C8. Déjà vu.


Ha pasado un mes completo desde la última vez que hablé con Fernanda. Desde entonces me he dedicado fervientemente a pasar tiempo a solas  -ignorando olímpicamente los comentarios de Israel- pero lo cierto es que no puedo sacármela de la cabeza.

Camino con pasos apresurados hasta la puerta de mi casa sin mirar atrás porque sé que si lo hago el recuerdo de ese beso son Fernanda volverá a hacerse presente y  cuando eso pasa todavía puedo sentir la sensación de los labios de Fernanda sobre los míos y todavía soy consciente de la manera en la que me hizo sentir. Pero esa no es la parte mala.

La parta mala es que después de todo, yo deseaba ese beso.

Deseaba besarla y lo he deseado desde el momento en el que la vi hablando con Israel el primer día en el que llegamos a Jasper.

No eres bueno para ella, Joel. Recuérdalo siempre. No eres bueno ni para Fernanda ni para nadie más.

—¿Y porque tengo la impresión de que es como si estuvieses huyendo?—cuestiona la voz de mi hermano detrás de mí. Me giro de inmediato para encontrarlo mirándome fijamente con una sonrisa burlona en los labios.

Enarca una de sus cejas y niego lentamente.—No digas estupideces.

—No son estupideces.—replica de inmediato.—¿Qué fue lo que pasó entre Fer y tú, eh?—pregunta finalmente.

No lo miro. Comienzo con mi camino hasta que escucho sus pasos detrás de mí.—¿Puedes parar de seguirme?—me quejo.

—Te hice una pregunta.

—Yo también te hice una pregunta.—replico de inmediato.—No te metas en mis asuntos, Israel.

—Me meto porque es obvio que algo pasó entre Fernanda y tú.—responde de inmediato.—No sé que le hiciste pero ella no luce como la Fernanda normal…

—¿Y por qué mierda crees que yo le hice algo?—cuestiono sin dejar de mirarlo con firmeza.

—Porque te conozco a ti y sé que todo lo que tocas destruyes, por eso.—me espeta y de repente siento como si me hubiese lanzando un balde de agua helada encima.

—¡Y a ti que mierda te importa!—le grito pero él ni se inmuta.

—Y cuando estás con Fernanda no eres el mismo Joel detestable de siempre.—agrega y me quedo en silencio.—Quieras admitirlo o no, esa chica saca una versión buena y mejorada de ti…no lo dejes pasar, Joel…

—No me interesa tener esta charla contigo, Israel. Son charlas de ñoños que creen en el amor, eso es todo.—le espeto con tono mordaz pero una amplia sonrisa se forma en sus labios.

—No te has dado cuenta pero ella te hace ser mejor.—murmura.—Deberías de verte cuando hablas con ella. Deberías de verte cuando le sonríes. Deberías de verlos a ambos.

—Eres un entrometido.—decido finalmente antes de comenzar a caminar en dirección a las escaleras, lejos de él.

—Bien…pero si te decides, ella estará en la cabaña. Sus padres saldrán de viaje este fin de semana y decidió pasar el fin de semana completo allá.—hace una pausa.—Bastante loco si me lo preguntas pero Fer es así…—se ríe.—De nada por el dato.

—No te lo pedí.

(…)

Dejo salir el aire de mis pulmones, me ajusto más el gorro de lana negra y meto mis manos en los bolsillos de mi abrigo antes de golpear suavemente la puerta de madera que tengo delante de mí.

Espero pacientemente hasta que se abre finalmente. Los ojos confundidos de Fernanda me observan fijamente por un par de minutos y niega finalmente.

—Escucha…—le pido colocando mi pie delante para que no pueda cerrarla.

—¿Qué quieres, Joel?—cuestiona con simpleza.

—¿Podemos hablar…?—pregunto en voz baja.

—Esto es un déjà vu.—murmura para sí misma pero todavía puedo escucharla.—Joel…

—Por favor…

Fernanda deja escapar un largo suspiro y después se hace a un lado para dejarme entrar. De inmediato la calidez que emana la chimenea me da la bienvenida. La escucho cerrar las puertas detrás de sí y luego camino detrás de mí hasta que toma asiento frente a la chimenea con las piernas cruzadas.

—¿Puedo…?—cuestiono señalando el suelo a su lado. Asiente de inmediato y me siento junto a ella en completo silencio. Contemplo fijamente las llamas del fuego que danzan al mismo tiempo.—Lo lamento.

—¿Por el beso?—pregunta.

—No.—susurro mirándola.—Lo siento por decir que lo sentía.—respondo pero ella no dice nada.—No lo sentía en realidad…

—¿A que estás jugando, Joel?—quiere saber y entonces me doy cuenta que no existen palabras para decirle lo que realmente me está pasando sin mentirle. Sin hacer justamente lo que no quiero hacer.

—No estoy jugando a nada.

—Por favor no me mientas…—pide en un hilo de voz.—Sé que dijiste que no me enamorara de ti y te dije que no lo haría pero tu actitud me confunde.—hace una pausa.—Primero me dices eso y después me besas y no obstante con eso todavía me dices que lo sientes, que jamás debió haber pasado y te desapareces un mes completo…

—Fer…

—¿Y sabes que es lo peor?—me espeta completamente furiosa de repente.—Lo peor de todo es que te desapareciste estando ahí.

—Fer…

—¡Eres un idiota!—decide  y yo asiento.

—Creo que estoy enamorado de ti.—anuncio y automáticamente se queda en silencio. Sus ojos me miran fijamente con total sorpresa pero no dice ni hace absolutamente nada. Simplemente está ahí, observándome.

—¿Qué?

—No sé en que momento pasó pero no sales de mi estúpida cabeza un maldito momento y haberte dicho que no quería ese beso fue el peor error que cometí en mi jodida vida.—murmuro a toda prisa.—Tú lo dijiste una vez…yo soy como el invierno, soy frío y no muestro mis sentimientos porque simplemente no me gusta sentirme vulnerable…odio la idea de vivir en Jasper pero al mismo tiempo la adoro ¿y sabes por qué…?—niega.—porque aquí estás tú. Porque sé que si salgo de mi casa tú estarás ahí…y sí, soy un maldito hijo de puta que te dijo que no quería ese beso cuando lo quería. Lo quería con toda mi maldita alma…

—Joel…

—Y tú eres lo opuesto a mi.—prosigo.—Eres como la jodida primavera toda vibrante llena de colores y de belleza. Tienes esa calidez que te caracteriza y que yo quiero…y que ni siquiera sabía que la quería.—dejo escapar un largo suspiro.—Y no sé como diablos pasó pero pasó…y si puedes perdonarme por ser un condenado imbécil juro que no volveré a decir que no quiero un beso tuyo porque si, los voy a querer todos y cada uno de ellos…

Los ojos de Fernanda todavía están mirándome con fijeza, deja escapar un suspiro y justo cuando creo que se irá se inclina hacia mí y junta nuestros labios en un largo beso que me hace delirar. Siento mi cuerpo relajarse bajo su toque pero no me muevo ni un solo centímetro de su cuerpo. La coloco encima de mi regazo y ella pasa sus brazos por detrás de mí cuello para profundizar nuestro beso.

—Si en este momento se te ocurre decirme que lo lamentas por haberme besado y que fue un error, te prometo que te haré rodar desde lo alto de la montaña. ¿Entiendes?—me dice cuando se separa de mis labios. Me rio en voz baja juntando nuestras frentes y ella deja escapar un pequeño suspiro.—Eres un tonto.

—Lo sé.—admito.

—Pero eres mi tonto y me gustas así.—agrega. Le sonrío antes de volver a besarla. Paso mis brazos por su cintura y apoyo mi barbilla en su hombro pero a ella parece no incomodarle en absoluto.—Dios, Joel…

—Esto se siente tan bien…—susurro y ella se ríe.

—¿Qué yo esté encima de ti…?—pregunta divertida.

—No.—respondo de inmediato.—Bueno, sí. También—los dos nos reímos.—Pero justo ahora hablaba de esto. De decir las cosas que sientes, es como si me hubiese quitado un enorme peso de encima…

—¿Cómo supiste que estaba aquí…?—cuestiona apartándose un poco para poder mirarme a los ojos. Aparto la mirada un momento recordando la promesa que le hice a mi hermano y niego lentamente.—Fue Israel ¿cierto…?

—No.—respondo inocentemente y ella se ríe.

—¡Claro que fue él!—exclama. Me rio de nueva cuenta y me estremezco cuando su fría mano recorre mi mandíbula lentamente.

—Si alguien me hubiese dicho que alguna vez iba a estar así…compartiendo un momento como esté con la loca del centro comercial definitivamente no les hubiese creído y me hubiese reído mucho.—anuncio y una risita se escapa de sus labios.

—Tampoco lo hubiese pensado.—acepta.—Aunque…supongo que era cuestión de tiempo para que cayeras en mi encantos.—bromea guiñándome un ojo.

—Todavía soy un idiota ¿sabes?—cuestiono. Los ojos de Fernanda me miran de nueva cuenta.

—¿Por qué dices eso…?

—Bueno…que acepte que me gustes realmente no significa que me haya convertido en la persona más feliz y alegre del mundo…todavía soy el idiota amargado que le jode la vida a su hermano y al que no le gusta hacer amigos…—ella deja escapar un largo suspiro.—Pero un idiota amargado que cree estar enamorado de su vecina…

Ella me sonríe y me besa de nuevo.—Supongo que puedo lidiar con eso.—se mofa guiñándome un ojo de manera divertida.

—¿Por qué decidiste quedarte aquí en la cabaña y no en la comodidad de tu casa…?—le pregunto y ella deja escapar el aire de sus pulmones.

—Me gusta más estar aquí.—admite encogiéndose de hombros antes de volver a su antigua posición. Apoya su cabeza en mi hombro y dejo un beso sobre su cabeza enterrando mi nariz en su cabello.—Así puedo estar más en contacto con la naturaleza cuando se me antoje…

—Supongo.—admito.

—Además…si quiero volver a casa solo tengo que caminar un poco y listo. —Hace una pausa.—¿Te puedo hacer una pregunta…?

—Sí. Todas las que quieras.

—¿Por qué dijiste que no eras bueno para mí el otro día en la pizzería…?—pregunta. Dejo salir el aire de mis pulmones y niego lentamente.

—Quería mantenerte lejos de mi.—inquiero sincero.—Al menos en ese sentido. Quería que te quedases lejos porque no quería lastimarte.

—No ibas a lastimarme.—responde de inmediato.

—Todavía tengo miedo de hacerlo, Fer.—susurro sincero.—Tengo miedo de hacer algo que te llegue a lastimar, algo que acabe con tu felicidad y la verdad es que no me gustaría saber que soy el responsable de eso…

—Joel…

—Pero aun así quiero tomar el riesgo.—decido y ella entrelaza su mano con la mía. Anclo mis ojos en la fogata de nueva cuenta y  ella se rìe.—¿Qué pasa…?

—¿Sabes? Cuando era pequeña mi abuela solía contarme una historia donde el inverno y la primavera que eran opuestos se enamoraban…pero no podían estar juntos sin embargo siempre en días de primavera el invierno se las arreglaba para aparecer y en días de verano, la primavera iba a visitarlo…—hace una pausa.—Me parecía algo bastante fantasioso pero al final de cuentas me gustaba…y quería algo así para mi…

—¿Algo así?—repito.

—Sí. ¿Y sabes que es lo mejor…?—me pregunta.

—¿Qué?

—Que ahora lo tengo.—inquiere apartándose un poco para mirarme a los ojos.—Y quiero tenerlo para siempre…

—¿No crees que para siempre es un muy largo tiempo…?—cuestiono y ella se echa a reír.

—No. Para siempre es perfecto.—responde. La beso de nueva cuenta y asiento.

—Suena tentador…


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