Latido.

──────── ✧ ──────────

El estúpido príncipe nos llevó hasta una estancia circular bastante grande con una sola puerta al fondo. En medio de la sala había una mesa con galletas en una bandeja y lo que parecía algún tipo de infusión que olía similar a la menta. Junto a la mesa había dos sillas vacías.

—Vigilad que no se marchen —indicó Albor a los guardas.

Antes de que pudiera dar un paso hacia la mesa, Iris posó su mano sobre mi hombro.

—Ni se te ocurra tocar las galletas.

Sorprendido, alcé la cabeza para escudriñar su rostro. El efecto de la magia de Lume era sin duda demasiado poderoso.

—Huelen bien, ¿de qué serán?

Iris miró hacia las galletas antes de responder.

—Son una especialidad del país de Shira. Están hechas con canela y un cereal que solo se cultiva ahí —mientras explicaba pareció percatarse de que todavía estaba tocando mi hombro, por lo que retiró su mano—. Es probable que tras esa puerta se encuentre el embajador de Shira.

—¿Eso lo sabes porque hay unas galletas?

Sonrió sin llegar a responder a mi pregunta. Nos quedamos de pie esperando a que el príncipe volviese bajo aquel embriagador olor a galletas.

Los guardas de Albor parecían ignorarnos por completo mientras miraban hacia un punto fijo en la pared.

Mi estómago rugió.

—Te compraré unas —susurró Iris—. Cuando salgamos de aquí.

—Si salimos vivos de aquí. —Alcé las comisuras de mis labios.

La puerta se abrió revelando a una persona mucho más alta que Iris. Tenía el cabello rapado y su piel era del mismo tono que el de Iris, con una intrincada pintura corporal que recorría sus brazos descubiertos. Unos rasgos afilados y ojos negros inteligentes me observaron con detenimiento durante unos instantes.

Detrás, un hombre hablaba con el príncipe. También era de piel oscura, aunque más bien tirando a bronce. Llevaba una ropa que no había visto jamás en mis años de esclavo, llena de filigranas y adornos. Su cabello negro y largo estaba engalanado con campanillas que sonaban mientras caminaba.

Qué incómodo ir escuchando eso.

—Aquí tienes a nuestro entretenimiento para esta velada, he de decir que uno de ellos es de los mejores guerreros del reino —rio Albor al señalar a Iris.

El hombre sonrió, poniendo arrugas alrededor de sus ojos.

—Al capitán Calei lo he visto antes. Es bien conocido en Shira —dijo antes de sentarse. Tomó una de esas galletas y se la llevó a la boca—. ¿Y de verdad crees que puede ganar en una pelea cuerpo a cuerpo contra Luna? Me encantará ver cómo lo intenta.

Intuí que Luna era la persona enorme que permanecía al lado del hombre.

Albor se sentó en la otra silla y cruzó sus piernas sin importarle lo más mínimo que su túnica estuviese casi abierta por completo. Aparté la mirada con disgusto para dirigirla de nuevo a la fuente con las galletas, lo único agradable en aquella estancia aparte de Iris.

—¿Y qué hay del desnutrido muchacho? —La pregunta salió de su boca con pereza, sin embargo, estaba seguro de que se había percatado de que no dejaba de mirar la bandeja.

—Oh, no sé si te has enterado de las tonterías que ha estado haciendo mi hermana. —Albor sacudió su cabeza con visible descontento. Deseé poder arrancarla de su cuello, pero no estaba seguro de si tendría la fuerza suficiente para lograr tal hazaña—. Casi termina con la economía de nuestro modesto reino.

No estás respondiendo siquiera a la pregunta que te han hecho, pedazo de mamón. Clavé las uñas en las palmas de mis manos para que mi lengua se mantuviera en su lugar. Albor continuó con su monólogo.

—Liberar a los esclavos es algo que acabaría por hundir el sistema económico de Astria, toda nuestra industria depende de su mano de obra. —Chasqueó la lengua como si estuviese hablando de las fechorías de una niña pequeña—. Él es uno de esos esclavos liberados. Incluso le ha prometido que lo convertiría en rey, ¿no es hilarante? Por supuesto, nuestra actual reina ha detenido las tonterías de mi hermana y ahora el chico simplemente permanece como guarda. Dará su vida cuando Astria lo precise, como un buen esclavo.

Comenzó a reír y alcanzó una de las galletas para darle un par de mordiscos y dejarla de nuevo en el plato.

—La revolución de la princesa Lume es sin duda un movimiento arriesgado. Me alegra oír que vuestra madre ha tomado las riendas de nuevo, Shira temía que los acuerdos comerciales se detuvieran ante una economía congelada —comentó el embajador mientras arrugaba la nariz al ver el gesto del príncipe—. Lo que no entiendo es por qué has traído al esclavo hasta aquí, hemos acordado que pelearían tu mejor guerrero contra el mío.

La sonrisa de Albor se ensanchó, dejando ver unos incisivos afilados. Se inclinó hacia la oreja derecha de su invitado y susurró algo que no alcancé a oír. El hombre me miró de reojo a la vez que escuchaba con atención lo que fuera que estuviera explicando Albor.

—Entiendo... —dijo antes de reírse—. Puedes dejar al muchacho en mi alcoba entonces.

Comencé a sentirme mareado. Las palmas de mis manos estaban cubiertas de sudor frío, al igual que mi nuca. Enfoqué mi fuerza en mantenerme de pie y que mi rostro no mostrase ningún miedo. Si tenía que matar, lo volvería a hacer.

Iris se adelantó hasta ponerse delante de mí. Llevó la mano cerrada en puño a un lado de su pecho y se inclinó con aparente tranquilidad.

—Me temo que eso no será posible.

Albor arqueó sus finas cejas.

—¿Cómo?

Iris alzó la cabeza para mirar directamente al príncipe. Mi corazón dio un vuelco antes de que mi pecho se inundase de una calidez agradable.

—He dicho que no puede ser, su alteza —volvió a repetir Iris—. El rey en persona me ha encargado de cuidar a Invierno. Si vais a mandarlo a una habitación yo iré con él.

Albor golpeó con una de sus manos la mesa.

—¿Crees que puedes ignorarme solo por estar bajo el mando del rey? Yo también formo parte de la realeza. Soy ley y orden —señaló hacia la puerta—. Llevaos al esclavo.

Los guardas titubearon un par de segundos antes de acercarse. Iris desenfundó su espada con un movimiento fluido.

—Voy a ir con él.

Atrapó mi antebrazo para ponerme a resguardo a su lado. Por su mirada no era una simple amenaza, iba a liarse a espadazos contra todos.

Los soldados se miraron los unos a los otros antes de sacar sus armas. No parecían especialmente emocionados con batirse a duelo contra el anterior capitán. Tenía curiosidad por saber si era tan increíble combatiendo.

Unas palmadas cortaron el momento.

—De acuerdo, ambos pueden venir a mi alcoba tras el duelo —irrumpió el tipo de ropas terribles—. De todos modos, dudo mucho que Calei consiga ganar. ¿Estáis de acuerdo, príncipe Albor?

Albor mordió su labio inferior con disgusto antes de contestar.

—Sí, los enviaremos tras el combate. —Alzó su mano para agitarla de manera ridícula—. Ahora lleváoslos al salón del baile, no quiero tenerlos delante. Dejad que descansen un rato antes de preparar el combate. Así de magnánima es mi consideración.

Iris enfundó su espada.

—Sus altezas —saludó con una inclinación de su cabeza antes de arrastrarme hacia la salida sin esperar a los guardas. Estos nos siguieron en tropel, como si de un grupo cómico se tratase.

Cuando nos alejamos de la estancia en la que se encontraba Albor, Iris soltó mi antebrazo y se detuvo. El dorso de su mano se dirigió hacia mi frente. Estaba fría y era reconfortante.

—Tienes un poco de fiebre —retiró su mano para alcanzar un frasco con agua fresca que guardaba en la especie de zurrón que llevaba atado a la pierna. Lo destapé y bebí con avidez bajo la atenta mirada de los guardas. Estos habían empezado a cuchichear entre ellos, pero no apresuraron nuestro paso—. Tranquilo.

—Y una mierda —le dije.

—No pienso dejar que te hagan daño —alzó los dedos, con la intención de tocar mi cabello. Tras fruncir el ceño, se detuvo en el aire y una compleja decepción se extendió por mi cuerpo—. Te lo prometo.

https://youtu.be/Ac4J9344s2s

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top