Capitulo 37
Al día siguiente Brian no esperó un segundo más para levantarse de la cama nada más despertar. Estaba impaciente por empezar el día pero al mismo tiempo, y a decir verdad, también muy nervioso.
Era temprano por la mañana y el sol apenas había empezado a brillar hacía pocos minutos. Esa misma noche tardó demasiado en dormir, dándole vueltas en la cabeza a un tema que no tenía nada que ver con la pequeña discusión que mantuvo con Elizabeth antes de acostarse.
Pero sabía que necesitaba algo. No podía presentarse en casa de Jim como solía hacer antes para ver a Roger. No podía presentarse allí sin más, y fue entonces cuando recordó algo que le dijo su madre hacía un par de días.
Era perfecto.
El plan perfecto.
No tardó mucho en vestirse. Para no tener que entrar en la habitación que compartía con su mujer y despertarla tuvo que ponerse la ropa que llevó el día anterior.
Recordó que le había prometido a Elizabeth hablar con ella ese día pero en ese momento, tal y como se encontraba, era incapaz de hacerlo. Iba a hacerlo, más temprano que tarde, pero justo en ese momento solo podía pensar en Roger y en nadie más. Y de todas formas no había especificado hora, bien podría hablar con ella cuando regresara a casa más tarde.
Así que no tardó en salir de casa. Caminó a paso rápido hacia el hogar en el que solía vivir con sus padres. Pocas veces había vuelto a ir desde que se casó y esa fue una de las razones por las que su madre le ahogó en un fuerte y cariñoso abrazo al llegar.
Estuvo hablando con ella durante un buen rato. Su padre no estaba en casa pues trabajaba y en cierta medida lo agradeció, pues Charles May era muy conocido por su cantidad de preguntas impertinentes e insistentes que le realizaba a todo el mundo, incluido él a pesar de ser su hijo.
Cuando los temas de conversación empezaron a ser aburridos y sin importancia, Brian decidió sacar a relucir el tema por el que había acudido a su antigua casa en primer lugar.
-¿Sigue en pie la oferta de la tía Ruby sobre los gatitos? -Cathy May se sorprendió ante la repentina pregunta de su hijo.
-¿Ahora quieres? Pensaba que querías asentarte durante un tiempo en casa y que más adelante lo pensarías.
-Verás, mamá... En realidad no es para mi -la mirada confusa de su progenitora le obligó a especificar más -, es como regalo para un amigo.
-¿Amigo? -preguntó -, ¿John?
-No -Brian tuvo que soltar una pequeña risa. Era como si sus padres pensaran que su único amigo era John. Aunque... a decir verdad era cierto. Medio cierto -, otro amigo.
Cathy pareció rebuscar entre sus recuerdos algo que le llevara hacia un posible nuevo amigo de su hijo, hasta que esos recuerdos se enfocaron en una persona en concreto y que recordaba bastante bien.
-¡Oh! Ya veo. Te refieres a ese joven y guapo rubio que cenó en casa hace un tiempo, ¿no es así? -Brian asintió sonriente -. ¿Cómo se llamaba...? ¿Ronald...? ¿Robert...?
-Roger.
-¡Roger! Eso es. Un niño muy simpático y educado -Brian volvió a asentir sonriente. Pero no dejaba de hacerle sentir mal un hecho concreto. Roger parecía haberle dado muy buena impresión a su madre, pero a pesar de ello no podía dejar de pensar en el momento en que se enterara de la verdad; en que Roger había sido el amante de su hijo.
Decidió no pensar en ello.
Fue por eso que ambos acabaron acudiendo a casa de la hermana de su madre, Ruby. Eran vecinos por lo que no tuvieron que salir de la misma calle para ir a visitarla. Brian esperaba de verdad que aún mantuviese los gatitos que hace pocas semanas habían llegado al mundo del vientre de su queridísima gata, Duchess. Un animalito muy mimado y que había dado a luz a cuatro preciosos gatitos.
La oferta de que Brian podía llevarse uno de ellos le había sido comunicada justo después de su nacimiento y realmente era algo que quería hacer pero, como le dijo a su madre, prefería pasar un tiempo en casa terminando con la mudanza y en un futuro cercano llevarse un bebé con él y cuidarlo.
Ahora sabía perfectamente lo que iba a hacer con ese gatito que estaba reservado a su persona.
Su tía les recibió con los brazos abiertos y les dirigió a una de las habitaciones de la planta superior donde estaban los gatitos acurrucados contra su madre en una cestita con mantas de algodón.
Brian no tardó en decidir.
Nada más ver a un pequeño gatito con el pelaje claro, tan claro y rubio como el cabello de Roger supo que era el indicado.
Lady, como dijo su tía que se llamaba, era hermosa.
Estuvieron charlando un rato, escuchando perqueñas historias y anécdotas de Ruby con los gatitos, y también le explicó un poco sobre los cuidados que requerían.
Ambas mujeres le ayudaron a envolver a Lady en una fina manta como si fuera un bebé y Brian la cogió en brazos. La gatita se acurrucó en sus brazos y parecía empezar a quedarse de nuevo dormida poco a poco.
Después de darles las gracias a ambas mujeres Brian volvió a salir a la calle más emocionado que nunca.
Lo estaba porque amaba los animales y tener a un pequeño gatito en sus brazos le hacía increíblemente feliz. Era tan adorable que se le caía la baba cada vez que miraba al pequeño animal para comprobar que siguiera dormidita. Y también lo estaba porque esperaba que esa sorpresa fuera del agrado de un chico en particular.
No tardó en llegar al bloque de edificios en el que Jim vivía. Por suerte, el tiempo que había pasado hablando con su madre y con su tía había sido el suficiente como para asegurarse de que Jim y Freddie estuvieran en el trabajo del primero. Por lo que Roger estaría solo en casa.
Empezó a ponerse terriblemente nervioso.
-¿Estás lista, Lady? -preguntó mientras miraba a la gatita aún dormida bajo la manta -, ¿sí? Porque yo no estoy seguro -rió ante su ocurrencia de hablar con una animal dormido pero paró en cuanto comprobó que una mujer le observaba con desconcierto y desconfianza a unos metros. Caminó rápidamente hasta desaparecer al final de la calle.
Incómodo, Brian avanzó hacia el edificio y solo se percató de un detalle cuando abrió la puerta del mismo.
-Mierda... -Jim no le había dicho cuál de todas las puertas era la de su casa.
Recordó sus palabras al decirle que no quería ponérselo todo tan fácil y sonrió. No le quedaba más remedio que llamar puerta por puerta y esperar a encontrar a Roger detrás de alguna de ellas.
Fue así con las primeras siete puertas. Algunas eran personas mayores y otras un poco más jóvenes, algunos desconfiados y otros maleducados, cerrándole la puerta en las narices en cuanto Brian se disculpaba por haberse equivocado.
Subía escaleras y más escaleras hasta el punto en que ya tenía ganas de rendirse. Incluso Lady había despertado, removiéndose en la mantita con insistencia y maullando de vez en cuando.
Fue una de las últimas puertas, casi arriba del todo del edificio. Ya estaba más cansado y un poco decaído. Esta vez la puerta tardó más en abrirse pero supo que había alguien en casa cuando escuchó pasos lentos y pesados, algún que otro gruñido, y suaves golpecitos acercarse.
Escuchó cómo las cerraduras se abrían y observó el pomo de la puerta girar lentamente.
Entonces vio los ojitos de Roger asomarse por los pocos centímetros que había recorrido la puerta para abrirse. Y por un momento quedó mudo y tuvo ganas de salir corriendo, avergonzado y asustado por todo lo que había pasado.
Roger también quiso cerrarle la puerta en la cara como hizo la última vez. Pero por alguna razón no pudo hacerlo.
-Hola -saludó Brian inseguro. Quiso sonreír para mostrar tranquilidad y confianza pero fue tan difícil que terminó resultando un patético intento.
Roger empujó un poco más la puerta y ya no eran solo sus ojos lo que Brian podía ver, sino todo su rostro. Un rostro marcado por los hematomas y las costras de las heridas que aún estaban curándose de la desgracia que ocurrió hacía días.
Sintió rabia al recordar al causante directo de todo aquello pero intentó mantenerla bajo control.
Roger observó curioso tras Brian y hacia los lados del pasillo para volver a poner su mirada en él.
-¿Cómo has sabido dónde estaba? -Brian se hizo el interesante y se encogió de hombros.
-Secreto de estado.
-Fue Jim -contestó sin más. Brian abrió la boca sorprendido.
-¿Cómo estás tan seguro de que fue él?
-Freddie no lo haría -sin ser capaz de ocultar su tristeza de ver a Brian allí tuvo que bajar la mirada al suelo. Brian asintió completamente de acuerdo. Tenía la certeza de que si Freddie le veía de nuevo con su amigo esta vez sería hombre muerto.
El mayor se aclaró la garganta y Roger volvió a mirarle.
-¿Puedo...? ¿Puedo pasar? -el rubio se mordió el labio y miró a un lado, dentro de la casa. Parecía pensarlo con mucha confusión, no sabiendo bien qué hacer, pero cuando su atención se centró por fin en la mantita que Brian abrazaba a su pecho no le quedó más remedio que asentir con la curiosidad de un niño deslumbrando su mirada.
-Vale -murmuró y se hizo a un lado.
Brian, más contento y nervioso, entró rápidamente y cerró la puerta. Vio que Roger avanzaba con torpeza hacia el sofá, agarrándose de los muebles y pared que le llevaban a su destino.
-¿Quieres que te ayud...?
-Puedo solo -interrumpió. Con un brazo se sujetaba del abdomen y con el otro se ayudaba a caminar. Llegó hasta el sofá y se sentó lentamente, mordiéndose la lengua para no soltar una queja delante de Brian.
El rizado observó el proceso incómodo y nervioso pero cuando Roger estuvo sentado pudo relajarse de nuevo. Tomó asiento en una silla que había a un lado del sofá.
-¿Qué haces aquí? -preguntó en un tono de voz monótono. No quería hacerse ver el débil de nuevo, por mucho que la presencia de Brian le hiciera sentir vulnerable.
-He venido a decirte varias cosas pero... -miró a la gatita que permanecía tranquila pero despierta bajo la manta y sonrió -, también te traje esto.
Roger, curioso, estiró el cuello para asomarse y comprobar lo que tenía en brazos. Brian al ver el inútil intento se levantó.
-¿Puedo? -preguntó señalando con la cabeza el lado del sofá que quedaba libre a su lado. Roger miró un poco nervioso ese lugar pero terminó asintiendo, demasiado intrigado por lo que Brian hubiese traído con él.
Brian tomó asiento y su corazón palpitó con fuerza al sentir de nuevo la presencia de Roger tan cerca, su olor tan característico y delicioso al que se llegó a acostumbrar en su momento y que había echado tanto de menos hasta entonces. Era frustrante tenerle de nuevo tan cerca pero aún así no poder tocarle.
Roger asomó la cabeza y soltó una exclamación al observar al pequeño animal conectar su mirada con la suya.
-Es un gatito -el mayor asintió sonriente mientras le miraba. Roger sonreía de felicidad al mirar a Lady, riendo cada vez que la gatita bostezaba y se removía.
No era seguro quien de los dos estaba más embelesado con lo que veía.
Roger alzó la mano y con un dedo le acarició la cabeza. Brian rió.
-¿Quieres cogerla? -cuando Roger alzó la mirada y la conectó con la de Brian, este último supo que había hecho bien. Estaba completamente seguro de que Roger no había estado tan contento desde hacía mucho tiempo. Asintió con entusiasmo -, pues ten.
Puso los brazos a modo cuna sobre su regazo y con cuidado Brian dejó a Lady sobre ellos.
A partir de entonces solo pudo contemplar el entusiasmo del más pequeño, sonriendo como solía hacer antes de la tragedia. Tan puro y tan bonito que le calaba de nuevo en el alma.
-Solo tiene unas pocas semanas.
-¿Cómo se llama? -preguntó mientras con una de sus manos le acariciaba la cabecita.
-Lady -el rubio levantó la cabeza y le miró sorprendido.
-¿Lady?
-Sí -rió -, se lo puso mi tía y la verdad es que le pega -los dos volvieron a mirar a la gatita que se había puesto a morder la manta -, pero puedes cambiárselo si no te gusta.
-¿Por qué lo haría?
-Porque ahora es tuya -entonces Roger dejó de prestar atención a Lady para volver a mirarlo a él y pronto esa sonrisa que había tenido desde que tuvo al animal en brazos había desaparecido.
-¿Mía?
-No quiero que vuelvas a estar solo -admitió tras un ligero suspiro -, con ella sé que no lo estarás y aunque yo vaya a... Bueno, en realidad no sabes lo que pasará en el futuro y quiero que formes un vínculo con ella y que te haga feliz.
-¿Por qué? -volvió a preguntar -, ¿por qué este interés ahora?
Porque te quiero. Lo hice desde el principio y lo haré siempre.
-Porque necesito pedirte disculpas por todo -Roger le observó incrédulo -. Porque he sido un insensible, un cruel, un imbécil, un idiota estúpido que solo mira por sí mismo y por nadie más y no pensé en ningún momento en el daño que podría estar causando -dejó escapar un suspiro de alivio al sentirse mejor soltando todo lo que tenía guardado dentro -. Y lo siento. No te imaginas cuánto.
-¿Y de verdad creíste que un gato iba a solucionar algo? -el rizado sintió un presión en el pecho y negó.
-No, yo... Yo solo quería que tuvieses algo, alguien...
-Vaya -susurró. Lady había empezado a retorcerse nerviosa sobre su regazo, intentando deshacerse de las mantas que la abrigaban.
-Oye, no te preocupes por ella, yo te traeré leche o lo que necesites para alimentarla -Roger no contestó.
Empezó a regañarse a sí mismo internamente por haberle dejado pasar en primer lugar. Ya había cometido ese error una vez y no quería volver a cometerlo pero supo que ya había perdido. Lady le había hecho sonreír y sentirse bien por un momento.
Pero seguía siendo Brian.
-Pues gracias -soltó pasados unos minutos de silencio. Brian le miró sorprendido y ligeramente dolido por la sequedad de sus palabras -, creo que es mejor que te marches ya.
-Roger...
-No quiero escucharte más -con mucho cuidado dejó a Lady a su lado en el sofá y se puso en pie.
Aquello hizo sentir un poco mejor al mayor quien no pudo evitar sentirse satisfecho al saber que Roger se quedaría con ella, que había aceptado su regalo. Pero ese sentimiento desapareció en cuanto la dura mirada de Roger volvió a estar sobre él.
Se puso en pie tragándose los gemidos de dolor.
Brian lo imitó pero más pendiente en que no se hiciera daño.
-¿Hace falta que te acompañe a la puerta?
-No, claro que no... Pero siéntate un rato más, necesito decirte más cosas -Roger soltó un gruñido y empezó a avanzar hacia la puerta como había hecho anteriormente; apoyándose en todo lo que podía.
-Pues no quiero oírlo.
-Vas a tener que hacerlo -siguió sus pasos, permaneciendo a su lado pero sin tocarle, esperando a que en algún momento tropezara y cayera al suelo para poder atraparlo antes. Pero no llegó ni a tropezar ni a caerse.
Abrió la puerta de un manotazo y volvió a mirarle.
-Ya te lo dije la última vez pero parece que voy a tener que repetírtelo. Lo nuestro está muerto, ahora soy yo quien dice no. Vete -señaló la puerta y se mantuvo mirándole con esa intensidad insensible que le hizo tanto daño la última vez. Pero no era sincera. El tembloroso brazo del menor le delataba.
De eso Brian se dio cuenta.
-De acuerdo -caminó lentamente pero paró al llegar al marco de la puerta. Al girarse tomó el pomo pero no se movió, en su lugar miró a Roger y tras aguantarle la mirada unos segundos sonrió.
El menor le observaba con el ceño fruncido y los labios apretados, con las heridas remarcadas en su piel pero haciéndole ver aun así realmente precioso. Roger reaccionó con confusión al contemplar su sonrisa.
-Roger Meddows Taylor, eres tan hermoso y estoy tan terriblemente enamorado de ti que voy a luchar con todo lo que tengo y no voy a parar ni un solo día de mi vida hasta recuperarte.
Esas palabras le dejaron completamente mudo. La sangre se le quedó helada en las venas y el único movimiento que pudo realizar fue abrir ligeramente la boca por la sorpresa.
-Qué pases una bonita tarde, Rog -y dedicándole una última vez más esa sonrisa que dejaba al aire sus preciosos colmillos brillantes se marchó.
Se marchó dejando a Roger totalmente paralizado.
Dejándole con una pregunta clara en su mente.
¿Había dicho que está...?
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