El fin de una condena.
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Si la reina estaba en la parte baja del palacio, significaba que el rey Lun había caído luchando.
Llevé la punta de la espada hacia el rastro dejado por la reina. La sustancia se elevó para tocar el filo, como si estuviese dotada de vida propia. Me aparté con brusquedad.
Salir del palacio iba a ser todavía más complicado de lo que imaginaba.
Kailen, pálido como la nieve que caía sobre Astria, se volvió a meter en la armería.
—No quiero morir. No quiero morir.
Tomé aire, buscando la paciencia que se había esfumado tiempo atrás. Fui hasta donde el muchacho se escondía y lo agarré por la parte trasera del cuello de su uniforme. Tenía el color azul claro que indicaba un bajo rango. Arrastré su ligero cuerpo sin miramientos.
—Vamos. —Lo solté en el corredor, a una distancia prudencial del rastro. Necesitaba distraer su mente para evitar que su cabeza fuese cercenada. Tras comprobar con el corazón en un puño que no había ningún sonido más allá de nuestras agitadas respiraciones, le ofrecí un tema de conversación—. Dime lo que sabes sobre los desgarrados. En voz baja, por favor.
Comencé a caminar en dirección hacia las escaleras. Si conseguíamos llegar a tiempo a cualquiera de las salidas para sirvientes, estaríamos un paso más de la libertad.
—Nacen a causa de la magia. Esta se introduce en los cuerpos de los muertos y los mueve para conseguir alimento.
Ah, las medias verdades de los fae.
Hice un sonido de asentimiento para animarlo a continuar. La escalera permanecía aparentemente despejada. La sangre esparcida por las paredes estaba reseca y comenzaba a adquirir un tono marrón oscuro.
—La magia altera sus cuerpos y pueden llegar a tener un aspecto similar a cuchillas. Se supone que no es más que la magia tomando forma. Es por eso que debemos cremar los cadáveres de todo astriano. A veces no da tiempo y es nuestra obligación cortar la cabeza.
Tantas mentiras para mantener su imagen como seres casi perfectos. Abusaban del uso de la magia y, por eso, cuando su alma era consumida por completo, sus cadáveres se movían buscando más alimento. Los desgarrados nacían tras haber utilizado en exceso la magia, ya que esta siempre se introducía en los cuerpos para arrancar almas. Los humanos nunca podrían volverse desgarrados porque no podían usarla.
Alcé el brazo para evitar que Kailen continuase hablando. Habíamos llegado a la parte superior esquivando todo lo posible la viscosidad.
—No morirá si le cortas la cabeza —dije—. Si no queda más remedio que enfrentarse a la reina, apunta a las extremidades para que deje de moverse. Después huye.
Lo único que podía destruir a un desgarrado eran los mestizos. Todavía no se sabía por qué. Había demasiadas cosas que no entendíamos a causa de la censura.
Rocé con mis dedos el colgante que pendía de mi cuello. Invierno no dominaba sus emociones y la magia aprovechaba eso para hacer cualquier destrozo. Agradecí que no se encontrara en el palacio. Que él estuviera a salvo era una de mis prioridades.
Estábamos a punto de tomar el estrecho recoveco que nos llevaría a la zona exterior del palacio cuando un sonido nos detuvo.
Era un gemido agrietado, inhumano. Cerré los ojos momentáneamente. Tan cerca de la libertad. Tan lejos.
—Vete, con suerte, la puerta estará abierta —apremié y empujé al muchacho hacia el pasadizo.
—¿Y tú?
—Se te ha olvidado hablarme con respeto —reí sin poder evitarlo.
—¿Y usted? —Se corrigió.
—La entretendré.
El instinto de supervivencia superó al de lealtad, puesto que el chico echó a correr sin pensarlo dos veces.
La reina se estaba arrastrando en esta dirección. Posé la punta de la espada en la pared de cristal e infringí la suficiente fuerza como para que un chirriante ruido inundase todo el lugar. Corrí hacia el lateral. Si conseguía llegar a la sala de audiencias, tendría suficiente espacio para combatir.
El gemido se tornó un chillido ensordecedor. Estaba pisándome los talones, pero no tenía ni la menor intención de mirar hacia atrás. Salté un par de cuerpos y evité resbalar.
La sala de audiencias estaba cerrada con llave. No tenía tiempo para cavilar una estrategia, así que torcí hacia el primer punto que encontré.
Era el comedor de la nobleza. Demasiadas mesas redondas de metal, con sus sillas a juego. Muchas personas habían muerto en medio de su almuerzo y la comida estaba esparcida por el suelo.
Si cruzaba llegaría a la estancia de recreo, y tras eso, los arcos que llevaban a los jardines interiores.
Me dispuse a lanzar el candil, ya que me estorbaba, y me giré para impactarlo en la cara del ser que había sido mi tormento durante años.
Había perdido por completo su forma. Se movía a cuatro patas con el torso hacia arriba y sus costillas al aire. La magia condensada sobresalía en retales de su piel con aspecto de ser hojas sumamente afiladas. Sus ojos velados se centraron en mí.
Perdí el aliento en cuanto su boca se abrió y de ella salió un chorro de la misma sustancia negra que cubría el suelo.
Reacciona, Iris.
Muévete. Te va a matar.
¿Cómo que te va a matar? Dijo de improvisto Invierno en mi mente. ¿En qué lado de este puto sitio estás?
Me alegra escuchar tu voz una vez más.
Lancé con fuerza el candil hacia la cara de la reina convertida.
—Muere.
El aceite se derramó y la piel de su rostro comenzó a arder. Sin embargo, aquello no pareció afectarle en lo más mínimo.
Con un impulso saltó hacia mí, mucho más ágil de lo que había pensado en un inicio. Conseguí esquivarla colocando la espada de manera que su brazo se chocase con ella. Mi costado impactó contra una de las mesas.
Lanzaba dentelladas a diestro y siniestro sin llegar a alcanzarme.
Propiné una patada que dio de lleno en la parte trasera de su cuello. Este se dobló en un ángulo imposible. Volví a golpear casi con desesperación.
Ah, esto es el final.
No, replicó al instante Invierno.
Si esto es el final quiero que sepas lo que siento por ti.
Recoloqué la espada y la hundí en su mejilla. La sangre negra brotó sin control tomando el filo. Iba a alcanzar mi mano.
—Invierno, yo te...
Unas agujas heladas se clavaron por todo el costado de la reina. Aproveché para retirarme hacia atrás con la mayor rapidez posible. Mi espalda impactó contra algo. Me vi sumergido en un cálido abrazo.
La reina volvió a equilibrarse. Un haz de luz inundó la estancia, por lo que pude apreciar la melena cobriza de Lume. Trazó un arco con la espada que portaba y las llamas surgieron formando un círculo. Lirio estaba a su lado, con expresión concentrada en la batalla que se presentaba.
Los gritos del monstruo se volvieron casi insoportables. Invierno posó las palmas de sus manos sobre mis oídos.
Desde nuestra posición, la escarcha lo invadió todo.
—Sé lo que sientes. —La voz de Invierno sonaba amortiguada. Podía percibir su pulso. Estaba allí. Era real—. Incluso si nunca me lo dices. Sé que me quieres.
https://youtu.be/L5sBXKZLYRM
Notas de la autora.
Lamento la espera. Sufro de depresión y a veces existir es lo máximo que puedo hacer. Escribir es algo que hago porque me gusta compartir mi imaginación con los demás. Espero que los que habéis llegado hasta aquí os esté gustando la novela tanto como a mí escribirla.
Mi personaje favorito es Iris. ¿Y el vuestro?
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