C3. Un insulto.
—Si me lo preguntas: fuiste bastante grosero.—estalla Israel finalmente.
Despego mis ojos del escaparate de la tienda del centro comercial y lo miro un momento en total silencio.—La parte buena es que no te lo pregunté.—le espeto y en respuesta, entorna sus ojos..
—¡Eres un grosero!—se queja sin dejar de mirarme.
—¿Puedes parar de criticarme un momento?—cuestiono en tono mordaz. Los ojos de mi hermano me observan fijamente y deja escapar un largo suspiro.—Estoy harto de tus comentarios estúpidos. ¿Es que no lo ves?
—No entiendo en que momento cambiaste tanto, Joel.—replica mi hermano.
—No tienes que entenderlo solo tienes que aceptarlo.—le espeto.—¿Cuándo vas a darte cuenta que vivir en una burbujita como en la que tú vives solo hace que cuando despiertes a la realidad te decepciones del jodido mundo en el vivimos? ¡La vida es una mierda y cuando aprendes a ser una mierda tú también entonces todo es más llevadero!
—No te entiendo.
—¿De verdad vas a decirme que te gusta vivir en este pueblo horrible?—cuestiono sin dejar de mirarlo.—¿Me vas a decir que no extrañas vivir en nuestra casa en California y todo lo demás? ¿A tus amigos?
—No, de hecho no.—murmura.—Me gusta Jasper. Me gusta Canadá.
—¿Por cuánto tiempo?
—¿Sabes que es lo pasa?—me pregunta pero yo no respondo.—Quien realmente no lo acepta eres tú.—decide cruzando sus brazos por encima de su pecho.—Desde que el abuelo murió algo cambió en ti y no puedo terminar de comprender por qué. Es cierto, no lo veíamos casi nunca y también es cierto que Jasper es totalmente diferente a California pero sabes que no nos podemos ir de aquí y a diferencia de ti todos estamos adaptándonos al nuevo cambio…—me explica en un arrebato.—¿crees que no extraño a mis amigos y a la antigua casa? Pues claro que lo hago pero no por eso voy a encerrarme en un mundo de mierda tan pequeño como el tuyo como para no superarlo jamás y pensar que eres superior todos los demás y ser un desubicado y grosero como tú.
—¿Terminaste?—le pregunto.
—Fernanda no se merecía que la hablases de esa manera.—murmura finalmente.
—Fernanda no tenía siquiera porque haberse metido en un asunto que no le correspondía.—inquiero sin apartar mis ojos de los suyos.—Y tú tampoco así que ocúpate de tus asuntos y déjame en paz…
—Tú no eres mi hermano…—inquiere Israel. Suelto una risita cargada de ironía y niego lentamente.—No te reconozco…
—Termina con la mierda sentimentalista de una vez y acepta la realidad…
(…)
Días después…
—Lo digo de verdad, Jason…tenemos que terminar rápido con todo esto. Entre más rápido lo hagamos, más rápido podremos irnos ¿no te parece?
—Supongo…—murmura encogiéndose de hombros.—¿Por qué no vamos al cine?
—Porque realmente no tengo ganas de salir.—respondo con sinceridad.—Es que para ti es como si te hablara en mandarín ¿Verdad?—hago una pausa mientras dejo escapar un prolongado suspiro pero él se ríe.—Te dije que lo único que quiero es terminar con todo esto para poder ser libres de la señora Linderman…
—¿De verdad siempre me vas a poner excusas cuando te invite a salir?—me pregunta cruzando sus brazos por encima de su pecho. Dejo escapar una risita divertida. Jason es probablemente el chico más popular de la ciudad –aunque cabe destacar que la ciudad no es demasiado grande pero si lo suficiente- y cada una de las chicas que habita aquí están rendidos a sus pies y lista para ser una alfombra si él lo pide. Cada una de ellas excepto yo. Es lindo y es divertido pero hay algo en él que todavía no me termina de convencer.—Somos amigos.—le recuerdo aferrándome más a mi mochila.
—Pero sabes que me gustas.—me recuerda el también. Y realmente no es que pueda olvidarlo de todos modos. No cuando me lo confesó prácticamente delante de toda la universidad en un baile escolar.
—Lo sé.—admito.—Eres lindo, no me lo tomes a mal pero…—me quedo en silencio cuando mis ojos caen encima de una figura masculina vestida de negro que está de pie justo delante del edificio de la oficina del rector.
—¿Qué tanto miras?—cuestiona él y un segundo después su mirada toma la dirección que tiene la mía.—Es nuevo.—anuncia.—Se acaba de mudar a la ciudad hace unos días y vive en La casona ¿lo sabías?
Lo miro fijamente y asiento.—Es mi nuevo vecino.—le digo encogiéndome de hombros.—Y es un completo idiota. Su hermano es buena persona.
—Los conociste ya, eh.—murmura y yo asiento de nueva cuenta.
—¡Fer!—la voz de Israel llena el aire. Llevo mis ojos a la dirección de la que proviene su voz y una amplia sonrisa involuntaria se instala en mis labios cuando lo descubro caminando en dirección a mí con una sonrisa en los labios.—Hola.—saluda cuando detiene sus pasos delante de mí y de Jason. Se acerca a mí y deja un beso sobre mi fría mejilla.
—Hola.—respondo.—¿Qué haces aquí?
—Mi mamá vino a hablar con el decano para que acepten a mi tonto hermano y a mi aquí…—me explica encogiéndose de hombros.—No sabía que estudiabas aquí…
—Sí, bueno…Jasper no tiene demasiadas opciones de todos modos.—inquiero y él se echa a reír. Jason a mi lado carraspea y entonces recuerdo que él está aquí.—Lo lamento, soy una grosera. Israel, él es Jason Williams, uno de mis compañeros y Jason, él es Israel eh…
—Pimentel.—a completa él tendiéndole su mano. Jason la toma y le sonríe.—Es un gusto conocerte…
—El gusto es mío.—Jason hace una pausa y luego me mira un segundo.—Escucha, Fer…tengo practica de hockey y tengo que irme, piensa lo que te dije ¿de acuerdo?
Asiento una vez más.—Lo haré.
—Te veré mañana.—anuncia antes de comenzar a caminar lejos de nosotros. Mi nuevo acompañante lo observa marcharse mientras deja escapar un pequeño suspiro.
—¿Terminaste tu jornada?—cuestiona Israel volviendo a anclar sus ojos en los míos mientras mete sus manos en los bolsillos de su abrigo.
—Sí.
—¿Quieres venir a comer con nosotros?—ofrece. Me quedo en silencio un momento procesando su oferta, llevo mis ojos hasta Joel que sigue de pie en la distancia. No se ha movido ni un solo centímetro –según yo-, solo se mantiene ahí observándonos y finalmente niego.
—La verdad es que no me veo compartiendo algo con tu hermano que no sean insultos o algo parecido.—respondo y él se echa a reír.
—Vamos, Fer…—exclama.
—Israel…tus intenciones son buenas, lo sé pero…—su risa me interrumpe.
—¿Pero qué?
—Pero no creo que sea una buena idea.—añado encogiéndome de hombros.—Ya sabes que tu hermano y yo no tenemos una buena relación…es decir, no tenemos relación en absoluto así que…—él niega.
—¿Qué te parece si en lugar de hacerlo por Joel lo haces por mí?—me pregunta sonriéndome ampliamente.—Vamos, Fer…mamá dijo que podemos ir a comer a donde nosotros queramos solo que no conocemos la ciudad…tú si la conoces y no pienses que estás yendo a comer con Joel, mejor piensa que estás yendo a comer conmigo y piensa también en lo divertido que puede ser…
—¿Siempre eres así?—cuestiono.
—¿Así como?—pregunta.
—Así de hablador.—me burlo y ambos nos reímos.—Hablaste tan de prisa que apenas y fui capaz de comprender lo que dijiste…
—¿Entendiste la parte donde dije que Joel no importa?—murmura enarcando una de sus cejas en dirección a mí.
—Sí, eso sí que lo entendí.—me rio de nueva cuenta y él niega divertido.
—¿Entonces aceptas…?—me pregunta sin dejar de mirarme.
—De acuerdo…pero de una vez te digo que si todo esto termina mal, te culparé…
Una risita divertida se escapa de sus labios y niega lentamente elevando una de sus manos en señal de juramente.—Asumo toda la responsabilidad por ello, lo prometo…
(…)
—Mamá, ella es Fernanda Lerner, nuestra vecina.—anuncia Israel señalándome cortésmente. Su madre me observa con una sonrisa en los labios antes de acercarse a mí y dejar un beso sobre mi mejilla.
—Es un gusto conocerte, Fernanda.—responde.
—El gusto es mío.—le digo tratando de parecer cómoda con la situación. Lo cierto es que la mirada de Joel desde el fondo hace que quiera acercarme a él y abofetearlo.
—Fer será nuestra guía turista y elegirá el mejor restaurante para ir a comer…—el entusiasmo que hay en la voz de Israel me hace sonreír.—¿Verdad, Fer?
—Sí, claro.—asiento.
—¡Me parece excelente!—responde la mujer pelinegra. Me quedo observándola un momento solo para darme cuenta que tanto Israel como Joel comparten un gran parecido físico con ella.
—Andando entonces que me muero de hambre.—exclama Israel antes de comenzar a caminar junto a su madre dejando por lo menos un metro atrás.
—Así que en serio eres amiga de Israel.—anuncia la voz de Joel caminado detrás de mí.
—¿Te importa eso?—murmuro con simpleza.
—Pues no realmente.—responde.—Solo estaba preguntando para ser amable…
—¿Amable?—freno mis pasos y lo miro un segundo.—¿En serio en tu vocabulario existe la palabra amable?—cuestiono sin apartar mis ojos de los suyos.
—A veces.—anuncia.
—Déjame ver si estoy entendiendo… ¿El día de hoy como tu madre está presente pretendes ser amable?—inquiero. Joel me observa en silencio y enarca una ceja.
—Tómalo o déjalo.—responde con simpleza.
—¿Significa que te estás disculpando por el otro día?—le pregunto y él entorna sus ojos.
—No realmente.—responde.
—Ah…
—Significa que tienes que tomarlo o tienes que dejarlo.—anuncia de nueva cuenta reanudando su caminata.
—¿Y al menos puedo saber la razón…?—murmuro. Joel deja escapar un largo suspira y niega lentamente.
—¿En serio eres así de exasperante siempre?—me pregunta sin dejar de mirarme.
—Algunas veces, en realidad lo hago como deporte.—inquiero y él niega pero no sonríe.
—Encima infantil…—agrega.
—Esto no está funcionando, no eres amable y yo quiero ser tu amiga.—anuncio apresurando mis pasos hasta que la mano de Joel se envuelve en mi muñeca impidiéndome seguir avanzando.
—Espera, espera.—murmura y automáticamente mis ojos lo miran con fijeza.—Es que ser amable no…
—¿Ya me puedes decir por qué quieres ser mi amigo ahora? ¿O al menos por qué quieres ser menos insoportable en cuanto a mí se refiere?—cuestiono enarcando una de mis cejas.
—Se lo prometí a Israel.—anuncia.
—¿Es en serio?
—Bueno, en realidad le dije que iba a intentarlo.—hace una pausa.—Pero no estás haciéndomelo fácil, Jasper.
—Mi nombre es Fernanda.
—Tienes un nombre latino.—observa.—¿Eres de aquí…?
Me muerdo el interior de la mejilla pero asiento firmemente.—Mi abuela era latina. Su nombre era Fernanda así que llevo su nombre…—hago una pausa.—¿Echas de menos California…?
—Algo.—admite.
—¿Nunca sonríes?—pregunto y Joel enarca una de sus cejas.
—No tengo motivos para hacerlo.—anuncia.
—¿Es en serio? La vida tiene un millón y medio de razones para sonreír…—le informo.
—¿Por qué te gusta ser tan optimista?—me pregunta.—¿No es aburrido ir por la vida sonriéndole a todo el mundo? El mundo no es así…
—Sí, ya sé que tu lema es decir que la vida es una mierda pero no siempre es así. ¿Lo sabes, verdad?—inquiero y él niega.
—El problema de las personas sonrientes es que no se dan cuenta cuando que la vida es un gran mierda y cuando las cosas le explotan en la cara el mundo se les cae a pedazos.—me explica.
—Eres como el invierno.—suelto recordando las palabras de mi abuela.—Eres el invierno, Joel Pimentel…
—¿Eso es un halago o algo así?—hace una pausa.— Porque los halagos no me gustan.
—No.—niego.—Es un insulto…
—No te enamores de mi, Fernanda...—anuncia y automáticamente mis ojos lo miran.
—¡No te preocuopes porque no planeo hacerlo y nunca pasará!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top