A tu lado, aunque no me veas.

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Me vi separado de Lume y mi cuerpo cayó hacia atrás. No llegué a tocar el suelo. Mi espalda tropezó con algo firme y una mano sujetó uno de mis hombros con firmeza. El leve olor a flores silvestres me aturdió durante una respiración. Mis pies estaban pisando hierba fresca.

El espacio en blanco se desintegró en pequeños y lustrosos pedazos.

—Vuestra idiotez no tiene límite, ¿verdad? —dijo Lirio mientras me ayudaba a estabilizarme. En cuanto pude mantenerme en pie sin su apoyo, rasgó un pañuelo que llevaba y me entregó una de las mitades.

Mi ojo izquierdo había dejado de sangrar, pero no podía abrirlo por mucho que me esforzara. Limpié como pude los restos de sangre y busqué con la mirada a Lume. Estaba a unos cuantos pasos de distancia, cubriendo con la palma de su mano el ojo derecho.

—Habéis estado a punto de morir por nada —gruñó Lirio. Se puso frente a mí, cortando la visión malherida de Lume—. ¿Ibas a sacrificarte por Iris o por Lume? No me ha quedado muy claro con esa declaración que has lanzado.

—Iris.

—¿Entonces qué hacías desintegrándote con ella como un gilipollas?

Resoplé con agotamiento y me senté en la hierba. Estaba húmeda y mi culo se empapó al instante.

—Pues intentar salvar a este jodido reino, eso es lo que hacía. —Formé una bola con el pañuelo sucio y se lo lancé a la cara. La esquivó sin esfuerzo alguno—. Estaba resolviendo la mierda que has hecho. Así que no me repliques, cierra tu gran hocico.

Lirio se sentó a su vez; llevaba el cabello trenzado como la espeluznante visión de su hermana que había tenido. La bilis se subió a mi garganta, dejando un regusto amargo.

—La magia estaba intentando aprovecharse de vosotros —dijo.

—¿Qué es este sitio? —escuché a Lume hablar—. ¿Astria?

—Es una extensión de mi alma que sirve como refugio. Al menos yo percibo lo que dicen los ciervos —respondió Lirio. Volví a clavar mi mirada en él. Se había recostado hacia atrás, apoyándose en sus codos.

—Mentiroso, nunca has entendido a Cerezo.

Una extraña sonrisa cruzó su semblante.

—Como sea, ¿de verdad crees que la magia se contentaría con alimentarse de un par de almas? Tiene a su alcance a todo el reino de Astria.

Apreté mis labios en una fina línea, pues no quería reconocer que Lirio podría tener razón.

—Cerraremos la puerta en su cara. Si intentamos negociar, saldremos perdiendo. —Alzó la cabeza. La bóveda celeste se debatía entre ser un espacio en blanco y un azul similar al que se queda cuando la lluvia ya ha pasado—. Parece que mi buen recuerdo no es lo suficientemente fuerte.

—¿Te proteges con un buen recuerdo? —cuestionó Lume caminando hacia nosotros. Una vez a nuestro lado, se arrodilló en la hierba y arrancó una diminuta flor blanca—. Parece real.

—Estoy poniendo toda mi energía en que así sea. —Lirio suspiró antes de seguir hablando—. Mis miedos son demasiado peligrosos como para dejar que me ataquen.

—¿Cómo vamos a cerrar la puerta? Creo recordar que dijiste que no tenías ni la menor idea —farfullé con diversas emociones revoloteando en mi interior.

—Mentí.

No tenía fuerzas para enfadarme, por lo que desaté mi bota y se la tiré a la cabeza. La apartó de un manotazo y golpeó a Lume en la mejilla. En ese momento, quería reírme.

—Mentí porque no íbamos a ser capaces de hacerlo nosotros solos.

—¿Ni siquiera los tres? —dijo Lume antes de lanzar mi bota de nuevo a la cara de Lirio con un movimiento rápido. Esta vez la atrapó y la puso en el suelo a su lado.

Negó varias veces con la cabeza.

—He tenido que contactar con alguien desagradable. —Entrecerró sus ojos dorados, semejaba un zorro cavilando su próximo movimiento—. Todo mi plan se ha torcido porque al final me importa que un tonto de ojos azules se muera.

Las flores temblaron, la magia estaba intentando tomar posesión de aquel pedazo de alma.

—Iris está esperando por ti —musitó con voz tenue para luego añadir con un tono más alto—, y ha jurado que me torturará eternamente si no te saco de aquí. En el mundo real, su espada está apuntando a mi cuello.

Se incorporó de un salto y se acercó para dejar mi bota cerca de mi pie.

—Escuchadme bien. Tenemos que encontrar el punto en el que este lugar se une con el mundo de la magia. No sé qué forma tendrá, aunque tengo la sensación de que será como la grieta del cielo. Una vez allí, forzaremos el sellado. Si todo va bien, habrán hecho lo que he pedido. Con los ciervos poniendo su energía, podremos ganar.

Vestí el calzado y até con fuerza los cordones mientras escuchaba el plan de Lirio.

—Si nos separamos, tened presente un recuerdo que os haga sentir seguros. Tiene que ser algo que la magia no pueda tocar. Algo que nadie pueda mancillar.

Con esfuerzo, me puse en pie. ¿Qué recuerdo me haría sentir seguro? Estar a salvo era algo que no había experimentado muy a menudo.

—De acuerdo —murmuró Lume.

—Voy a retirar mi recuerdo, no quiero agotarme.

Tragué saliva. Mis miedos iban a volver a estar al acecho.

El blanco extenuante destruyó la agradable visión de la pradera de Lirio.

La soledad era mi única compañera ahora.

Eché a caminar sin tener en cuenta la dirección, atento a cualquier cambio en la blancura. Sin embargo, no importaba cuantos pasos diera, todo parecía lo mismo.

Susurros inteligibles empezaron a sonar. A veces cerca. A veces lejos. Traían palabras que podrían herirme si les prestaba atención.

Tomé aliento. Intenté buscar la imagen de un sitio en el que me haya sentido seguro.

Iremos a donde quieras, hay un mundo más allá de este reino. Y te compraré esas malditas galletas.

—El mundo más allá de este reino es una mierda, Iris. —Sonreí al pensar en aquella noche. La arena perlada bajo una luna calmada.

Podía incluso escuchar las olas romper contra las piedras de la playa escondida.

Seguí avanzando, esta vez más tranquilo.

Iris. No podía verle, no podía escucharle, pero cuidaba de mí en el otro lado.

—Si salgo de aquí, si consigo cerrar esa grieta, te diré lo mucho que he llegado a quererte —hablé ignorando la imagen de Hera que se empeñaba en entorpecer mi paso—. ¿Cómo llegué a quererte? La verdad es que no tengo ni la menor idea. Una tarde, me percaté de que me gustaría pasar todos y cada uno de los días que me queden a tu lado. Me di cuenta de que lo único que necesito es tu compañía.

Me detuve. Aquel era el final de un largo camino.

—Si estoy a tu lado, podría encontrar lo que de verdad quiero hacer. Podría conocerme y crecer. Porque tú me haces ser mejor persona.

La grieta atravesaba toda la pared. Era fina y se ramificaba como venas negras hasta tocar el suelo.

—¿Estás listo? —inquirió Lirio a mi espalda.

—Sí.

—¿Y tú? —Esta vez se dirigió a Lume, que todavía se encontraba algo alejada.

—Terminemos con esto.

El primero en apoyar las palmas de sus manos fue Lirio. Una mueca de dolor cruzó su semblante.

Cuando mi piel entró en contacto con la grieta, la oscuridad se enroscó en mis muñecas. El ardor era casi insoportable.

—Tú solo piensa en que se cierre —señaló Lirio.

Puse todo mi empeño en ordenar que aquella grieta se fuese disipando hasta no ser más que un mal sueño. El agotamiento me obligó a hincar las rodillas en el suelo.

—¡Está funcionando! ¡Solo un poco más! —animó Lume.

Muy lentamente, las líneas que surcaban el blanco más brillante se iban encogiendo. Un espeluznante sonido se hizo eco. La protesta de la magia al ser expulsada de su ansiado banquete.

Que te den, pensé con satisfacción. Espero que no vuelvas.

Mis manos dejaron de sentir la extraña pared y caí hacia delante.

—Invierno.

Iris me rodeó con sus fuertes brazos, estrechándome contra su pecho.

—Iris.

Enterré los dedos en la tela de su abrigo, buscando la calidez de su piel.

—Iris... —susurré—. Yo te...

https://youtu.be/dW4HCi1zZh8

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