C12. La caliente primavera.
Ella se ríe sobre mis labios pero no se aparta ni un solo centímetro. Llevo mis manos a su cintura y acaricio su piel expuesta al tiempo que la siento estremecerse. Fernanda busca el dobladillo de mi camiseta de mangas largas y la saca de su camino tan rápido como puede, mi piel se estremece un poco cuando siento el ambiente frío en el que estamos pero ese pequeño estremecimiento se esfuma de inmediato cuando el calor de su cuerpo me da la bienvenida.
—¿Vas mucho al gimnasio?—cuestiona y yo me rio antes de volver a besarla.
—Sí. Al menos iba mucho al gimnasio en California.—respondo apartándome un momento.
—Entiendo.
—¿Puedo…?—pregunto señalando su ropa. Ella asiente de inmediato. Retiro lentamente su blusa y ella se ríe nerviosamente antes de que mis labios la besen de nueva cuenta. La escucho gemir y automáticamente una pequeña parte de mi autocontrol cae haciéndose miles de pedazos. Fernanda se mueve un poco sobre mi regazo y esa pequeña acción hace que mi pulso se acelere. Todavía hay varias capaz de ropa que separan nuestros cuerpos pero siento que mi piel comienza a arder de un momento a otro y es definitivamente su culpa.—¿Sabes que no tenemos que hacer esto justo ahora, verdad?—cuestiono.
—Lo sé.—admite en voz baja.—¿Pero sabes que quiero hacerlo de todos modos, cierto?
—¿De verdad estás segura que quieres esto…?—pregunto tratándola de hacer desistir de la idea pero cuando asiente de inmediato me doy cuenta que no hay nada en el mundo que yo le pueda decir a esa chica y la haga cambiar de opinión.
Se retira un poco para mirarme a los ojos y llevo mi mano a su mejilla para acariciarla lentamente.—¿No quieres hacerlo conmigo…?
—Sabes bien que no se trata de eso. Obviamente quiero hacer el amor contigo.—murmuro.—Se trata más bien de que no quiero que te arrepientas después, Fer…
—No me arrepentiría jamás..
—¿Sabes que puedes decirme que pare en el momento que quieras, cierto?
—¿Vas a hacerme el amor sí o no?—cuestiona entornando sus ojos. Me rio de inmediato antes de volver a besarla.
Sus frías manos acunan mi rostro evitando que me aleje demasiado. Llevo mis manos a su espalda y lentamente deshago la unión del broche de su sostén, la siento estremecerse y ofreciéndole una pequeña sonrisa la acaricio lentamente. Un gemido escapa de sus labios de inmediato y luego echa su cabeza hacia atrás dándome un acceso más completo de su cuello, llevo mis labios a él y la beso con fervor haciéndole soltar algunos jadeos que hacen que mi autocontrol se debilite todavía más.
Mis caricias son lentas, es un afán por hacerla desistir de la idea pero cuando siento sus manos en la cintura de mi pantalón buscando des hacerse de él me doy cuenta que nada de lo que diga o haga va a servir para que eso pase. Me rio por lo bajo y la coloco a mi lado.
Sus ojos me miran un momento, le sonrío débilmente antes de sacarme mis propios pantalones. Fernanda se ríe y la vuelvo a besar lentamente.
—Eres hermosa ¿sabes?—murmuro y sus ojos vuelven a verme.—Por fuera, por dentro, en todos los malditos sentidos. Eres malditamente hermosa, Fernanda Lerner…
—¿Malditamente hermosa?—cuestiona enarcando una ceja.
—Para mí lo eres.—me rio.—Porque me embrujaste desde el jodido momento en el que te vi por primera vez y ahora eres…
—¿Tuya?—me pregunta. Asiento lentamente y luego vuelve a besarme atrayéndome hacia ella. Gateo sobre el suelo mientras ella se recuesta sobre la alfombra de la cabaña sin dejar de mirarme a los ojos. Mi cabeza es un mar de pensamientos cada uno más intenso que el anterior y solo por un segundo me siento completamente abrumado.
—¿Mía?—repito. Fer sonríe.
—Para siempre…
Siento sus piernas rodeando mi cadera. Me besa dulcemente y luego la escucho gemir por lo bajo. Me rio en voz baja y ella niega lentamente.
—¿Qué sucede?—cuestiono inocentemente. Fernanda se echa a reír y niega lentamente.
—¿De verdad estás preguntándomelo?—murmura y luego separa un poco más sus piernas. De inmediato soy capaz de sentir el calor que emana su interior y niego un poco.—Demonios, Joel…
—¿Sabes que todavía puedo parar, verdad?—pregunto dejando un beso sobre su cuello.
—¿Serías capaz de hacerme esto?—inquiere frotándose un poco. Un gruñido se escapa de mi garganta y niego lentamente.
—¿Estás tratando de hacer que no me arrepienta?—murmuro y ella se ríe en voz baja.
—¿Está funcionando?
—No se responde una pregunta con otra. ¿Sabes?—enarco una ceja y un jadeo brota de mi boca cuando vuelve a frotarse en mi cuerpo.
—¿De verdad?
—Fer…—comienzo y los dos nos reímos. Me besa de nueva cuenta y pasa sus brazos por detrás de mi cuello.
—Quiero que me hagas el amor ahora mismo, Joel Pimentel…—murmura sin dejar de mirarme.
Le ofrezco una pequeña sonrisa antes de apartarme de ella. Deslizo por sus piernas la última prenda que la separa de mí y la miro estremecerse cuando una pequeña rafa de aire gélido antes de deshacerme de mi propia ropa interior bajo su atenta mirada, la escucha soltar un pequeño jadeo mientras me coloco el preservativo con cuidado y cuando mis ojos se encuentran con los suyos se muerde al labio inferior. El pequeño gesto termina con el resto de mi autocontrol que todavía queda en mí.
—¿Lista…?—cuestiono en voz baja.
—Sí.
—Relájate.—murmuro lentamente.—Respira profundamente y relájate ¿de acuerdo?—asiente de inmediato. Dejo salir el aire de mis pulmones de manera lenta y me inclino un poco sobre ella alineándome en su entrada. Sus ojos me miran de inmediato y le ofrezco una pequeña sonrisa tratando de hacerla sentir segura mientras me deslizo lenta y cuidadosamente en su interior. Un grito escapa de sus labios en el momento en el que mi abdomen encuentra su estómago.—¿Estás bien…?—pregunto de inmediato.
Inspira lentamente y asiente lentamente aunque en su rostro todavía puedo ver un rastro de dolor. Dejo un beso sobre sus labios que ella corresponde de inmediato.—Continua, por favor…—susurra. Comienzo con movimientos lentos mientras ella pasa sus brazos por detrás de mi cuello. Cierra sus ojos un momento y se ríe.—No sabía que el invierno podía ser tan bueno…
Me rio de su mal chiste y niego un poco volviendo a besarla con amor.—A mí tampoco nadie me dijo que la primavera podía llegar a ser así de caliente…
Fernanda deja salir un gemido que retumba en mi cabeza y niega lentamente.—Te adoro…
—También te adoro...
—¿Qué tanto piensas?—cuestiona Joel entrelazando su mano con la mía.
—En todo lo que pasó hoy.
—¿Te arrepientes de haber hecho el amor conmigo?—llevo mis ojos hasta él y niego de inmediato.
—Nunca en la vida me arrepentiría de algo que hice por amor. ¿Sabes?—susurro.—No era eso en lo que estaba pensando…
—¿Entonces que pensabas?—pregunta llevando mi mano a sus labios.
—Pues en todo lo que pasó en la fiesta…—acepto y automáticamente su semblante cambia. La sonrisa que tenía en el rostro desapareció por completo, ahora solo me mira con fijeza.
—¿También piensas que yo tuve algo que ver en la muerte de Macarena?—niego de inmediato.
—Por supuesto que no.—respondo sincera.—Joel…tú me contaste lo que pasó con Macarena en ese accidente. ¿Cómo crees que voy a pensar eso de ti?—hago una pausa.—cuando digo que estaba pensando en todo lo que pasó en la fiesta no me refiero a ti siendo un asesino o lo que sea, más bien me refiero a ti siendo frágil…se me partió el corazón verte llorar y no tienes ni idea de lo que daría para que no volvieras a sufrir…por nada en el mundo…
Sus ojos encuentran los míos de nueva cuenta y apoya su cabeza en la mía.—Perdóname.
—No tengo nada porque perdonarte.—murmuro.
—Sí, si tienes.—susurra.—Perdóname por ponerme a la defensiva contigo.
—Oye…entiendo que después de todo lo que pasó quieras estar a la defensiva, tienes derecho a estar a la defensiva si eso es lo que deseas, solo recuerda que yo no te juzgo ni nunca te jugaría por algo que pasó y que no pudiste controlar…a veces las cosas pasan y ya. Las personas no tienen control sobre ellas por lo tanto carece de todo sentido que te culpes por algo así… ¿lo sabes, verdad?—explico y él asiente de inmediato.—Además…no sería capaz de decir o hacer cualquier cosa para opacar la increíble noche que hemos pasado…
—Seguramente a partir de mañana comenzará mi infierno ¿no?—cuestiona lentamente.—Ya sabes, este pueblo es chico y dicen que cuando el pueblo es chico, el infierno es grande.
—No tienes que escucharlos, Joel.—inquiero lentamente.
—Va a ser imposible no escucharlos.—niego de inmediato.
—No, yo creo que no.—murmuro.—Escúchame…la gente puede creer y puede decir todo lo que se le antoje pero al final de cuentas solamente tú sabes cómo realmente pasaron las cosas. Solamente tú sabes que fue lo que pasó con Macarena y solamente tú sabes que no tienes nada que ver con ello…tienes la conciencia tranquila.—hago una pausa.—Además…espero que sepas que no te voy a dejar solo ni un solo momento.—le sonrío un poco.—No te dejaré solo y si es necesario voy a defenderte de todas y cada una de las personas que digan algo malo sobre ti…
—No quiero que me defiendas.—susurra.
—Joel…
—Solo quiero que confíes en mi…—agrega. Lo miro a los ojos un momento y le ofrezco una amplia sonrisa.
—Confío en ti con los ojos cerrados, Joel Pimentel…
—Te amo…—susurra y es todo lo que necesito para que mi corazón comience a latir con tanta rapidez que por un segundo tengo la impresión de que se me saldrá del pecho.
—También te amo…
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top