Desgarro.

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El camino de ciervos no era visible al ojo humano. Cerezo se adentró más y más en la floresta hasta que las malas hierbas nos rodearon casi por completo.

Viajamos en silencio durante un día y medio, hasta que los árboles comenzaron a estar más separados los unos de los otros. Permanecer callado me resultaba cómodo en presencia de Lume.

Una sensación desagradable se instaló en mi estómago cuando finalmente vislumbré la capital del reino. El palacio se podía apreciar incluso entre los árboles como una muestra de derroche innecesario. ¿Cuánto tiempo habrían tardado en construir semejante estructura? ¿Cuántos esclavos habrían muerto por ello? La ciudad que se extendía a su alrededor parecía sucia y diminuta en comparación.

Cerezo bajó el ritmo de su paso hasta detenerse en la linde del bosque. Mis ojos pasearon del enorme palacio hasta la campiña que teníamos delante y mi corazón pareció aplastarse contra el pecho: Iris se encontraba sentado en un tronco caído. Estaba leyendo tranquilamente bajo el sol de la mañana, con la espada apoyada a un lado a la espera de ser usada.

Lume soltó un suspiro de resignación.

—Siempre sabe dónde buscar —masculló entre dientes—. Quédate aquí. Le explicaré la situación.

¿Explicar? Ese hombre podría ser un traidor. Sujeté con fuerza la capa de Lume para evitar que se marchara; con un sinfín de malas sensaciones revolviéndose en mi interior. Quería vomitar.

—Iris ha estado conmigo desde que tengo uso de razón.

Dudaba mucho que la princesa tuviera uso de razón, después de todas las sandeces que estaba cometiendo una tras otra.

—No creo que nos haga daño —continuó hablando ella—. Ha venido solo.

Sacudí la cabeza con desdén y solté su capa.

—Pensé que no estabas segura de su lealtad —espeté. Me las arreglé para bajar de Cerezo, procurando no molestar demasiado al animal—. ¿Y si quiere matarte con sus propias manos? Acto seguido caeré yo. Lleva una espada.

Lume bajó también y puso los brazos en jarras para encararme. Alcé la vista para comprobar que Iris había dejado de leer y miraba directamente hacia nosotros. El sudor comenzó a cubrir mi espalda.

—¿Tan estúpida crees que soy? —Su voz sonaba enfadada. Era un tono que no había escuchado todavía y me sorprendió—. Soy muy capaz de defenderme.

Llevé una mano a la frente con frustración.

—Con Hera no fue demasiado bien.

—Si vamos a ir a palacio inevitablemente nos íbamos a encontrar con él y te puedo asegurar que hay personas peores ahí dentro, ¿acaso no dijiste que me acompañarías? —rebatió, ignorando la pulla que le había lanzado—. Sé que tienes miedo, pero no puedes dejar que eso te paralice.

—¡Estoy harto de vivir asustado! —Antes de que pudiera percatarme, las palabras que escondía salieron de mi pecho.

El aire se agrietó a mi alrededor y Lume salió despedida hacia atrás, como si una fuerza sobrenatural la hubiera empujado. Cerezo se encabritó y echó a correr hacia la campiña.

Parpadeé con confusión y miré hacia mis manos, pero estas seguían a ambos lados de mi cuerpo.

Jadeé, sintiendo que me faltaba el aliento. Mis rodillas impactaron contra el suelo y hundí los dedos en la húmeda tierra.

—Tienes que tranquilizarte. —Quien habló no era Lume. Iris posó sus manos sobre mis mejillas y me obligó a alzar la cabeza para enfrentar sus azules ojos. Las yemas de sus dedos eran un poco rugosas—. Si no te calmas vas a causar un desgarro.

Mi respiración se aceleró en cuanto el recuerdo del agua entrando en mi boca cruzó mi mente. Cerré los ojos con un gemido y un fuerte sonido se escuchó cerca.

—¡Lo estás asustando todavía más! —Las manos de Iris dejaron de estar en contacto con mi cara. Los brazos sudados de Lume rodearon mi cuello y pude sentir su mejilla contra la mía—. Sabes defenderte, Invierno. Y cuando no puedas, yo estaré a tu lado para protegerte.

Me hundí en su abrazo a pesar de que sus palabras llegaban distantes. En mi cabeza había un murmullo constante causado por la ansiedad. Poco a poco, mi respiración se fue calmando hasta volver a la normalidad.

—Parece que ya está más tranquilo —Iris se hizo escuchar por encima de aquel barullo—. Ha de controlar sus emociones. Imagina que sucede algo así en palacio. Por no decir que el hecho de que un hombre utilice la magia es algo que se considera imposible.

Entreabrí los ojos justo en el que Lume lanzó una patada hacia Iris con intención de hacerlo callar.

—Pídele con amabilidad que se retire. No importa que uses el lenguaje común, ella te entenderá con mi ayuda —dijo Lume cerca de mi oído.

¿Ella? ¿Quién?

Márchate. Puse todo mi empeño para que mi pensamiento se hiciese oír por encima del runrún.

—Eso no ha sido con amabilidad, Invierno.

—Por favor, por favor —mascullé en voz alta. Mi cabeza se despejó de golpe y mi corazón se contrajo como si algo hubiera sido arrancado.

Lume acarició mi espalda en círculos durante un buen rato antes de separarse. Estaba despeinada, con su nariz respingona roja, al igual que sus almendrados ojos. Me ofreció una sonrisa tranquilizadora algo desvaída y señaló a Iris.

—¿Ves como no quiere matarnos?

Asentí, completamente aturdido. Me encontré observando a Iris con detenimiento, desde su capa azul hasta el ensortijado cabello. Su expresión era demasiado tranquila para alguien que acaba de ver lo imposible. Se adelantó y me tendió una de sus manos.

Sin intención de recurrir a su ayuda, me incorporé con esfuerzo y vi que Cerezo se acercaba hacia mí con cierta cautela.

—¿Cuánto tiempo has estado conteniendo tus emociones? —preguntó de repente Lume.

¿Para qué quería saber esa tontería? Desde que tenía uso de razón, los golpes diarios habían sido lo único que sentí en mi piel. Esconder lo que uno pensaba era más que evidente.

—A qué te refieres con emociones —inquirí sin saber bien a dónde querían llegar.

Esta vez quién habló fue Iris.

—Amor, alegría, tristeza, anhelo, ira... Hay muchas. No se trata de algo tangible —explicó él como si yo fuera un borrego—. Hace nada has mostrado miedo. Lo has exteriorizado de tal manera que ha creado un desgarro en la corriente mágica que nos rodea.

Me sentía desbordado y mi mente no quería asimilar nada más.

—¿Toda mi vida? —No estaba seguro de que fuese así.

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https://youtu.be/3FV5w1ItblQ

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