Miedo.

tw: violación (no está escrita en detalle, no se ha escrito con intención erótica)

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Iris no se excusó ante la princesa, tampoco apartó la mano. Solté el aire que había contenido al lanzar la pregunta, con agotamiento y alivio a la vez. En el fondo, no estaba preparado para su respuesta.

—Prefieres compartir cuarto con un desconocido —dijo Iris. No se me escapó el hecho de que estaba hablando con la princesa de una manera diferente a la habitual—. Parece que quieres lanzarte a los brazos de la muerte.

Lume caminó hasta que pudo sujetar la mano de Iris y apartarla de la pared.

—Comparto la habitación porque he sido yo la que ha puesto su vida en peligro. Invierno ha perdido su libertad por mi causa.

—Eso no es del todo cierto —habló él con cierta gentileza—. Tú no querías casarte con nadie, solo tener representación humana en palacio. Si no fuera por el príncipe Albor...

—De qué estáis hablando —irrumpí.

La princesa me agarró la mano para arrastrarme hasta el cuarto. Iris nos siguió y cerró la puerta con cuidado al entrar en la estancia. El suelo y las paredes eran de madera como el resto de la casa, había una cama ancha en el centro de la estancia y dos espejos a ambos lados de esta. ¿Qué clase de ser dormía con dos espejos al lado? Los odiaba.

—¿Ahora vais a contestarme? —volví a hablar.

Iris cruzó los brazos sobre su pecho y se apoyó contra la puerta. Sus ojos azul oscuro se clavaron en mí para luego dirigirse a la princesa.

—Has desconfiado de mí —dijo—. Me has puesto al mismo nivel que los otros.

—¡Has matado a Lek! —gritó ella. Si querían mantener esta conversación en secreto, se acababa de ir a tomar viento. Me senté con pesadez en la cama, sabedor de que no iban a darme las respuestas que quería. A pesar de todo, tenía cierta curiosidad—. ¿Cómo se supone que he de confiar en ti?

—He visto a Lek y Hera hablando. Lek le entregó algo a Hera que ella escondió con rapidez. Estoy más que seguro que ha sido por orden de Albor —explicó Iris. Tenía cierto sentido, ya que esa mujer era la única que estaba pretendiendo mantener la compostura, al contrario que los demás.

Lume se llevó las manos a la frente con visible agotamiento.

—Desde que salimos de palacio sabíamos que algo así iba a pasar. —Se movió hasta el morral y sacó una botella de cristal llena de agua que vertió en un cuenco. Luego tomó una tela gruesa y la empapó. Se empezó a limpiar la cara, que estaba llena de barro. Me pregunté si mi aspecto sería muy lamentable, pero tampoco quería verme reflejado—. No han permitido que llevemos escolta y tenemos a esos dos pegados al culo. De momento, lo único que podemos hacer es llegar con vida a palacio.

Intenté no reírme ante la forma de hablar de Lume. La princesa del reino de Astria era demasiado campechana cuando no había público.

—Pues confía en mí. —Iris se acercó hasta posar las manos sobre los hombros de Lume—. Voy a traer agua para que podáis lavaros, aunque sigo pensando que Invierno puede descansar conmigo.

—Invierno se va a quedar aquí —imperó Lume, apartando con brusquedad las manos de Iris. Él me observó en silencio antes de marcharse.

Nos quedamos callados, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Cerré los ojos; sentía el cuerpo agotado. El cobertor de la cama olía a cerrado, pero era mullido y agradable. Nunca había dormido en un lugar tan blando y mis músculos se relajaron hasta que mi consciencia se difuminó.

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Al despertar me encontraba envuelto en una manta. Parpadeé con confusión, la estancia se hallaba en penumbra a pesar de que la luz de la luna entraba por la ventana. Distinguí a Lume a mi lado; estaba acurrucada contra mí roncando. Desprendía un aroma a violetas, por lo que supuse que se había lavado antes de dormir. Le aparté con cuidado un mechón de pelo que caía sobre sus labios para que no se lo comiese.

El estómago me rugía con hambre después de haber pasado tantas horas sin comer, así que decidí rebuscar algo que poder llevarme a la boca. También tenía que hacer mis necesidades, sin embargo, no tenía ni la menor idea de si esta casa contaba con un baño.

Haciendo el menor ruido posible, usé un par de cubos de agua para quitarme la suciedad del cuerpo y me vestí la ropa que Lume había dejado para mí sobre uno de los espejos.

Salí al pasillo y vi que Iris estaba allí apostado. Se había sentado en el suelo y leía un libro en un idioma que no entendía.

—¿A dónde vas? —inquirió sin levantar la vista.

—Mear —espeté.

—Tendrás que hacerlo fuera, en la parte trasera —indicó él—. ¿Te acompaño?

—No es necesario.

—¿Estás seguro?

—He dicho que no.

—Pero puedes estar en peligro.

—Ese peligro bien puedes ser tú. No quiero tu compañía.

Semejó paralizarse y volvió a centrar la vista en el libro, dispuesto a no seguir con la conversación y dejarme marchar.

Puede que Hera haya sido quién atacó a la princesa, pero estaba seguro de que la persona que intentó matarme tenía las manos mucho más grandes que ella.

Bajé por las intrincadas escaleras hasta llegar a la sala, la cual estaba vacía. En cuanto salí al exterior, noté el frescor de la noche, así como el olor del bosque que me rodeaba.

Me dirigí a trompicones hasta la caseta que servía de letrina. Por suerte no apestaba como las que usábamos los esclavos en el Hoyo.

Al salir, lavé las manos aprovechando el agua que había en el cubo del pozo. Las estrellas se reflejaban en el fondo.

Antes de que pudiera alzar la vista al cielo, algo me cubrió la cara. ¿Era un paño? Sentí como una mano apretaba la tela contra mi nariz, y boqueé para buscar aire. El olor rancio de algún medicamento me aturdió, nublando mi visión.

Me tambaleé hacia delante, sintiendo que mis movimientos se habían vuelto lentos. Alguien tiró de mi cabello hacia atrás tal y como había hecho en el río. Jadeé intentando buscar las palabras dentro de mí sin éxito.

—Se ve que este esclavo no ha sido bien doblegado. —La voz de Hera llegó hasta mí como en un sueño—. Nos será inútil si no logramos que acate nuestras órdenes. ¿Qué vamos a usar para quebrar su voluntad?

La persona que tenía sujeto mi cabello no respondió.

—No creo que sirva de nada pegarle. Mira esta asquerosa espalda, está más que acostumbrado —siguió hablando ella. Caminó hasta que pude ver su sombra. La luna no llegaba hasta aquel punto y mi visión estaba demasiado borrosa.

Un hombre se carcajeó. ¿Iris o Cade? Con una simple risa no podía saberlo.

Me arrastró hasta que quedé de rodillas en el suelo. Estaba indefenso. Debía atacar. Debía escapar.

Hera tomó el lugar del hombre y mantuvo mi cabeza agachada. Al cabo de unos instantes, sentí algo caliente y duro en la cara.

Cerré los ojos con fuerza.

—Vas a tener que abrirle la boca.

¿Qué diferencia había entre esto y las calles de Orquídea? Debí haberme escapado.

Intenté morder y desgarrar la piel, pero tenía los músculos demasiado relajados.

Lo escuché jadear.

—Vas a escucharme bien, montón de basura —musitó Hera con voz suave a mi lado—. Si no matas hoy a la princesa, ten por seguro que va a ir a más. Todos los días vamos a encontrar un momento para que mi amigo se desahogue.

Hera clavó sus uñas en mi cabeza y siguió hablando:

—Si se te ocurre hablar con alguien de lo que estamos haciendo, vas a morir. Tu única posibilidad de supervivencia es asesinar a la princesa, ¿te ha quedado claro?

Tras eso, el hombre se retiró satisfecho y Hera me aplastó la cara contra el suelo. Respiré hondo, intentando contener las lágrimas de rabia y asco.

Sin decir nada más, se marcharon silenciosamente. Tal y como habían venido.

https://youtu.be/3TNK916Pjto

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