Capitulo 41

Y fue tras ese momento cuando Roger se percató de la intensidad de su amor hacia ese hombre y que eso, hiciera lo que hiciera y ocurriese lo que ocurriese a partir de entonces, no podría desaparecer nunca.

Porque no estaba dispuesto a dejarlo escapar. Ya no. Y eso lo tuvo tan claro porque ya no necesitaba de otra cosa para comprender que ese sentimiento era recíproco. Y si los dos estaban plenamente dispuestos a seguir compartiendo su vida juntos sin importar nada a su alrededor lo recibiría con los brazos y el corazón abiertos. 

-Vuelvo a repetir; estás guapo así -habló Brian por tercera vez en el día.

Llevaban en el mismo sitio, a orillas del Támesis, lo que parecerían horas hablando de temas banales y aguardando en silencios tranquilos y cómodos. Roger puso los ojos en blanco y rió un poco.

-Como sigas repitiéndolo me las quito todas.

Brian no podía dejar de mirar su perfil, con las pequeñas margaritas decorando su cabello dorado. Y contemplar esa escena con el comienzo de la puesta de sol de fondo hacía el momento tan especial que le obligaba a sonreír de alegría, de paz y de amor.

-Entonces me callo.

-Gracias -Roger dejó de mirar el agua para clavar su mirada en él. Se puso colorado al percatarse de que había estado mirándole durante un buen rato sin descanso y tuvo que volver a apartar la mirada para que no percibiera ese sonrojo. 

Pero como Brian no quería que hiciera eso, agarró pequeñas piedrecitas del suelo y empezó a tirárselas una a una.

-¿Pero qué haces? -preguntó enfurruñado al sentir los golpecitos de las piedras en el brazo. Se giró y enfrentó su mirada pero Brian no paró.

-Me aburro.

-Oh, ¿yo te aburro?

-No, tú no, pero hacerte rabiar me entretiene -Roger notó una piedrecita aterrizar contra su frente así que como defensa, agarró un puñado de tierra con la mano y se la lanzó directamente a la cara.

Brian, al no esperarlo, empezó a toser desesperado y a restregarse la cara con las manos. 

Roger reía sin parar pero al mismo tiempo empezó a preocuparse un poco así que se acercó a arrastras a él e intentó que apartara las manos de su rostro.

-Perdón -dijo entre carcajadas mientras Brian tosía y tosía.

-Se... se me ha metido por... por todos los orificios -esas palabras entre toses solo consiguieron arrancarle más carcajadas al menor quien ya no podía casi respirar. Cuando Brian alejó las manos de sí mismo Roger pudo ver sus ojos rojos y aguados.

-Eso te pasa por pesado.

-Ah, ¿sí? -ya no tosía tanto y era capaz de comunicarse con más facilidad Una idea surgió al momento en su cabeza y su expresión se transformó en una mueca traviesa -. Oye... ¿cuánto decías que te dolían las costillas?

-Pues ya no tanto, ¿por? -contestó confundido, pero la mirada pícara de Brian le hizo entender que sus intenciones no iban a ser precisamente buenas para él así que quiso rectificar -. De hecho mucho, muchísimo. Casi no puedo moverme.

-Qué pena entonces que no puedas huir -lo único a lo que le dio tiempo fue presenciar a Brian ponerse en pie de un salto. 

Lo siguiente que supo que es que este le había cogido y levantado del suelo a modo princesa para empezar a avanzar con él hacia algo que hizo que Roger se pusiera histérico.

-¡Brian, ¿qué haces?! -intentó soltarse de sus brazos pero claramente no pudo y solo fue capaz de soltar un grito agudo cuando el mayor había metido los pies en el agua -. Como me mojes te mato -tenía los brazos agarrados alrededor de su cuello con fuerza, casi asfixiándolo, pero Brian sonreía con maldad mientras se adentraba un poco más. El agua ya le llegaba por las rodillas.

Soltó un suspiro.

-Está fresquita.

-No -advirtió mientras le fulminaba con la mirada -. Ni se te ocurra.

-Tú me ahogas con arena pues no me queda más remedio que ahogarte con agua.

Y sin decir nada más e ignorando el fuerte chillido del rubio, hizo que los dos se hundieran por completo dentro del agua. 

Fue entonces cuando lo soltó y sintió a Roger patalear debajo del agua en su dirección, claramente intentando golpearle con algo. Y bien cierto era que el agua estaba bastante fría, por lo que cuando ambos volvieron a llegar a la superficie y sacaron las cabezas del agua, Roger empezó a gritar:

-¡Está helada! -se puso a salpicar grandes cantidades de agua al rizado con las dos manos -. ¡Eres un sucio! ¡Idiota!

Entre risas, Brian se acercó a él y de un rápido movimiento volvió a agarrarle de los brazos para que dejara de salpicarle. 

-Deja de gritar como una niña.

-¡No grito como una niña! ¡Grito como un hombre colérico!

-Ya -sonrió -. No te lo crees ni tú.

-Además, aquí huele a pescado.

-Bienvenido al hogar de muchos animales, Roger.

-Ah, por eso te gusta bañarte aquí, ¿no? Te sientes identificado -intentó soltarse de su agarre pero fue en vano, lo único que consiguió fue que ambos quedaran aún más cerca de lo que ya estaban. Roger levantó la cabeza y se topó con el rostro del mayor a tan solo unos centímetros.

Sintió su corazón bombear sangre a gran velocidad y ya no estaba seguro de que el castañeo de dientes fuera por el frío o también por los nervios que la cercanía le provocaron. Observó de sus ojos a sus labios y un flashback de la primera vez que se besaron llegó de inmediato a sus recuerdos.

-Me estás llamando animal.

-Lo eres -murmuró. Se mordió el labio cuando supo que Brian no tenía la intención ni de apartarse ni de alejarse, y fue cuando notó el agarre en sus brazos mucho más flojo por lo que pudo apartarse rápidamente.

Carraspeó y Brian hizo lo mismo.

Roger se abrazó a sí mismo al sentir el frío calarle los huesos y el mayor lo notó.

-Si quieres salimos ya -el rubio, con las mejillas coloradas, solo asintió y llegó hasta la orilla para salir del agua con velocidad. Brian lo hizo detrás de él y caminó hasta donde habían estado sentados para coger la chaqueta que siempre llevaba consigo. 

Al darse la vuelta observó a Roger tiritar de frío.

-Será mejor que te quites eso -sugirió señalando la camiseta que llevaba puesta. El rubio le miró con las cejas alzadas y las mejillas rojas de vergüenza.

-No.

-Voy a prestarte mi chaqueta pero para que haga algo es mejor que te quites la tuya -comentó -, ni siquiera voy a mirar. 

Entonces se dio la vuelta y Roger tardó unos segundos en reaccionar. 

Al esperar ese lapso de tiempo y comprobar que Brian no se giraría, él también se dio la vuelta y con vergüenza se quitó la camiseta. Vergüenza porque aún tenía marcas por todo el abdomen y porque la confianza que llegó a tener con Brian aún seguía rota. 

Corrió a arrebatarle la chaqueta de la mano de un tirón y se la colocó abotonándosela con velocidad. 

-Ya está -susurró y volvió a abrazarse a sí mismo para coger más calor -. Gracias -Brian se dio la vuelta y le sonrió como respuesta -. ¿Pero qué harás tú?

-No te preocupes, me secaré por el camino.

Después de aquello no volvieron a hablar mucho.

Roger llegó a casa con una inmensa sonrisa de felicidad, esa que no pudo ocultar cuando Freddie apareció ante él y le preguntó lo que había pasado. Y por eso se lanzó a contarle absolutamente todo, detalle a detalle, de lo que había hablado y hecho con Brian.  Y aunque Freddie aún sentía preocupación y enojo tuvo que alegrarse por su amigo. Al fin y al cabo sus pensamientos y opiniones debían quedarse a un lado por el bienestar del rubio. Eso era primordial.

Y después de escuchar toda la historia del menor, después de que ambos hablaran emocionados como dos adolescentes enamoradas, fue que Freddie quiso anunciarle algo.

Después de cenar, Jim se sentó a su lado en el sofá. Roger jugaba con Lady en su regazo, recibiendo intentos de arañazos en los dedos cuando fingía atacarla con las manos. 

-Rog, tenemos que decirte algo -habló el moreno un poco nervioso. Roger dejó lo que estaba haciendo y le miró con las cejas alzadas. 

-¿Debería asustarme?

-No -dijo rápidamente. Jim a su lado se veía un poco más inquieto que Freddie, y Roger miraba de uno a otro con la curiosidad resbalando de cada poro de su piel -. Por supuesto que no. 

-Bueno, pues... ¡Auch! ¡Lady! -se quejó al sentir los colmillitos de la gata intentar clavarse en la piel de su pulgar. Le dio un azotito suave en el ocico -, no hagas eso, gatita traviesa -tomándola con una mano la bajó de su regazo y Lady empezó a corretear por el salón.

Roger volvió a mirar a los otros dos.

-¿Y bien?

-Estás hecha toda una madre -comentó Jim para intentar calmar los ligeros nervios que sentía. Roger solo sonrió y se encogió de hombros.

-Ahora tengo un bebé -comentó feliz -, bueno, ¿me vais a decir qué pasa o me dejaréis con la duda toda la noche?

-Oh, sí... -Freddie alzó la cabeza y mostró una sonrisa pequeña -. Es que verás, tiene que ver con nosotros dos. 

Roger aguantó las ganas que tuvo de reír y se mordió la lengua para no hacerlo y permanecer serio. Creía saber por dónde iban los tiros y ya tenía ganas de soltar todo para que Freddie terminara de una vez con ese numerito que él ya creía conocer. 

-Vale -dijo simple. Fred miró una última vez a Jim y tras recibir un pequeño asentimiento clavó la mirada de nuevo en su amigo.

-Jim y yo somos pareja.

Roger miró de uno a otro aún con su expresión forzosamente seria. Los otros dos lo hacían con paciencia pero intranquilos. El rubio soltó un bufido.

-¿Debería sorprenderme? 

-No... Bueno, no lo sé -Jim rió nervioso.

-Ya -no pudo soportarlo más y terminó soltando una pequeña risa que confundió a los otros dos aunque al mismo tiempo relajó el ambiente -. Pues me alegro por vosotros pero lo sé desde hace tiempo.

-¿Qué?

-Venga ya, Fred -rió -. No sois sutiles y mucho menos silenciosos por las noches. Sois unos malditos insaciables.

-¡Roger Taylor! -chilló Freddie escandalizado. A Jim se le pusieron las mejillas coloradas de la vergüenza y Roger era incapaz de dejar de reír -. Te recuerdo que quien gime como una chica eres tú. No eres capaz de callarte ni cubriéndote la boca con cemento.

-¡Oye! -gritó ofendido -. ¡Que estamos hablando de vosotros dos no de mí! Además, bien puedes pasarte toda la noche sin correrte y yo tengo que estar escuchándote durante horas.

-Bien que no te quejabas cuando nos conocimos -Roger agarró uno de los cojines del sofá cercano y se lo lanzó a la cara dando de lleno.

-¡Guarro! ¡No saques ese tema!

-Sí, no saques ese tema -apoyó Jim. Aunque no le molestara, lo que hubieran hecho esos dos antes de conocerse le daba igual, hablar de sexo no era algo que le resultara del todo cómodo. Le causaba una vergüenza increíble.

-Lo saco porque estás hablando de mis gemidos.

-¡Tú has hablado de los míos! Tú eres mucho más escandaloso que yo, y encima dices cosas raras mientras lo haces.

-¡Si aún no estuvieras herido te tiraría de los pelos!

-¡Ve a tirarte otra cosa, ninfómano!

Y en eso quedó lo que restó de la noche. Con Freddie y Roger discutiendo a gritos y Jim presenciando la escena con los ojos como platos y rojo como un tomate al escuchar todas las cosas sexuales que esos dos conocían y que habían hecho juntos. Por lo que llegó un punto que se levantó y se fue a la habitación solo para seguir escuchándolos más lejanos. 

Pero finalmente terminaron como siempre cada vez que discutían de ese modo. Alguno de los dos acababa riendo por las ocurrencias del otro y que obligaban al contrario a reír también. Se abrazaban, se lanzaban algún insulto más y se iban a dormir. 

Lo bueno es que al día siguiente volvería a quedar con Brian. 

Así que ahí estaba. Parado en una pequeña plaza.

Realmente estaba un poco nervioso pues era la primera vez en muchos días que salía sin compañía a la calle. Pero había sido su propia decisión la de que Brian no fuera a buscarle. Quería poder ser capaz de salir solo y aunque tuviera mucho miedo también tuvo la valentía suficiente para hacerlo. Creía que era un modo más rápido de librarse de todos sus diablos, haciendo solo aquello que le daba miedo.

Llegó al lugar en el que se había citado con Brian cinco minutos antes de la hora prevista y acabó sentado en un banquito de madera a la espera del mayor. 

Observaba a la gente caminar a su alrededor. Estaban fuera de Smithfield por lo que las preocupaciones de que lo reconocieran eran escasas. 

Estuvo tranquilo y esperando hasta que, ni cinco minutos después de su llegada, escuchó una voz rasposa y grave a su espalda que le erizó hasta el último milímetro de su piel.

-Por fin te encuentro.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top