El lobo de Invierno.
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Tensé mis músculos previendo el golpe de Albor. Contra todo pronóstico, el príncipe fae limpió la sangre de sus labios con calma.
—¡Guardias!
Los soldados apostados en la puerta se apresuraron a internarse en la estancia.
—Prendedlo —comandó.
Siguiendo las órdenes de su señor me levantaron sujetándome por las axilas. Aguanté el dolor de espalda y elevé mi cabeza para enfrentar la mirada burlona de Albor.
—Iris Calei será encerrado tras su afrenta al príncipe. Llevadlo a su alcoba y que no salga de ahí hasta que yo lo ordene.
El arrepentimiento se escurrió en mi interior. Debí aguantar más y no caer en la ridícula provocación del príncipe.
Me vi arrastrado hasta la puerta. La magia de Lume había causado tanto daño que apenas podía caminar con decencia. Casi quería reír. Dignidad era una palabra lejana para mí.
—Esperad —dijo Albor en cuanto cruzamos el umbral—. Debo decirle algo.
Soltaron mis brazos, me mantuve en pie por pura fuerza de voluntad. Deseé ser como Invierno. Ser capaz de desgarrar el mundo con mi furia.
Albor se acercó y una vez estuvo de nuevo a escasos centímetros de mí, agarró con fuerza mi cabello para obligarme a bajar la cabeza. Sus labios rozaron mi oreja cuando susurró:
—Disfrutaré torturando a tu hermano mientras te vuelves loco en esta preciosa cárcel de cristal.
Quise gritar, pero sabía que no tendría sentido. Dejé que me llevarán por los intrincados pasillos del palacio. Ni siquiera estaban utilizando los corredores destinados al servicio, por lo que ocasionalmente nos encontrábamos con algún fae cortesano. Las miradas dejaron de importarme.
Una vez frente a mi habitación, me empujaron para luego cerrar la puerta con un sonoro golpe.
Desde que había vuelto a palacio, el almacén era mi lugar de descanso, así que no sabía que la pared de cristal de mi habitación estaba reparada.
Llevé las manos a mi cara. Quizás las palabras de Albor eran un farol para desquiciarme. O realmente había descubierto que mi hermano estaba escondido en el Palacio olvidado.
Evalué mis heridas y me dirigí hacia el baño para lavarme. Un enorme moratón se había formado en uno de mis costados, por suerte, mis costillas no habían sido dañadas. Sin percatarme de lo que estaba haciendo, limpié mi cuerpo, tomé uno de los ungüentos que guardaba en un estante y lo apliqué. Vestí ropa abrigada y cuando volví a ser consciente de mis acciones estaba sentado con el libro de Hierbarosa en la mano.
Dormí. Golpeé la puerta. Grité. Perdí la noción del tiempo. Las noches se sucedían en una neblina y los días solo albergaban una comida. De vez en cuando demandaban la fabricación del brebaje para la reina, pero nada más.
La desesperación pasó a la preocupación. La preocupación se convirtió en ira. La ira se volvió fría.
La nieve estaba azotando el reino con fiereza. Desde mi cuarto conseguía ver el jardín cubierto de un perlado blanco, los guardas estaban teniendo problemas para patrullar con aquel tiempo. La caída de la barrera alteró de alguna manera el clima de la isla. El invierno nunca se había adelantado tanto.
Leía Hierbarosa una y otra vez. Me hundía en aquella historia que revolucionó a un reino entero y en los recuerdos de un pasado muy lejano. Mi primer amor había escrito aquella obra y su cabeza fue cortada por ello.
Nadie vino a buscarme. Ni el rey. Ni Lume. Ni siquiera la reina. Mi existencia no importaba. El castigo de Albor estaba destruyendo lo poco que quedaba de mí.
Hasta que llegó un día en el que me senté en el suelo con las plantas venenosas que utilizaba para intentar matar a la reina y paseé mis dedos por ellas; la tentación del descanso era demasiado grande.
Fue entonces cuando un leve brillo captó mi atención. Levanté la mirada de las flores hasta la parte baja de la estantería repleta de libros, allí, sentado sobre sus patas traseras, había un diminuto lobo. Era del tamaño de una mariposa, con un pelaje brillante surcado por intrincados símbolos en azul.
Parpadeé con confusión. La locura por fin se había apoderado de mí.
El lobo abrió sus fauces y la voz de Invierno salió, tan clara como un soleado día.
Iris.
Arrojé las flores a un lado y me lancé hacia el enigmático ser. Acerqué una temblorosa mano, el lobo posó su hocico en uno de mis dedos.
Bien, esta vez he conseguido llegar a ti.
—¿Eres real? —Mi voz estaba quebrada tras la soledad.
Y puedo escucharte, todo un logro después de ciento noventa intentos. Por suerte nuestro vínculo no está roto.
Sostuve el lobo blanco en la palma de mi mano. Comencé a sollozar. Las lágrimas que había estado acumulando se escaparon sin control.
¿Estás llorando?
—Lo siento. Lo siento tanto.
Te recuerdo que fuiste tú el que me dijiste que estaba bien llorar.
El lobo dio un par de vueltas en la palma de mi mano y se tumbó hecho un ovillo.
Llora. Estaré a tu lado.
—Mi hermano. ¿Mi hermano está contigo? —dije en medio de mi llanto.
Sí.
El alivio que me dio su seca respuesta me dejó agotado. Percibía como mis músculos abandonaban su tensión para abrazar el descanso.
—¿Y tú estás bien?
De no ser así, no podría estar hablando contigo.
—Estás utilizando la magia. —La sorpresa cortó por completo mis lágrimas—. ¿Has aprendido a controlarla?
El lobo abrió uno de sus ojos. Eran del mismo color que los de Invierno, de un azul hielo. Necesitaba tanto abrazarlo, su contacto, su calor.
¿Controlar el uso de la magia en tan poco tiempo? Soy un mestizo. Además, no tengo talento siquiera. Apenas puedo crear una birria de lobo mensajero. Y pretendía que fuera negro, no blanco. ¿Tú has visto lo enano que es? Iba a ser algo impresionante y aterrador por si me equivocaba de nuevo.
Me incorporé y fui hasta mi cama. Estaba deshecha, con el ejemplar de Hierbarosa abierto en medio de las sábanas. Posé el lobo en uno de los cojines y me tumbé a su lado.
Era traslúcido.
Lume hace tiempo que no nos contacta. Hemos abandonado el Palacio olvidado y ahora nos encontramos en una especie de templo que se halla en el Bosque de los ciervos. Nos trajo Lirio antes de marcharse.
—¿Se ha ido?
Se ha asegurado de que estemos a salvo. Este es otro lugar que solo la reina olvidada utilizaba, según Lirio, no lo conoce nadie. Es un hombre extraño.
Sequé mi cara con una prenda que estaba cerca.
—Invierno.
Habla. No estoy muy seguro de si seré capaz de mantener esta conexión demasiado tiempo.
—Estoy atrapado. No sé si podré cumplir mi promesa —hablé con el corazón hecho un nudo—. Ni siquiera sé si viviré. Lo siento.
El silencio descendió tras mis palabras. El pequeño animal se incorporó.
Deja de disculparte por cosas que no son culpa tuya. Iré a buscarte. Te sacaré de ahí, aunque tenga que destruir toda la ciudad.
Me reí. Me reí tanto que comenzó a doler mi estómago.
—Has dicho que no puedes controlar la magia.
Dar rienda suelta a mi ira es sencillo.
El lobo se iba volviendo cada vez más transparente.
Dime como encontrarte. En qué parte del palacio estás.
—Gracias por cuidar de mi hermano. O más bien es al revés. Es la mejor persona que conozco. Jamás te hará daño.
¿Por qué suena a despedida? Iris, pedazo de estúpido. No te sacrifiques por un reino de mierda. Ni se te ocurra morir. Si mueres juro que arrasaré con todo hasta que no quede nada de Astria.
—Invierno. No he parado de pensar en ti desde que te dejé. Ni un solo instante. Ni siquiera cuando ya no percibí tus sentimientos. Me ha hecho tan feliz saber que tú no me has olvidado.
No quiero escuchar cómo te rindes ante esos montones de mierda.
—Y yo no quiero que vengas a buscarme. Quiero que vivas. Si hace falta, abandona este reino.
Deja de mentir. Dime qué es lo que deseas antes de que esta conexión desaparezca.
—Es la verdad. No me voy a rendir. Ahora que sé que estás bien, no lo haré. Pero no creo que salga con vida de aquí.
Mentiroso. Te estás rindiendo, todo lo que implique morir ahí es rendirte.
—Lo que quiero es imposible, Invierno.
Dilo.
—Estar a tu lado. Mi felicidad está junto a ti.
Antes de que la respuesta de Invierno llegase, el lobo se desintegró devolviéndome a la triste realidad. Posé mis dedos sobre el lugar en el que había estado, todavía caliente por el efecto de la magia. No había sido una ilusión.
Una chispa de esperanza se prendió en mi interior. Mi hermano estaba a salvo e Invierno también.
Tarde o temprano, Albor abriría esa puerta y yo rebanaría su cuello.
https://youtu.be/eD0XEH3qVCk
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Autora: ¿Qué estará haciendo Lirio?
Lirio lanza una enigmática sonrisa: ¿Tú que crees?
Lume abre la puerta de golpe: Estoy harta de que mi personaje sea una mierda. Se suponía que iba a ser la hostia y aquí estoy, siendo gilipollas.
Lirio: Igual es que naciste así.
Lume: ...
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