---𝐸𝓁 𝓇𝑒𝑔𝓇𝑒𝓈𝑜 𝒹𝑒 𝓌𝒶𝓁𝓀𝑒𝓇
Estaba sentada en mi cama, con la cabeza perdida entre las páginas de A todos los chicos de los que me enamoré. Leer siempre había sido mi refugio, mi pequeño rincón feliz. Me gustaba imaginarme dentro de esas historias, soñando con que, algún día, algo similar me pasara en la vida real. Amor, emociones, giros inesperados... pero mi vida, comparada con las novelas, parecía demasiado predecible.
Unos golpes en la puerta interrumpieron mi fantasía.
—¡Rosetta! Mamá dice que bajes a comer —gritó mi hermano Ares desde el pasillo.
Suspiré, cerrando el libro con cuidado. Me levanté de la cama y caminé hacia la sala, donde la familiar escena de todos los días me esperaba: Ares ya sentado en la mesa, mi madre, la señora Cleo, sirviendo la comida, y Celeste, mi media hermana, ayudándola.
Me senté en mi lugar, esperando mi plato. Mamá nos sirvió a los tres con una sonrisa amable, y justo cuando iba a tomar mi primer bocado, alguien tocó la puerta.
—Yo abro —dije mientras me levantaba, algo aliviada de retrasar un poco la cena.
Cuando abrí la puerta, me congelé. Ahí estaba él. Walker Scobell, con su sonrisa radiante, su cabello rubio desordenado y esos ojos azules que siempre me hacían sentir que el mundo giraba más rápido de lo normal.
—Rosi, tanto tiempo sin verte —dijo con una calidez que me desarmó por completo.
Antes de que pudiera reaccionar, Walker me envolvió en un abrazo fuerte. Sentí mi corazón acelerar de golpe mientras trataba de mantener la compostura.
—Walk —respondí con el apodo que siempre le había puesto, tratando de ocultar mi ataque de emociones internas.
—¿Quién es? —preguntó mi madre desde la cocina.
—Es Walker —grité sin apartar la mirada de él.
Lo invité a pasar, y Walker entró a la sala con la misma energía contagiosa de siempre. Cuando Ares lo vio, sus ojos se iluminaron.
—¡Walker! —gritó emocionado, levantándose para saludarlo con un choque de manos.
Y luego, sucedió lo inevitable. Celeste apareció desde la cocina, con su habitual aura de tranquilidad. Su rostro se iluminó al verlo.
—Walker —susurró con una mezcla de sorpresa y emoción mientras lo abrazaba con fuerza.
Él le devolvió el abrazo sin dudarlo, sonriendo como si el mundo se hubiera detenido solo para ellos.
Yo me quedé ahí, inmóvil, observando la escena. Sentí un nudo en el pecho, como si el aire se hubiera vuelto demasiado pesado. Mi corazón, que hace un momento latía tan rápido por la emoción de verlo, ahora parecía romperse en mil pedazos.
—Rosetta, ¿estás bien? —preguntó mi madre desde la cocina, al notar mi silencio.
—Sí... estoy bien —respondí con voz temblorosa, obligándome a apartar la mirada.
Mientras ellos reían y se ponían al día, yo volví a mi asiento. Intenté concentrarme en la comida, pero el dolor sordo en mi pecho no me dejaba tranquila. Ese era Walker, mi Walker... y, al mismo tiempo, nunca lo había sido realmente.
Después de esa escena inicial, puedes profundizar en los sentimientos de Rosetta y las interacciones entre los personajes para aumentar la tensión emocional y avanzar en la historia. Aquí hay una posible continuación:
Mientras ellos hablaban, sus risas llenaban la sala, y aunque trataba de ignorarlas, cada carcajada me recordaba que había una distancia invisible entre Walker y yo. Terminé de comer en silencio, mi mente revoloteando entre lo que quería decirle y lo que nunca podría atreverme a confesar.
—Rosetta, ¿qué pasa? Estás muy callada —preguntó Walker de repente, mirándome con esa expresión de preocupación que siempre me hacía sentir que aún le importaba.
Le sonreí débilmente, intentando que no notara nada. —Nada, estoy cansada.
Él asintió, aunque sus ojos parecían intentar leerme.
—Por cierto, Cleo —dijo Walker, girándose hacia mi mamá—, ¿le molesta si me quedo un rato? Hace tiempo que no hablo bien con Rosi y... bueno, también con Celeste.
—Claro que no, cariño, eres como parte de la familia —respondió mamá, dándole una sonrisa cálida.
Y así, lo inevitable sucedió. Después de la cena, nos sentamos en la sala, y Walker, siendo Walker, comenzó a contar historias de sus aventuras durante el rodaje de Percy Jackson. Celeste escuchaba con atención, sus ojos brillando con cada palabra. Yo, en cambio, sentía que el sofá se hundía debajo de mí con cada mirada que él le lanzaba.
—Rosi, ¿te acuerdas cuando solíamos hablar de que algún día filmaría algo así? —me preguntó de repente, dirigiéndome una sonrisa.
Asentí, esforzándome por sonar casual. —Claro, y siempre lo supe, Walk. Sabía que lo lograrías.
—Es gracias a ti, sabes. Siempre me animaste... —dijo con sinceridad, pero antes de que pudiera continuar, Celeste intervino con una pregunta sobre su vida en el set.
La conversación giró de nuevo hacia ella, y yo me sentí, una vez más, como una espectadora en mi propia historia.
Finalmente, cuando la noche avanzó, Walker pidió hablar conmigo a solas.
—Rosi, ¿puedo pedirte un favor? —dijo mientras caminábamos hacia el porche.
Ahí estaba. El momento que había temido desde que lo vi en la puerta.
—Claro, Walk. Lo que necesites —respondí, aunque mi voz tembló un poco.
—Es sobre Celeste. Creo que... creo que me gusta. Mucho. Pero no sé cómo acercarme a ella. Tú la conoces mejor que nadie. ¿Puedes ayudarme?
Sentí como si el aire desapareciera a mi alrededor, pero me obligué a mantener una sonrisa. No quería que él viera el caos en mi interior.
—Claro, Walker. Te ayudaré.
Y ahí estaba. Otra vez poniéndome a un lado por él, como siempre.
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Estaba sentada en el suelo de mi habitación, rodeada por una mezcla de recuerdos que parecían pesar más que el aire mismo. Frente a mí, una caja vieja de madera, desgastada por los años, me miraba como si supiera todos mis secretos. Era un regalo de mi padre, quien siempre me decía que los recuerdos más valiosos debían guardarse con cuidado.
Abrí la tapa con suavidad, dejando que el aroma a papel antiguo y tinta me envolviera. Dentro había cartas. Muchas cartas. Todas escritas por mí, todas dirigidas a chicos que alguna vez hicieron latir mi corazón de una forma especial. Algunas eran solo frases sueltas, otras confesiones completas que nunca me atreví a decir.
Mi mano se detuvo en una carta azul. La reconocí al instante. Había pasado tanto tiempo, pero ese recuerdo seguía fresco en mi mente, como si hubiera ocurrido ayer. Era el Día de San Valentín en la escuela, y esa carta azul era para Walker.
Sonreí con amargura mientras mis dedos trazaban las letras cuidadosamente escritas en el sobre. Recordé cómo había pasado toda la noche anterior escribiéndola, esforzándome por encontrar las palabras correctas. Quería que supiera cuánto significaba para mí, cuánto me había hecho soñar con algo más que una simple amistad.
Ese día, con la carta en mi mano, busqué a Walker por todo el patio de la escuela. Finalmente lo encontré, pero... no estaba solo. Estaba con Celeste. Ella se reía, y él la miraba como si no existiera nada más en el mundo.
Sentí cómo mi corazón se encogía. En ese momento, mi confianza se derrumbó. ¿Cómo podía competir con alguien como ella? Celeste siempre había sido deslumbrante, incluso sin intentarlo. Guardé la carta en mi mochila y jamás se la di.
Suspiré mientras volvía al presente, sosteniendo esa carta azul entre mis dedos. En la caja había al menos seis cartas más para Walker. Cada una escrita en momentos diferentes, cada una con palabras que nunca tuvieron el valor de salir de mis labios.
Me pregunté cómo habría cambiado nuestra relación si se las hubiera dado. ¿Me habría rechazado? ¿Habríamos dejado de ser amigos? ¿O habría encontrado una forma de no romperme el corazón, como siempre hacía con su dulzura?
Antes de poder responderme, escuché un golpe suave en la puerta de mi habitación.
—¿Puedo pasar? —La voz de Walker atravesó la puerta.
Mi corazón dio un salto. ¿Qué hacía él aquí? Me apresuré a guardar la carta azul en la caja, cerrándola con torpeza.
—Sí, pasa —dije, intentando sonar casual mientras deslizaba la caja debajo de mi cama.
Walker entró con su sonrisa habitual, esa que siempre hacía que el mundo se sintiera un poco más brillante, aunque también me doliera más últimamente.
—Rosi, quería hablar contigo de algo.
Me crucé de brazos, tratando de mantenerme firme. —¿Sobre Celeste?
Su sonrisa se desvaneció un poco. —Sí, pero... también sobre ti.
Lo miré, confundida. Walker nunca había sido alguien que dudara al hablar, pero esta vez parecía buscar las palabras con cuidado.
—Quiero agradecerte por estar siempre ahí para mí —dijo finalmente, mirándome con una sinceridad que me desarmó—. No sé qué haría sin ti.
Sentí un nudo en la garganta. Quería gritarle que yo tampoco sabía qué haría sin él, pero no porque fuera mi amigo, sino porque era todo lo que había deseado y más.
En cambio, solo asentí. —Siempre estaré aquí para ti, Walk.
Él sonrió, pero algo en sus ojos me decía que había más que quería decir. O tal vez solo era mi imaginación, queriendo ver algo que nunca estaría ahí.
———— el primer,capítulo
——————voy diciendo que no estoy pagando terapia si es que yo y salgo viva después de aveces terminar capítulo de esta historia
——————no sabía por qué se me vino esta gran idea de poner algo sentimental 😭
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