Capitulo 5

-Roger, juro por Dios que si no te lo follas tú lo acabaré haciendo yo -sentenció Freddie con la boca llena de chocolate.

Se habían pasado la última media hora probando los dulces que Brian les había comprado el día anterior y no estaban dejando absolutamente nada. Lo estaban devorando todo, prácticamente sin pausas entre bocado y bocado, como si hubiesen estado sin comer durante días. Algo que tampoco estaba muy lejos de la realidad.

Freddie estaba tirado en el sofá llevándose a la boca su porción de tarta de chocolate mientras que Roger, con las piernas cruzadas sobre el suelo, devoraba la cajita de galletas de naranja.

-Si no fuera porque estoy disfrutando esto diría que te has pasado.

-Da igual -habló después de robarle una de las galletas -, no es como si alguno de nosotros dos tuviésemos la oportunidad, ¿acaso no lo has visto?

Aquellas palabras hicieron que el apetito del rubio desapareciese casi por completo. Freddie lo dijo a modo de broma claramente, pero no dejaba de tener razón y no sabía por qué pero le había afectado, le había bajado el ánimo y se le había cerrado el estómago. ¿Por qué tenía Brian ese efecto en él conociéndole desde a penas unos días? No lo entendía y tampoco entendía por qué las palabras de su mejor amigo lo habían afectado tanto. ¿Pero a quién podría engañar? Brian jamás estaría con alguien como él y las razones eran bastantes. Entre ellas destacaba el hecho de que podría perfectamente no ser gay (estaba más del noventa y nueve por ciento seguro), y que un joven tan adinerado como él jamás estaría con alguien de tan bajo nivel. Simplemente no. ¿Significaban todas esas preguntas entonces que Brian le atraía?

Hombre, atraerle era más que obvio pero supuso que ahí se quedaba la cosa, nada más que simple atracción sexual. Sin duda, si hubiese conocido a Brian en algún garito de Hole ya se habría metido en su cama, definitivamente.

-¿He dicho algo malo? -preguntó Freddie mirándolo con el ceño fruncido. Desde hacía unos minutos Roger no había vuelto a probar bocado y se había quedado con la mirada perdida a través de la ventana con ojos tristes.

-¿Qué? Oh, no -negó con rapidez y forzó una sonrisa -, solo que no tengo más hambre.

-¿Que no tienes más hambre? ¿En serio?

-Sí, en serio -le puso la cajita de galletas sobre los muslos -, cómetelas tú. Si me meto algo más al estómago exploto.

-Ya... -Fred le observó durante un rato con los ojos entrecerrados, rato que Roger se volvió a pasar perdido en sus pensamientos -. Roger, cielo, te conozco y o me dices qué es lo que te pasa o sabes perfectamente que te insistiré hasta que los dos vayamos al infierno.

Y vaya que Roger sabía que eso era muy cierto... Si el rubio tenía ese superpoder de poder decir cuando a Freddie le pasaba algo o cuando mentía, la cosa funcionaba también al contrario. Incluso Freddie resultaba ser mucho más eficaz que él, era como si pudiera leer sus pensamientos, como un radar de la tristeza del más pequeño. Obviamente le gustaba que su amigo se preocupase por él pero habían cosas que prefería dejárselas para él mismo.

-No me pasa nada -eso sonó más a mentira que a cualquier otra cosa y supo que no había colado cuando Freddie lo miró con las cejas alzadas.

-¿Te lo repito?

-Agh -se quejó restregándose la cara con las manos -, mira, no lo sé ni yo, juro que si lo supiera te lo contaría.

-¿Tiene que ver con Dylan? -Roger lo miró sorprendido.

-¿Por qué tendría que preocuparme algo de él?

-Vale... ¿conmigo?

-¡No!

Freddie se quedó callado durante un rato pensando más posibles razones hasta que su mente dio con algo muy concreto. Se golpeó mentalmente por no haberlo pensado antes.

-Ya lo sé, ¿tiene que ver con Brian? -las mejillas coloradas de su pequeño amigo le dieron la respuesta que andaba buscando -, ¿en serio, Rog?

-Es que... ¡no lo sé! Déjame -rápidamente se puso en pie y se acercó hasta la diminuta cocina del piso. Freddie no se quedó atrás y le persiguió.

Roger tomó el cubo lleno de agua que usaban para lavar los platos y los pocos utensilios que tenían de cocina y se puso a limpiarlos. Lo hizo no solo para evitar la conversación con Freddie o al menos disimular su nerviosismo, sino porque ya llevaban varios días los platos sucios ahí dentro y la casa comenzaba a oler regular. Simplemente aprovechó ese momento.

-¿Por qué te comes la cabeza con ese chico? Dame razones.

-Simplemente no tengo razones, Fred, no sé ni lo que se me pasa por la cabeza -se puso a frotar un vaso con tanta fuerza que llegó a pensar que lo rompería.

Freddie soltó un largo suspiro y miró la hora sobre un pequeño reloj de mesa que tenían en la cocina.

-Mira, quédate aquí terminando esto, yo me adelanto al mercado porque sino no nos dará tiempo a nada -se acercó de nuevo al sofá y tomó su chaqueta -. Eso sí -lo apuntó con un dedo -, en cuanto volvamos a casa te acribillaré a más preguntas así que más te vale pensar tus razones durante el día, ¿te queda claro, rubia?

Roger tan solo se encogió de hombros y le hizo un gesto con la mano para que se largara. Freddie rodó los ojos y tomó el carro de los libros que siempre dejaban a un lado de la puerta.

-Ten cuidado no te caigas por las escaleras llevando eso tú solo.

-Ja, ja, muy gracioso -con dificultad, Freddie empujó el carro hasta sacarlo de casa y cerró la puerta.

Roger escuchó el carro rebotar por las escaleras y a su amigo gritar insultos y groserías, pero lo que en cualquier otro momento le habría hecho gracia, esa mañana no le apetecía reír, no después de ponerse a pensar en lo que había dicho Freddie.

¿Qué le pasaba con Brian?

°°°

Brian May estaba cabreado. Cabreado por varias razones, pero la principal era porque John lo perseguía de un lado para el otro en su habitación echándole la bronca por lo que ya ni siquiera estaba escuchando.

-Lo digo en serio, Brian, hoy no es el día y mucho menos es este el momento -habló tras su espalda mientras el rizado se colocaba la chaqueta de terciopelo verde oscura que le habían regalado sus padres en su último cumpleaños.

-Ya te he dicho que solo va a ser un rato.

-Eso has dicho las veces anteriores y siempre he sido yo el que ha tenido que cubrirte delante de tus padres.

-Y de verdad que te lo agradezco, John, pero yo en ningún momento te pedí que me cubrieras -su pequeño amigo lo miró con indignación.

-¡De nada entonces! -gritó con sarcasmo y elevando los brazos hacia los lados. Brian rodó los ojos. Quería a John, más que a su propia vida, pero a veces le entraban ganas de estrangularlo -, lo hago por ti para que todo esto no repercuta negativamente en tu futuro, pero a ti no parece importarte.

-Claro que me importa pero te he dicho miles de veces que ir a ese sitio se está volviendo algo importante para mí.

-¿Te recuerdo quién viene más tarde a comer a tu casa? -atacó de nuevo con lo mismo y el mayor volvió a poner los ojos en blanco -, no puedes faltar y mucho menos llegar tarde. Ni un solo segundo.

Brian, cansado, se acercó hasta él y lo tomó de los hombros mirándolo con toda la sinceridad y seriedad del mundo.

-Te prometo que no faltaré -John se rindió y soltó un fuerte suspiro.

-No sé si creerte pero dado que no conseguiré convencerte, está bien.

-Gracias, hermano -le dio un ligero abrazo y con rapidez salió de su habitación y, de nuevo sin que nadie se diese cuenta, de su casa.

A veces había tenido que enfrentar a sus padres o empleados del personal antes de salir pero gracias a Dios ese día les había conseguido dar esquinazo.

Durante todo el trayecto a Smithfield estuvo dándole vueltas al asunto que había estado discutiendo con John. Sabía que debía estar nervioso y entusiasmado por la importante reunión de esta noche pero por alguna razón no lo estaba. De hecho, si aquello hubiese sido unas semanas atrás, lo hubiese estado pero ahora le era imposible. Simplemente no tenía ganas aunque era consciente de que tenía que hacerlo. Como bien había dicho su mejor amigo no podía faltar o sus padres lo matarían, y tal vez no solo ellos.

Así que se propuso disfrutar esa mañana al máximo como últimamente solo sabía disfrutarlo.

Caminaba por una de las calles más estrechas de ese pobre y sucio barrio londinense cuando una grave voz lo detuvo a sus espaldas.

-¿Pero qué tenemos aquí? -Brian se vio obligado a detenerse y darse la vuelta para enfrentar a quien quiera que se hubiese dirigido a él ya que en esa pequeña calle residencial no había nadie más.

Unos cuantos metros le separaban de dos hombres de mediana edad. Uno de ellos era alto y el otro más bajo, pero ambos estaban extremadamente delgados, con los pómulos marcados y los rostros pálidos y enfermizos. Desde donde estaba era capaz de apreciar los pocos dientes amarillos que poseían cada uno de ellos.

-¿De dónde has sacado todo eso? -ni siquiera le señaló, el más alto lo miró de arriba abajo y, justo antes de que Brian se sintiese exhibido, entendió que en lo que se estaba fijando era en su ropa.

No pudo decir nada, sabía que si hablaba la cosa podría acaba peor. Imaginó que si echaba a correr y llegaba al mercado lleno de gente esos hombres no lo atacarían ahí en medio. Por lo que aprovechó el momento en que ambos intercambiaron algunas palabras para darse la vuelta y correr por su vida, pero tuvo que detenerse incluso antes de dar el primer paso cuando otro hombre se plantó delante de sus narices.

¿Pero de dónde había salido ese?

-¿La reina se ha perdido? -sonrió aquel otro hombre y, desde su espalda, era capaz de escuchar dos pares de pasos acercándose.

-¿Qué queréis? ¿Dinero? -preguntó intentando aparentar tranquilidad aunque por dentro estaba angustiado -, puedo daros todo lo que queráis -sacó su billetera del bolsillo y la abrió para buscar unos cuantos billetes y entregárselos.

-Dudo que lo que tengas ahí dentro valga más que esto -estaba lo suficientemente cerca para tomar la manga de Brian y tirar de ella.

Mierda... Su mente ya comenzaba a imaginarse lo que ocurriría a partir de ese momento.

Y desgraciadamente estaba en lo correcto. Sin haberlo visto venir, un fuerte puñetazo impactó contra su mejilla izquierda y seguido de este, un golpe violento aterrizó sobre su espalda baja, a un lado de su columna y derribándole de inmediato.

Sintió un rodillazo en el abdomen que le hizo caer de rodillas, tan fuerte que lo dejó sin aire y sintió que todo se le había roto por dentro. Después de aquello era incapaz de recordar con claridad. Tan solo percibía el dolor agudo en cada parte de su cuerpo, en todo el rostro el cual se le comenzaba a nublar por los fuertes golpes en la cabeza, en los brazos, las piernas... Llegó un momento en que no sentía dolor. Estaba despierto pero no consciente, tenía los ojos abiertos pero lo único que veía frente a él era una nube gris que le tapaba la vista de sus agresores.

Sintió fuertes sacudidas, movimientos bruscos y su cuerpo volviendo a caer violentamente sobre el suelo. Después de eso escuchó unos pasos apresurados alejándose de la escena.

Se había quedado solo, herido y tumbado sobre el suelo.

En ese momento Roger se encontraba bajando las escaleras de su edificio, dando saltos de escalón en escalón y tomándose de la barandilla para no caer. La puerta del bloque de viviendas en la que residían estaba atrancada por lo que siempre tenían que darle una fuerte patada para abrirla.

Cuando salió a la pequeña calle en la que vivía avanzó un par de pasos a la izquierda para dirigirse al mercado, pero algo hizo que se detuviera de golpe.

En ese momento ni siquiera pensó que podría ser cosa del destino o simple casualidad, no pensó porque se topó de frente con una persona tendida en el suelo, con los ojos entrecerrados y el rostro lleno de sangre. Estaba casi desnudo, con solo la ropa interior y una camisa blanca de tela fina. Pero a aquella persona ya la conocía bastante bien.

-¡¿Brian?! -sin esperar un segundo más corrió los metros que lo separaban del joven y se tiró a su lado, cayendo sobre sus rodillas y desgarrándoselas con la tierra -. Bri... Dios... -con suavidad tomó su cabeza entre sus manos y la apoyó en su regazo. Brian tenía los ojos ligeramente abiertos y con dificultad se posaron sobre los suyos.

Roger palpó con la yema de sus dedos las heridas y moratones que cubrían su rostro. Brian soltó un quejido ante eso.

-Lo siento, lo siento -apartó las manos con rapidez y en su lugar le agarró de la mano. Sintió como el rizado le daba un minúsculo apretón.

-Rog... -su voz sonó completamente ronca y la palabra fue interrumpida por una ronca tos que le hizo escupir unas gotitas de sangre.

Roger estaba muy nervioso, histérico, no sabía qué hacer o cómo ayudarle, pero supo que llevárselo de allí sería lo mejor puesto que quien fuera que le había atacado podría volver. Aunque esta vez estaba dispuesto a interponerse y acabar mal por no dejar que volviesen a tocar a Brian.

-Tengo que... tengo que sacarte de aquí -le soltó la mano, se puso en pie y se inclinó para pasar las manos bajo las axilas del mayor -. Necesito que me ayudes a levantarte, ¿vale? -en momentos como ese odiaba su prácticamente inexistente fuerza.

-Sí...

-A la de tres; una... dos... ¡tres! -puso toda la fuerza de la que fue capaz para ponerlo en pie y Brian también hizo su mayor esfuerzo para ayudarle. Una vez sobre sus dos piernas, Brian se tambaleó hacia un lado en ademán de volver a caerse pero Roger lo sujetó en el momento exacto. Pasó uno de los brazos del mayor por sus hombros para ayudarle a caminar y con el suyo le rodeó la cintura -. Voy a llevarte a mi casa, ¿vale? No está lejos, está ahí mismo, ¿crees que podrás?

Brian se dedicó a asentir, no era capaz de volver a decir algo. Con dificultad y lentitud, ambos avanzaron los pasos que los separaban del portal del edificio del rubio.

Roger se vio obligado a poner muchísima más fuerza en las escaleras y algo que no ayudaba para nada es que viviesen en un jodido quinto piso. Pero por suerte y sin mayores incidentes acabaron llegando.

El rubio abrió la puerta con el pie y avanzó con Brian hasta sentarlo en el pequeño sofá de la sala, allí Brian se dejó caer hacia un lado y quedó tumbado. Los ojos le pesaban, todo a su alrededor daba vueltas, tenía malestar y el cuerpo le dolía. No aguantaba despierto.

-Eh, Brian -después de cerrar la puerta corrió al sofá y se agachó a su lado. Le tomó el rostro entre las manos y le meneó ligeramente la cabeza -. Ni se te ocurra dormirte, como lo hagas juro por mis padres que te tiraré por la ventana.

-Lo siento... no puedo... -sus amenazas no parecieron surtir efecto porque poco a poco sus ojos se cerraban. Roger estaba desesperado.

-¡Brian! ¡Estúpido! -pero Brian fue absorbido por una oscuridad que le dio la paz y tranquilidad que había estado esperando desde que se encontró con aquellos tres hombres.

Estaba tan reconfortado, tan agusto, no sentía el más mínimo dolor o malestar, sino todo lo contrario. De hecho, soñaba con una persona en particular, un joven muchacho de cabellos dorados y de mirada azul resplandeciente. Estaba maravillosamente cómodo y no quería despertar. Quería quedarse en ese estado por siempre, no despertar nunca, vivir en ese mundo tan reconfortante y con esa persona tan extrañamente conocida de por vida.

Desgraciadamente eso no pudo ser realidad.

Tal y como había caído inconsciente, se despertó de golpe. Sus ojos se abrieron de par en par, como si hubiese tenido una pesadilla cuando, en realidad, había sido todo lo contrario. Observó a su alrededor. Estaba tumbado sobre un pequeño sofá amarillo, le sobresalían las piernas por el extremo. La estancia a su alrededor la reconocía diminuta.

¿Eso era una casa?

Ni siquiera su lavabo personal tenía esas dimensiones tan pequeñas. Había una pequeña cocina y que identificó como tal por el hornillo que había en una esquina, no por otra cosa.

Intentó moverse pero un fuerte dolor le recorrió todo el cuerpo y un fuerte gruñido le obligó a permanecer acostado. Llevó una mano a su rosto y lo sintió entumecido, hinchado. Uno de sus ojos estaba entrecerrado debido a la hinchazón que estaba empezando a emerger. Entonces lo recordó todo. Su paseo hasta Smithfield, aquellos tres hombres que le dieron una paliza para robarle la ropa... Roger...

La puerta de entrada al piso situada frente al sofá se abrió con lentitud. Roger entró con la cabeza gacha y con un pequeño cubo de madera en una mano. Después de cerrar la puerta con el pie sus ojos azules se posaron sobre los de Brian que lo miraba, despierto.

-Oh, menos mal... -suspiró pasando su mano libre por su frente. Se acercó al mayor, dejó el cubo en el suelo y se sentó a los pies del sofá -. ¿Cuánto llevas despierto? Siento haberte dejado solo, pero me hacía pis y tenía que llenar esto con agua limpia -comentó señalando el cubo.

Brian lo miró confundido. ¿Tenía que salir de casa para ir al lavabo y para... buscar agua?

-¿Cuánto tiempo llevo dormido? -preguntó intentando sentarse. Después de soltar un quejido de dolor, Roger lo ayudó y quedó sentado a su lado.

-Inconsciente dirás -rió sin gracia -, unas dos horas. Estaba desesperado, no sabía qué hacer así que te limpié las heridas. Y bueno... -sus mejillas se pusieron coloradas y apartó la mirada -, tenías la camisa llena de sangre así que te la quité y te puso algo mío -comentó señalando los pantalones y la camiseta que llevaba puesta. Había hecho el mayor esfuerzo por encontrar las prendas de ropa más limpias que él y Freddie tenían y, aunque había sido un trabajo complicado, pudo encontrar algo medianamente decente.

-Vaya, gracias -a Roger le asombró que ni la más mínima desgracia como era lo que le había ocurrido no pudiese arrancarle esa hermosa sonrisa, se encontró a sí mismo perdido en ella, deleitándose con aquellos dientes resplandecientes dedicados exclusivamente a él, al menos en ese momento.

-En fin... -apartó la mirada después de considerar su embobamiento algo vergonzoso y tomó un pequeño trapito que descansaba sobre la mesita de centro -, ¿puedo? Te han vuelto a sangrar.

-Claro.

Brian observó detenidamente a Roger mojar el trapito en el agua del cubo que acababa de traer, lo escurrió y se acercó más a Brian. Sus piernas se rozaban y sus hombros también. Roger se giró para enfrentarlo y acercó su rostro lo más que pudo al suyo.

Sentía vergüenza, muchísima, el rostro le ardía y estaba segurísimo de que estaba más rojo que un tomate. Intentaba por todos los medios posibles no hacer contacto visual con Brian, pero el mayor parecía sí querer hacerlo.

Brian se permitió deleitarse con la imagen del rubio delante de él. Se habían acercado tanto que estaban a tan solo centímetros, sus respiraciones nerviosas chocaban entre ellas. Él estaba nervioso también, Roger comenzaba a causar algo en él a lo que no le encontraba explicación pero siempre se le había dado bien disimular sus sentimientos, por lo que pudo mirarle directamente a los ojos durante todo el tiempo que duró la curación.

-Auch -se quejó cuando Roger le pasó el trapito por su herida más profunda, una que estaba bajo su ojo, en el pómulo derecho.

-Perdón, es que no veo bien, espera -se apartó, algo en lo que Brian estuvo en desacuerdo, y con una goma que siempre llevaba en la muñeca se recogió el pelo en una coleta baja -. Ya esta -sonrió pequeño y volvió a acercarse.

Brian ni siquiera pudo decir nada, Roger estaba... ¿sinceramente? Precioso. No le daba vergüenza admitirlo, aquello no lo convertía en gay, que va. Para nada. Simplemente era realista, ¿no?

Roger estaba tan concentrado que se mordía el labio inferior de vez en cuando o sacaba la lengua en repetidas ocasiones, acciones que hacían que el mayor musiese de ternura. Podía pasarse así todo el día.

-Ya esta... -Roger bajó el trapito a su regazo pero lo dejó ahí, no se movió y no se apartó. En su lugar, hizo lo que no había hecho desde que comenzó a curar el rostro de Brian. Lo miró. Y Brian lo miraba a él.

Estaban muy cerca pero ninguno tenía intención de moverse, ni para acercarse ni para alejarse. Pero sus miradas analizaban cada parte del rostro ajeno, cada perfección e imperfección, cada peca, cada rincón... Roger sintió unos dedos posarse suavemente sobre su pierna, bajó la mirada y vio la mano de Brian acercarse a su muslo. Aquello le hizo reaccionar.

Se alejó a una velocidad de vértigo y se puso en pie, dejando al rizado algo confundido y decepcionado. Pero, ¿por qué decepcionado?

-¿Quieres...? -comenzó a preguntar pero entonces cayó en cuenta de que no tenía nada que ofrecerle, de todas formas tenía que terminar su ofrecimiento o quedaría muy mal -, ¿...ron?

-¿Ron? -Roger se encogió de hombros y se acercó al armario de la cocina. Tomó dos vasos y la botella medio vacía de la bebida alcohólica.

-Ahora me dirás que nunca has probado alcohol -sonrió mientras echaba un poco en los vasos y se acercaba para sentarse de nuevo en el sofá.

-Pues sí pero... -tomó el vaso y lo inspeccionó -, de esto no.

-Te aviso que está fuerte.

Brian, confiado y para aparentar fuerza, bebió un gran trago del líquido que le quemó la garganta como nunca nada antes le había quemado. Tosió con fuerza mientras Roger reía.

-Te lo dije.

-Muy gracioso -rió también Brian y sacudió la cabeza para despejarse.

-¿Me vas a decir qué te ha pasado o no? -aquel cambio tan repentino en la conversación pilló a Brian desprevenido. Esta vez fue él quien no quiso mirarle, por lo que sus ojos se mantuvieron fijos sobre el vaso en sus manos.

-Supongo que ya te lo imaginas.

-Sí, pero quiero que me lo digas tú.

-¿Vas a echarme la bronca? -levantó la vista para mirarle. Esperaba que no lo hiciese, últimamente todo el mundo a su alrededor le echaba la bronca por todo. Esperaba que Roger fuese diferente. Pero para su buena suerte sonrió ante las palabras del chico.

-¿Regañarte? Reconozco que hasta hace un par de horas estaba muerto de miedo, pensé que te morirías, pero ahora que sé que te recuperarás me río de ti -soltó una carcajada y Brian fingió indignación -. Tú te lo has buscado señor "la gente de este barrio es maravillosa" -rió imitando la voz de Brian o al menos haciendo el intento.

-¿Te crees muy gracioso?

-¡Soy gracioso! Pero tu ingenuidad es aún más graciosa.

Brian sonrió debido a la risa de la que Roger estaba siendo víctima, pero tenía que contraatacar de algún modo. Por lo que, de improvisto, elevó su vaso hacia Roger y echó el poco líquido que aún quedaba en él en su rostro.

El rubio dejó de reír al instante y miró a Brian con la boca abierta.

-Eso te pasa por reírte de mí -ahora fue el turno del más mayor para carcajearse. Vio como Roger hizo el amago de lanzarse sobre él para atacarle por lo que antes de que lo hiciera gritó: -, ¡no sobre un herido!

-Te has librado por esta vez -aun así restregó su pelo mojado por el rizado del contrario. Razón por la que Brian casi sufre un infarto.


•••

Hola mis niños guapos, espero que os esté gustando la historia porque yo estoy bastante emocionada escribiéndola ❤️

Así que si os gusta votad y comentad lo que queráis que a mí los detallitos estos pues me gustan y me animan a seguir escribiendo

¡Sois seres de luz, os amo!

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