Destrozo.
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El interior de la casa era fresco y acogedor. Había un cierto desorden en los libros apilados cerca de la entrada y las macetas colocadas aquí y allá. Era una habitación grande que contaba con una cama, una mesa y varias estanterías. A un lado había una cocina bastante amplia cuya ventana daba al patio trasero. Al fondo, dos puertas permanecían cerradas.
Me quedé parado en medio de la sala y froté de nuevo los labios con el dorso de la mano. ¿Por qué me había paralizado? Por mucho que fuera el príncipe del reino, debí haberle propinado un buen golpe.
Lume entró detrás de mí y cerró con cuidado para después apoyar su espalda en la madera clara que conformaba la puerta.
—¿Estás bien?
Apreté el puño, mis uñas se clavaron en la piel proporcionándome un leve y reconfortante dolor.
—¿A qué ha venido hasta aquí? —pregunté en respuesta. Fui hacia la cocina para comprobar si en el cubo había agua. Mojé mis labios con el cálido líquido.
—Para demostrar que puede hacer lo que se le antoje, supongo. —Se acercó con cuidado a mi posición y rebuscó en su morral hasta sacar la mezcla de hierbas que sirve para limpiar los dientes—. A él le gusta hacer demostraciones de poder. Es retorcido y egoísta. Está obsesionado con la idea de sentarse en el trono.
Lavé mi boca unas cuantas veces y después procedí a limpiar la suciedad de mi rostro.
—¿Y por qué no lo matas?
Ella parpadeó con sorpresa. Su redonda nariz se movió como si de un conejo se tratase. Me apoyé en la encimera a la espera de que contestase.
—No es tan sencillo.
—Pues veo que para él ha sido muy sencillo ordenar tu asesinato. —Me acerqué a ella hasta que solo nos separaron un par de centímetros—. Y lo más gracioso es que incluso se ha regodeado en tu cara. ¿Eres tonta?
Alzó sus almendrados ojos para hundirlos en los míos, pero nada salió de su boca.
—En vez de liberar a los esclavos, lo primero que tienes que hacer es purgar la mierda que gobierna este reino. —Sentía el enfado hervir en mi interior—. Y no debe importarte que sea tu hermano, tu amigo o tu amante.
—Si asesino a todos los que se me oponen, seré igual que mi hermano o mi madre —masculló ella—. No quiero ser así. Quiero ser una persona que ayude a los demás. Alguien que tenga aliados fieles por su buen corazón, no por su afilada espada.
Suspiré con ligera frustración. Sin duda, era una idealista. La clase de persona que no duraría dos días en el mundo fuera de palacio.
—Dime que al menos tenemos aliados, no quiero morir en cuanto pisemos el palacio —musité todavía con la mirada enterrada en sus castaños ojos.
—Tengo aliados, ya te lo dije. No voy a dejar que mueras. Incluso si tengo que abandonar yo este mundo para protegerte. —Apoyó una de sus diminutas manos en mi pecho—. Antes de ir a palacio tengo que comprobar cómo te vinculas con la magia y por qué.
La magia. Con la aparición de Albor se me había olvidado casi por completo. Era hilarante lo que un asqueroso beso podía hacer. Tragué saliva con el recuerdo añadido de aquella noche en la que Hera ayudó a que me forzaran.
¿Por qué la gente se besaba? ¿Por qué lo había hecho Albor? ¿Para demostrar su poder? Parecía que lo único que querían era someterme usando mi cuerpo de la peor manera posible.
—Invierno, ¿estás bien? —susurró Lume.
—Bésame.
—¿Cómo? —Su respiración se volvió algo agitada—. Creí que íbamos a hablar de la magia.
Sujeté su mano y acerqué su cuerpo todavía más. Hacía calor. Por la ventana de la cocina entraban los rayos de sol y se proyectaban en la piedra brillante que servía para cocinar con leña. El reflejo iluminaba el confundido rostro de Lume.
Rocé su oreja para susurrar en su oído.
—¿No quieres?
Podía sentir algo chispear alrededor. Percibía el peso de la magia revolotear y rozar mi piel de vez en cuando.
Lume se estremeció ligeramente ante mi voz.
—Entiendo que estás molesto por lo que hizo mi hermano, pero no está bien usar a otra persona para borrar tu malestar —dijo, y, sin embargo, no se apartó. Siguió pegada a mi cuerpo con el corazón palpitando a toda velocidad.
—¿Y por qué no te retiras? —Pasé mis labios por el lóbulo de su oreja y continúe el camino hasta su mejilla. El aire estaba cargado, de una manera similar a cuando una tormenta está a punto de desatarse.
—No lo sé.
Su piel, húmeda y salada. Me aproximé a la comisura de sus labios.
Estaba nerviosa. Su boca se había entreabierto debido a su rápida respiración.
Cerró los ojos con suavidad y se giró lo justo para dejar que mis labios se fundieran con los suyos.
Al menos no era una sensación desagradable. Tampoco una maravilla.
Jadeó un poco cuando su lengua se abrió paso para intentar jugar con la mía y nos fuimos moviendo hasta que mi espalda se encontró con la pared.
Algo salió de mi pecho y se extendió por todo mi cuerpo. Quizás la magia. Quizás algún sentimiento desconocido que había enterrado.
Deseé que todo el daño que había recibido se rompiera. Anhelaba que con aquel simple beso pudiesen desaparecer las violaciones que había sufrido.
Ojalá se destruya este sufrimiento.
Tomamos aire durante unos instantes y fue en el segundo beso cuando las ventanas estallaron y los cristales volaron a nuestro alrededor. Los escasos muebles que había en la estancia salieron despedidos para estrellarse contra las paredes. Los libros perdieron algunas páginas que revolotearon hasta caer al suelo.
—Un desgarro —resopló Lume. Sus mejillas estaban encendidas.
Contemplé algo aturdido la destrucción real que se había ocasionado en menos de un minuto. Mi piel estaba brillando como si yo mismo fuese una fuente de luz viviente.
—¿Por qué no ha pasado cuando me besó el imbécil de tu hermano? —Fue lo primero que salió de mi boca.
Lume se separó de mí y observó la ventana rota con el ceño fruncido.
—Pues no tengo ni la menor idea, pero hubiera sido mejor que destrozarle la casa a Xistra —farfulló—. Con esto queda claro que la magia en tu caso se vincula con los sentimientos, ¿qué es lo que estabas sintiendo ahora mismo?
La última pregunta salió con un hilo de voz. Le daba miedo saber la respuesta después de lo que acababa de suceder.
—No tengo ni idea de lo que estaba sintiendo. —¿Cómo describir algo que no llegaba a comprender del todo?—. Deseé que todo mi sufrimiento se destruyera en algún punto. Eso es todo.
Lume asintió con gesto neutro y agarró un par de hojas que había a sus pies.
—Ayúdame a recoger —dijo sin más—. Realmentenecesito pensar
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