Capitulo 30
Los días pasaban. Uno detrás de otro. Y con la suma de todos ellos ya se había cumplido un mes.
Un mes desde que se sentía la mierda más pesada de todo el universo. Porque al principio de ese mes quiso creer que volvía a estar bien, que la relación con Dylan le estaba otorgando la estabilidad que llevaba buscando toda su vida. Pero era incapaz de seguir engañándose a sí mismo.
Ahora vivía con él, sí, eran pareja, sí, pero no se sentía bien. No sentía que fuera lo correcto. Porque no estaba enamorado y no podía compartir su vida con una persona que no amaba. Y los problemas que acarreaban en Londres desde lo ocurrido en Hole no ayudaba. Si alguien descubriera que los dos era pareja y que vivían juntos... Casi prefería no pensarlo.
Pero lo peor de todo es que sabía perfectamente que su corazón seguía ligado a una persona concreta, ni siquiera parecía que en algún momento dejaría de estarlo. Todos y cada uno de los días pensaba en Brian, le echaba de menos a cada segundo, necesitaba tenerlo a su lado y compartir con él la vida que había soñado desde niño. Pero era imposible, solo se hacía daño pensando en eso una y otra vez cuando en ese mismo momento Brian debería estar pasando uno de los momentos más felices de su vida junto a su mujer.
Pero seguía deseando haber sido él.
¿Qué debía hacer ahora?
No era feliz, estaba solo. Ni siquiera vivía con Freddie. Le veía todos los días, claro que sí, pero hasta su amigo parecía haber encontrado a alguien. Jim era un joven simpático, guapo y agradable. Y Freddie estaba contento por tenerlo en su vida. No sabía si estaba celoso porque alguien le estuviera robando a su mejor amigo, apartándole de su vida poco a poco, pero al fin y al cabo fue lo mismo que hizo él cuando estuvo con Brian. No tenía derecho a quejarse. Así que nunca llegó a hacerlo.
Se sentía solo, infeliz y desgraciado.
Y llegó a la conclusión de que no podía seguir viviendo una mentira, no podía dejar que otra persona viviera en la misma mentira que él había sufrido semanas antes.
-Te noto triste -Dylan apreció por el marco de la puerta de la habitación que compartían e ingresó en ella. Roger estaba tumbado en la cama, con la mirada clavada en el techo y reflexionando sobre todos sus malditos problemas que parecían multiplicarse por montones.
Se encogió de hombros. Sintió el colchón hundirse a su lado y los labios de su pareja dejar besitos suaves en su mejilla. Pero ya no los sentía bien, ya ni siquiera podían llenar el vacío que días antes consiguieron.
-¿Pasa algo? -una de las manos de Dylan se apoyó sobre su estómago y empezó a acariciarlo con lentitud. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo y se levantó para quedar sentado en la cama, no para estar más cómodo, sino como excusa para que Dylan dejara de acariciarle.
El pelirrojo lo imitó y quedó sentando en el borde de la cama, mirándolo fijamente.
-Sí, bueno... -se mordió el labio y suspiró -, algo así.
-Bien, hablemos entonces. ¿Qué ocurre? -Roger tuvo que bajar la mirada al colchón para no tener que observar sus ojos, unos ojos que esperaban pacientes. Soltó un suspiro, no sabía muy bien cómo empezar.
-Es que... Es algo que llevo pensando durante varios días.
Cualquiera pensaría que con aquellas palabras el significado ya estaba claro, al fin y al cabo era todo lo que se decía antes de romper con alguien, pero Dylan, debido a su expresión de confusión, no parecía entenderlo del todo. O en realidad lo que no quería era entenderlo.
-¿El qué? ¿Qué has pensado?
Roger tardó unos segundos en responder. Llegó a la conclusión de que a lo mejor dejar a su pareja sobre la cama que compartían no era del todo apropiado, por lo que decidió ponerse en pie y tomar la mano del mayor.
-Ven.
Dylan se dejó guiar.
Ambos salieron de la habitación y avanzaron hasta el pequeño salón en el que tomaron asiento sobre el sofá. Roger se mantuvo nervioso durante un rato. Nunca había tenido que cortar la relación con alguien, más bien lo habían hecho con él pero prefería no pensar en esa persona en ese momento. Y cuando levantó la mirada para observar sus ojos, supo que le costaría más de lo que imaginó.
Dylan le observó restregar las manos en sus pantalones con nerviosismo, como intentando distraerse con algo.
-¿Tan malo es? -preguntó, aunque la expresión y los movimientos de Roger delataban la respuesta.
-No tiene por qué, es decir... -tragó saliva y suspiró. Empezaría de nuevo -. Verás Dylan... No creo que esta relación nos esté yendo bien a los dos.
Aquellas palabras las dijo tan inesperadamente y directas que el mayor se tuvo que tomar unos segundos para digerirlas bien. Roger le observó parpadear y apartar la mirada para pensar, como si no se creyera lo que había dicho, o más bien como si no quisiera aceptarlo.
Volvió a mirarle.
-¿Qué?
-Lo siento, sé que te has portado muy bien conmigo todo este último mes y siempre estaré muy agradecido, pero no puedo... yo... -no supo cómo decirlo. Obviamente había una razón concreta para todo eso pero le costaba demasiado formularla con palabras.
-¿Por qué me estás diciendo todo esto ahora?
-Mejor ahora que más tarde -suspiró -, créeme -la expresión de Dylan era imperturbable. Estaba serio pero no parecía enfadado, de hecho se veía mucho más tranquilo de lo que Roger pensó que estaría. Imaginó que probablemente le intentaría rebatir, que le insultaría o incluso gritaría. Pero no.
Estaba inexpresivo.
-¿Qué te hace pensar que esto no funciona? -preguntó pasados unos cortos minutos de silencio -. Creía que éramos felices.
Roger dejó escapar una diminuta sonrisa sarcástica, sin gracia, porque el que hubiera estado ese mes con Dylan bastante a gusto no significaba que hubiera sido feliz. No lo era. Desde hacía tiempo no era feliz y en realidad agradeció su buena forma de camuflarlo.
-No puedo -dijo -. No puedo ser feliz estando enamorado de... otra persona.
Cuando volvió a mirarle, la expresión de Dylan seguía siendo rígida, pero en esa ocasión había algo que Roger no podía ver. Los puños apretados a cada lado de su cuerpo, la ira que comenzó a acumularse dentro de su pecho, pidiendo a gritos explotar. Si Roger se hubiera percatado de eso ya se habría levantado para marcharse, pero tan solo se quedó observándole.
-Otra persona -repitió Dylan entre dientes. Ese fue el momento en que Roger notó el cambio, un cambio que no le dio muy buena espina. Pero intentó relajar el ambiente mostrando una pequeña sonrisa tranquila aunque triste.
-Lo siento, pero no puedo estar contigo si no es a ti a quien amo, no puedo hacerte lo que él me hizo a mí. No sería justo conmigo mismo ni contigo -con su mano tomó una de las de Dylan, haciendo que el pelirrojo aflojara los puños y entrelazara los dedos con los suyos -. Créeme, es mejor así. Y ahora que te conozco mejor quizás podamos seguir siendo amigos.
Silencio. Era la única respuesta que pudo obtener. El silencio absoluto y malditamente firme de Dylan quien no se movió ni un ápice, manteniendo la mirada fija sobre Roger. Tal era así, que el menor comenzó a angustiarse un poco debido al agobio que aquello le hizo sentir. Tragó saliva e intentó volver a sonreír. Quiso soltar la mano del mayor pero él no le dejó, afirmándola con un poco más de fuerza con la suya.
-Por favor, di algo -pidió. Eso solo consiguió que Dylan parpadeara y que bajara la mirada a sus manos. Tenía el ceño ligeramente fruncido, como si estuviera pensando a una velodidad muy grande. Roger sintió la necesidad de descubrir sus pensamientos, aunque muy probablemente no serían de su agrado.
-Estás rompiendo conmigo -susurró. Dylan quiso realizar aquello como una pregunta, pero al final resultó siendo una afirmación. Porque, en efecto, eso es lo que estaba pasando.
Roger odió esas palabras, pero después de dejar escapar un pequeño suspiro asintió con resignación.
-Sí -dijo. Dylan seguía sin mirarle -. Lo siento.
-Tú viniste a buscarme.
Roger recibió esas palabras como una patada más a sus sentimentos. Porque eran ciertas. Al fin y al cabo fue él quien vino a casa de Dylan a iniciar lo que había perdurado hasta ese momento.
Volvió a asentir.
-Sí.
-Tú quisiste todo esto.
-Sí...
-Y ahora lo quieres mandar todo a la mierda -sentía que su mano cada vez era apretada con más fuerza. Quiso soltar un quejido de dolor pero prefirió morderse la lengua.
-No es así, y lo sabes -Dylan volvió a mirarle. En esta ocasión su expresión era seria pero su mirada sí conseguía reflejar algo, algo que a Roger le costaba demasiado descifrar.
Pronto y para su sorpresa, el agarre tan fuerte que se mantenía sobre su mano se aflojó. Aquello le dio la libertad y tranquilidad para apartar la mano con disimulo y acercarla a su regazo. Dylan seguía mirándole, pero en esta ocasión parecía perdido.
-Creo... -comenzó -, creo que será mejor que te deje a solas -ni siquiera pensó en las pocas perteniencias suyas que quedarían en esa casa. Tenía la urgente necesidad de salir de allí. De nuevo estar a solas con Dylan no le parecía una buena idea, y menos estando el joven como estaba. Parecía que en cualquier momento fuera a cometer un asesinato.
Al no recibir respuesta de su parte, Roger se puso en pie. En esta ocasión Dylan mantuvo la mirada en el hueco del sofá que había dejado libre.
Intentó caminar rápido hasta la puerta pero en silencio para no perturbar los pensaimientos del contrario. Tan solo le quedaban unos pocos metros para llegar a la puerta cuando la voz de Dylan le hizo detenerse.
-Espera -no le hizo falta darse la vuelta para saber que se había levantado del sofá y que se estaba acercando a él. Roger se mantuvo recto y giró levemente el cuerpo para verle acercarse.
La expresión en el rostro de Dylan se había suavizado, casi tanto como durante todo ese mes que habían pasado juntos. Parecía incluso sentir lástima por él, y un deje de cariño asomaba por su mirada. Roger se tranquilizó y no se alejó cuando Dylan llegó hasta él.
-Pensémoslo juntos, ¿quieres? -tomó uno de sus mechones rubios y lo acarició, peinándolo con sus dedos mientras acercaba el rostro al del menor, tanto que sus respiraciones chocaban entre ellas.
-No hace falta pensar más -musitó. Dylan estaba increíblemente cerca, sintió una mano posarse en su espalda baja para acercarlo a él, haciendo que sus abdómenes se tocaran. Siguió acariciándole el pelo durante unos segundos hasta que el tacto llegó a su mejilla.
-Sí hace falta. Estás estresado, eso es todo -habló en voz baja contra sus labios -. No piensas con claridad, ¿por qué no mejor vamos a la cama y descansamos un rato? Quizás mañana tengas las ideas más claras.
Dylan rozó con sus labios los del menor, lo hizo por su mejilla y bajó por línea de su mandíbula hasta el cuello, en el cual comenzó a dejar simples besitos, cortos y castos. Pero sabía perfectamente que aquella era la perdición de Roger, y lo verificó aún más cuando escuchó unos ligeros suspiros.
Roger sabía que sus ideas no necesitaban aclararse, llevaban claras mucho tiempo. Pero estaba tan necesitado de atención, de amor y roce, que por un momento no puedo pensar con claridad. Dejó que Dylan le acariciara con las manos como y donde quisiera y que sus labios repartiesen besos por toda la piel de su cuello, erizándola.
-Ahora dime esto -continuó Dylan sin dejar de darle esa atención -. ¿De verdad piensas dejarme por Brian? ¿Acaso él te hace sentir lo mismo que yo? -metió las manos bajo su camiseta y empezó a acariciar su espalda, a clavar las uñas en ella -. ¿Brian te hace gemir tan alto como lo hago yo?
Todas esas preguntas invadieron los pensamientos de Roger, atormentando el disfrute que pudiese haber estado sintiendo esos últimos minutos. Y le hicieron comprender. Le hicieron darse cuenta de la realidad.
-No -intentó hablar lo más firme que pudiera. Intentó alejarse pero Dylan no le dejaba, es más, le apretaba aún más fuerte contra él.
-Él jamás te hará sentir lo que yo te hago sentir. No lo conseguirá nunca. No te conseguirá -hablaba y hablaba. Dylan hablaba de cosas que para Roger ya no tenían sentido. Solo escuchaba el nombre de Brian salir de sus labios una y otra vez. Haciéndole entender una cosa clara.
-Dylan, para -intentaba alejarle. El pelirrojo le rodeaba con sus brazos, haciendo que su vientre rozara con el bulto de sus pantalones. Y por primera vez en mucho tiempo aquello le causó un desagrado atroz -. ¡Para!
Pero no paraba.
Seguía mordiendo y chupando su cuello, a veces llegando incluso a hacerle daño.
-No lo conseguirá, Roger. Él no te quiere -dijo y alejó la cabeza para mirarle. Roger pudo ver en su mirada la auténtica ira y descontrol. Y sintió miedo -. ¡No te quiere! -gritó -. ¡Si lo hiciera no te habría hecho lo que te hizo! ¡No te quiere! ¡Jamás lo hizo y nunca lo hará!
No sintió las lágrimas empezar a acumularse en sus preciosos ojos porque le dolor no le dejaba percibirlas. Él sabía que esas palabras eran ciertas, que Brian jamás le había querido, pero que se las dijeran con tanta claridad y crueldad al mismo tiempo le hacían sentirlas de sobremanera. Tanto que quemó por dentro.
-Y Freddie ya tiene a otra persona -continuó sin siquiera importarle la expresión de dolor que el más pequeño reflejaba -. Ahora no tienes a nadie, Roger, solo a mí. Así que si no quieres quedarte completamente solo, cállate y haz todo lo que yo te diga.
Dylan no esperó un segundo más para estrellar sus labios con los contrarios en un beso que Roger no tenía la fuerza de seguir. Se dejó hacer, porque las palabras se repetían dentro de su cabeza una y otra vez, en coro y en repetición. Atormentándolo y torturándolo. ¿Y si eran ciertas? Eran ciertas. Ya no tenía a nadie, ¿de verdad quería quedarse solo de nuevo?
No lo soportaría más.
Pero tampoco creía poder soportar la humillación de ese momento, cuando sintió la mano de Dylan colarse dentro de sus pantalones al mismo tiempo que lo hacía su lengua dentro de su boca. Fue entonces cuando la rabia superó al dolor, cuando la fuerza superó a la debilidad forzándole a hacer lo siguiente que hizo.
Dylan gritó con una fuerza casi dolosa para sus oídos cuando sintió los dientes del rubio enterrarse en su lengua. Mordiéndole y prácticamente desgarrando la piel de esta, haciendo que al instante el inconfundible sabor metálico de la sangre se confundiese entre las salivas de ambos.
Entonces Roger lo soltó con un empujón.
Ambos se alejaron con un traspiés y Roger tropezó cuando la alfombra pareció enredarse entre sus pies, haciendo que cayera de espaldas. Observó a Dylan quejarse y escupir sangre. Roger soltó un escupitajo y se limpió los labios con la manga de su camiseta, mirando a Dylan con auténtico odio.
-No vuelvas a tocarme.
Aquellas palabras parecían tener una amenaza implícita dentro de ellas. Dylan le miró con los ojos inyectados en sangre. Temblaba. Pero temblaba de auténtica rabia, como si fuera un perro salvaje a punto de lanzarse sobre su presa. Y Roger sintió miedo, pero lo último que hizo fue reflejarlo.
Pero algo le descuadró.
Dylan empezó a reír.
No era una risa auténtica, claramente era forzaba, pero era tan tétrica y casi robotizada que Roger no pudo evitar sentir un escalofrío recorrerle el cuerpo. Permaneció inmóvil sobre el suelo, temiendo que al más mínimo movimiento Dylan se lanzara sobre él.
-Atrévete a salir por esa puerta -dijo y señaló la misma con la mano manchada de su propia sangre. La risa había cesado, ahora solo mantenía una sonrisa cínica que le daba a entender que la cosa no había acabado ahí -. Vamos. Vete.
Lo meditó durante unos segundos. Temía el hacerlo, pero lo último que quería era permanecer en ese sitio un minuto más, por lo que se puso en pie. Sabía que tenía la mirada del contrario sobre él, era evidente, la sentía, pero quería irse.
Y como quería hacerlo corrió hasta la puerta. Estaba tan desesperado que ni siquiera escuchó los pasos apresurados correr tras los suyos. Solo supo que alguien estaba detrás de él cuando llegó hasta la puerta, cuando su cabeza fue empujada con una fuerza inmensa, haciendo que esta se estrellara contra la madera provocando el sonido de un golpe atroz.
Por un momento creyó perder la conciencia. Sintió su cuerpo caer como un peso muerto sobre el suelo y todo empezó a darle vueltas. La vista se le había vuelto totalmente negra, no distinguía nada tanto física como psicológicamente. Se sentía perdido y en otra órbita.
Tuvo que vivir ese infierno durante unos minutos. Soportar la presión que se mantenía en su cráneo y agonizar en silencio. Se deslizó sobre el suelo, llevándose las manos a la cabeza y se hizo una bolita sobre él. Aguantó así hasta que la realidad poco a poco comenzó a aclararse frente a él. De pronto sintió un dolor insoportable en su cabeza, entre la frente y el cuero cabelludo. Un dolor que le hizo soltar un gemido lastimero. Abrió los ojos y visualizó delante de él unos pies que caminaban nerviosos de un lado a otro de la habitación.
Roger tenía los ojos húmedos, las náuseas le dieron la necesidad urgente de vomitar, pero debido a que no tenía nada en el estómago no pudo hacerlo. Con sus dedos palpó algo en su cabeza, justo donde comenzaba a crecer el pelo. Algo viscoso e hinchado que escoció al tacto. Al mirarse los mismos vio que estos tenían sangre.
-No tienes idea de lo que has hecho, Roggie -escuchó una voz que parecía venir de la lejanía. Prácticamente no reconocía lo que le decía y mucho menos le prestaba atención. Sentía la cabeza hinchada, ardiendo y a punto de explotar -. Pero hay una cosa que tiene que quedarte clara.
Los pasos que hasta ese momento habían sido nerviosos se acercaron a él. Dylan se agachó de modo que Roger pudiese mirarle a los ojos. Pero el rubio parecía ido, más fuera de ese universo que dentro, y aun así Dylan habló:
-Si no estás conmigo, no vas a estar con nadie.
Roger volvió a gritar cuando Dylan le hizo levantarse tironeándole del pelo. Después de eso lo recordaba todo muy oscuro, solo percibía dolor y humillación.
Una humillación que solo estaba por comenzar.
°°°
John no era tonto. Sabía cuando las cosas no iban bien y sobre todo si el protagonista del momento fuera su mejor amigo. Y lo supo desde hace tiempo solo que le costaba demasiado aceptarlo. Al menos en ese momento reconocía la razón exacta por la que Brian actuaba como actuaba últimamente.
Repito; no era tonto. Y su amigo tampoco es que fuera el mejor actor de los tiempos.
Porque desde la boda no era mismo, incluso desde antes, pero desde que se casó todo había empeorado desmesuradamente. ¿Y quién sería al razón de todo aquello? Un chico rubio al que no había soportado desde el primer día que lo vio.
Y sí. Un pobre y un hombre. El pack completo de razones por las que sus padres odiarían al rizado. John jamás había aceptado la homosexualidad. Prácticamente era un tema que desde pequeño le habían intentado esconder y de si por casualidad alguien lo mencionaba, no era para decir algo positivo realmente. De hecho, odiaba que su amigo lo fuera. Pero no odiaba a Brian y jamás podría hacerlo, menos por algo como eso.
Porque sabía que su amigo sentía algo muy fuerte por ese chico. Era obvio. Bastaron meses de preguntas y frases referidas a Roger para darse cuenta de la verdad. La verdad que, a pesar de que no le gustara, tendría que aguantar y apoyar para ver feliz a su amigo.
Quizás si conseguía algo, lo más mínimo, incluso que Roger y él volvieran a ser al menos amigos... Brian volviese a ser quien era. Solo tenía que intentarlo y estaba dispuesto a hacerlo.
Por esto no tardó en llegar a Smithfield, tampoco tardó en ingresar en el famoso mercado protagonista de numerosos altercados. Y divisó a lo lejos la cabeza de una persona conocida. No era Roger, pero era la única persona que podía llevarlo hasta él.
Por lo que avanzó hasta el puesto con elegancia, ignorando las miradas de la gente a su alrededor y sonriendo forzudamente cuando la mirada de Freddie se puso sobre la suya.
El mayor rodó los ojos al verle y le susurró algo al oído a una persona que tenía al lado. Ese chico rió un poco, ganándose un golpecito juguetón por parte del moreno.
-Hola, Freddie -hoy quería ser amable. Realmente también se sentía un poco avergonzado por cómo los había tratado la última vez, pero eso no lo diría en voz alta.
-Hola, chico raro -Jim rió a su lado y negó con la cabeza.
-¿Qué tal? Soy Jim -alargó la mano para estrechar la de John, quien no dudó en aceptar el gesto.
-John.
-Vaya, ¿hoy vienes simpático? -el aludido ignoró cualquier comentario negativo que se le pasó por la cabeza para contestarle.
-Algo así.
-Sigues siendo hombre de pocas palabras y eso me pone histérico, ¿qué quieres?
John dejó escapar una pequeña risa y miró a Jim, quien se compadeció de él con la mirada de un modo gracioso.
-Seguramente te suene raro y empieces a actuar como una madre tigresa que quiere proteger a su cachorro -Freddie lo miró raro y la expresión le hizo gracia, pero continuó -. ¿Pero dónde está Roger?
-¿En serio? ¿Otra vez?
-Necesito hablar con él.
-Bueno, pues lo siento pero no -quiso continuar con lo que había estado haciendo pero la mirada insistente de John no se lo permitió -. Vas a hablarle de Brian y estoy hasta los cojones de ese tío. No voy a dejar que le hagáis más daño.
-Freddie, mira, entiendo lo que dices pero...
Un grito.
Pero no fue un grito de miedo, dolor o susto. Sino las palabras de un hombre siendo pronunciadas en voz alta, con rabia e ira. Mientras arrastraba a otra persona del pelo por la calle principal del mercado.
Y solo hicieron falta las siguientes palabras para que volviera a desatarse el caos en aquella plaza.
-¡Aquí tenéis a otro puto marica!
•••
Sí, ehm... Lo siento. Bueno, holi.
¿Calma? ¿Paz? ¿Tranquilidad? Yo no incluyo esas palabras en mi diccionario.
Este precioso y feliz capítulo, lleno de amor, cariño y tranquilidad emocional se lo dedico a DannyRP3101 , una persona muy linda que hizo un edit muy lindo de esta historia y que solo tiene palabras bonitas para decir❤️
Muchísimas gracias por continuar leyendo esta locura que se me ocurrió hace unos meses, sois demasiado bonitos✨
Se aproximan cosas emocionantes...
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