03. Te amo.
YeongJa supo que algo andaba mal los días siguientes a la pequeña interacción que tuvo con su maestro.
Todo parecía normal, iba a clases con regularidad, almorzaba con la niñera, hacía sus tareas y esperaba con paciencia la llegada de su padre a casa, hablaban acerca de su día e iban a dormir.
Su vida y la de su padre siempre se rigieron por una rutina, con algún que otro espacio libre para decidir qué hacer, ya sea en compañía o en soledad. Eso le gustaba de su familia, la organización que se le ha inculcado y cómo no ahogarse en los días monótonos que pueden parecer, pero al ser solo ellos dos, nunca hubo mucho problema con eso.
Estos días han sido normales, sin ningún inconveniente, pero... extraños.
—YeongJa.
La adolescente alzó su mirada, se encontraba en el piso alfombrado de su habitación mientras veía su celular, ya vestida con pijama y una toalla alrededor de su cabeza. Su padre, al pie de la puerta con su característica ropa holgada y de algodón, le ha estado llamando varias veces.
—¿Sí?
—¿Qué estás haciendo?
El adulto se acercó con cautela, con movimientos despacios y sin hacer ruido, una característica de la casa Min es el silencio que reina la mayoría del tiempo, mismo silencio que a ninguno le molesta; es más, lo disfrutan y solo a veces suelen romperlo con música de todo tipo en el televisor.
Pero estos últimos días, el silencio ha sido... ni siquiera sabe cómo describirlo.
—Estoy haciendo la lista de invitados para celebrar mi cumpleaños.
—Oh, ¿a cuántas personas tienes hasta ahora?
—Por el momento... — murmuró y dio un vistazo rápido a su celular, donde estaba escribiendo en la aplicación de notas —. Solo a Suran.
Yoongi bufó con una sonrisa, tomando asiento en la cama de su hija. No le sorprende tal única invitada, pues conoce la amistad que tienen ambas niñas, radicando desde escuela hasta su entrada a la pubertad.
—Podemos celebrarlo más familiar, tus tíos, yo, Suran y sus padres, si gustas — YeongJa lo pensó, le parecía buena idea —. ¿Quieres que te cepille el cabello?
—Sí, por favor.
En silencio, tan extraño silencio, la joven se acomodó entre las piernas de su padre, aún en el suelo mientras se quitaba la toalla de la cabeza. Yoongi alcanzó su cepillo en su velador y empezó su labor.
Es inevitable no suspirar con nostalgia al recordar a YeongJa, tan sonriente con sus mejillas abultadas y dos coletas, un peinado que tardó meses es perfeccionar y del cual siempre estuvo orgulloso; es más, en el tiempo en el que debía peinar a su hija todos los días, llegó a comprar una cabeza con peluca similar al cabello de la niña – negro y corto hasta los hombros – para practicar.
Ahora, solo cepilla su cabello, un poco más largo, en ocasiones.
—¿Y el día de spa?
—Ah, cierto. Tienes suerte que tu cumpleaños es un sábado, puedo apartar un par de horas para ti y Suran en un buen lugar para que las consientan un poco, ¿sí?
—Me parece bien, aparta la cita rápido que no falta mucho. Y gracias, pa.
Cepillar su cabello no fue una tarea difícil, no era de esas personas que suelen tener nudos. Terminó por ayudarle a secar un poco más con la toalla y dejaron que se seque al aire libre.
—Por cierto, venía a avisarte algo... — lo vio nervioso y un poco ido, su semblante era diferente, cuando se dio vuelta —. Jimin vendrá a dormir aquí, ¿está bien?
¿Qué?
—¿P–Por qué? — de inmediato, se levantó del suelo con el ceño fruncido —. ¿Por qué va a venir? ¡Es nuestra casa!
—Escucha...
—¡No! ¡No quiero que venga!
—YeongJa, no me alces la voz — pidió su padre y ella solo pudo soltar un chillido con evidente molestia —. Escucha... Vendrá, quieras o no. Te estoy avisando porque estoy muy seguro que ni siquiera lo verás, estará aquí a poco más de la medianoche y no quiero que pienses mal de mí si después te enteras por terceros que ha entrado a casa sin tú saberlo.
—¿Por qué va a venir? — volvió a repetir —. No tiene nada que hacer aquí.
Y cuando Yoongi suspiró y sus ojos se cristalizaron, supo qué estaba mal estos días.
Su padre.
Era él el extraño.
—No me siento bien — admitió, sin mucho esfuerzo en ocultar su estado anímico —. Necesito que alguien cuide de mí esta noche.
—Dile que no venga, yo te cuidaré.
—No, mañana tienes clases y no es tu obligación cuidarme. Yo te cuido a ti.
—¿Qué tienes? ¿Ya tomaste algo para el dolor?
Y, oh, si YeongJa supiera que no hay medicina para lo que su padre está padeciendo ahora.
—Escucha, Jimin vendrá y ni siquiera te darás cuenta que lo hizo, ¿sí? — la menor lo miró con los brazos cruzados, reacia a aceptar la idea —. Por favor... Solo por esta noche.
—Haz lo que quieras.
Contrario a lo que ella pensaba, y a lo que estaba acostumbrada, se sorprendió cuando su padre solo se levantó y fue hasta su habitación en silencio. Lo miró con el ceño fruncido, aunque se suavizó un poco al reconocer el estado del adulto.
Él no estaba bien.
Pero, ¿por qué necesitaba a Jimin cuando la tenía a ella?
El par de horas que daban paso a la media noche pasaron con rapidez, su padre volvió a asomar por su habitación un instante pequeño en el que le deseó buenas noches, sin un abrazo, sin un beso en la frente y ella, celosa, solo pudo envolverse en sus sábanas ante el frío de la noche.
Park Jimin era el extraño. Él es el intruso.
Y cuando dio la media noche, escuchó a su padre hablar con el guardia de la entrada del edificio por una apertura en su puerta.
—Sí, Park Jimin. Déjelo subir, por favor.
Mientras tanto, Min Yoongi estaba intentando mantener la compostura, al menos, hasta que un par de brazos estén dispuestos a sostenerlo. No sabía si la noche estaba demasiado fría, pero su cuerpo temblaba en la oscuridad y no quería nada más que acurrucarse junto al hombre que ama en lo más recóndito de su habitación.
No pasó mucho hasta que la familia pudo escuchar dos, tal vez tres golpes en la puerta de entrada.
YeongJa apartó la mirada cuando su padre abrió con rapidez la puerta y se abalanzó a los brazos de aquel intruso, no miró cómo el adulto se deshacía en un cuerpo ajeno en el umbral del hogar que está siendo amenazado, tampoco vio cómo el intruso limpió sus lágrimas y lo sostuvo con la misma fuerza de su naciente llanto.
No lo entendía. No quería a Park Jimin en su casa, no quería a Park Jimin en su vida.
Su padre no necesitaba a nadie más que a ella, pero eso a él no le importaba.
Antes de que la pareja de adultos se separe del abrazo, cerró su puerta con sigilo y el corazón pesado.
(...)
La despertaron un par de golpes en su puerta.
Abrió sus ojos y, por la escasa luz que entraba por su ventana, se dio cuenta que había amanecido. Sintió un poco de frío cuando los golpes siguieron y recordó de inmediato quién más se encontraba en casa, un poco obvio ante la ausencia de su padre, quien le gustaba despertarla todas las mañanas.
—YeongJa — dijo aquel en el pasillo —. Despierta, es tarde para tus clases.
No puede ser que haya maldecido ni bien despertó.
Permaneció inmóvil por unos minutos, tiempo en el que el golpeteo cesó y, minutos después, la puerta se abrió dejando ver a su padre.
Min Yoongi se veía cansado, como si no hubiese dormido en toda la noche.
En silencio, se acercó a ella para darle un beso en la frente, mas no dijo nada. Se fue de inmediato y, seguido, escuchó cómo la puerta de su habitación se cerró.
¿Qué mierda estaba pasando?
Obvió la presencia del intruso y empezó a alistarse con la mente dispersa, era verdad que iba un poco tarde.
Con el uniforme puesto y su cabello bien cepillado, se dirigió a la cocina donde encontró a él, también con un uniforme de cocina.
—Buenos días — habló despacito, como quien tiene miedo de destruir el silencio —. ¿Llamas a tu papá para que desayune?
—¿Qué le pasa a mi papá?
—Está un poco enfermo.
—¿Y por qué sigues aquí?
Jimin, aprovechando que estaba de espaldas, pudo disimular que esa pregunta no le dolió, solo un poquito.
¿Desde cuándo los niños son tan crueles?
—Estoy... Estoy haciendo sopa para que coma en el día, no va a trabajar hoy — volteó a mirarla, listo para servir —. ¿Vas a llamarlo?
Sin responder, YeongJa fue hasta la habitación de su padre. Claro que estaba preocupada y su preocupación se veía obstruida por el enojo que la presencia que ese hombre le daba.
—Papá — le llamó, incluso antes de abrir la puerta a la habitación oscura, con la cama desarreglada y las persianas abajo —. ¿Qué pasó?
—Nada — respondió de inmediato, saliendo del baño con ropa deportiva —. ¿Ya desayunaste?
—No... Venía para que desayunemos juntos.
Y Yoongi, con una sonrisa practicada, fue a abrazarla para salir al comedor, lugar donde Jimin ya tenía el desayuno servido.
Yeongja quería, de verdad quería objetar, pero su de desayuno favorito estaba en la mesa junto a un vaso de leche tibia con un poco de canela, su bebida favorita que no muchos conocían y que lo sepa Park Jimin le molestó, no quería que empiece a adentrarse en su hogar de esa manera.
Los tres comieron en silencio, un silencio incómodo y extraño. A ella no le gustaban esos ambientes y culpaba únicamente a Park Jimin por eso.
Sin saber que, Min Yoongi era quien más se recriminaba por la situación.
—¿Me llevas a clases?
Sin dudarlo, Yoongi asintió con la mirada seria de su pareja encima. Aunque el cocinero lo entendía, no podía preocuparse por la persona que ama.
—¿Tienen todo listo? — preguntó el mayor de los tres en el umbral de la puerta, viendo a su familia con sus respectivos bolsos para el trabajo y clases, una pequeña sensación de calidez se posó en su pecho un segundo —. Vamos, entonces.
YeongJa, de inmediato, tomó la mano de su padre para caminar junto a él y dejó a Jimin detrás, incluso cuando subieron al ascensor y en el camino al estacionamiento. No objetó nada cuando notó que el intruso vino en su propio auto, al menos no iba a entrometerse en el trayecto a su instituto como lo ha estado haciendo estos días.
Sin despedirse, se subió al auto de su padre y esquivó la mirada de ambos adultos.
—Perdón.
—No es nada, Gi — el rubio respondió y no le importó nadie más que ellos cuando se acercó para fundirse en un abrazo —. ¿Seguro que estarás bien hoy? Puedo salir temprano.
—Sí, sí. Además... Tengo que hablar con HoSeok, la citación a la audiencia debe llegar pronto.
¿Qué era lo que estaba pasando en la vida de Min Yoongi?
—Solo llámame y vendré corriendo a ti, ¿está bien?
Pero él no cree ser merecedor de eso, aun así, quiso encerrar esa calidez que le da su hogar de forma egoísta para que nadie pueda arrebatárselo.
—Te amo — dijo con tanta sinceridad que tomó desprevenido a ambos —. Gracias por estar conmigo.
—Te amo — respondió el cocinero con una sonrisa —. Ten un lindo día, me avisas cualquier cosa.
Se despidieron con un casto beso y, en silencio, desearon que todas sus mañanas sean así.
Jimin corrió hasta su auto, no quería admitir que iba un poco tarde y la familia Min salió a la par del edificio, los dos autos se separaron en la calle y padre e hija aguardaban silencio porque necesitaban hablar, pero no sabían cómo empezar.
—¿Dormiste bien? — el adulto preguntó en voz baja y su hija asintió sin mirarlo —. ¿Qué tal estuvo el desayuno?
—¿Qué pasó? — volvió a preguntar y Yoongi suspiró.
—No me siento bien.
—¿Por qué? ¿Qué pasó? — esta vez, le miró —. Enfermo no estás, te conozco.
—Sí, lo sé... Son temas de adultos, YeongJa.
—Ah, y Jimin sí puede saberlo.
—Porque es un adulto. Escucha, no quiero que ocupes tu mente en temas que no deberías preocuparte, solo... solo sé mi niña, ¿sí? Por favor.
La adolescente vio al adulto y quiso reprochar, mas se quedó callada cuando vio que se aproximaban a su instituto. El trayecto no era muy largo.
—Te amo, YeongJa.
Su rostro se suavizó cuando llegaron a la entrada del lugar y miró el rostro de su padre, cansado.
Qué mierda estaba pasando.
—Yo también, pa.
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