Capitulo 40
-¿A dónde vamos?
Brian no fue capaz, ni quiso, ocultar su sorpresa. Roger sonrió pues la mirada del mayor sobre él era demasiado adorable en su opinión. Mantenía la boca abierta en una sonrisa que mostraba la sorpresa y gratitud de que Roger le estuviera diciendo esas palabras sin una pizca de duda.
Así que no tuvo más remedio que salir de su trance con varios cortos parpadeos que hicieron reír ligeramente a Roger.
-Pues... Pues no tengo ni idea.
-¿Eso importa? -Brian se perdió en su mirada.
Era el modo de mirarle, el modo en que Roger centraba sus preciosos ojos color cielo, brillantes como antes solían estarlo, de un modo tan bonito y único lo que le hizo volver a sentirse especial. Igual de especial que la primera vez que se vieron cuando ambos fueron capaces de calar en el contrario con esa simple mirada llena de admiración.
Una admiración que esperaba volver a recuperar.
-No, claro que no -admitió sonriente -, donde nos lleve nuestra suerte.
-Espero que no sea la mía la que nos guíe -comentó a modo de broma. Y aunque Roger sonreía pequeño mientras la decía, Brian se vio forzado a ignorar el latigazo en el pecho que sufrió al escucharlo.
-¿Crees que puedas caminar? -preguntó preocupado al ver a Roger salir de la casa y cerrar la puerta detrás de él con lentitud. Asintió.
-Sí, tranquilo. Ya puedo caminar, lo que no debo hacer son movimientos bruscos ni forzarme.
-De acuerdo -ambos caminaron por el pasillo hasta las escaleras -, avísame si necesitas parar.
Roger solo asintió.
Tardaron unos largos minutos en bajar los peldaños de las escaleras. No porque a Roger le costara, de eso solo un poco, sino por otra razón. Las piernas le temblaban y la presión que sentía en el pecho se hacía mayor a cada paso que propiciaba. Y esa presión crecía y crecía a medida que llegaban más abajo.
Comprobó que hasta la respiración se le había vuelto mucho más pesada al llegar al fin a la puerta del edificio frente a la cual se quedó parado, de piedra.
Tantos días sin salir a la calle, encerrado en una casa que no era suya pero que había acostumbrado a llamar hogar, temiendo el día en que tuviera que enfrentarse de nuevo al mundo, a todas esas personas que hacían daño por cosas que por el contrario no les hacían daño a ellos. Volver a ver esas caras desconocidas que un día le miraron y juzgaron como si tuvieran el derecho de hacerlo.
No quería pero al mismo tiempo anhelaba el momento de ser valiente.
Brian lo notó.
Lo notó por el temblor en sus extremidades y por la mirada llena de pánico que inundaba sus ojos ahora muchísimo menos brillantes que antes.
Se acercó a él y lentamente para no sobresaltarlo tomó su mano, enlazando sus dedos y acariciando su piel con el pulgar para transmitirle paz y seguridad.
-Hey, mírame -pasados unos segundos y lentamente, Roger lo hizo. Y al mirarlo se le partió el alma pues sus ojos se habían humedecido ligeramente debido al recuerdo que aún le atormentaba todas y cada una de las noches -. Estoy contigo, no voy a permitir que pase nada.
Roger se sintió un poco más tranquilo al escucharle pero no por eso sus preocupaciones desaparecieron. Tan solo asintió y aunque las caricias que los dedos de Brian le estaban dedicando a la piel de su mano le transmitían seguridad tuvo que separarse.
Brian ni siquiera llegó a molestarse. Entendía que salir a la calle con las manos enlazadas no era una muy buena idea.
Abrió la puerta del edificio y salió él primero, se dio la vuelta y la aguantó para esperar a que Roger saliera.
No le presionó y no le dijo nada. Tan solo esperó con una pequeña sonrisa tranquila para transmitirle toda la paz que sus gestos le permitían. Roger verdaderamente lo agradeció porque esa sonrisa de la que era incapaz de desprender su mirada le dio el valor suficiente para salir.
Y lo hizo. Salió y se sintió bien. Dio un profundo suspiro al recibir de nuevo la brisa de verano peinarle el cabello. Era relajante tras haber estado días y días sin salir de casa. Miró a su alrededor y no vio nada fuera de lo normal.
Quizá podría ser porque la calle era poco transitada o, efectivamente y como Brian le había asegurado, porque si estaba a su lado nada malo pasaría. Quiso creer que era la segunda opción pues estar de nuevo a su lado le hacía sentir seguro. Un sentimiento que había echado de menos infinitamente.
-¿Estás listo? -preguntó el mayor a su lado. Alzó la cabeza y lo miró.
-Ahora sí.
Empezaron a caminar.
En el trayecto, al cual Brian ya le había asignado un destino, mantuvieron una amena conversación alejada de temas más profundos. Hablaron sobre Lady, de cómo la gatita animaba de sobre manera no solo los días de Roger sino de Freddie y Jim también. Sobre todo de Freddie. Aquella revelación hizo reír al mayor.
No tardaron excesivamente en llegar a la boca de metro unas calles cercanas al centro de la ciudad. Roger se extrañó al observarla.
Nunca había ido en metro, era algo demasiado privilegiado para él pero, al mismo tiempo, era algo demasiado mundano para Brian. Era un punto intermedio entre ambos que les llamaba la atención. El rizado rió al contemplar la expresión del más pequeño y Roger le miró ceñudo.
-¿Y esto?
-Vamos a ir a un sitio un poco apartado.
-Ya -siguió mirándole con desconfianza -, ¿y por qué no usar alguno de tus coches? Si hasta tienes que tener chófer personal.
-No me apetece usar las mierdas aburridas de los estúpidos burgueses.
-Acabas de insultarte a ti mismo, ¿sabes?
-Lo sé -comentó con una leve risa de fondo. Roger no pudo hacer otra cosa que sonreír extrañado pero en el fondo con la alegría inundándole el pecho.
Aceptó la propuesta de Brian y ambos ingresaron en los estrechos túneles que conectaban varias zonas estratégicas de Londres.
Roger se sintió extraño en ese lugar. Brian tuvo que tomarle del brazo para que no se perdiera entre tanta gente que les rodeaban y empujaban. La mayoría eran hombres con maletín y sombrero, muchos de ellos con pipa en mano, probablemente regresando a casa tras su jornada de trabajo o dirigiéndose a ella.
Pero realmente quien más incómodo se sentía en ese sitio era Brian. Intentaba camuflarlo con sonrisas nerviosas cuando sentía la mirada del rubio puesta sobre él. Pero estar en un sitio en el que jamás había estado, tan agobiante y lleno de gente, y para su propio criterio peligroso, le parecía algo inaudito. Siempre había ido a diferentes sitios caminanado pues era lo que más le gustaba pero si llegaba a viajar en transporte lo hacía en el coche privado de su familia.
Y esa expresión de desagrado camuflada hizo el viaje de Roger más ameno. Riendo cada vez que Brian hacía algún gesto de susto cuando el cacharro en el que viajaban se azotaba más de la cuenta. Creyó escuchar en más de una ocasión a Brian susurrar cosas como que Londres se les caería encima en cualquier momento y que no era normal hacer túneles tan grandes bajo el peso de una ciudad entera.
Y unos largos minutos más tarde llegaron a su destino.
Algo mareado Brian bajó del tren y los dos caminaron a la salida.
Roger reía por lo bajo.
-¿Has disfrutado de mi pánico? -preguntó el mayor fingiendo ofensa.
-Creo que es lo más entretenido que he presenciado en mucho tiempo, gracias.
Tras aquello pocas palabras volvieron a compartir en el trayecto. Brian se limitó a sonreír de vez en cuando en los momentos en que tenía la valentía suficiente de dirigir su mirada al perfil de Roger y contemplarle embelesado. El rubio claramente se percataba de esto, pero lo único que podía hacer era evitar con esfuerzo sus colorados sonrojos y fingir que no se daba cuenta de nada.
Pero entonces, al no reconocer niguna de las calles por las que caminaban, miró a Brian con confusión.
-¿A dónde vamos?
-Estabas tardando en preguntarlo -sonrió -. Me han dicho que es un sitio bonito. Yo nunca he estado pero hago caso de lo que me dicen.
-Está bien -contestó nervioso.
Los pasos lentos que llevaban les alejaban poco a poco del ajetreo de la ciudad. Los edificios disminuyeron en altura y la multitud pasó a transformase en presonas con las que se encontraban muy de vez en cuando.
Pero estaba bien. Roger no tenía miedo. Estaba con Brian y eso, a pesar de todo lo que había pasado, le hacía sentir seguro. Protegido. Y era como si también calmara el dolor en su cuerpo. No desaparecía y tampoco se curaba, pero estar a su lado le daba la sensación de calmar sus tormentas y se permitía olvidarse de todo.
Fueron tan solo unos metros más tarde cuando Roger descubrió a dónde se dirigían.
La hierba crecía al terminar el pavimento y el tranquilizador sonido de la corriente se percibía pacífico en sus oídos. Sonrió con la simple visión del río Támesis ante sus ojos, caudaloso como siempre había sido y rodeado de edificios que construían la ciudad creciente a su orilla.
-No es nada del otro mundo -comentó Brian a su lado mientras también contemplaba el paisaje -. Pero es lo suficientemente tranquilo como para estar cómodos y que te sientas bien.
-Es bonito.
-¿Quieres acercarte?
-Vale -asintió con una pequeña sonrisa.
Ambos avanzaron entre las plantas que crecían a orillas del río. Solo fueron unos metros hasta que ya no podían avanzar más y tuvieron que detenerse. Brian se dejó caer al suelo y se sentó y cuando Roger bajó la mirada para observarle, este palmeó la tierra a su lado.
Así que Roger, con cuidado para no hacerse daño, acabó sentándose también.
El silencio los inundó a ambos por completo. Roger observaba curioso el agua correr con velocidad. El sonido de la naturaleza sumado a la brisa fresca le tranquilizaba y le permitía cerrar los ojos para solo percibir eso.
Brian se había puesto a jugar con los hierbajos un poco nervioso. Estaba claro que el destino le había agradado aunque fuera mínimamente pero también tenía la intención de hablar de muchas cosas. Tantas que costaba mantenerlas en orden. Y no sabía ni cómo ni por dónde empezar.
-¿Cómo te encuentras? -preguntó pasados unos minutos. Roger abrió los ojos y lo miró -. Ya sabes, con... -señaló su cuerpo con la mano.
-Oh. Bueno, mejor.
-¿Seguro?
-Sí -asintió -. Ya sabes que antes no podía caminar y bueno, ahora puedo. Aún duele un poco pero estoy bien -y él sabía que la peor parte no era la parte física sino la psicológica. Brian se había dado sobre todo cuenta en ese hecho. Sin contar la alegría, antes Roger era mucho más atrevido y risueño, no le importaba absolutamente nada. Ahora todo era distinto. Lo sentía mucho más vulnerable y temeroso. Aunque no débil.
Tenía claro que jamás había sido débil. Nunca lo sería.
-Eso me tranquiliza -no quiso comentar que ya sabía quién era el principal culpable de que hubiera acabado así porque no lo veía prudente. Ese momento quería aprovecharlo solo para ellos dos y evitar que un nombre tan sucio y cargado de odio arruinara el momento.
-Sí. Fred y Jim me ayudan muchísimo. Hasta Lady lo hace.
-Ah, ¿sí?
-Claro que sí -sonrió y a Brian le pareció la sonrisa más bonita del mundo -. Indirectamente también ayuda. Gracias por traérmela.
-No hay de qué. Un animal siempre es de gran ayuda.
-¿Nunca tuviste animales en casa?
-Que va -se encogió de hombros y volvió a jugar con la hierba -. Mis padres nunca quisieron, les daba igual que yo les suplicara todos los días -la pequeña risa de Roger le obligó a mirarle con una ceja alzada -. ¿Te ríes de mí?
-Me hace gracia imaginarte de pequeño llorando y suplicando por un perro.
-Eres cruel -los dos soltaron una nueva risa y tras ella el silencio se volvió a hacer cargo del ambiente durante unos minutos más -. Oye, Roger... -al escuchar su nombre, los brillantes ojos del rubio se centraron de nuevo en su mirada y aquello le otorgó la fuerza necesaria para hablar -, no te he traído aquí solo para ver el río y hablar de mascotas.
-Ya me lo imaginé.
-Ya... -se rascó la cabeza nervioso aunque sin atreverse a apartar la mirada -. Solo necesito que sepas lo que quiero hacer a partir de ahora.
-Creo que me lo dejaste claro la última vez -habló en voz baja con vergüenza. Brian observó cómo sus mejillas adquirían un tono colorado y eso le pareció adorable, pero al mismo tiempo y al recordar sus propias palabras él también sintió sus mejillas enrojecer -. Pero...
-¿Pero?
-Es que... -se mordió el labio y volvió la vista al agua -, me cuesta creerlo. Me cuesta mucho.
-No me sorprende pero sé que gran parte de la culpa de que pienses eso ahora es mía.
-Pero no es solo tuya -murmuró y al instante Brian volvió a hablar.
-Pero la gran mayoría sí -su tono fue algo brusco y Roger se encogió un poco en su sitio. Aunque su enfado no era con el menor, ni muchísimo menos, sino consigo mismo. Desearía volver el tiempo atrás y solucionarlo todo de una buena vez pero dado que no podía hacerlo, lo mejor era asumir las consecuencias e intentar enmendarlas.
-De todas formas yo no sé si estoy preparado para volver a intentarlo -un pinchazo agudo atravesó el pecho de Brian al escuchar esas palabras.
-Sé que tienes miedo, lo siento -dijo -, pero lo que te dije la última vez que hablamos fue completamente cierto. Te demostraré que a mi lado estarás bien.
Se sorprendió al escuchar una leve risa escapando de los labios del rubio. Roger rió sin gracia y sonrió con un ligero sarcasmo, mirándole con las cejas alzadas pero revelando ese claro miedo en su mirada.
-Pero eso no es cierto. No podemos estar bien siendo tan diferentes, ya lo hemos descubierto.
-Sé a lo que te refieres con eso de diferentes, pero no hay nada que me importe menos ahora mismo.
-Pero a mí sí me importa -admitió -. Además, también he aprendido que dos hombres siendo pareja es peligroso.
Y lo he aprendido del modo más cruel.
Brian asintió al comprenderlo pero no por estar de acuerdo. Apretó los labios en una fina línea y esperó. Esperó a que las palabras escaparan de sus labios para convencerlo de que sus palabras eran sinceras y que si de nuevo se atrevían a intentarlo, esta vez no iba a haber dolor y mentiras de por medio.
Y quiso volver a hablar para expresar todo eso con palabras pero Roger fue más rápido y dijo algo que le sorprendió tanto que incluso llegó a olvidarse de todo lo que tenía preparado en mente.
-¿Sabes? Ayer vino Elizabeth a casa -comentó lineal y con la vista fija al frente. Brian no dijo nada. Se limitó a observar su perfil con la evidente duda y sorpresa en su expresión -. Y yo no sé si me resolvió algo o me dejó aún más dudas.
-¿De qué hablasteis? -preguntó. En ese momento recordó la última conversación que tuvieron y sintió su corazón encogerse con el recuerdo de la joven llorando.
-Me dijo que te diera una oportunidad -giró la cabeza y le volvió a mirar. Mucho más intenso que antes, intentando analizarle y conseguir algún tipo de reacción con sus palabras -, que estabas enamorado de mí.
La sombra de una sonrisa amenazó en la comisura de los labios de Brian. Fue tan diminuta que no llegó a percibirse. Pero el claro orgullo que sentía por la que aún, legalmente, continuaba siendo su mujer estaba impreso en ella.
-Pero a pesar de que fue muy amable sigo sin saber si creer o no en sus palabras.
-Es decir, ¿no crees que esté enamorado? -con timidez, Roger se encogió de hombros.
-Creo que empiezo a pensar que nunca nadie llegará a enamorarse de mí. Siempre los que dicen estarlo me hacen daño. Y no sé qué hecho mal en mi vida para merecerlo, aunque... -pareció pensar en sus palabras durante unos segundos y aunque le costó en demasía pronunciarlas tuvo que hacerlo -, si Dios de verdad existe y odia a los gays ahí tienes una razón. Puede que sea por eso.
-No digas eso -pidió el rizado en un susurro.
-Es la verdad.
-Claro que no lo es -Brian soportó la mirada curiosa de Roger sobre él. El rubio esperaba impaciente por la continuidad de sus palabras que no demoraron en llegar -. Eso no tiene nada que ver, tú eres bueno y eso es lo más importante.
-Y mira para lo que me ha servido.
-¿De verdad sigues pensando que no estoy enamorado de ti? -preguntó sin poder contenerse. Roger aguantó su mirada durante un rato hasta que finalmente volvió a encogerse de hombros.
-¿Por qué me hiciste daño si lo estás?
-Porque fui un imbécil -soltó -. Eso está claro.
Abandonó su atención en el rostro de Roger para mirar a su alrededor. Se percató de las flores que crecían a su alrededor, en las plantas y hierbajos bajos que los rodeaban, la mayoría eran pequeñas margaritas resplandecientes gracias al final de la primavera que las había hecho crecer.
Volvió a mirar a Roger.
-Voy explicarte una cosa.
Sin esperar respuesta se puso en pie.
Roger observó curioso y confundido cómo Brian deambulaba a su alrededor. Agachándose para tomar las pequeñas flores con una mano y dejándolas sobre la palma de la otra. Llegó un momento en que soltó una pequeña risilla por tan extraña imagen y llegó incluso a preguntarle lo que hacía, pero Brian no le contestó y tan solo le hizo con gesto con la mano para que esperara.
Unos minutos más tarde volvió a donde había estado y se sentó a su lado.
Acercó la mano con las flores a su regazo y Roger observó de Brian a ellas y de ellas de vuelta a Brian.
-A ver si con esto te queda claro todo lo que adoro y amo de ti.
-¿Qué haces? -pero en lugar de contestarle, Brian tomó una margarita con una mano y antes de hacer su segundo movimiento miró al más pequeño con una preciosa sonrisa que dejaba a la luz sus brillantes colmillos.
Solo con ese gesto Roger sintió que desfallecía.
-Esto va ser muy cursi pero creo que es necesario para que lo entiendas -comentó sin borrar su sonrisa. Roger estaba impaciente y a decir verdad también nervioso -. Lo primero con lo que me enamoraste fueron tus ojos -dijo y con lentitud llevó la florecita hasta su cabello, dejándola con cuidado en este y haciéndole ver mucho más adorable y hermoso -, la primera vez que nos vimos. Después llegó tu sonrisa, y creo que eso es lo más bonito de ti y una de las cosas que a cada día que pasa me enamoran más -volvió a colocar una margarita sobre sus rubios mechones -. También estoy enamorado de tu humildad, porque no tienes nada y aun así estas dispuesto a compartirlo todo -otra flor más.
Roger ni siquiera era capaz de sonreír con sus palabras. Simplemente le miraba fijamente, atento, directo a sus ojos marrones que desvelaban toda la verdad que pronunciaba con sus palabras.
-También estoy enamorado de tu sentido del humor porque creo que jamás en mi vida me he reído tanto como lo he hecho contigo -cada razón terminaba con una margarita enredada en su cabello -. También me enamoraste con tu historia, con tu vida, porque incluso de niño has tenido más fortaleza que todos los hombres burgueses juntos, y porque esa fortaleza me la sigues demostrando día a día. Así que también me enamoré de esa fortaleza -una flor más -, de tu valentía y de tu instinto protector con todo lo que amas -otra más -. También me enamoré de tus ganas por aprender, esa ilusión tan bonita.
Ya solo le quedaba una última flor en sus manos y para cuando volvió a centrar su atención en el rostro de Roger más concretamente vio como una pequeña lágrima descendía de uno de sus ojos. Pero no se alarmó, pues la diminuta sonrisa que había esperado sacar con sus palabras estaba ahí y eso le demostraba que la lágrima no era de sufrimiento.
No volvería a arrebatarle lágrimas de dolor. Nunca más.
-Estoy enamorado de tu belleza tanto por dentro como por fuerta. De todo lo que tiene que ver contigo. Enamorado hasta los huesos, Roger -colocó la úlitma flor detrás de su oreja y en el trayecto para devolver la mano a su regazo acarició su mejilla llevándose con sus dedos esa lágrima rebelde.
Roger se sorbió la nariz y Brian sonrió.
-Y creo que ahora lo estoy un poco más. Todas estas flores en tu pelo te hacen aún más guapo -esas últimas palabras le arrancaron una pequeña risa que intentó ahogar con la palma de su mano.
-No digas eso -pidió mientras se restregaba la cara con las manos en un intento de eliminar las ganas que tenía de llorar. Pero fue en vano, ya era demasiado sensible y con todas esas palabras que por medio de su mirada pudo comprobar ciertas, provocaban que las lágrimas descendieran de sus ojos sin descanso.
-Es que es cierto -admitió -. Y me he quedado increíblemente a gusto después de soltar todo esto, jamás he dicho tantas verdades juntas.
Roger terminó de pasarse las manos por la cara y lo miró. Tenía las mejillas rojas y los ojos brillantes. Y estuvo perdido en su mirada durante horas... días... aunque en realidad solo fueron unos minutos. Pero definitivamente, ambos podían quedar atrapados sin ningún problema en los ojos del contrario porque los encontraban cálidos, se habían convertido en el hogar de cada uno.
En su lugar favorito en el mundo.
-Está bien -fue un susurro el que cubrió aquellas palabras. Brian simplemente prestó atención a lo que tuviera que decir, en silencio y con una sonrisa que no mostraba los dientes. Sintió la mano de Roger acariciar la suya con lentitud, y esa caricia llegó acompañada de más palabras que le abrazaron el alma -. Te daré una última oportunidad.
Nunca creyó que unas palabras pudieran acariciarle el corazón de un modo tan bonito.
•••
¿Tenéis algún capítulo o escena preferida?
Como siempre, gracias por leer, solecitos💛
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