices "gato feo" a mi gato?

—¡¿TU GATO?!