Resolución.
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Con la garganta reseca y el frío entumeciendo mis pies, busqué entre la escarcha la pulsera que había lanzado para cortar la conexión con Iris. Necesitaba distraer la mente, enterrar en lo más hondo todos los recuerdos que me hacían daño.
Xistra se lamentaba sobre la comida desperdiciada, la ropa destrozada y casi todo lo que podía mantenernos con vida en este extraño invierno. La destrucción era el resultado evidente para una pelea entre dos mestizos.
Mis manos comenzaron a sangrar con el hielo. Solo quería tomar la piedra y refugiarme en cualquier lugar hasta que se esfumase mi malestar. En aquel entonces, pensé que eso nunca llegaría a suceder, pero la esperanza siempre está ahí, susurrándote al oído cosas que quieres escuchar en el momento correcto.
Antes de que pudiese remover otra capa de hielo, Lirio agarró con brusquedad mi mano.
—Te estás haciendo daño.
Sacudí el brazo y crucé mi mirada con la suya.
—Quiero estar solo —amenacé.
Lirio sacó un pañuelo ligero del interior de su chaqueta y lo posó con cuidado sobre una de las heridas.
—Puedes usar la habitación en la que me quedo, tiene una puerta —ofreció Xistra—. Además, pretendo quejarme toda la noche y parte de la mañana mientras Lirio planea qué hacer para que nos alimentemos.
Elevó las comisuras de sus labios en una temblorosa sonrisa.
—Iré cuando encuentre mi pulsera —dije.
El cansancio hacía que apenas pudiera razonar, las sienes me palpitaban con un incipiente dolor de cabeza. A mi lado, Lirio lanzó un largo suspiro antes de envolver mi mano con el pañuelo.
La magia chispeó en torno a mí. Por un instante, observé con confusión los alrededores.
—El hielo brilla —musitó Xistra—. Claro, por eso podemos ver sin la chimenea.
Lirio cerró sus ojos. Cerca de la enorme estatua de ciervo que coronaba la estancia, la helada era mucho más fina. Se agrietó con un crujido y la piedrecita azul salió disparada hasta alcanzar los dedos de Lirio.
—Aquí tienes.
Resoplé y tras una escueta despedida me encerré en la estancia que Xistra utilizaba para dormir. Este había encendido un pequeño fuego para calentarse, por suerte el humo se escurría por las enormes grietas del techo. Las paredes estaban recubiertas de intrincados grabados en la piedra viva, casi todos pequeños pájaros o flores. No muy lejos de la fogata, estaba la pila de viejas mantas que Xistra usaba como cama.
Me tumbé hecho un ovillo. En mi fuero interno ardía un floreciente deseo. Quería controlar el uso de la magia al igual que Lirio. Lancé una risa ronca en mitad de mis dispersos pensamientos, pues eso demasiado difícil. Era un inútil que apenas podía levantar una espada y que vivía quejándose de cosas que no tenía la menor intención de solucionar.
Todos a mi alrededor parecían tener muy claro lo que hacer con su vida. Se habían fijado objetivos que cumplían o procuraban llevar a cabo.
El sueño me venció. Turbulento. Angustioso. La imagen de Iris iba y venía en las tinieblas. La capital fae caía bajo la oscuridad que goteaba del cielo.
Cuando me desperté, estaba enroscado en las mantas y la llama se había apagado. Silencio, tan presente que se había llevado incluso el sonido de mi entrecortada respiración. Una pegajosa sensación se adhirió a mi piel.
Me incorporé con rapidez y un mareó me sobrevino. Anoche apenas había comido y mucho menos tomado algo de líquido. Mi cuerpo se resentía. Sacudí la cabeza para intentar centrarme y apoyé el antebrazo en el muro antes de avanzar hacia la puerta.
En cuanto la abrí, me encontré con una figura inesperada. Lume se hallaba sentada en el borde de piedra del altar. Tenía el cabello trenzado a punto de soltarse y su ropa no estaba en su mejor momento. Los pantalones que se ajustaban a sus piernas presentaban algunos cortes. Por lo demás parecía sana.
Observé en derredor. Lirio no estaba por ningún lado.
—¿Qué haces aquí? —pregunté. Xistra se encontraba dormido cerca de Lume.
La princesa fae soltó un respingo como si la hubiese rescatado de sus pensamientos.
—¡Invierno! —Sonrió con verdadera alegría. Se apuró hasta mi posición para hundir la nariz en mi pecho—. Apestas.
—Indudable.
Me rodeó con sus brazos. Nada salió de sus labios, por lo que esperé hasta que decidió hablar.
—No he sido capaz de restaurar la barrera —explicó—. La magia no quiere escucharme.
Sus orejas puntiagudas estaban rojas. ¿Sentía vergüenza o rabia?
—¿No has llevado acompañantes?
La había visto caminando por el bosque, rodeada de una comitiva fae.
Negó con la cabeza y creí que iba a mentirme.
—Sí, fueron escogidos por mi hermano y trataron de asesinarme en cuanto fallé el ritual. Escapé y la tormenta de nieve se hizo tan fuerte que tuve que buscar un refugio. Si no fuera por Cerezo estaría muerta.
Trasladé las manos a sus temblorosos hombros y la aparté. No estaba llorando, en su rostro se reflejaba una extraña calma.
—¿Por qué no llevaste contigo a Iris? Sé que se encuentra en palacio. —Sé que lo dejaste en manos de Albor.
—Lo intenté.
—¿Sí? —Crucé los brazos sobre mi pecho. Sentía la boca reseca.
—Sí.
—¿Y?
—Albor se lo llevó a Shira.
—¿Estás segura de eso?
—Maldita sea. Comprendo que sientas curiosidad, pero son demasiadas preguntas.
—No sé si Albor te ha mentido o eres tú la que miente —incriminé. Retrocedí un par de pasos para poder recostar la espalda contra la pared—. Iris sigue en palacio.
La genuina sorpresa asoló su semblante.
—¿Estás seguro? ¿Cómo puedes saberlo?
Me encogí de hombros. En ese punto de la conversación estaba realmente sediento.
Antes de que pudiera siquiera abrir la boca, un fuerte sonido hizo retumbar las paredes del viejo templo. Un fardo rodó hasta nuestra posición. Alguien debía haberle dado una patada. Ese alguien entró pocos segundos después.
Xistra se incorporó de golpe con el cabello pegado a su mejilla derecha.
—La comida. Bebida. Dinero —masculló Lirio sudando por el esfuerzo.
—Beber —demandé.
—Comer —dijo a su vez Xistra.
—El dinero no era necesario —terció Lume.
Él se agachó y rebuscó hasta sacar una botella de cristal astriano. El líquido era de un color rojo espeso y amenazante.
—¿Sangre? —medité en cuanto tuve la botella en mis manos. El viejo Tres, un hombre que había sobrevivido más de cincuenta años como esclavo, siempre nos contaba historias sobre los alimentos secretos de los fae. Entre ellos los licores de sangre.
—No seas idiota, es una bebida de frutas silvestres —aclaró Lirio. Después extrajo un paquete que lanzó a Xistra.
—No sé si sentirme aliviado o decepcionado —admití, preso de mis recuerdos.
Lume comenzó a reírse. Su pequeño cuerpo temblaba cuando la risa se transformó en llanto. Retorció las mangas de su gruesa camisa, dejando que la tensión que cargaba saliese a raudales.
Mientras bebía palmeé con suavidad su cabeza. Xistra balbució palabras que trataban de ser confortantes.
—Están todos muertos, mi princesa. —Lirio se arrodilló frente a ella con una mano en el pecho—. Habéis dicho que eran veinte en total y los veinte han caído bajo el filo de mi espada.
O el filo de tu magia.
—Pero podían hacer uso de la magia...
Y este mamón también.
Lirio le tendió unos pedazos de tela ensangrentados que presumiblemente habían sido arrancados. Pude apreciar un blasón que no había visto antes, un pájaro blanco tenía las alas extendidas y en la parte de atrás se distinguía un nenúfar.
Lume se limpió los mocos antes de contemplar los blasones con la mirada perdida. Gruesas lágrimas hacían surcos en la suciedad de sus mejillas.
—Debí matarlos con mis propias manos. —Mordió sus labios hinchados—. Debí hundir la daga en el cuello de mi hermano y la espada en el corazón de mi madre. Como no sigo las órdenes y no me comporto como la muñeca que esperaban, buscan acabar con mi vida de cualquier manera ridícula. Incluso ese hijo de puta ha escondido a mi único aliado.
Arrugó los blasones hasta que ya no se distinguió el pájaro.
—¿De verdad creen que están protegidos en su palacio? —continuó tras una pausa, como si hubiera estado organizando sus pensamientos—. No por mucho tiempo.
https://youtu.be/ybfrvg0qqJU
(Que alguien me anime a colorear esto porque de verdad que lo voy dejando y ahí se queda en blanco y negro AJAJAJA)
Llegados a este punto he de agradecer a las personas que están llevando esta historia al día. Es sin duda la historia más larga que he hecho nunca y de momento no sé en qué punto le daré final. Prefiero dejar que la historia fluya sin más y que termine cuando tenga que hacerlo.
Si has llegado aquí y te gusta, gracias. Espero que os entretenga y os haga pasar un buen rato, que de eso se trata.
Sin más, un abrazo virtual.
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