Nieve y ascuas.
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—¡No era necesario congelar todo el suelo! —gritó Lirio dando un pequeño salto lateral para evitar que la escarcha tocase sus pies—. ¡Abajo!
Con una rapidez pasmosa, puso la mano en la cabeza de Lume, obligándola a tumbarse en el suelo justo antes de que la reina asestase un golpe que podría haber cortado la cabeza de ambos.
—¿Puedes levantarte? —dijo Invierno, separando las manos de mis orejas.
Asentí, todavía aturdido. De alguna forma, mis piernas se pusieron en movimiento. Conseguí incorporarme. Mi respiración era agitada y la mano que portaba la espada temblaba sin remedio.
Tenía que pelear. Lume no podría derrotar a la reina con la ayuda de un simple soldado.
¿Por qué no podía moverme? Aquel era el final de esa mujer. El fin de una condena.
Los dedos de Invierno acariciaron con suavidad el dorso de mi mano. Se posicionó a mi lado, pero sus ojos azules estaban centrados en el monstruo y los golpes rápidos que asestaba Lume con su fina espada imbuida en magia.
Un pedazo de piel salió volando en nuestra dirección rociando a su paso aquel extraño líquido negro.
Invierno me ofreció un ligero apretón antes de quitarme la espada y avanzar un par de pasos en dirección a la batalla.
—¿Has aprendido a usarla? —pregunté con la boca reseca.
Se rio, sus hombros temblaban como si acabase de contarle el mejor chiste.
—No tengo ni la más remota idea —admitió con una sonrisa—. Se la hundiré en cualquier puto lugar y luego veré qué hago.
Mi ceño se frunció todavía más.
—Entonces devuélvela.
—No.
—Invierno.
Un nuevo chillido hizo que perdiese el equilibrio. Lirio estaba serrando la unión entre los huesos del hombro y el brazo. Pretendía amputarle el brazo derecho, completamente ajeno a la viscosidad que enredaba en sus guantes largos. Por suerte, había venido equipado y su ropa aparentaba ser gruesa.
Invierno acarició con la punta de la espada la escarcha que cubría el suelo. Esta tembló y comenzó a elevarse. Su forma cambió en el aire, semejaban largas estacas de hielo.
Lume hundió el acero fae, perforando el pecho de su madre. El espinoso brazo del monstruo cayó al suelo en un charco negro y, con un giro, Lirio clavó el filo en el cuello retorcido.
—A la cabeza —indicó Lirio.
Las estacas de hielo se agitaron y acortaron con fugacidad la distancia entre Invierno y la cabeza de la reina. Lume y Lirio se retiraron, respiraban con agitación cuando el contorsionado cuerpo de la reina cayó al suelo.
Todavía seguía con vida. Su piel se torcía y rezumaba sangre negra.
Invierno bajó la cabeza para contemplar el arma.
El aire a mi alrededor se electrificó, similar a cuando un colosal rayo está a punto de caer en la zona. Podía sentir la enorme estancia chispear. A mi mente vino el recuerdo de la cara de Albor quemada.
—Tú no puedes matarla. —Se volteó para mirarme—. Pero no te preocupes, yo lo haré por ti.
Lirio apoyó la bota en la espalda del ser, en un lugar en el que los pinchos no pudieran alcanzarlo. Atravesó con su acero hasta que la punta salió por el otro lado.
Invierno se acercó para quedar al alcance de la cabeza. Con ambas manos tomó la empuñadura y alzó la espada. El chispeo se hizo más intenso. Mis ojos estaban húmedos, aunque me negaba a que las lágrimas cayesen.
Lume se había acercado sin que me diera cuenta, asió la parte baja de mi camisa de lino.
El filo bajó hasta que se hundió en el cuello de la reina, tal y como había hecho Lirio. Una y otra vez. Las llamas estallaron al quinto golpe, por lo que Lirio tuvo que apartarse. El fuego se extendió más allá de la aberración; lamió las mesas, se introdujo en los cadáveres, bailó con los restos.
Un golpe.
Otro golpe.
Uno de los pinchos se clavó en el hombro de Invierno, sin embargo, a él no parecía importarle.
La cabeza ya colgaba de un trozo de carne y piel. El líquido negro se deshizo con la vehemencia del fuego que Invierno había creado.
Con el último golpe la espada se quebró.
La reina había muerto.
Invierno lanzó la empuñadura hacia el lado, resollando por el esfuerzo. Se secó el sudor que goteaba por la barbilla.
—¿Estás bien? —susurró Lume.
—Sí.
—¿Te ha herido?
—No.
Nos quedamos en silencio contemplando los restos de lo que había sido nuestra pesadilla personal. Una sensación de incertidumbre se posó en la boca de mi estómago.
—Lo siento, yo... —musitó Lume.
—Creo que podemos advertir a Zan para que despliegue sus soldados. Quizás quede alguien con vida —comentó Lirio evitando las llamas y cortando lo que Lume iba a decir a continuación.
Zan, el noble protector de la capital. Para él, los humanos eran su prioridad, sobre todo después de lo que había sucedido con los desgarrados tras la fiesta de cumpleaños del príncipe.
La princesa juntó sus manos y de ellas brotaron innumerables mariposas azules.
—Las doncellas del templo van a sellar el palacio —señalé.
—Dispondré un mensaje para ellas también.
—¿Quedará alguien con vida? —dijo Lirio con un acceso de tos—. En nuestro camino aquí solo he visto cadáveres. Hemos tenido suerte de contar con un mestizo. —Tras decir eso le gritó a Invierno—: ¿Es que tus llamas no van a extinguirse nunca?
Invierno se encogió de hombros. Estaba observando como Albora se convertía en cenizas bajo sus pies.
Caminé hacia él.
Con los sentimientos revueltos y el mundo ardiendo. Volutas de ceniza flotaban entre la humareda.
—Eres libre —expuso alzando la mirada. Tenía un brillo antinatural; el impasible azul más hermoso que había visto nunca.
Sostuve sus hombros con cuidado. Había tantas cosas que quería decir, a pesar de que muchas habían sido compartidas a través de nuestros pensamientos.
—¿Duele? —El agujero que había hecho la espina no era muy grande.
—No. He tenido heridas peores.
Bajé la cabeza hasta que pude percibir su cálido aliento.
—¿Este gesto significa que vas a besarme? —inquirió.
—Solo quiero un abrazo.
—El fuego nos rodea.
—Creí que eso te daba igual.
Sonrió, elevando una sola comisura. Lo envolví con mis brazos. Recorrí su espalda en una lenta caricia. Estaba cubierto por una capa negra con ribetes plateados; recordaba habérsela visto a Lume. Olía a una extraña mezcla de nieve y ascuas.
—Gracias —musité.
Gracias por no abandonarme.
Estúpido. La voz de Invierno sonaba clara en mi mente.
Todavía funciona esta conexión.
Sí, y por eso sé que pretendías besarme. Después has recordado la situación en la que estamos, pero dime, ¿acaso importa? Podríamos morir al salir por esa puerta.
Muy a mi pesar, esta vez fue mi turno para sonreír. Ni mi corazón ni mis pensamientos tenían escapatoria, Invierno era dueño de ellos.
Él retiró una pulsera que llevaba en su muñeca izquierda. Estaba formada con cuero y una piedra similar a la que pendía de mi cuello. La puso en el bolsillo y de pronto sus labios tentaron a los míos.
Mordí ligeramente su labio inferior y entreabrí su boca con la lengua.
Un estallido resonó en la estancia.
—¿Estáis bien? No veo nada con tanto humo —escuché exclamar a Lume.
—Están bien, es normal que el humo no te deje ver nada después de que la reina haya explotado —replicó Lirio. Se hizo un silencio hasta que, de pronto, comenzó a hablar en voz demasiado alta—. ¡Nos vamos a llamar a los soldados, sí! ¡Vayamos, princesa! ¡Nos vemos en el patio interior!
Centré mi atención en la boca de Invierno y como esta se movía tratando de seguirme. Lo apreté contra mí, buscando con avidez profundizar en el beso.
Deseaba borrar con un beso todo el daño que ambos habíamos sufrido. Tan iluso.
Nos separamos para tomar aliento. El humo no llegaba a nosotros, como si un escudo invisible nos mantuviese a salvo.
Volví a buscar su boca. Bajo los labios de Invierno, rodeado de las ascuas de un fuego que tardaría semanas en apagarse, fue la primera vez que sentí lo que era estar vivo.
https://youtu.be/eGmxc0LCPOY
Nota de la autora: He tardado una eternidad en actualizar porque estuve pasando una temporada muy mala en cuanto a salud mental se refiere. He sufrido tanto y por tanto tiempo que por un momento creí que no iba a salir de eso. Mi consejo desde aquí es que siempre que se pueda, acudáis a buenos profesionales. Si necesitáis alejar de vuestra vida a gente que os hace mal, cero dudas.
Ahora he mejorado un poco, por lo que espero continuar con todas las historias que quiero compartir.
Agradezco un montón a todas esas personas que están apoyando esta historia mientras se completa.
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Y ahora: memes.
Lirio empujando a Lume: Venga, apresurémonos.
Lume: ¿Por qué me estás echando?
Lirio: Porque claramente sobras, ¿por qué si no?
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Invierno: Pensé que cortar una cabeza era más sencillo. ¿Has visto cuantas hostias le he tenido que dar? Cero ganas de repetir.
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Había dos mestizos en la sala. ¿Podéis distinguir cuál era la magia de Lirio y cuál la de Invierno?
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