Pétalos de sangre.

──────── ✧ ──────────

Lume se apartó de Iris con rudeza y la sangre se esparció por el suelo, dejando una forma similar a los pétalos de las rosas borgoña.

—¿Eres idiota? —gruñó Lume con visible esfuerzo—. Si lo dejas aquí, puede pasarle cualquier cosa. Y si miran herida no dudarán en culparle.

Agarré uno de los brazos de Lume.

—Ambos sabemos que he sido yo —dije llevándola hasta el asiento de piedra. Para ese momento, los ojos de Lume ya estaban nublados y su cara mostraba una palidez mortal.

Iris sacó un rollo de vendas del bolsillo de su chaqueta con expresión sombría.

—¿Habéis discutido? —preguntó a la par que miraba alrededor como si buscara algo.

Lume ignoró la cuestión y se centró en mí.

—Ayúdame.

Rasgó toda la parte baja del vestido vaporoso que llevaba y me entregó la parte rota. Doble la tela un par de veces antes de presionarla contra la herida.

—Así se va a infectar —advirtió Iris.

—Si tanto te preocupa, ve a buscar ungüento cicatrizante, agua y ropa limpia para mí —espetó Lume.

La mirada de Iris pasó un instante por mi cara antes de soltar un suspiro y apresurarse a buscar los enseres que Lume le había pedido. Ella también emitió una larga exhalación.

Nos mantuvimos así durante el tiempo que tarda una bebida caliente en tomarse, con el silencio bailando entre ambos y el sonido del viento meciendo las hojas de los árboles cercanos.

—¿En qué estabas pensando cuando tocaste mis alas? —inquirió Lume antes de apoyar la frente en mi vientre.

—En que se rompieran.

Soltó un sonido a medias quejido, a medias asentimiento, y volvió a sumirse en el mutismo de nuevo. Sin embargo, mi cabeza daba vueltas a todo lo que acababa de suceder, buscando una conexión con las veces que había utilizado la magia. Según Lume, se precisaba establecer un diálogo con ese monstruo para poder llegar a un acuerdo y canalizar su energía, pero en mi caso parecía que con un deseo desplegaba una fuerza destructiva sin igual.

¿Y si en vez de establecer un diálogo le daba una orden concreta?

Apreté un poco más la tela y esta se arrugó bajo mis dedos.

Cura su herida. Imperé.

La magia se retorció a mi alrededor con descontento.

¿Acaso no quieres comer? Cura. Su. Herida.

Lume se apartó con su pequeña nariz arrugada con disgusto.

—La magia está molesta.

Pues que se joda, pensé y una sonrisa torcida atravesó mis labios. ¿A qué esperas? Cura. ¿No eres omnipresente y omnipotente? Qué decepción.

El chispeo aumentó hasta hacerse audible. Los ojos de Lume se abrieron con sorpresa.

—¿Acaba de insultar? —masculló ella.

Una pena que no pueda escucharte lloriquear. Centré mis pensamientos en la palabra "curar" hasta que finalmente sentí que parte de mi alma volvía a ser arrancada y una luz de una tonalidad similar al azul que se puede encontrar en el hielo emergió de entre mis dedos.

Con la visión algo borrosa, esperé a que la luz desapareciera antes de levantar la tela. La carne desgarrada se había vuelto a unir en dos largas y finas líneas que discurrían a lo largo de la espalda. Repasé la línea de piel clara con desconfianza, pero no parecía que se iba a volver a abrir.

Lume a su vez también llevó una de sus manos a la espalda.

—¿Ha dejado de sangrar? Ya no me duele.

Así que la magia no ha dicho nada a la hora de obedecer mi mandato.

Me senté con un mareo que amenazaba con volcar el contenido de mi estómago. Tendría que tener cuidado de no usar la magia en lo que restaba de día.

—Está curada —musité apoyando el brazo en la mesa para dejar reposar mi cabeza.

—¡¿Qué?! —Intento palparse las heridas a pesar de que no llegaba.

—La he curado.

—¡¿Has podido curar?! ¡¿Tú?! —El «tú» lo dijo en un tono de incredulidad que me arrancó una risa.

—No chilles, me vas a dejar sordo. —Para remarcar mis palabras fingí que me había taponado el oído.

Se levantó con inestabilidad y dio un par de vueltas. Semejaba un perro que intentaba morder su propia cola sin éxito.

—¿Cómo es posible? No puedes dialogar con ella y llegar al acuerdo —dijo pensativa.

—Se ve que no necesito un acuerdo —expuse.

Se volvió a sentar frente a mí. Su cara todavía estaba cenicienta y el olor metálico de la sangre primaba sobre las flores de verano que crecían junto a la glorieta.

—Pero todos los fae precisan llegar al acuerdo para ofrecer una porción pequeña de su alma.

—Yo no soy un fae.

Tomó mis manos entre las suyas, ambas estaban ensangrentadas y sudorosas. El pelo largo de Lume se escurrió hacia delante cuando agachó la cabeza para examinar con detenimiento las líneas que cruzaban las palmas de mis manos.

—Nunca pensé que fueras capaz de controlar tus poderes y mucho menos poder curar a alguien. —Acarició las callosidades de mis dedos tras años de trabajo forzado.

—No estoy seguro de que pueda controlarlos.

—Pero me has curado. —Sonrió con dulzura. La discusión que habíamos tenido hace nada parecía haberse desvanecido como un mal sueño. Alzó nuestras manos para apoyar su mejilla en ellas—. Y me has librado de las alas malditas. Gracias.

Me sentí incómodo ante su agradecimiento. Las alas las había destrozado de forma inconsciente y tampoco estaba seguro de que pudiera curar su herida. Encogí los hombros mostrando indiferencia y procurando quitar peso a lo que acababa de suceder.

—Es intrigante —comenzó a decir Lume al cabo de un rato con aire pensativo—. No necesitas llegar a un acuerdo y parece ser que la magia reacciona a tu voluntad. ¿Por qué será?

—Porque mi alma es más nutritiva, yo qué sé —respondí a la vez que retiraba mis manos.

Antes de que Lume pudiera continuar, Iris subió las escaleras con presura y los brazos cargados con las cosas que le había pedido la princesa. Me incorporé para ayudarle, pero fui detenido por Lume.

—Déjalo sobre la mesa y espera lejos de mi vista —imperó.

Iris frunció el ceño antes de llevar sus ojos azul marino a la espalda de la princesa. Apoyó en la mesa un vestido de color salmón, un cubo de madera con la tapa cerrada, dos botes con un líquido espeso en su interior y paños limpios.

—La reina viene en camino.

La gran perra al fin iba a hacer su aparición. Mi ánimo era una extraña mezcla de asco, curiosidad y miedo. Aunque esto último no llegaría decirlo en voz alta jamás.

Lume se puso rígida en su posición, tras eso, agarró uno de los paños con suma rapidez.

—Se ha dado cuenta de que se han roto las alas. Claro que se ha dado cuenta. ¿Cómo he podido ser tan estúpida? —Su cuerpo temblaba mientras sumergía el paño en el agua—. ¡Entretenla! ¡No, llévate a Invierno! Si lo encuentra aquí, será terrible.

Iris soltó suspiro. Este hombre iba a pasarse la vida inhalando aire para reforzar la poca paciencia que le quedaba.

—Cuál de las tres cosas que me habéis ordenado quiere que cumpla, su majestad —expresó él con cierta mordacidad. Parecía que habíamos llegado al límite de su paciencia.

Sin embargo, Lume era ajena al enfado de Iris y se limitó a quitar su roñoso vestido para revelar el corpiño que llevaba a modo de ropa interior. Al menos esa prenda no estaba tan asquerosa.

La ayudé a limpiar los restos de sangre bajo la mirada mortífera de Iris. Tras asegurarse de que no había ningún rastro, puso sobre su cuerpo el nuevo vestido. Este cubría toda la espalda y el pecho hasta el cuello, a pesar de tener las mangas cortas, los patrones de flores finamente bordados emitían pequeños destellos al incidir la luz sobre los hilos.

Lume le lanzó el trapo sucio a Iris.

—Limpia el suelo y llévate a Invierno.

Antes de que Iris se arrodillara, agarré dos trapos más y puse uno en las manos de Lume.

—¿No tienes puta prisa? —espeté—. Pues limpia también.

Cuando la última gota de sangre fue fregada, escuchamos los pasos de alguien en la gravilla que había poco antes de la glorieta.

La reina estaba a punto de llegar.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top