02. Dulce y amargo.

Padre e hija estaban sentados en una pequeña mesa de una heladería, con sus respectivos vasitos de helado de fresa con su topping de la misma fruta.

La familia Min ama las fresas.

YeongJa disfruta de postre con tranquilidad y con el olvido de su malestar del día anterior, que persistió hasta un par de horas cuando abrió los ojos en la mañana para darse cuenta que su padre había llegado a casa con la hora justa a despertarla, con el deje de su perfume y su ropa arrugada.

Pasó el día ameno, sus clases no son difíciles en su mayoría y puede enorgullecerse al decir que es una excelente alumna. Lo más importante de su día fue volver a estar con su mejor amiga Suran, quien estuvo faltando a clases por haber contraído varicela, y la tarde de tarea y charlas que son más idóneas decirse frente a frente que a través de una pantalla para ver la reacción de la otra.

Y ahora está disfrutando de un momento con su padre, así que puede catalogar este día como un buen día.

En cambio, Min Yoongi siente el cansancio en sus hombros y espalda, si bien los lunes siempre sale un poco antes de su trabajo, pasa gran parte del día sentado frente a un escritorio sin mucha actividad física, por lo que su cuerpo suele desgastarse en flexibilidad y su abdomen abultado no solo evidencia aquello, sino también expone qué tan bien consentido ha sido desde la llegada del dulce cocinero en su vida.

—Caramelo — llamó el adulto y su hija, acostumbrada a los apodos cariñosos con un toque de azúcar, le miró con intriga —. ¿Qué opinas de Jimin?

Ah...

Yeong solo pudo alzarse de hombros, no quería empezar a hablar de él.

—¿Es buen profesor?

—Sí, algo.

—¿Ya tienes una percepción de su persona? Es decir... ¿Te agrada? ¿Te da mala espina?

Park Jimin solo hacía que nazca en su interior un sentimiento que no logra descifrar, pero cree reconocer el odio entre aquel mejunje de desconocimiento.

—No lo sé.

No puede mentir tampoco, no puede retractarse de sus palabras las primeras clases que trató con él, pues solo lo describió como un hombre muy caballeroso, lindo, atento y más adjetivos positivos que ahora no tiene caso contradecir por el mal sabor de boca que puede llegar a generarle una mentira como esa.

—Estaba pensando... — el pelinegro removió su helado con desdén —. Podríamos tener una reunión los tres. Para conocernos mejor.

Qué.

—¿Desde cuándo te gustan los hombres?

Min Yoongi vio a su hija, con sorpresa ante la pregunta tan personal. Nadie esperaba que su hija espetara ese tipo de duda que solo conseguirá sentirte más expuesto que nunca frente a ella.

—Desde siempre — respondió, ya no había más que ocultar —. Pensé que te agradaba Jimin.

—Ya no.

—¿Por qué?

—No es lo mismo que sea mi maestro de cocina y novio... de mi padre. Es raro.

—Bueno... Aún no somos novios, pero quería empezar con una cena, tal vez, una cena para que podamos hablar y convivir como hija, padre e interés amoroso de su padre, no como tu maestro de cocina — el adulto intentó tomar la mano de la joven, pero ella lo apartó con delicadeza —. En algún punto debo volver a tener pareja. No me veo completamente solo toda mi vida. Y Jimin es... Jimin. Es fácil sentirse familiar con él, tú mismo lo dijiste.

—Es diferente — objetó la adolescente —. Me refería que es fácil sentir ese sentimiento como si fuera un amigo más grande, no como mi otro... Eso.

—¿Padre? Por supuesto que Jimin no es tu padre, yo lo soy. Eso nunca va a cambiar — YeongJa volteó sus ojos y suspiró, hastiada —. Hubo un tiempo en el que insististe en que tuviera pareja, ¿qué cambió hasta ahora?

—Me refería a una novia para ser una familia normal. Ni siquiera me dijiste que eres... así.

Min Yoongi piensa que no es lo suficientemente bueno para ser padre, más veces de lo que le gustaría admitir.

—Soy feliz con él, por si quieres saberlo.

Aunque el tono de su voz fue triste, él no se mostró como tal, pues sonrió tan magníficamente a como su hija está acostumbrado, con las comisuras de sus labios en lo alto para mostrar sus encías, sus ojos se cerraron y sus hombros se movieron con felicidad al terminar su helado.

—¿Ya nos vamos?

(...)

Min YeongJa no puede estar más hastiada en ese momento.

Se encuentra con la mirada fija en su profesor de cocina, quien evidentemente lo nota y disimula muy bien su nerviosismo, porque todo el que ha visto al padre y su hija juntos, se ha dado cuenta que tienen la misma mirada intimidante y seria.

Aunque se vuelvan un par de medialunas al sonreír.

La adolescente termina de anotar las últimas observaciones que hace el adulto sobre su postre de maracuyá, una crítica constructiva que acepta con diligencia, tratará de mejorar la próxima vez y porque, evidentemente, Park Jimin es un buen cocinero y maestro.

Pero se quiere morder la lengua al tener que admitirlo en voz alta.

La verdad, siente una extraña mezcla de admiración y odio hacia su joven maestro. ¡Es muy bueno! Contó en clase que estudió en una buena academia y trabajó en las cocinas de esos restaurantes que ella pide comer de ahí en fechas especiales, pero que su pasión nace en los salones de clase.

Por otra parte, el solo ver su rostro le recuerda que su padre se siente atraído a él y, que si lo que sea que tienen, va en serio, él pasará a ser su... padrastro; así lo había llamado SuRan en un intento de molestarla y claro que lo logró.

¡Ella no quiere un padrastro!

No quiere nada, en realidad. Su familia solo es su papá y nadie más.

—Eso sería todo por hoy — dijo Park Jimin con la atención de todos sus estudiantes —. Recuerden que hasta mañana pueden enviar su propuesta sobre lo que van a preparar para su examen, háganlo por el chat grupal, mi número personal o mi correo electrónico. Desde la próxima semana empezaremos a practicar su examen, ¿bien? — los adolescentes, en una edad que oscila de los trece hasta los dieciséis años, asintieron al unísono —. Perfecto, ya se pueden retirar.

El ajetreo de todos rompió el usual silencio que hay en la cocina, todos yendo hasta sus casilleros para sacar sus pertenencias. YeongJa fue en calma mientras veía a su alrededor que la mayoría, si no es decir todos, ya entablaron conversaciones entre compañeros y citas amistosas después de clases, algo que ella aún no ha podido hacer.

Pero no le importa, ¿para qué los necesita? Ahora solo quiere tomar su celular y contarle a SuRan el fastidio que le tiene a su profesor.

—¿Yeongja?

Hablando del Rey de Roma.

La joven simuló no escuchar su llamado al momento de tomar sus pertenencias cuando gran parte de sus compañeros dejaron el salón, pero su rostro, normalmente inexpresivo, notó la decepción al ver los mensajes que su padre le había mandado con anterioridad.

—Tu papá me llamó diciendo que no podrá venir a verte — oh, no me digas —. Espérame unos diez minutos en lo que dejo limpio el lugar y te llevo a casa, ¿sí?

Ella, enojada, solo asintió de hombros a la par que se sentaba en el suelo con su celular en la mano.

Park Jimin solo pudo suspirar mientras se disponía a ordenar todo muy rápido.

Volvió a leer los mensajes de su padre, en los cuales le explicaba por qué no puede ir a verla, a pesar de que sus clases terminan después de su horario laboral, pero había algunos días contados en los que ese horario no se respeta por cualquier motivo y, aunque lo entendía perfectamente, era inevitable no decepcionarse ante la espera de ver a su padre y cenar juntos.

Ah, tiene hambre.

En el silencio de la cocina, su estómago rugió con fuerza.

Sus mejillas se tiñeron de rojo cuando notó la mirada de aquel insoportable y simuló estar muy concentrada en su celular, cuando lo único que hacía era deslizar su dedo por las fotos que tenía guardadas.

—¿Te puedo invitar a comer?

YeongJa alzó la cabeza con confusión e intriga. Jimin, en cambio, se atrevió a preguntar al conocer la dinámica y rutina de la familia, aquella que empezaron a adoptar desde que la joven empezó clases en las que padre e hija cocinan juntos, pero como ahora Yoongi va a salir tarde del trabajo, a la adolescente le tocará cocinar sola y esperar a su padre sola en casa y en la noche.

Lo cual tiene preocupado a Min Yoongi, pues en la llamada que tuvo con su aún no novio, le pidió con un poco de vergüenza que estuviera con su hija hasta que él pueda salir del trabajo.

Porque, ¿dejar a YeongJa sola en casa y en la noche? Ni hablar.

—Podemos comprar las brochetas que le gustan a tu papá y esperarlo, ¿te parece?

Uh, brochetas de cordero... YeongJa estaba tentada, aunque su orgullo quería negar dicha oferta.

—Prefiero irme a su trabajo.

—Bien, espérame y te llevo.

—Puedo ir en taxi, no se preocupe. — Dijo, con la intención de tomar todas sus cosas e irse de una vez por todas.

—Espera, YeongJa — su maestro se acercó hasta ella cuando la vio moverse con rapidez hasta la puerta —. Yoongi me pidió que te acompañe hasta que él pueda salir y estoy seguro que te dijo algo al respecto.

—No tiene por qué acompañarme maestro Park, mi papá solo está exagerando.

—Quiero hacerlo — admitió —. Escucha, sé que no soy de tu total agrado por la relación que estoy teniendo con tu padre, pero... Él me lo pidió y quiero cumplirle. Además, sigues siendo mi estudiante y no puedo dejar irte así.

—Esto es estúpido... — murmuró, sin ser escuchada.

—Y ya mismo anochece. A Yoongi no le gusta que estés sola en la noche.

La adolescente volteó los ojos con evidente molestia, es cierto que su padre le pidió que le permita a su maestro acompañarle por la hora aproximada que falta para que se desocupe, todo por su manía y temor de dejarla sola después del anochecer.

¿Qué creía que era ella? Era lo suficientemente consciente para no meterse en problemas.

Y es cierto también que se ganaría un regaño si no acataba lo pedido.

—Dame cinco minutos, ¿sí?

¿Acaso de verdad podía negarse?

Tal como dijo su maestro, en poco tiempo pudo terminar de limpiar la cocina porque parte de su estudio también es dejar su mesa de trabajo limpia, así que el adulto no demoraba en ordenar un par de cosas y cerrar el salón.

En silencio, ambos se dirigían hasta el estacionamiento del lugar. Jimin quiso ayudarla con su mochila, pero ella, totalmente orgullosa, se lo negó, aunque sus hombros se lo pedían y solo se la dio cuando el rubio la colocó entre los asientos traseros para que ningún utensilio de la niña se maltrate por el viaje.

—Entonces... ¿Brochetas de cordero para llevar y esperamos a tu papá fuera de su trabajo? — YeongJa asintió, no tenía muchas ganas de hablar —. Bien, abróchate el cinturón.

La adolescente lo vio mandar un par de mensajes, seguramente, avisándole a su padre lo que iban a hacer. Quiso hablar para contarle de qué restaurante suelen comer brochetas de cordero, pero de inmediato selló sus labios cuando vio al adulto colocar el nombre del lugar en el gps para empezar a manejar y no pudo molestarse más por eso.

Claro, ya debieron haber ido allí un millón de veces.

YeongJa vio a su maestro con hastío, a pesar de que él le devolvió una sonrisa incómoda.

Su sola presencia en su vida le generaba un enorme rechazo.

—¿Te importa si pongo música? Suelo manejar con ruido de fondo.

—Lo que usted quiera.

—Puedes tutearme cuando no estemos en clases... Es un poco raro el usted.

Con el primer semáforo en rojo, Jimin se apresuró en buscar en su repertorio de música algo que le guste a la menor, pero sin ser tan obvio. Según Yoongi, ambos escuchan de todo y todo puede ser todo y nada a la vez para su lista de horas y horas de música que vio como estúpidas en un segundo por el nerviosismo.

—No me importa.

Ah, qué difícil.

Quién pensaría que alguna vez él se encontraría en esa situación. Saliendo con un hombre mayor, aunque con una poca diferencia de tres años, y tratando por todos sus medios de que la hija adolescente de ese hombre le agrade o tolere verlo.

Suspiró en lo que encontró una playlist que guardó no hace mucho con varios clásicos, como Queen, Michael Jackson y The Beatles. Era una buena opción, ¿verdad? Todo el mundo siempre regresa a los clásicos.

Love never felt so good se reprodujo en un volumen decente mientras intentaba retomar la conversación muerta que YeongJa no da el atisbo de tomarla.

—Yoongi me contó que recibiste un mérito por conducta y participación — murmuró con una sonrisa —. Felicidades, YeongJa.

—Uhm...

—Eres mi mejor estudiante, así que no dudo que seas la mejor en tu colegio también.

—El mérito fue en la clase de arte, no es la gran cosa — ella dijo, por lo bajo y sin despegar su vista a la ventana —. A papá le gusta exagerar ese tipo de cosas... En las demás clases soy una estudiante promedio, no soy la peor, pero tampoco la mejor.

—No creo que exagere. En realidad, se enorgullece mucho de lo que haces — solo ahí, la joven lo volteó a ver —. Pero puedes presumir que eres la mejor de mi clase, tu papá y yo te respaldamos en eso.

—No tienes que decir cosas así solo porque estás... saliendo con mi papá.

—Hablo en serio. Ahora hablaré como tu profesor y te digo que tienes mucho potencial — asintió, reafirmando sus palabras —. Pero me he dado cuenta que te ha gustado este último módulo de repostería, ¿verdad?

—Sí, siempre me ha gustado hacer postres y a mi papá le gustan mucho los dulces.

—Hace unos días hablé con Yoongi al respecto, si te ves en un futuro aún en una cocina, te puedo ayudar a encaminarte en academias de cocina y demás, pero soy sincero cuando digo que tienes potencial y una pasión que, tal vez, aún no está del todo despierta.

YeongJa se quedó callada el resto del viaje, incluso cuando Jimin entró al restaurante para pedir la comida.

La verdad es que su inicio en una cocina no es el más agradable.

Recuerda haber aprendido desde niña a ser independiente por el triste, ya no tanto, hecho de que solo eran su papá y él, nadie más. Tenía que madurar rápidamente, no había más opción que esa.

Ahora puede decir que vive cómodamente, es verdad. El departamento en el que viven tiene todo lo necesario y su padre es puntual con las mensualidades del mismo, pero no siempre fue así. Son destellos de recuerdos lo que tiene en realidad, ella en el regazo de su padre la mayor parte del día en lo que ahora sabe que fue clases.

Hay unas pocas fotos por ahí y ella ya sabía la historia de cómo llegó a este mundo, el amargo recuerdo de su padre en el que su irresponsabilidad terminó con él, la novia que tenía entonces y un bebé en sus brazos.

Su madre. Aquella que se fue poco después de cumplir dos años.

Una sola foto hay de ellos tres juntos y sus padres, muy jóvenes, incluso tenían puesto un uniforme de un colegio que no logró distinguir cómo se llama.

Hace mucho no piensa en ella, pero es inevitable no hacerlo cuando alguien más ahora está intentando meterse en su familia.

No va a mentir al decir que no piensa en lo diferente que hubiese sido su vida con una figura materna presente. Tal vez sí tiene una pasión por cocinar, pero no hubiese nacido como una necesidad, mucho menos sentiría envidia de ver a sus amigas y compañeras compartir esos momentos más femeninos con madres o hermanas mayores y asistiría a las celebraciones por el día de la madre o de la familia sin sentir miradas de lástima en su pequeña familia.

Si bien su padre se dedicó a suplir esa otra mitad faltante, no fue suficiente y no quiere aceptar a nadie más dentro de su familia, ni siquiera su madre, ni siquiera Jimin.

—Compré cheesecake de fresa en el local de al lado, se ve muy bueno — dijo su maestro una vez estuvo dentro del auto de nuevo, pero de inmediato notó un semblante diferente en la niña —. ¿Todo bien?

—Sí, sí. Solo estaba pensando.

—Bien, tu padre no tarda en salir. Vamos.

No pasó mucho tiempo en el que estuvieron sumidos en un silencio en el auto mientras YeongJa vigilaba que las brochetas no se estropeen con el viaje, aún ella sumida en sus pensamientos que quisiera alejar de una vez por todas.

Cuando llegaron al edificio que los dos conocían, Min Yoongi ya los estaba esperando fuera.

—Ah, mis pasteles de arroz — dijo cuando ambos se bajaron del vehículo y los recibió con sus brazos extendidos —. ¿Cómo les fue hoy?

—Ya me quiero ir a casa.

—¿Uh? ¿Te sientes mal, caramelo? — YeongJa asintió mientras se refugiaba en el pecho de su padre, él recibiendo la gran mochila por parte de Jimin —. ¿Todo bien?

—Sí, creo... Perdón — susurró el rubio, sin saber muy bien el cambio de ánimo —. Les compré la cena y un postre, debes estar cansado.

—Un poco... ¿Quieres cenar con nosotros?

Pero sin previo aviso, YeongJa se apartó del par de adultos con brusquedad y se encaminó hasta el estacionamiento, pero no avanzó mucho, solo quería alejarse de ambos.

—Perdón, no sé qué pasó. Estábamos hablando sobre su pasión en la cocina y... Y de repente, ya estaba así.

—No te preocupes, yo hablo con ella.

—Son las brochetas que te gustan y cheesecake de fresa, el tuyo está señalado con tu nombre porque es bajo en azúcar.

—Ah, ¿por qué? No soy diabético.

—Pero tienes antecedentes y debes empezar a cuidarte — Yoongi asintió, dándole la razón con pesar —. ¿Cómo te fue en esa reunión?

—Ah... No sé por qué me pasa esto a mí. Es mucho para contar ahora, te llamo antes de dormir, ¿sí? — Jimin asintió, aunque preocupado por los Min y lo que estaban a punto de enfrentar —. Gracias por lo de hoy.

—No es nada, corazón — con un poco de atrevimiento, y aprovechando que la joven les estaba dando la espalda, el rubio juntó sus labios en un fugaz beso de despedida —. Me avisas cómo sigue YeongJa.

—Ve con cuidado, avísame cuando llegues.

Con un par de palabras más de despedida, Jimin volvió a su auto, no sin antes también despedirse de YeongJa, aunque ella no le hubiese prestado atención. Y no fue hasta que el auto del rubio desapareció por las calles, Yoongi abrazó a su hija con dulzura.

—Vamos a casa.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top