𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 𝟥𝟥
¿Cómo sientes el dolor de una persona si nunca lo has experimentado?
¿Cómo darte cuenta de la gravedad de tus actos, si nunca los has recibido como víctima?
¿Cómo descubrir el dolor de una mentira?
Había sido una noche pesada, demasiado larga; infinita, pero que al mismo tiempo la recibió como un suspiro. Dentro de su propia inconsciencia, miles de sentimientos tanto felices como terribles le atormentaron sus horas de sueño. Todo en una mezcla caótica que le hizo revolverse en sus pensamientos, batallando por despertar aunque, al mismo tiempo, necesitaba conocer el desenlace.
Y era difícil pensar. Creía seguir dormido pero al mismo tiempo era como si su despertar estuviese durando años, tan lento que solo le hacía recordar, o al menos intentar recordar, las imágenes que tuvieron lugar en su imaginación tan encendida como sus sentimientos en ese momento.
Pero eran solo eso; simples imágenes. Imágenes que le recordaban lo sentido en ese sueño.
Lo primero; un barco...
Un barco que se alejaba. Él estaba en él y recordaba observar las olas del mar a su alrededor. Olas que contenían un sinfín de recuerdos y sentimientos que había disfrutado y vivido durante un lapso de tiempo. Y era como si las olas se alejaran de el, llevándose consigo esos recuerdos y alejándolo de lo más preciado que hubiera poseído en la vida lejana que experimentó esa noche. Pero ese barco se alejaba... Se alejaba de los recuerdos que quedaron en ese mundo rodeado de oscuridad. Una oscuridad que solo pudo ser alumbrada por una figura humana.
Una figura humana preciosa. Ese era su recuerdo más nítido. Parecía una mujer. Pero no parecía ser de esa época, sino de una época lejana, de siglos atrás. Una mujer que portaba un precioso vestido de época, con unos ojos azules brillantes, labios finos y pálidos y de cabellera rubia resplandeciente. Brillante como su presencia. Una presencia de la que se enamoró.
Era hermosa.
La mujer más bonita que jamás había visto.
Recordaba encontrarse con ella. Recordaba acercarse y apreciar su nerviosismo, apreciar sus mejillas tornarse de un color rojizo haciéndole ver muchísimo más hermosa. Y recordaba bailar con ella. Pero no recordaba la música, no recordaba nada a su alrededor, ni siquiera el espacio o los rostros que les observaron enamorarse. Solo recordaba sus ojos. Esos ojos que se veían demasiado conocidos.
Un cortejo... Un sí...
Todo parecía haber transcurrido en días, puede que semanas, aunque en la realidad hubieran sido a penas unas horas. Pero lo hizo; se enamoró y jamás creyó haber sentido un amor tan puro y real como sintió ese. Él era feliz. Por fin era feliz y se sentía pleno porque había encontrado a la persona indicada. Y no quiso despertar nunca, durante un tiempo quiso permanecer en esa irrealidad infinitamente, pero no todo podía resultar ser tan hermoso al fin y al cabo.
¿Cómo descubrir el dolor de una mentira?
Eso fue lo peor de todo. Sin duda.
Pero de nuevo nada era nítido. Lo único que apreciaba con claridad era a esa preciosa dama y lo que le hizo sentir. Eso y... ese dolor. Porque jamás en su vida había sentido la llama del amor tan fuerte, pero tampoco había sentido esa llama apagarse. No porque el amor se hubiera apagado, sino porque ese amor había sido un engaño.
Engaño. Mentira. Embuste. Falacia.
Y quemó por dentro. Quemó tanto por dentro que creyó que jamás despertaría de esa pesadilla, porque de repente el sueño en el que quería permanecer por el resto de su existencia se había transformado en algo horrible. Algo que quemaba tanto que el dolor lo sentía físicamente, era real, y era horrible. Era tan horrible que creía morir.
Porque se había dado cuenta. Lo había descubierto. Era algo que a penas recordaba pero sabía que era malo, lo sabía por la presión aguda en el pecho que sintió al descubrirlo. Pero, ¿Qué sería? Una mentira.
Engaño. Mentira. Embuste. Falacia.
¿Enamorado de qué?
De algo que no era verdad.
¿Qué es lo que había amado durante ese tiempo?
Una obra de arte.
Por qué sí. La mujer que conoció era una obra de arte. Pero es que las obras de arte han sido construidas, esculpidas o pintadas por alguien antes. Eso es lo que ella había sido. Una fantasía. Una completa y absoluta fantasía. Una invención.
Entonces Brian había estado enamorado de una fantasía. Y todo el mundo sabe que las fantasías no son reales.
Y sentía la brisa marina peinarle el pelo. Sentía el aire del mar acariciarle el rostro. Y aspiró con fuerza, saboreando el nuevo sabor que le acompañaría en ese viaje que poco a poco le devolvía a su cruenta realidad para alejarle de la cruenta irrealidad que había construido durante sus horas de sueño.
Réveille toi...
Era como si el mismísimo mar le hubiera susurrado al oído esa palabra. Tenía los ojos cerrados. Oía pero no escuchaba, no quiso hacerlo. No sabía qué mundo le agradaba más; si el real o el imaginario. Pero siempre podría quedarse en ese inmenso océano de agua salada. Alejado de todo aquello que le había hecho daño y alejado de todo aquel al que había hecho daño. Él solo en un nuevo mundo para construir una vida nueva.
Despierta.
Pero no quería. ¿Qué había de malo en permanecer allí? ¿Acaso soñar era similar a la muerte? Porque de ser así, lo preferiría millones de veces antes que tener que volver a sufrir. Estaba cómodo, estaba a gusto. No quería moverse. No lo hizo.
Pero al final lo hizo.
Fue cuando de repente apareció el rostro de una mujer ante él. Una preciosa mujer de cabellos rubios y mirada azul celeste. De sonrisa brillante y mirada cargada de amor y arrepentimiento. Sobre todo de arrepentimiento.
"Mon amour..."
Pronto la mirada de ella se oscureció y sus ojos adquirieron un color oscuro, marrones, y estos se empañaron por las lágrimas. Estaba triste. Estaba arrepentida. La sonrisa desapareció. La cabellera rubia comenzó a teñirse y a enredarse de un color mucho más oscuro. Perdía facciones y lo perdía todo. Llegó un momento en que ese ser parecía representar a dos personas al mismo tiempo. Dos personas que sufrían por los males que habían causado a aquellos de quienes se habían enamorado.
La joven rubia había desaparecido.
Ahora era capaz de observarse a sí mismo ante él. Con la mirada perdida, arrepentida, sufrida. Quería gritar. No pudo.
-¡Despierta!
Abrió los ojos.
En un primer momento le costó enfocar, como si todo lo que tenía a su alrededor no lo percibiera como su auténtica realidad. Tenía los ojos muy abiertos a pesar del escozor que sintió en ellos al recibir la luz solar que se colaba por las cortinas, y su respiración era alarmantemente irregular. Sentía gotitas de sudor resbalarle por las sienes.
-Por fin -al mirar a un lado comprobó a Elizabeth sentada de rodillas a un lado de él, con una mirada entre preocupada y molesta puesta sobre la suya -. Me ha costado un triunfo despertarte.
Apartó la mirada y se frotó los ojos. Suspiró. Los recuerdos de lo que soñó se hacían cada vez más borrosos por momentos pero aun así seguía sintiendo una sensación en el pecho muy pesada y desagradable.
-Lo siento... -fue lo único que pudo decir, aunque no tuviera mucho sentido que pidiera disculpas por algo de lo que no tenía culpa.
Elizabeth dejó escapar el aire por su boca con pesar, mirando a su marido con algo de lástima.
-¿Ha sido una pesadilla?
-No -negó y se incorporó sobre las sábanas, apoyando la espalda en el cabecera de la misma -, o sí, no lo sé. Realmente no recuerdo mucho.
-Vale -contestó con voz cansada -. ¿Por qué no te das una ducha, Brian? Tienes muy mala pinta.
Aquel comentario lo recibió más bien como un ataque por lo que tuvo que mirar a su mujer ceñudo. Ella tan solo lo ignoró, levantándose de la cama y tomando un vestido del armario para ir a cambiarse al lavabo del cuarto.
Brian solo pudo relajarse cuando Eli cerró la puerta del mismo, fue entonces cuando relajó los hombros y bajó la mirada a su regazo.
En él había un libro y se sintió tonto por no haberse dado cuenta que lo tenía encima al despertar. Estaba abierto por una página de entre medias y no pudo evitar quedar fascinado con las imagines que habían en las páginas. Eran simples dibujos a lápiz, pero mediante los finos trazos se dibujaban unos preciosos vestidos de época decorados con todo tipo de detalles estrafalarios a la vez que elegantes.
Movió la cubierta hacia el centro para poder ver la tapa de la misma, en la que se leía el título del libro: "El Arte en el Rococó". Entonces recordó la charla que tuvo con John el día anterior y el hecho de que su amigo le llevase unos libros para que consiguiera distraerse de tanto estrés. Debería haber estado leyendo toda la noche hasta quedarse dormido.
Volvió a la página que plasmaba esos preciosos trajes femeninos y volvió a abstraerse en ellos, sintiéndolos increíblemente conocidos.
Lo recordó todo.
Y de nuevo sintió el peso del dolor carcomerle el alma. Abrasándole desde sus mismísimos adentros y convirtiendo sus sentimientos en cenizas. Era el síntoma del corazón roto. Porque a pesar de no haber sido cierto, de haber sido tan solo un maldito sueño hermoso que se transformó en la peor de sus pesadillas, parecía malditamente real. Tan real que aún lo sentía.
Solo reaccionó de nuevo cuando sintió las lágrimas acumularse en sus ojos, emborronándole la visión.
Era doloroso. Un engaño asquerosamente doloroso.
El dolor de una mentira.
Una mentira tan ruin y cruel como la suya. Pensó en Roger y el mundo se le vino abajo. Y quiso sentir ese dolor al máximo porque supo que se lo merecía. Se merecía cada mínima gota de ese sufrimiento porque fue exactamente lo mismo que le hizo sentir a la persona más maravillosa y bonita del mundo entero.
Cerró el libro de un golpe y lo dejó sobre la mesilla.
Ni siquiera se molestó en cambiarse, simplemente tomó su bata color granate de estar por casa y salió al pasillo. Este lo percibió como una sombra. Estaba frío y solitario. Contempló a su izquierda. Era la habitación del fondo, con una bonita puerta blanca impoluta cerrada. Tras esa misma puerta se situaba la persona a la que necesitaba ver con tanta urgencia.
Fue por eso que no esperó más.
Avanzó decidido. Ya las piernas no le temblaban, la respiración que había conseguido relajar en el rato que estuvo despierto se había acelerado aunque mínimamente, y las manos las mantenía rígidas a ambos lados de su cuerpo. Las palmas le sudaban. Y tomó el pomo. Lo giró con una lentitud espasmosa, siendo tan sutil que no se escuchó el más mínimo ruido en cualquier parte de la casa.
Y la abrió.
Y al abrirla observó ante él.
Y fue malditamente doloroso.
Tuvo que contener el aire al contemplar la pequeña figura humana acostada sobre la cama. Tan pálida y tan frágil que parecía poder romperse en cualquier momento, pero siendo en realidad la persona más fuerte y valiente que había pisado ese mundo. Estaba dormido, arropado con las sábanas hasta el cuello, solo dejando visible su rostro tan herido como su corazón.
No había nadie, eso le sorprendió, pero lo tomó como el permiso suficiente para acercarse. Por lo que cerró la puerta detrás de él y caminó.
A medida que se acercaba sentía los latidos de su corazón más rápidos y fuertes, avisándole que lo que aún sentía por ese joven seguía siendo real, puro y más fuerte que nunca. Y lo era. En su tiempo quiso negarlo pero ya no podía.
Tomó asiento en una silla a un lado de la cama, aquella en la que Freddie pasaba las horas sentado para velar por su amigo, y esperó.
Esperó mientras le miraba, contemplando las heridas de su rostro. Heridas que él mismo había causado indirectamente. Heridas que él mismo le había hecho en el corazón. Y flashes comenzaron a tomar presencia mientras le observaba. Era como estar observando una mujer rubia, de rostro fino y blanco, portando uno de esos vestidos tan bonitos de los retratos a lápiz del libro. Tan hermosa como Roger. Tan resplandeciente como Roger. Tan perfecta como Roger.
Tan Roger.
Porque era Roger.
Acercó una de sus manos a su pálido rostro y apartó un par de mechones que lo cubrían, peinando esos finos cabellos en el trayecto.
-Lo siento... -susurró. Fue tan sutil y tan débil que casi no lo capta él mismo -. Lo siento muchísimo, Roger.
¿Pero qué es lo que sentía?
La había cagado tanto que las disculpas eran innumerables, pero lo que tenía por seguro es que se arrepentía de absolutamente todas ellas.
-¿Qué es lo que sientes? -la pregunta resultó ser tan inesperada que en un primer momento Brian pensó que era fruto de su imaginación. Pero no lo fue. Cuando volvió a alzar la mirada, Roger le miraba con los ojos apagados pero curiosos. No se había movido, simplemente los había abierto.
Brian se dejó fundir en esa mirada. Una mirada que llevaba extrañando durante un mes, y tenerla de nuevo resultó ser hermoso a pesar de las circunstancias.
-Todo -al no reconocer ningún tipo de reacción en la mirada del menor tuvo la necesidad de continuar, esta vez llevando la verdad por delante -, todo menos haber estado contigo -pero siguió sin haber una reacción, una mínima expresión... Algo.
Roger tan solo le mantuvo la mirada durante un rato, pero esa mirada era completamente inexpresiva hasta que finalmente tuvo que apartarla. Sus ojos azules se posaron esta vez sobre la blancura del techo sobre él, pensando a mucha velocidad pero al mismo tiempo sin tener un pensamiento claro. Se hubiera incorporado pues mantener una conversación estando él acostado no lo veía prudente, sin embargo, todo su cuerpo estaba sumido en un gran dolor con cada movimiento que efectuaba por lo que tuvo que mantenerse así.
-Es un poco tarde para decirlo, ¿no crees?
-Sí... -admitió. Sabía que era tarde y que ya no había modo de remediar toda la mierda que había causado, pero necesitaba soltarlo, necesitaba ser sincero por una vez en su vida -. Sé que es tarde pero por primera vez necesitaba decirte la verdad.
-¿Y cómo sé yo que no estás mintiendo de nuevo?
-Supongo que no hay manera de demostrarlo, solo que me creas.
El silencio perduró unos segundos más hasta que de los labios de Roger escapó una casi imperceptible risa. Fue a penas como un suspiro pero Brian pudo captarla perfectamente. Y siendo sinceros aquella risa sarcástica le dolió más de lo que había imaginado.
-Que te crea... -susurró. Brian se mantuvo tenso sobre la silla, observando a Roger fijamente mientras el menor aún mantenía su mirada en el techo de la habitación. Fue cuando finalmente giró el cuello y volvió a conectar la mirada con la suya. Una mirada azul que jamás había visto tan inexpresiva -. Vale, te perdono -dijo sin más.
Brian parpadeó y le miró estupefacto. Abrió la boca para hablar pero tardó unos segundos en hacerlo.
-¿Qué?
-Que te perdono -repitió -. Si eso es lo que quieres, entonces te perdono.
El mayor no supo muy bien cómo sentirse. La expresión de Roger seguía siendo malditamente seria, no expresaba ningún tipo de sentimiento a través de la mirada, como si estuviera cansado de revelar lo que sentía o como si, en realidad, hubiera dejado de sentir. Fuera cual fuera la razón era algo desgarrador.
-Así que ya está, ya puedes marcharte -y volvió a mirar al techo.
Brian tragó saliva y aflojó la tensión que mantenían sus hombros, relajándose sobre la silla en la que estaba sentado. De nuevo volvió a doler esa indiferencia y más aún después de escuchar sus últimas palabras. Esta vez la situación era contraria a lo que había ocurrido hace semanas. En esta ocasión era Roger quien le estaba cerrando las puertas a él.
-No eso eso Roger, yo...
-Una cosa es pedir disculpas y otra muy distinta es esperar a que ocurra algo más -interrumpió. Esta vez Roger había cerrado los ojos, concentrándose de sobre manera en sus palabras y en que estas no se escucharan débiles e inseguras, algo que sí estaba sintiendo por dentro -, ya te he dicho que es tarde, muy tarde, y ya ni siquiera siento nada por ti.
-Simplemente quería que supieras que mentí -dijo con todo el dolor de su corazón. Dolor por recibir el rechazo de Roger de un modo tan insufrible. En realidad no se esperaba una reacción positiva de su parte, pero no llegó a pensar que ese rechazo doliese tanto -. Sé que fui yo quien fastidió todo pero tienes que comprenderme; tenía toda mi vida resuelta hasta que te conocí. Todo se me hizo muy difícil.
-Habrías parado nada más darte cuenta -pronto tuvo la mirada de Roger de nuevo sobre él. Fue la primera vez que el menor presenciaba los ojos húmedos de Brian tan arrepentidos, verificando ese arrepentimiento. Pero ya era tarde -, habrías sido sincero desde el principio. Habrías hecho algo.
-Lo sé -pasó una de sus manos por su rostro restregándose los ojos con ella y suspirando. Roger le miraba curioso pues ver de ese modo a Brian no era algo habitual -, lo sé de veras, sé que lo hice horrible, ahora lo sé -recordó el dolor que sintió en el sueño. Ese maldito dolor al descubrir la mentira de la que se había enamorado. Y volvió a sentir una presión en el pecho tan agobiante que creyó perder el aire en sus pulmones -, al igual que sé que no puedo hacer nada para cambiarlo.
-En eso tienes razón -Roger seguía observando el rostro del hombre que tenía su corazón tomado de un puño, y observó al igual las lágrimas que retenían sus ojos con esfuerzo. No pudo evitar ablandarse un poco y se esforzó para alargar el brazo y tomar la mano de Brian con la suya. El mayor suspiró al recibir la palma fría y áspera acariciarle la suya, enlazando sus dedos como tantas veces habían hecho antes. Pero esta vez la recibió de un modo agridulce -, pero tienes que olvidarte de mí. Tienes que continuar con tu vida, con esa que me has dicho que tenías escrita. Es lo mejor para ti, vivir tranquilo y sin tener que sufrir esto -su voz casi se rompió al final. Brian supo perfectamente a lo que se refería, pero creía injusto que algo que les pertenecía a ambos como había sido su relación solo tuviera que sufrirla él -. Ella te ama y sé que en el fondo tú también la amas.
No contestó, en esta ocasión permitió que una fina lágrima resbalara por su mejilla y se perdiera entre sus labios, saboreando la esencia salada del dolor.
-Ahora ya no sé qué es lo que quiero de verdad -susurró. Roger le dio un ligero apretón a la mano que mantenía enlazada con la suya y sonrió con debilidad.
-Yo sí -dijo -. Ve con ella, conmigo ya no te queda nada.
Brian quería negar, quería gritarle al mundo entero que no tenía razón y que podía luchar por lo que de verdad quería. Pero tuvo que reconocer la derrota, porque ya no podía hacer nada. Lo había perdido.
Era la realidad más dolorosa que había vivido nunca.
Lentamente Roger apartó la mano, llevándola de nuevo sobre las sábanas a un lado de su cuerpo pero sin dejar de mirarle. Brian también le miraba a pesar de que las lágrimas emborronaban su visión.
Y se puso en pie.
Las piernas le temblaban pero pudo sostenerse. Los brazos los sentía entumecidos pero los mantuvo a ambos lados de su cuerpo con pesar, y su corazón ardía en llamas de dolor. Su rostro estaba seco, había apartado las lágrimas con la manga de su camisa antes de levantarse. Y su mirada reflejaba ese arrepentimiento que no había podido demostrar hasta ese día. Cuando, como un cobarde, solo pudo darse cuenta de su error a través de un patético sueño. Patético. Patético como él.
Se puso de espaldas a la cama para marchar hacia la puerta pero antes de tomar el pomo escuchó la suave voz de Roger llamarle.
-Bri -ese apodo abandonó sus labios con un terrible pesar, con una voz débil y aguda, y al escucharla Brian sintió unas ganas horribles de volver a llorar mucho más fuerte. Se giró levemente y volvió a mirarle.
-¿Sí, Rog?
-Nunca me dijiste si Romeo y Julieta acabaron juntos.
Brian atendió al volumen de voz del menor, como si estuviera realmente intrigado por el desenlace y como si hubiera estando pensando en ello durante un tiempo. Sintió de nuevo el dolor, pero sonrió. Sonrió con una sonrisa tan débil que Roger sintió algo de desconfianza.
Y soltó una leve risa que se escuchó más como un diminuto gemido.
Cuando miró a Roger de nuevo el más pequeño seguía esperando paciente por una respuesta, más intrigado que nunca.
-Algo así -dijo al fin.
-Entonces eso demuestra que su historia es solo ficción, ¿no?
-Supongo.
Roger solo pudo sonreír. Pero sonreír de un modo vacío y triste, de un modo que asimilaba la realidad, la realidad que ellos dos vivían y que por lo tanto no era similar a lo que Romeo y Julieta pudieron haber vivido.
El único sabor que percibía Brian en ese momento era un sabor amargo. Y con ese sabor tan desagradable abandonó el cuarto, dejando a Roger solo y hundido, una vez más, en la absoluta tristeza y abandono.
Entonces, ¿cómo debe acabar una historia de ficción?
•••
Hola, bellas criaturas.
Sé que es raro decirlo y que es casi imposible que alguno de vosotros no haya leído Lady Taylor, pero por si acaso alguno no lo ha hecho, este es un lindo crossover creado entre la hermosa Nobis y yo.
DCBA_-SaturnMay y yo estamos felices del resultado y esperamos de todo corazoncito que os haya gustado.
Si hay algo que no entendéis no tengáis pena en preguntar, aquí está mami Lau para solucionar todas vuestras dudas✨
Os adoro un mundo y mucho más. ❤️
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