C9. Caliente tormenta de nieve.
—Me disculpas pero los libros siempre serán mejores que las películas.—se mofa entornando sus ojos. Me rio.
—¡Estás loca!—respondo de inmediato.—Que flojera leer todo y después ir a ver la películas cuando ya sabes que pasará...
—¡Joel Pimentel!—se queja.—Ese es el chiste de verlas. Además...dirás lo que quieras pero siempre que algún director de cine reconocido o no hace una adaptación cinematográfica nunca le es fiel al libro.—agrega enarcando una ceja.
—Aja...
—¿Ves como si es mejor el libro que la película?—pregunta como si fuese lo más obvio.
—No. ¿Ves tú como a los directores también les da flojera leer todo eso...?—me burlo y ella entorna sus ojos. Me rio de nueva cuenta y le tiendo mi mano.—Ven aquí.—le digo y ella la toma de inmediato.—Ven conmigo a casa...
—¿A tu casa?—cuestiona.
—No, tonta.—respondo de inmediato.—A tu casa.
—Me gusta estar aquí.—murmura.
—Fer...entiendo a la perfección lo que esta cabaña significa para ti, entiendo que te gusta mucho pasar tiempo aquí pero no es lo mismo pasar el día entero aquí que pasar la noche entera y sola...—le explico.—No quiero controlarte...simplemente me quedaré más tranquilo si sé que estarás en tu casa...
—Estaré sola de todos modos.—me recuerda.
—Sí, pero si necesitas algo al menos estarás donde todas las personas están. No aislada en una cabaña con un bosque en medio...—sus ojos me irán un momento, me ofrece una pequeña sonrisa y asiente lentamente.
—De acuerdo.—acepta finalmente.
—Además...el frio está aumentando...esta mañana cuando mamá encendió la radio dijeron que se avecinaba una tormenta de nieve para esta noche y no es por presionar pero estamos justo por la noche...
—No seas exagerado, apenas está comenzando a oscurecer.—se burla.—Eres un abuelito, Joel.
—¡Oye!—exclamo entornando mis ojos y ella se echa a reír de inmediato antes de dejar un beso sobre mis labios.—¿Vámonos a casa, si?
—Si.—asiente ella.
—¿Te ayudo con tu mochila?—cuestiono y niega de inmediato.
—Solo llevaré mi cartera, mi teléfono y mis llaves.—responde encogiéndose de hombros.—De todos modos prefiero dejar todo esto aquí.
—De acuerdo.—respondo en acuerdo.
Me pongo de pie y cuando ella tiene todo en la mano comenzamos a caminar a la puerta pero cuando la abrimos también nos damos que es demasiado tarde. La tormenta ha comenzado. Fernanda inspira profundamente y niega un poco.—Ay no.
—¿Qué pasa?
—Bienvenido a la tormenta de nieve, California.—murmura volviendo a cerrar la puerta.—Tendremos que esperar a que pase...
—¿Qué?
—Algo bueno de Jasper, las tormentas por aquí no duran mucho...pero eso sí, tendremos que caminar en la nieve de regreso a casa.—anuncia encogiéndose de hombros.
—¿Qué?—repito.—¿Estamos atrapados en verdad?—cuestiono.
—No. De broma.—replica y luego se ríe.—Si, Joel. Estamos atrapados aquí.—inquiere lentamente.—¿Quieres un poco de café y galletas de mantequilla?
—¿Y lo dices así de tranquila?—pregunto con preocupación. Fernanda se echa a reír de inmediato.
—No es tan malo.—murmura restándole importancia.—Estás preocupado porque nunca has estado en una pero cuando uno vive en Jasper se acostumbra a estas cosas. De todos modos no te preocupes, las tormentas aquí no duran demasiado así que estaremos bien.—hace una pausa.—¿quieres café sí o no?
—Si.—responde sentándome sobre la alfombra de nueva cuenta.—¿Enciendo la fogata de nueva cuenta...?
—Si es que la nieve te lo permite. Si.—anuncia.
Cuatro horas minutos después nos encontramos los dos sentados sobre la alfombra y un par de mantas de franela cubre nuestros cuerpos. Fernanda permanece en silencio un largo momento pero sé que está despierta porque todavía está sosteniendo su taza de café –la segunda-. Dejo mi propia taza con cuidado y ella se aparta un poco para mirarme.—¿Qué pasa...?
—¿Tienes sueño?—cuestiona divertida.
—Bueno...dijiste que las tormentas no duran demasiado y no es presionar pero han pasado cuatro horas, casi cinco.—respondo y ella se ríe.
—Duerme.
—¿Qué?
—Vamos, yo te cuido, nenita.—murmura. Me rio en voz baja y niego.
—No seas ridícula.—me rio y ella se une a mi risa.
—¿Te puedo hacer una pregunta...?—cuestiona lentamente.
—Ya me estás haciendo una.—respondo.
—Además de esta, quiero decir.—susurra encogiéndose de hombros.
—Si.—decido y ella se incorpora, se gira en su lugar y me observa fijamente al ojos.—¿Por qué tu familia y tú decidieron venir a vivir a Jasper? Quiero decir, la vida en esta parte de Canadá es sumamente tranquila y estoy completamente segura que no se compara en nada con la vida que tenías en California...
—Totalmente.—murmuro de inmediato.
—¿Entonces...?—cuestiona.—Es que no lo entiendo.
Inspiro profundamente llenando de aire mis pulmones y luego dejo salir el aire lentamente. Jugueteo con su mano y niego un poco.—Cuando mi abuelo murió a las pocas semanas un abogado llegó a casa.—comienzo.—Vino para decirle a mi padre que el abuelo en su testamento antes de morir había dejado una clausula...la cláusula decía que para que él pudiese ser acreedor a su fortuna tenía que pasar una temporada de ocho meses en su casa en Jasper...con toda la familia incluida. Al principio mamá se negó en venir, significaba renunciar a una vida hecha en California pero al final de cuentas papá terminó convenciéndola.—hago una pausa.—Israel estaba emocionado con la idea de ir a vivir a una ciudad nueva y cuando se enteró que Alberta era una ciudad alpina justo en medio de montañas su emoción creció pero la mía se esfumó por completo...
—Porque tenías una vida hecha en California...—adivina.
—Pues sí. Básicamente si fue por eso.—admito encogiéndome de hombros.—Pero no soy bueno con los cambios, Fer. ¿Sabes? Nunca he sido bueno con los cambios, no termino de adaptarme jamás...
—¿Por eso eras así de amargado...?—me rio y luego niego.
—No, no era por eso.—admito en voz baja.
—¿Entonces por qué...?
—Hace un tiempo tuve una novia, su nombre es Macarena...—asiente lentamente.—La amaba como no tienes ni idea...no te ofendas pero era igual que tú, es decir...creía que la vida era color de rosa y todo lo demás, hasta que pasó lo inevitable...
—¿Qué pasó?
—Maca murió en un accidente de auto.—inquiero en voz baja.—Cuando me enteré de su muerte no tienes ni idea de la manera en la que me sentí y entonces comprendí que la jodida vida no era color de rosa y que nada de lo que uno planea sale al final de cuentas, por eso me molesta que las personas crean que todo es lindo y que tienen el poder de cambiar el curso de la vida cuando es obvio que no y no suena más que a un jodido cuento fantasioso...
—Entiendo.—murmura.
—No es contra ti, Fer.—le digo dejando un beso sobre su mano.—No tiene nada que ver contigo...es solo que...
—No tienes que explicarme nada más, Joel.—musita lentamente sin dejar de mirarme a los ojos.—No necesito que me des explicaciones, era solo una pregunta.
—Traté de alejarme de ti.—admito en voz baja.—traté de hacerlo de todas las maneras posibles pero entre más quería tenerte lejos tú más encontrabas la manera de permanecer más cerca...
—No lo hacía a propósito...—susurra.
—Lo sé. El hecho de que fueses amiga de mi hermano te ponía en mi radar todo el tiempo.—hace una pausa.—Supongo que él es el culpable de que terminaras colándote en mi cabeza, siempre con su insistencia y todo lo demás...—Fernanda se echa a reír y niega lentamente.
—En el fondo te gustaba, admítelo.—se burla. Me inclino un poco y dejo un beso sobre sus labios.
—Bienvenida a mi mundo, Jasper...
Abro los ojos de golpe. Un dolor en la espalda me da la bienvenida y un pequeño gemido escapa de mis labios automáticamente. Me remuevo incómoda y cuando lo hago soy consciente del lugar en el que estoy y de quien está acompañándome. Llevo mis ojos hasta Joel que permanece profundamente dormido a mi lado y una pequeña sonrisa se forma en mis labios.
Paso mi dedo índice por su mandíbula y él jadea entre sueños pero no se mueve ni un solo centímetro. Aparto mi mano lentamente y la coloco encima de la suya justo encima de mi estómago. Inspiro con fuerza y me quedo en silencio contemplando el techo de la cabaña sin terminarme de creer una vez más que todo esto está pasando.
La idea de permanecer junto a Joel me parece tan poco creíble que unas incontrolables ganas de llorar se apoderan de mi cuerpo porque si bien no me lo creo, también es completamente lindo.
Cierro mis ojos un segundo tratando de que mi corazón emocionado se controle un poco y dejo salir el aire de mis pulmones de manera lenta tratando de volver a conciliar el sueño pero entre el frío del ambiente por la tormenta de nieve que sigue azotando la ciudad –ahora de manera leve- y la calidez que emana el cuerpo de Joel a mi lado es imposible.
Me remuevo lentamente y suspiro escapa de los labios de Joel haciendo que me quede quieta finalmente.—¿Problemas para dormir?—cuestiona en un hilo de voz.
—Algo así.—admito y él se incorpora lentamente. De inmediato experimento la sensación de pérdida de calor pero cuando abre sus brazos indicándome silenciosamente que me acerque a él y lo hago, la sonrisa que aparece en mis labios una vez más se vuelve permanente.
—Se me está congelando el trasero.—se queja y los dos nos reímos después.—dios, en serio no veo la manera en la que podías haber decidido quedarte a pasar el fin de semana completo aquí...
—Cuestiones de chica Albertina que no comprenderías, California.—bromeo.
—¿Algún día dejarás de llamarme California?—cuestiona con voz ronca y me echo a reír de inmediato.
—¿La verdad...?—murmura.
—Sí.
—No.
(...)
—Buenos días, señoritos.—saluda Israel en cuanto abro Joel abre la puerta de su casa.
—No jodas.—le espeta Joel caminando delante de él e ignorando su saludo. Me rio en voz baja y niego lentamente.
—Buenos días para ti también.—murmuro dejando un beso sobre su mejilla.
—¿Estuvo caliente la tormenta de nieve?—pregunta moviendo sus cejas de manera divertida. Siento mis mejillas arder de vergüenza y niego lentamente.
—Oh, en serio eres desagradable cuando quieres.—bromeo y él deja salir una carcajada de su garganta.
—¿Somos cuñados oficialmente?—cuestiona de nueva cuenta.
—No realmente.—murmuro encogiéndome de hombros.—Vamos, Israel...no seas metiche.—me quejo y los dos nos reímos.
—Llegaron justo a tiempo para el desayuno...—canturrea la madre de Joel desde el fondo de la habitación. Me quedo de pie junto a Israel y él se echa a reír completamente divertido señalándome con su mano derecha el camino al interior de la casa. Entonces me doy cuenta que esta es la primera vez que estoy dentro de La Casona y que no es tan tenebrosa ni parece tan embrujada como todos en Jasper creen.
De hecho es una casa bastante amplia, luminosa y pulcramente limpia.—Tu novio es un grosero.—me espeta Israel cruzando sus brazos por encima de su pecho.
—¡Te escuché pedazo de idiota!—replica Joel y los dos nos reímos.—Deja de jugar, hermanito.—agrega el pelinegro entornando sus ojos.—Ven acá...—musita encaminándose a mí para tomar mi mano y conducirme a lo que creo que será el comedor.
—¡Eres tan tierno, Joey!—se mofa caminando detrás de nosotros.
—Cierra el pico.—le ordena.
—Bienvenida a nuestra tierna y funcional familia, Fernanda Lerner...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top