C7. Besos bonitos.
—Hola, abuela.—saludo en cuanto entro en la cabaña pero como era de esperarse el silencio sepulcral me da la bienvenida. Inspiro con fuerza y cerrando la puerta detrás de mi avanzo hasta la chimenea para encenderla.
El aire helado de Jasper se filtra por las paredes de madera de la habitación y me hace estremecer. Pasados diez minutos me encuentro a mí misma sentada frente al fuego con las piernas cruzadas admirando la manera en la que las llaman bailan frente a mí.
…
—¿Te puedo dar un consejo? No te enamores de mí.
—¿Yo? Puf, ni siquiera tienes que decírmelo porque de todos no pensaba hacerlo, Joel. Tengo bien en claro mis sentimiento y la verdad es que no siento nada por ti. Sé de sobra que solo somos amigos así que por eso no te preocupes.
—Perfecto. Porque yo no soy bueno para ti. Como amigos funcionamos bien pero no podría ofrecerte nada más.
…
—¿Sabes? No te lo había contado pero creo que de todos modos ya lo sabes. Hace algunas pocas semanas llegaron unos nuevos inquilinos a La Casona. Hay dos chicos de mi edad…y son buenas personas, uno de ellos más que el otro, somos amigos y me gusta pasar tiempo con Israel pero Joel es…diferente.—hago una pausa.—Y no entiendo que es lo que me pasa pero cuando lo veo siento algo extraño… y lo voy a admitir: al principio lo veía como un reto personal, quería hacer que cambiase su forma de ser, quería que fuese más alegre, que sonriera…pero después comprendí que me gusta la manera en la que es…sé que si tuviese dos gramos de cerebro me debería de gustar Israel…es lindo, amable y divertido. Ve la vida en colores pero no es así…me gusta Joel y no sé que hacer. Él es invierno y yo soy primavera, abuela…—dejo escapar el aire de mis pulmones.—No tienes idea de cómo me gustaría que estuvieses conmigo en este momento, seguramente sabrías que hacer…
(…)
—Joel…—lo llamo pero él ni se inmuta y continúa con su camino ignorándome por completo.—Joel…—pruebo de nuevo.—¡Alto ahí, California!—demando en voz alta y finalmente se gira para mirarme.
—¿Qué quieres?
—¿Qué demonios te pasa?—cuestiono enarcando una ceja.
—No me pasa nada.
—¿Por qué estás ignorándome?
—No te estoy ignorando.—replica de inmediato.—Simplemente no tengo nada para hablar contigo. ¿Es muy difícil entender eso…?—replica entornando sus ojos.
—Joel…—comienzo pero él niega lentamente.
—No ahora, Fernanda. Por favor, no ahora.—murmura. Me quedo en silencio un largo momento antes de que él comience a avanzar lejos de mí una vez más. Dejo escapar el aire de mis pulmones, niego lentamente y sigo con mi camino.
El resto del día lo paso en silencio a pesar de que Jason e Israel no paran de hablar un solo segundo. Mi cabeza es un mar de pensamientos negativos que me hacen querer echarme a llorar el resto de la tarde hasta quedarme dormida pero me mantengo en silencio contemplando mis apuntes elaborados descuidadamente.
—¿O no, Fer?—cuestiona Jason trayendo de regreso a la realidad.
Lo miro un momento y pestañeo un par de veces tratando de entender de qué demonios está hablándome.—¿Qué?
—Estás en la luna, Fernanda Lerner.—musita Israel enarcando una de sus cejas.—¿Se puede saber qué es lo que pasa contigo…?—murmura.
—Eh…nada.—respondo.
—Claro que si.—se ríe.—No tienes toda esa emoción que te caracteriza a diario.—inquiere sin dejar de mirarme.—Anda, dime que es lo que te pasa. Tal vez podamos ayudarte…
Me quedo en silencio un momento y luego saco el aire de mis pulmones con fuerza.—Es Joel.
—Olvídalo, no podemos ayudarte.—decide y Jason se ríe.
—¿Ahora qué pasa con el dulce Joel?—cuestiona irónicamente. Lo contemplo un momento en total silencio y niego lentamente.
—No lo entiendo, eso es lo que pasa.—respondo.
Israel me contempla un largo momento, deja salir el aire de sus pulmones y niega lentamente.—Te dije que no era buena idea ser amiga de Joel.
—Israel…—comienzo.
—Sí, entiendo que eres de esas personas filantrópicas que cree que con una sonrisa puede solucionar el mundo y acabar con el mal genio de idiotas como mi hermano pero…las cosas no funcionan así.—me dice él.—Joel y tú no son compatibles, Fer…tener una amistad con él tarde o temprano iba a afectarte…
—Concuerdo con Pimentel…—decide Jason cruzando sus brazos por encima de su pecho.
Los miro a ambos con los ojos bien abiertos mientras a su vez ellos me miran a mí. Niego lentamente y dejo salir el aire de mis pulmones sin emitir sonido alguno.—Fer…
—¿Saben qué?—cuestiono poniéndome de pie.—No quiero hablar con ninguno de los dos.—decido antes de comenzar a caminar lejos de ambos. Los escucho llamarme en la distancia pero no les prestó atención alguna, mi intención es clara. Alejarme lo más lejos posible de ambos.
Camino con pasos cautelosos cuidando no toparme con nadie y si lo hago, procuro no decir demasiado y continuar con mi camino para poder llegar lo antes posible a casa. Me coloco la capucha de mi abrigo y meto mis manos en los bolsillos sin mirar a nadie en particular.
Y así es como llego a casa.
El silencio reina en el lugar. Dejo mi mochila sobre el sofá y camino a la cocina donde seguramente encontraré a mamá cocinando con una sonrisa en los labios como suele hacer a diario pero en su lugar solo encuentro la cocina vacía y una nota sobre la superficie de la barra.
Tenía una junta importante pero te dejé comida en el horno. No incendies la casa. Te ama, mamá.
Me rio por el claro mensaje de mi madre y camino hacia el horno para buscar la comida de la que me hablo. La examino un momento y lo enciendo para recalentarlo al mismo tiempo que el sonido del timbre de la puerta se hace presente. Dejo salir el aire de mis pulmones y camino con pasos lentos para atender.
Tiro del pomo de la puerta y mi corazón deja de latir un momento cuando veo a Joel de pie delante de mí. Sus ojos permanecen fijos en los míos y sus labios unidos en una línea recta.
—Perdón.—murmura finalmente.
—¿Qué?—susurro.
—Perdóname.—repite.—No debí haberte tratado así. No hay justificación, quiero decir.—agrega.—Se supone que somos amigos y de todos modos tú no tienes la culpa de mi mal genio ni de que haya amanecido de mal humor ¿entiendes?—asiento lentamente.—sé que solo querías ser amable conmigo pero a veces me cuesta un poco ser amable ¿sabes? No es que sea amable todo el tiempo con las personas, me gusta la manera en la que soy, de esa manera nadie puede lastimarme pero…
—Entiendo.—lo interrumpo y finalmente vuelve a quedarse en silencio.
—Lo siento, cuando estoy nervioso hablo mucho.—responde dejando salir el aire de sus pulmones con fuerza.Me rio en voz baja y él me mira fijamente sin mover su solo musculo facial.—¿De qué te ríes?—pregunta.
—¿Te diste cuenta de lo que dijiste…?—cuestiono en voz baja.
—¿Qué?
—Que estás nervioso.—inquiero. Entorna sus ojos con una mueca de fastidio y entonces comprendo que el Joel digno del invierno aparece de nueva cuenta.
—¿Vas a perdonarme o no? Se me está congelando hasta el culo.—se queja y yo me echo a reír haciéndome a un lado.
—Pasa.—le digo. Él lo piensa un par de segundos pero finalmente se adentra a la casa. Camina lentamente por el pasillo que conduce a la sala y yo lo sigo.—Y sí.
—¿Si?—cuestiona girándose para mirarme con una ceja enarcada.—¿Si que…?
—Si te perdono.—respondo.—Aunque…no tengo que perdonarte por nada, Joel. Entiendo que un mal día lo tiene cualquiera…
Me observa un momento y me ofrece un atisbo de sonrisa que hace que mi corazón se acelere. Lucho por mantener mis emociones a raya pero el hecho de que él esté sonriéndome es algo demasiado más grande que yo y todo lo que quiero hacer es pegarme a él como si fuese un bicho y tocar su mejilla.
—Claro que tienes que hacerlo.—murmura sin dejar de mirarme.
—¿Quieres sentarte…?—le pregunto señalando el sofá de la sala más cercano. Sus ojos siguen la dirección de mi mano y asiente lentamente antes de tomar asiento.
—Tu casa es linda.—comenta y yo asiento lentamente.
—Supongo que mamá tiene buenos gustos.—murmuro encogiéndome de hombros.
—Supongo que si.—me quedo en silencio un segundo contemplándolo fijamente.
—Joel…sobre lo que te dije ayer…lo de que no quería que fueras a la cabaña conmigo…—niega.
—Entiendo que a veces las personas queremos estar un momento a solas para reflexionar y todo lo demás. Entiendo que ese era tu momento para estar en paz con tu abuela y está bien.—hace una pausa.—Creo que quien realmente debería pedirte una disculpa por haberme comportando tan infantil soy yo…
—No…
—Ayer de primera no lo comprendí pero después me quedé pensando y comprendí que está bien. Nosotros seguimos siendo amigos…¿no?
—Sí, claro que si.—asiente.
—Es genial.—murmura pero no respondo.—¿Huele a quemado…?—cuestiona un momento después.
Me incorporo de golpe, me pongo de pie y me echo a correr en dirección a la cocina. Escucho a Joel siguiéndome de cerca pero no me importa. Abro el horno y por puro instinto meto mi mano para tomar el recipiente de vidrio y suelto un grito.
—Auch…—me quejo.
—¿Qué crees que haces?—se mofa Joel encaminándose a mí. Lo veo apagarlo y luego niega lentamente apartándome del lugar. Me siento en un taburete y lo observo en silencio ir de un lugar a otro buscando algo hasta que de nuevo está frente a mí con el recipiente repleto de comida ahora quemada.—Eres pésima en la cocina.—se burla una vez más.
—No lo preparé yo.
—Demonios, si solamente recalentando la comida la dejas así, no me quiero ni imaginar que es lo que puedes hacer si te dejan prepararla a ti.—entorno mis ojos con una mueca de fastidio y niego lentamente.
—Como digas.—replico.
—¿Qué te pasó…?—cuestiona.—Déjame ver.—ordena. Le muestro la palma de mi mano rojiza y deja salir el aire de sus pulmones de manera lenta antes de negar.—Eres pésima, en verdad.
—Cállate, California.
—¿Tienes hielo…?—pregunta.
—En la nevera.—él asiente y en silencio va a buscarlo. Vuelve a mí con un recipiente de cristal repleto de cubos de hielo y cuando su mano acaricia la mía siento mi piel estremecerse de pies a cabeza. Cierro mis ojos un segundo y vuelvo a estremecerse cuando siento la frialdad del hielo contra la calidez de mi piel.—Dios, eso se siente mucho mejor…—murmuro.
Joel se ríe en voz baja pero no se aparta de mí. Todavía está frotando el pequeño cubito contra la palma de mi mano. Cuando levanta la mirada nuestros ojos se encuentran y se queda en silencio contemplándome un momento.
Entonces pasa.
Sus labios se unen con los míos en un pequeño beso que conforme pasan los segundos va aumentando de intensidad, que hace que mi cuerpo entero comience a vibrar en sincronía y que por solo un momento yo tenga la sensación de que estoy en el cielo.
Los labios de Joel son suaves –a pesar de que a falta de costumbre con el frío están algo agrietados- y sus besos son lentos y delicados. De ese tipo de besos que suelen darse los protagonistas de una buena comedia romántica que te cautiva el alma y te hace suspirar. De ese tipo de beso que quieres que se quede tatuado en tu memoria para siempre. Ese tipo de beso que todo el mundo desea. Un beso bonito.
Lleva sus manos a mi rostro para profundizar nuestro beso y cierro los ojos lanzándome a disfrutar de las sensaciones que recorren de mi cuerpo en todas las direcciones posibles hasta que el oxígeno jugando con nosotros hace de las suyas y nos obliga a separarnos. Los ojos de Joel me observan fijamente por lacónicos segundos y cuando pestañea también me doy cuenta que ha despertado.
—Lo siento…—susurra lentamente.
—¿Qué?
—Lo lamento mucho, de verdad. Esto no debió haber pasado jamás, Fernanda…perdóname…—niego débilmente.—Lo mejor será que me vaya…
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