Capitulo 38
-¡No! -Freddie cerró de un portazo la puerta de casa. Tenía los ojos abiertos como platos y fijos en algo que estaba sobre el regazo de su amigo -. No me lo puedo creer. Eso... -señaló con un dedo su dirección -, eso es un gato.
Roger no pudo evitar soltar una carcajada.
-Gracias, genio, no me había dado cuenta -tenía entre sus brazos a Lady, quien no paraba de jugar con la mantita que la cubría y de morderla todo el tiempo.
Freddie se acercó a grandes zancadas y se sentó a su lado mientras contemplaba al animal como si estuviera viendo a un ser divino. Había llegado solo pues Jim se había quedado un rato más en el trabajo. Ya habían pasado un par de horas desde que Brian se había marchado tras decirle las palabras que le habían dejado tan malditamente descolocado.
Pero por extraño que resultase, a pesar de sentirse algo furioso aún, también le habían otorgado cierta felicidad y tranquilidad. Por más mínima que fuese.
-¿Por qué...? -Freddie dejó escapar las palabras al aire. Levantó una mano y la acercó para acariciarle la cabecita -, ¿qué hace un gato aquí? ¿Cómo se llama?
-Lady -contestó ignorando la primera de sus preguntas.
-¿Lady? -el moreno miró al menor con las cejas alzadas, dando a entender que ese nombre le parecía absurdo -, ¿quién le ha puesto ese nombre tan ridículo?
-¿Es que tú le habrías puesto otro? -Freddie se encogió de hombros y sonrió.
-No sé, quizás le pega otro como... Susana.
-Por favor -soltó con una carcajada -, es un nombre absurdo para un gato.
-Ni se te ocurra criticar mis gustos -le amenazó y volvió a mirar a Lady. Empezó a hacerle más caricias con la mano
-Toma, anda -dijo Roger con una sonrisa. Él bien sabía que Freddie era amante de los gatos. Era su animal preferido e internamente siempre había querido tener uno.
El mayor sonrió emocionado y Roger le puso a la gatita en sus brazos.
-¿Quién es esta cosita tan bonita? -le preguntó directamente como una madre haría con su bebé -. Por supuesto, la cosita más bonita del mundo -Roger rió al escuchar la voz aguda que estaba empleando pero frunció el ceño tras escuchar esas palabras.
-Después de mí, ¿no?
-Rog, la duda ofende -contestó y ya cuando Roger había empezado a sonreír conforme, Freddie continuó -, pues es obvio que la gatita en más bonita, no digas tonterías.
-¡Oye! -con la poca fuerza que tenía le dio un golpe en el brazo que provocó una carcajada del mayor.
-Aunque me pegues no lo retiraré.
Después de aquello Freddie continuó jugando con Lady unos minutos más. Roger tan solo se entretuvo observando la escena lo cual le parecía de lo más adorable. Realmente le encantaba ver a Freddie feliz y sabía que los gatitos eran una de sus máximas debilidades.
Pero pareció ser que más pronto que tarde Freddie se dio cuenta de un hecho que estaba dejando pasar por alto. Dejó de hacer caricias a Lady y volvió a mirar a su amigo.
-Bueno, ¿pero de dónde ha salido?
-¿Uhm? -Roger se hizo el confundido pero supo que no coló cuando Freddie le observó con la expresión de una madre que acababa de descubrir la travesura de su hijo -. Pues...
-Vamos, dímelo -insistió -, no puede ser tan malo.
Roger se mordió el labio y le miró con algo de pena.
-Es que... lotrajobrian -dijo tan rápido y en un volumen tan diminuto que Freddie creyó haberse vuelto sordo en un momento. Frunció el ceño, se frotó el oído con un dedo y le miró extraño.
-¿Qué? -Roger suspiró. De todas formas, ¿para qué ocultarlo?
-Lo trajo Brian.
-¿Que qué?
-Ya me has entendido -Roger esperaba numerosos insultos y gritos dirigidos al rizado. Montones de palabras feas dedicadas a él o puede que recibir alguna regañina de su parte. Quizás rechazar a Lady e intentar devolverla. Pero para su sorpresa eso no ocurrió.
Freddie se veía ligeramente molesto, eso era inevitable, pero lo único que hizo fue asentir y agachar la mirada para observar al pequeño animal. Volvió a acariciarla con los dedos y Roger esperó paciente a que dijese algo. Al no obtener respuesta se vio obligado a continuar él porque no soportaba ese silencio tan incómodo.
-¿No vas a decir nada?
-¿Le dejaste pasar tú o entró por la fuerza? -Roger le miró confundido.
-Pues claro que le dejé pasar yo, ¿por qué iba a entrar por la fuerza?
-¿Y te hizo o dijo algo malo?
-Pues... -pensó en las palabras de Brian y casi llegó a ruborizarse al recordarlas -, no -especialmente recordaba las últimas. El momento en que había creído escuchar que estaba enamorado de él.
Sabía que lo que había escuchado era real y no producto de su imaginación pero le parecía tan surrealista que le costaba asimilarlo. Aún no lo había hecho y no creía saber si en algún momento lo haría. A veces pensaba que era un sueño pero cuando miraba a Lady toda esa creencia desaparecía.
-¿De verdad?
-Sí. No me dijo nada malo -Freddie volvió a asentir. De nuevo tenía la mirada de su amigo sobre él y Roger se removió incómodo.
-¿Y cómo estás tú? -la pegunta le sorprendió pues no la había esperado, pero aquello le hizo pensar en cómo se sentía realmente con esa visita y regalo inesperados. La respuesta no estaba clara.
-No lo sé.
El asentimiento constante y la evidente o al menos perceptible indiferencia que Freddie mostraba le ponían verdaderamente inquieto.
-¿No vas a regañarme? -preguntó pasados unos segundos. Freddie le miró como si aquella pregunta no le sorprendiera, es más, como si la hubiera esperado.
-¿Por qué tendría que regañarte?
-Por haberle dejado entrar. Por hablar con él.
Fred le miró unos segundos hasta que finalmente soltó una pequeña risita. Negó con la cabeza y deslizó una de sus manos por el sofá hasta enlazarla con una de las suyas.
-No voy a regañarte por hacer lo que quieras.
Qué extraña respuesta viniendo de Freddie, pensó.
-Pues qué raro -soltó. Freddie aún mantenía una sonrisa diminuta.
-Sé que soy muy sobreprotector contigo la mayor parte de las veces.
-Por no decir todas -añadió y ambos rieron un poco.
-Sí -asintió -, en eso tienes razón. A lo que voy es a que no voy a controlar tu vida. Para mí Brian es un hijo de puta, eso lo sabes de sobra, pero al fin y al cabo tú decides. Solo quiero que sepas que si en algún momento vuelves a derrumbarte yo volveré a ponerte en pie, como ya he hecho otras veces y al igual que has hecho tú conmigo otras. Es como un trabajo en equipo.
Roger sonrió y Freddie alzó la mano para acariciarle la mejilla.
-Después de todo lo que has pasado solo me queda decirte esto. Y de todas formas, si vuelve a pasar algo malo con esa rata le corto los huevos con una cuchara, lo juro -Roger soltó una carcajada al escuchar eso y Freddie sintió un apacible calor en el pecho, conforme y contento por volver a hacerle reír.
-Aun así no va a pasar nada -dijo en voz baja.
-¿Pero qué hizo? -preguntó -, ¿venir a traerte a Lady y ya?
-Dijo que era su modo de volver a pedirme disculpas y que no quería que estuviera nunca más solo, por eso me la dio.
-Oh -Freddie chasqueó la lengua y miró la gatita. En ese momento Roger volvió a recordar las últimas palabras que le dedicó Brian antes de marcharse y que le obligaban a pensar mil y una cosas diferentes. Por suerte Freddie decidió cambiar de tema y evadió sus pensamientos -. ¿Le has dado de comer?
Negó y Freddie le dedicó una sonrisa pequeñita.
-Vamos a ver si hay algo en la cocina.
°°°
Tomó aire y tras esperar unos breves minutos frente a la puerta principal de su hogar la abrió.
No le sorprendió ver la luz del salón encendida, era evidente quién estaría esperándole dentro de él, pero planteárselo todo el tiempo era algo que le hacía tensarse más a cada segundo que pasaba pero que al mismo tiempo le envalentonaba a hablar con ella.
Era algo que debía hacer. No porque se lo hubiera dicho John, ni tampoco porque quisiera quitarse a la joven de encima, era simple humildad. Una de la que había carecido durante gran parte de su vida y que estaba plenamente dispuesto a recuperar.
Así que avanzó lentamente hasta el salón.
Elizabeth había escuchado la puerta cerrarse por lo que ya sabría que estaba allí pero no dijo nada. Brian empujó la puerta entornada que separaba el salón del pasillo principal y vio la espalda de la que era su mujer sentada en el sofá. Con el camisón puesto y una fina bata de seda encima.
No dijo nada, tan solo caminó hacia otro de los sofás que habían en la sala y lentamente tomó asiento. Cuando alzó la mirada no pudo evitar sentirse miserable.
Elizabeth tenía los ojos rojos de haber llorado durante horas pero lo que más le sorprendió fue ver un cigarro encendido entre sus dedos.
-¿De dónde lo has sacado? -preguntó suave. El tabaco era algo que a ninguno de los dos les había gustado nunca y se prometieron el uno al otro no probarlo. Pero pensó que a esas alturas las promesas no valían nada.
-Qué mas da -soltó para después darle una profunda calada al mismo y expulsar una gran cantidad de humo después. Brian se sintió incómodo pero no quiso decir nada más sobre el tema -, ¿Te lo has pasado bien?
Cualquiera hubiera pensado que la pregunta fue realizada en un tono enfadado y acusador, pero no fue así. La voz resultó ser a penas un susurro tembloroso y ni siquiera fue capaz de mirarle. Brian sintió su corazón resquebrajarse como ya había hecho antes ante la presencia de otras situaciones que le hacían daño.
-No -negó. Elizabeth cerró los ojos y dejó escapar un pesado y profundo suspiro. No aguantó siquiera el peso del cigarro en la mano por lo que tuvo que dejarlo en el cenicero de la mesita de centro. Brian observó el trayecto de sus manos hasta su rostro, el cual cubrió y frotó con ellas, desesperada porque las lágrimas que había conseguido controlar en los últimos veinte minutos no volvieran a desbordarse -. Eli -llamó pero ella no hizo caso -, Eli, mírame.
No quiso hacerlo. No quería. Pero lo hizo.
Apartó las manos que cubrían sus ojos y Brian volvió a verlos empapados. Quería acercarse a ella y rodearla con sus brazos en un abrazo reconfortante porque al fin y al cabo ella había sido su primero amor. No el auténtico pero sí el primero. Y verla sufrir era horrible.
-¿Qué? -suspiró.
-Tenemos que hablar de algo.
-Lo sé -pero a pesar de que lo sabía fue inevitable la presión que sintió en el corazón. Aquellas eran las palabras que alguien decía antes de cortar una relación. Todo estaba hecho y ella no podía sentirse más desgraciada.
Brian no pudo evitarlo.
Se puso en pie y se acercó a ella. Tomó asiento a su lado al cerciorarse de que Eli no parecía querer impedir el acercamiento y la miró, aunque ella no lo miraba a él. No hasta ese momento. Esa mirada azul rota que ya conocía por medio de otra persona. Era como si todos los seres buenos y bonitos sufrieran a costa suya.
Se sintió el peor ser humano del planeta.
-Siento haberme comportado tan distante las últimas semanas -comenzó. Ella le miraba atenta, sin perderse un solo detalle y esperando las palabras que sin duda la destrozarían por dentro -, quizás debería haberte dicho esto antes, pero...
-¿Tú me quieres, Brian? -preguntó al fin. Era una duda que llevaba consumiéndole demasiado tiempo. Por fin podría resolverla.
Brian la miró incrédulo.
-Por supuesto que sí, de eso no cabe duda.
Pero ella no pareció conforme.
Elizabeth dejó a la vista una expresión de cansancio.
-¿Y me amas?
Aquella era la pregunta más dolorosa que había tenido que realizar en todos sus años de vida. Esperó los segundos que hicieron falta pues Brian parecía tardar en responder. Tardaba en encontrar palabras, en resolver la pregunta, un sí o un no. Algo que tenía claro pero que le costaba admitir ante ella para no hacerle daño.
Pero negó con una lentitud casi imperceptible.
-Ya no -susurró y ella apartó la mirada -, lo siento.
El asentimiento de Elizabeth solo podía resultar ser un movimiento forzado. Apretó los labios en una fina línea, temblorosos, pidiendo a gritos comenzar a soltar sollozos desesperados que quería ahogar en soledad entre las paredes de su cuarto. No emitió sonido alguno. Se tragó las lágrimas. Ahogó los sollozos. Y volvió a mirarle.
-Ya lo sabía -dijo. Aquello le sorprendió aunque no quiso mostrarlo.
-Que...
-Tranquilo, yo lo siento -apartó con los dedos una lágrima rebelde que había conseguido la libertad -, siento haber sido una bruja.
-¿Qué? No, tú no...
-Pero yo no soy así -esta vez sí; más de una lágrima comenzaron a resbalarse por sus mejillas. Incapaz de retenerlas pero no molestándose en intentarlo tampoco -, yo no soy una persona mala, de verdad.
Brian la observó confundido. Ella lloraba y se restregaba los ojos con las manos. Pedía perdón una y otra vez por algo que Brian desconocía.
-Sé que no eres mala -intentó calmarla pero fue en vano -. Eli, ¿qué pasa? No entiendo a qué te refieres.
-Le dije cosas horribles -admitió entre sollozos -, cosas feas de las que me arrepiento. Y lo eché de casa.
Fue cuando Brian creyó empezar a comprender. Porque no había otra explicación, Elizabeth no podía estar refiriéndose a otra cosa. Pero lejos de enfadarse simplemente asintió y la miró con comprensión.
-Siento haber sido así -susurró entre lágrimas.
-Creo que está pidiendo perdón la persona equivocada -aquella afirmación consiguió liberar a la joven de la culpa que la mantenía retenida por unos segundos. Su mirada azul se posó en la de Brian de inmediato -, soy yo quién debe pedir perdón. Que lo hagas tú es injusto.
-No. He intentado alejaros -a penas habló en un susurro casi inaudible pero Brian fue capaz de escucharlo -. Brian -se giró y le miró con de una forma tanto intensa como dolida. Tomó aire antes de hablar -. Yo sí estoy enamorada de ti, no te imaginas cuánto -la revelación, a pesar de que ya era de su conocimiento, le quemó por dentro -. Tanto es así que te quería solo para mí, no quería que nadie te separara de mí.
-Eli...
-Déjame terminar -le cortó -. Pero no me di cuenta que conmigo no eres feliz -las lágrimas silenciosas resbalaban por el rostro de la joven sin descanso. Alzó una de sus manos y le acarició la mejilla con suavidad -. Y es ahora cuando me he dado cuenta que quiero que lo seas, aunque no sea conmigo y eso me mate por dentro.
Elizabeth apartó la mano y de nuevo se sintió vacío. La mirada de ella era similar a la mirada de Roger cuando descubrió la verdad, pero al mismo tiempo la de Eli tenía cierta esperanza. Una esperanza que no iba con ella sino con él. Esperanza por haberse dado cuenta que la felicidad de Brian suponía su propia felicidad. Fuese cual fuese el resultado de su relación.
-Eres una de las personas más buenas que he conocido nunca -admitió tras unos segundos de silencio hundidos en la mirada del contrario.
Elizabeth sonrió pero esa sonrisa llegó acompañada de más lágrimas.
-No lo soy -negó mientras intentaba apartarlas con las manos -. Yo solo... Te quiero ver bien.
Brian no fue capaz de decir algo más. Casi no había tenido que decir una palabra como había pensado que tendría que hacer en la conversación. Todo lo había dicho ella y en el fondo lo agradecía.
-Lo siento pero necesito estar sola un rato -susurró.
Lentamente Elizabeth se puso en pie.
Las lágrimas no habían dejado de descender por su rostro ni un solo segundo y los temblores debido a los sollozos que mantenía contenidos le azotaban las extremidades.
Abrazándose a sí misma y con la dolorosa realidad consumiéndola salió del salón y subió las escaleras rumbo a su habitación.
Brian permaneció solo y en silencio pensando en todo lo que estaba aconteciendo en su vida.
Pero a pesar del daño que le provocaba ver a Eli sufriendo no pudo evitar mostrar una diminuta sonrisa de esperanza.
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