5: Poder
Era hermosa. El cabello rojo brillaba con pequeños destellos naranjas a la luz del sol. Al principio le había costado acostumbrarse a su presencia, puesto que Sansa era complicada y tenía muy clara su postura a la hora de dar su opinión, lo que a veces hacía que chocaran.
Sin embargo, también era divertida e inteligente, de alguna manera siempre encontraba la forma de sorprenderlo y a decir verdad, le gustaba su compañía y Vermax se había acostumbrado a ella.
Cuando viajaba al norte con el permiso de su madre, Jace siempre llevaba a Sansa con él mientras Baela, Luke y Rhaena venían en Moondancer y Arrax, se había vuelto como una pequeña rutina que compartían los cuatro, pero no siempre era así, a veces sus hermanos se quedaban cumpliendo sus deberes.
Sansa a veces le insistía a Cregan que al menos alguna vez él visitará Rocadragón con Rickon, le aseguraba que le gustaría. Jace había entablado una buena amistad con el señor de Invernalia; tenían algunas cosas en común pero sobre todo lo había ayudado a entender mejor su papel cómo el primogénito de su madre, podía decir que era un buen consejero y que disfrutaban mutuamente la compañía del otro.
Era tiempo que aún no iban al norte, pues hacia un año qué Loreon Lannister había comenzado lo que era conocido como “ cortejo ” una mera costumbre establecida en compromisos largos para que los enamorados pudieran conocerse, sin embargo, Sansa nunca parecía interesada en eso.
— Ten cuidado — dijo Jace riendo.
Sansa le miró molesta, sentía que el golpe recibido con la espada le iba a dejar un moretón oscuro más tarde.
— ¿Yo? Eres tú quien debe tener cuidado, Jace. Me has golpeado, he intentado pero la espada no es lo mío — refunfuño dejando caer la espada.
— Vamos Sansa, cuando fuimos al norte te viste buena con la daga — le animó él.
— Una daga no es una espada, no hice nada solo fue mi buena puntería y tampoco es la gran cosa — le recordó.
— Oye, me quitas mis créditos ¿Cómo que no ha sido la gran cosa? Fue gracias a mí que aprendiste — se quejó Baela con tono ofendido.
Sansa no pudo evitar sonreír con un toque travieso en los labios. Era verdad, Baela y Rhaena se habían esforzado en volverla más intrépida de lo que nunca había sido, tenían mucha influencia en ella, sin embargo, Sansa también la había tenido en ellas.
Baela había aprendido a actuar más como una señorita y menos cómo un mozo, se permitía usar vestidos de vez en cuándo y le había tomado el gusto a tejer, solo que no quería admitirlo.
— Tienes razón — dijo en acuerdo Sansa sonriendo —. Creo que seguiré leyendo mejor.
Jace solo la miró divertido y se encogió de hombros.
— Sabes que ya no tienes que fingir ser una dama responsable y delicada. He visto a Sara usar el arco, tú eres del norte.
Sansa se quedó fría como el hielo, su rostro estupefacto por las palabras que el príncipe había dicho. ¿Acaso la estaba comparando con Sara Snow?
— Pues lo lamentó Jace, pero te aseguro que no escondí bajo mi falda ningún arco y flechas. No te hagas cualidades inexistentes en mi persona solo por Sara, ella y yo no tenemos nada en común.
Jace comprendió que quizá sus palabras habían ofendido a Sansa.
— Creí que ambas habían recibido la misma educación, ¿Para los hijos ilegítimos es diferente? — preguntó tenso por la respuesta que pudiera darle Sansa.
Había empezado a acostumbrarse a ella, pero cada vez que tocaban el tema de Sara Snow, por alguna razón se mostraba reacia a ello. Cómo si hablar de bastardos le causará repugnancia y eso generaba en él un sentimiento de molestia.
— Siempre es diferente, Jace — respondió Sansa.
Nadie dijo nada. Todos guardaron silencio. Para Sansa era muy difícil explicar por qué Sara no era de su agrado, le dolía el corazón recordar que cuando ella había deseado un arco y flechas su padre la había obligado a aprender a tocar el láud. Pero con Sara… con Sara había sido diferente, a ella la había llevado a cazar con él, la había dejado tomar incluso a su espada “Hielo” con su ayuda, y le había regalado lo que ella había deseado, la maldita de Sara había resultado muy buena en ello.
Su padre le prometió que ella también tendría su propio juego, pero Sansa se negó diciéndole que no tenía importancia, entonces su padre había traído una septa nueva para que le enseñara a tejer, mientras Sara aprendía a forjar espadas de hierro. La trataba como una dama, pero también como un hijo varón, sin embargo con ella siempre era diferente… siempre sería Sansa, la niña que había nacido pequeña y delicada. Lord Stark la llenaba de vestidos y muñecas, también de cosas preciosas pero nunca la dejaba ser salvaje y atrevida… “ Tu eres mi señorita ” le decía y ella sonreía, entonces su padre se recostaba a su lado y le contaba historias y su corazón se aligeraba pues con Sara jamás haría nada igual, solía bailar con ella en el salón principal y siempre a la hora de la cena solía dejar una rosa roja frente a ella, ¿entonces por qué se sentía así de mal?
— Bueno — intervino Baela — Ese golpe te dejará un moretón feo, será mejor que te pongas ungüento.
— Si, no queremos que tú prometido note ese moretón ¿verdad? — sonrió Rhaena animada.
El rostro de Sansa cambió, no supo de qué manera pero lo había hecho, solo se limito a sentir.
En cambio a Jace se le había revuelto el estómago al escuchar la mención de Loreon Lannister.
— Nunca vas a entender a las mujeres Jacaerys, eres demasiado tonto — sonrió Baela.
— ¿Por qué se enojó? — preguntó contrariado.
— Sansa tiene viviendo dos años aquí Jace y sigues tratando de descifrar su cerebro como si fuera un ser extraño.
— Eso no es verdad, solo quiero entender su odio hacia los bastardos — admitió.
— No odia a los bastardos, Jace — Baela frunció el ceño — Quita esa cara, sabes que no lo hace. No le agrada su media hermana ¿Y qué? A tu madre no le agradan los suyos.
— No es verdad, a mi madre le agrada mi tía Helaena — defendió él de inmediato.
— Bueno, eso es fácil. Helaena no es un varón y ni siquiera le gusta hablar con las personas, tiene un círculo social muy reducido. — dijo Baela encogiéndose de hombros, atinando su vista hacia el muñeco de paja.
— Ojalá el tuyo lo fuera a veces — soltó Jace, eso la hizo reír —. Lo digo en serio Baela, la vez que besaste a ese chico todos se burlaron de mí.
— Es absurdo nuestro compromiso y lo sabes, nos besamos y fue terrible Jace, es claro que no vamos a funcionar.
Él sintió sus mejillas enrojecer, era verdad. Baela había sido su primer beso y había sido un completo desastre, de solo recordarlo sentía vergüenza.
No había salido bien aquello y no había podido evitar culpar a Sansa, cuando cerró sus ojos sin querer la imaginó a ella, entonces su frente chocó con la de Baela y ambos se golpearon.
— Éramos unos niños en ese entonces, no tenía experiencia — dijo.
— ¿Y ahora sí? — preguntó ella divertida.
Jace no pudo evitar pensar en ese momento:
El corazón le había latido fuerte.
Sansa era hermosa. Pero Baela era su prometida. No era correcto imaginar a otra mientras intentaba besarla a ella.
— ¿Y qué hacemos entonces? — preguntó él sentándose en el suelo.
— Detener está locura, deberías comprometerte con alguien más. Con alguien cómo Sansa quizá… — soltó ella.
— No — dijo de inmediato, un tonto pensamiento pasó por su mente y negó con la cabeza —. Definitivamente no, nos matariamos.
— Dije alguien como Sansa, no Sansa. Tontito — Baela le miró divertida.
— ¿Alguien con odio a los bastardos? — se defendió él.
— ¡Tienes un trauma, arreglalo! — le espetó ella alzando sus manos.
Era extraño. Sansa odiaba a los bastardos y él era uno, ¿Cómo podía siquiera gustarle?
No definitivamente no le gustaba. Se lo decía muchas veces pero nunca se convencía de eso. Ella era amable, lo trataba bien aunque a veces discutían, sus hermanos pequeños la adoraban, pero algo en ella le hacía pensar que sentía un desdén hacía él.
Se decía así mismo a que eso debía a qué Sansa era la única chica ajena a su familia en ese lugar, sin contar a las doncellas con las cuales no podía permitirse coquetear. No sería correcto.
Había pasado hace tiempo ya, exactamente dos años… Daemon le había explicado que estaba creciendo y su cuerpo iba a experimentar cambios así como su mente, nuevos deseos, nuevos pensamientos, todo era demasiado frustrante para comprenderlo, así que a veces prefería ignorarlo.
— ¿Jace? — preguntó Baela mirándolo entonces — ¿No te has dado cuenta que cada vez que Sansa tiene que mirar a Loreon Lannister siempre se queda extraña por unos días, no la notas diferente?
— No paso mi tiempo analizando su persona, Bae — murmuró.
Pero la verdad es que si lo notaba. Y quizá era por eso mismo que aquel chico Lannister no le agradaba nada.
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No quería ver a Loreon Lannister. De verdad lo aborrecía con todo su ser. Recordaba la primera vez que se vieron; Sansa había intentado ser amable con él, incluso pensó en la emoción de ser cortejada como en las historias de amor, la realidad era terrible.
— Perra del norte.
El imbécil la había llamado de aquella forma. Era déspota y arrogante, la clase de hombre que cualquiera preferiría evitar. Se notaba que él tampoco estaba feliz con la elección de novia y no se esforzaban en fingir lo contrario.
— ¿Por qué debo ir está vez yo? — preguntó mientras una doncella recogía su cabello.
— Lady Johanna quiere conocerla finalmente, mi lady. Hace un año que comenzó el cortejo y pronto cumplirás diez y cinco.
Sansa se miró al espejo mirando el moretón que tenía en el brazo, le recordaba al que le había hecho aquel muchachito mimado al jalonearla fuertemente, Boral y Lady se habían asegurado de que la soltará.
— Vuelve a ponerme una mano encima y haré que te arranquen lentamente cada dedo — le había amenazado.
Ella era del norte. No se dejaba amedrentar fácilmente, lo había encarado y lo había puesto en su lugar, pero allá en Roca Casterly no estaba segura, debía andarse con cuidado y mantenerse alerta.
— Llevaré a Lady conmigo, nunca viajo sin ella, Boral es más paciente se que estará bien aquí con el príncipe Joffrey — le dijo a la doncella.
— Mi Lady, un lobo puede resultar demasiado imponente y aterrador, quizá debería dejar a ambos aquí ¿no cree?
Sansa suspiró, si, tal vez era lo correcto. Pero una parte de ella y Lady estaba unida de una forma que no podía explicar, no quería dejarla de ninguna manera.
— Bien — suspiró ella.
Lady bien entendida fue y se sentó al pie de su vestido, ella acarició su cabeza con cariño mientras Boral permanecía recostado en un pequeño almohadón de color azul celeste, mirándola fijamente.
— Estás lista, te ves muy hermosa — dijo la doncella, Sansa sonrió agradecida y se puso en marcha hacia la cena.
Lady iba tras ella, sin embargo Boral no se movió, así que Lady fue a hacerle compañía y ella suspiró.
— Supe que Helaena ya dio a luz de nuevo — comentó Rhaena —. Otro niño, lo han llamado Maelor.
— ¿De verdad? — preguntó Sansa, Rhaena asintió —. Eso significa que el rey seguramente hará un festejo.
— Ay, ojalá que sí. Tengo muchas ganas de ir a la corte, los bailes, la ciudad — soltó Rhaena con un aire soñador —. Amo estar aquí, pero a veces es muy aburrido.
Entonces llegaron los demás al comedor, Joffrey entró corriendo hacia su silla, Sansa se le miró cómplice cuando vio que Boral venía tras de él.
— Ha salido de tu habitación Sansa, quería estar conmigo — sonrió el pequeño príncipe.
— O tal vez quería esos pequeños trocitos de comida que le lanzas al suelo cuando crees que nadie te ve — murmuró ella en voz bajita.
Las mejillas de Joffrey se tornaron de un tenue rosa, ya no era tan pequeño como cuando lo conoció sin embargo, su rostro infantil aún demostraba inocencia pura.
— Lady — escuchó la voz de Jace, su loba se restregó sobre las piernas del príncipe mientras esté la acariciaba.
La princesa heredera y su consorte llegaron solo unos minutos después, la cena comenzó entre pláticas y risas.
Sansa a veces no podía evitar mirar a Jace, se había puesto muy guapo y alto, también había adelgazado y su cabello se había rizado dándole un aspecto más atractivo de lo que ya era.
Por eso a veces tenía que mostrarse un poco más arrogante de lo que quería con él, Jace le gustaba mucho. Le gustaba incluso cuando la compraba con Sara o buscaba algún tema de conversación para discutir con ella, sin embargo, ese sentimiento permanecía enterrado como tantos otros en el lugar más recóndito de su corazón.
Si no lo sentía, no le dolía. Así de fácil y sencilla era la situación.
— Sansa, ¿estás preparada para mañana? — preguntó Rhaenyra —. Sólo será un día, espero que disfrutes tu estancia.
— Gracias princesa, Zoyha me ayudó a preparar todo.
— Tal vez debería acompañarla — dijo Jace — alguien — agregó cuando todos lo miraron —. ¿Por qué no va Rhaena o Baela con ella? Sería mejor.
— Bueno, va sola para que comience a familiarizarse con lo que algún día será su hogar — comentó la princesa heredera —. Pero no veo porqué no deba acompañarle alguien ¿te gustaría, Sansa?
— Bueno… pues si, eso me gustaría — dijo ella sonriendo.
Era un gran respiro, con compañía entonces no debía preocuparse totalmente por lo que pudiera suceder en aquél lugar.
— ¿Por qué no vas tú con ella, Jace? — preguntó su madre.
— ¿Yo? — preguntó con cierta sorpresa.
— Si, Sansa no tiene a su hermano aquí. Sería bueno que un príncipe de la corona le acompañase, es nuestra pupila después de todo.
Sansa miró a Jace, oh… eso no podía ser una peor idea ¿O si?
— Además escuché que la madre de Loreon tiene una hija de la edad de Joffrey, quizá puedas evaluar la situación — mencionó Daemon ganándose una mirada de reprimenda de Rhaenyra.
El menor se giró para ver a su padrastro horrorizado y exclamó fuerte y claro: — ¡No quiero casarme nunca!
— Algún día deberás hacerlo, todos lo haremos — dijo Luke encogiéndose de hombros.
— ¡Es horrible! — Joffrey se cruzó de brazos molesto.
— Daemon — Rhaenyra lo miró molesta.
Sansa cuándo miraba aquellas interacciones tan íntimas prefería no decir nada, fingir que nada fuera de lo normal estaba ocurriendo.
— ¿Por qué de repente empezamos a hablar de matrimonios? — preguntó Luke.
— Porqué Aegon y Helaena tuvieron otro hijo — susurró Baela —. Los hijos significan alianzas matrimoniales y las alianzas matrimoniales significan lealtad y política.
— Oh, estamos en la hora de las conspiraciones — se burló Luke —. Mi madre es la heredera, no debería preocuparse por eso. Nada va a cambiar.
— Entre otras cosas hay algo importante que decirles — dijo el príncipe Daemon con una sonrisa de oreja a oreja.
— Oh… ya sé a dónde va esto — murmuró Baela.
— ¿Estás embarazada otra vez? — preguntó Jace.
La princesa heredera sonrió en respuesta, todo su rostro se iluminó.
Cinco hijos, cinco partos y próximamente iba por uno más, aún así se seguía viendo hermosa y jovial.
— Mis felicitaciones princesa, príncipe — sonrió Sansa.
— Muchas gracias, querida Sansa.
— De verdad, estoy muy feliz por ustedes pero por lo que más quieran más les vale que sea una niña, hay demasiados hombres en esta casa — suplicó Rhaena.
— Lo que sea será bien recibido — dijo Rhaenyra —. Aunque me encantaría también que fuese una niña.
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La noche había pasado muy pronto para ella. No había dormido nada en absoluto; el corazón seguía latiendole con fuerza y los nervios la ponían en un estado de irritabilidad.
— ¿Estás lista? — preguntó Jace sacándola de sus pensamientos.
Sansa alzó la mirada avergonzada, sabía que no tenía un buen aspecto, ella misma se había visto en el espejo, tenía las ojeras moradas marcadas, el cabello apenas y lo había logrado desenredar, lo llevaba trenzado como Rhaena solía utilizarlo.
— Ya sé, me veo terrible — murmuró ante la intensa mirada que le regaló Jacaerys.
— No, no, te ves hermosa — dijo él de inmediato, aquellas palabras la tomaron por sorpresa —. Quiero decir, te ves bien.
— Eres amable — sonrió ella.
Jace no dijo más. No podía. Era verdad que se veía desvelada, sus labios estaban un poco agrietados pero sus ojos azules hacían juego con su vestido azul celeste, tenía bordados dorados y la trenza despeinada la hacía ver más del sur y menos del norte, si aquello tenía sentido.
Simplemente se veía más de una forma que Jace no sabría explicar.
— Lo soy siempre — convino él con una sonrisa amable.
— Mentiroso — dijo ella en respuesta, él se encogió de hombros.
— Eres tú la que siempre busca pelear conmigo — se defendió.
— Eres tú quién nunca puede estar de acuerdo conmigo en nada o no antes de haberlo debatido — remató ella —. Y la mayor parte del tiempo me terminas dando la razón.
— No siempre — dijo él.
— Piedad — la voz de Luke se hizo presente —. Es apenas la mañana y ustedes dos ya están discutiendo.
Jace y Sansa se miraron cómplices pero los dos rieron, Luke frunció el ceño confundido.
— ¿Saben qué? Ni siquiera quiero saber — se limitó a decir dejándose caer en la silla.
— ¿Qué haces despierto tan temprano, Luke? — preguntó el príncipe.
— Bueno, el abuelo Corlys vendrá por mí hoy para una intensa clase de navegación — dijo con voz cansada.
— Te irá excelente, Luke — dijo Sansa dándole ánimos.
— Espero lo mismo para ti — sonrió con amabilidad y después colocó su frente en la mesa —. Aún ni siquiera me he subido al barco y ya me siento mareado.
— Vamos Luke, siempre puedes llevar contigo una bolsa de papel — se rió Sansa.
— Que graciosa — se quejó.
La mañana continúo con tranquilidad, Sansa aligero los nervios pero solo hasta que comenzaron a subir su pequeño baúl.
— No necesito tantas cosas — le dijo a la doncella.
— Eso nunca lo sabrás, mi niña — respondió ella.
Jace también se había preparado, pero su baúl no era del tamaño que el de ella.
— ¿Prefieres viajar en silencio o cantar? — preguntó el castaño.
Sansa le miró fijamente, pasmada y el soltó una risita que la hizo darme cuenta que solo bromeaba.
— Ya sabes que no se me da cantar — dijo él.
— Lo sé, por eso mismo me asuste. Pero sé tampoco podemos quedarnos en silencio mucho tiempo — sonrió ella, tomando la mano que Jace le ofrecía para subir al navío.
— No, por eso lo de cantar te lo voy a dejar a ti, mi lady — él subió tras ella.
Sansa miró el mar. Le gustaba estar ahí, pero a veces extrañaba el calor frío de su hogar.
— ¿De verdad quieres que cante? — preguntó ella con una sonrisa traviesa.
— Todas menos las del caballero enamorado por favor — suplicó él.
— ¡Vamos, Jace! Es preciosa, romántica y...
— Boba — terminó él la frase por ella.
— Eso dices ahora, seguro que si se la dedicases a Baela le gustaría — ánimo ella.
— No, ella me lanzaría algún tipo de jarrón a la cabeza — dijo frustrado —. Ella dice que nuestro matrimonio no va a resultar.
Sansa sintió algo extraño en el pecho. No debía alegrarse por qué Jace dijera algo así, Baela era su amiga.
— Quizá no has intentado llegar a ella de la forma correcta — dijo tragando saliva, sintiendo en su garganta la bala de un cañón —. Podría ayudarte a enamorarla.
Jace giro su rostro y la miró fijamente, ella deseo con todas sus fuerzas que sus mejillas no se sonrojaran.
— ¿Harías eso? — preguntó.
Él hecho de que Sansa se ofreciera a ayudarle lo había tomado por sorpresa, hubiese preferido que le dijera que entonces deshiciera su compromiso, pero por el contrario ahí estaba ofreciendo su ayuda para enamorar a Baela.
— Claro, Baela es mi amiga y la aprecio — dijo con sinceridad.
— No creó que funcione — Jace no estaba enamorado de su hermana, era hermosa, pero no era ella.
— Pero si lo intentas, podrías descubrir que sí, quizá los sentimientos salgan a flote — dijo ella con suspicacia.
Jace curvo una sonrisa.
Quizá Sansa tenía razón, si lo intentará de verdad, si de verdad se esforzaba tal vez podría nacer algo de ahí y se sacaría aquellos sentimientos tontos y absurdos que atormentaban su mente.
— Está bien, pero si no se enamora de mí.
— Lo hará, estoy segura.
¿Por qué quién no se enamoraría de él? Ella lo sabía mejor que nadie.
— Hoy me agradas un poco más — dijo Jace dándole un empujoncito con el hombro.
— Así que finalmente admites que a veces no me soportas.
— Bueno, es verdad. Pero si no estuvieras no tendría con quién pelear verbalmente, eres ingeniosa.
— Ese es un buen cumplido — sonrió ella.
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Holaaa <3
No tienen idea de lo mucho que quiero a Sansa y a Jace, mis bebés son unos bobitos tiernos.
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