Capitulo 24

Ese dolor. Ese dolor agudo en el pecho que apenas le dejaba respirar, que apenas le dejaba sostenerse porque era demasiado intenso. Demasiado fuerte y demasiado insoportable. Era un dolor horrible. Y bien es cierto que Roger había sufrido mucho en su vida, había vivido cosas muy dolorosas. Las peores fueron la muerte de sus padres, uno de ellos ante sus ojos, ¿y qué dolor hay más grande que el de ver morir a tus padres? No lo hay, quiso creer que no lo había al menos, pero eso lo que pensaba antes de ese fatídico día.

Lo que sentía ahora era diferente. Sí, dolía, pero era distinto. La muerte de sus padres era algo que, lamentablemente, no le pilló por sorpresa. Estuvo preparándose mentalmente para ello durante meses, años incluso, pero no para eso. Lo que acababa de presenciar había sido completamente inesperado. ¿Cómo podría habérselo imaginado antes? ¿Cómo, si Brian se había atrevido a mentirle con una repugnante naturalidad, provocando que se creyese todas sus crueles mentiras?

¿Cómo? Que alguien se lo explicase porque de verdad que él no encontraba respuesta.

Y tan solo habían pasado unos pocos minutos. Solo le había dado tiempo a girar la esquina de la calle para que no pudieran verle, para que no pudieran presenciar cómo se derrumbaba. Cómo caía hecho pedazos al igual que su corazón. Y estuvo a punto de hacerlo. Tuvo que acercarse a la pared para apoyarse en ella pues sus piernas eran un desastre en temblores descontrolados. Todo su cuerpo estaba siendo víctima de todas esas incontroladas sacudidas, y el llanto y los sollozos no ayudaban.

No veía porque tenía los ojos cubiertos en un mar de lágrimas, no enfocaba pero tampoco tenía intención de abrir los ojos que había cerrado nada más apoyarse en la pared. Le costaba respirar. Seguía sintiendo esa asfixia tan agobiante, tan pesada y tan tortuosa.

Siguió llorando.

Le pareció haber estado así durante horas, pero no, pronto sintió unas manos sobre sus hombros que lo sacudían con lentitud, intentando despertarlo de la nube de dolor que le mantenía retenido. Esas mismas manos le sacudieron el rostro, apartando sin resultado las lágrimas que descendían por él sin descanso, unas detrás de otras, como un río caudaloso. También sentía que lo llamaban. Escuchaba su nombre ser pronunciado en la lejanía pero de nuevo parecía estar sumido en su propia inconsciencia, una inconsciencia que solo era perturbada por la imagen de dos personas que le había hecho mucho daño. Un hombre y una mujer. De negro y blanco. En una iglesia. Felices. Casados.

Y solo entonces, cuando su garganta dejó escapar otro doloroso sollozo pareció volver a la realidad. Al abrir los ojos se encontró con la mirada preocupada de Dylan sobre la suya. Acariciándole las mejillas en un vago intento por calmarlo, pero no lo consiguió.

-Rog -el pelirrojo pudo comprobar cómo los ojos del más pequeño volvían a inundarse en lágrimas, si es que eran capaces de acumular más. Se le partió el alma. Sabía que enseñarle aquello le haría daño, el gusto que esos dos jóvenes se sentían mutuamente era más que evidente, pero jamás llegó a pensar que Roger acabaría tan dolido. Eso le dio a entender que no era simple gusto lo que ambos se tenían. Había más. Mucho más -. Oye, cálmate.

Roger no pudo hacer otra cosa que no fuese negar. Llevó sus propias manos hasta sus ojos y los restregó con fuerza. Quería dejar de llorar, se sentía estúpido, pero no podía. Y el simple hecho de intentar frenar su llanto solo consiguió agravarlo.

-Fred -su voz se escuchó increíblemente débil y baja. Un nombre pronunciado entre respiraciones entrecortadas y lamentos.

-¿Qué?

-Freddie -dijo más alto y apartó las manos de su rostro para mirar al otro -. Quiero ir con Freddie -su voz volvió a romperse con la mención del nombre de su mejor amigo. Cerró los ojos y volvió a llorar desconsolado. A estas alturas Dylan ya no sabía muy bien qué hacer, así que hizo lo que pensó que era mejor en ese momento.

Acercó a Roger hacia él y le rodeó con sus brazos, abrazándolo con fuerza, transmitiéndole todo su apoyo y cariño. El rubio no se alejó. Escondió el rostro en su cuello y siguió llorando, repitiendo una y otra vez el nombre de su amigo. Pero ni siquiera sabía lo que decía. Repetía ese nombre pero su mente volvía a estar ausente, recordando todo lo que había sucedido en menos de cinco minutos. El dolor que había sentido y que aún seguía sintiendo.

-Vamos, ven -Dylan le susurró al oído y se apartó un poco. Pero Roger no dejaba de apretarle contra él, pidiéndole que no se alejase, que no quería quedarse solo. Y no lo hizo.

Se mantuvo pegado a él durante todo el trayecto. Acariciándole la espalda y susurrándole palabras al oído a las cuales Roger no les prestaba la más mínima atención. Él solo se lamentaba y lloraba, pero sus sollozos habían disminuido en intensidad y cantidad. Ahora solo lloraba en silencio.

Roger ni siquiera sabía a dónde se dirigían. No se percató de cuando Dylan abrió la puerta de un edificio desconocido, haciéndose a un lado para dejarlo pasar primero, ni tampoco cuando volvió a abrir una segunda puerta.

Era una casa. Una casa en la que nunca había estado. Un poco más grande que la suya pero con una estética parecida. Pero realmente él lo veía todo en penumbra a pesar de que la ventana estuviera abierta y no tuviera cortinas. Todo estaba oscuro, todo era aburrido y todo estaba triste. Las paredes lloraban, los muebles lloraban, el suelo lloraba. Y Roger también lloraba. No podía dejar de hacerlo.

-Ven, siéntate aquí -Dylan lo guió unos pasos hasta que Roger quedó sentado en un sofá blandito. Tomó una manta que estaba sobre una silla y se la ofreció -. ¿Tienes frío?

Negó.

Lo último que tenía era frío. La sensación de calor ardiente que le había estado acompañando desde el parque era lo único que estaba presente en su cuerpo. Aunque no asociaba ese calor a las frescas temperaturas de Londres, desgraciadamente.

 -No, claro que no -volvió a dejar la manta a un lado y le acarició la mejilla con una mano -, en seguida vuelvo, ¿vale?

Rápidamente desapareció tras una puerta contigua a la sala en la que se encontraba. Pero no miró y tampoco prestó atención.

Roger tenía la mirada perdida a través de la ventana, contemplando los edificios y la calle, al tratarse de un bajo. Pero no era eso en lo que pensaba.

De nuevo ese dolor.

Las lágrimas que durante un solo minuto le habían proporcionado una pequeña tregua habían vuelto a acumularse en sus ojos. Unos ojos que estaban irritados, escocían, al igual que lo hacía sus coloradas mejillas. Unas mejillas que volvieron a empaparse enseguida. Todo gracias a un llanto completamente silencioso.

Recordó a Brian. Recordó a Elizabeth.

Elizabeth.

Hasta su nombre era precioso. Esa chica era preciosa, guapísima, perfecta. Era una mujer y tenía dinero, tenía futuro. Tenía un vientre que podía otorgar hijos. Y tenía la aprobación de la sociedad. Lo tenía todo, ¿pero él qué tenía? No tenía nada, nunca lo había tenido. Solo traía problemas y tristeza tras su espalda, pobreza y desprestigio, ataques e insultos. Infelicidad. Solo tenía eso.

¿Acaso había sido imbécil? ¿De verdad había pensado todo este tiempo que Brian lo elegiría a él sobre todas las cosas tan maravillosas que podría tener? ¿Sobre todas esas ricas y bellas mujeres? Pero la mentira... La mentira tan despiadada de la que había sido víctima.

Entonces todo había sido mentira. Le dijo que le amaba... Roger le amaba, se lo dijo, fue sincero. Pero Brian jamás le había amado a él. Había sido un simple juego, un experimento, una broma o una burla, quizás una apuesta. Podía haber sido cualquier cosa menos la verdad. Todo era mentira, todo había sido una mentira, nada había sido cierto. Nada. Las miradas, las palabras, las caricias. Nada era cierto. Todo era falso. Todo menos su dolor. El dolor que le había quedado por descubrir todo de la peor manera posible.

¿Acaso no iba a decírselo nunca?

El dolor. El maldito dolor que no le dejaba en paz. Que le obligaba a respirar con dificultad, a mantener un llanto incesante, a temblar ante el recuerdo de lo sucedido. A todo eso y más. No creía llegar a soportar todo eso nunca, era demasiado, era insoportable.

Y sin embargo así se sentía. Así se sentía el que te rompieran el corazón por primera vez.

Preferiría no haberse llegado a enamorar nunca.

Escuchó unos pasos acercarse de nuevo pero incluso eso no consiguió distraerlo. Dylan dejó una taza de té humeante sobre la mesa de centro y se sentó a su lado. Había observado de nuevo la expresión de Roger, las lágrimas que sentía como lava abrasarle la piel. Sacó un pequeño pañuelo de tela del bolsillo y comenzó a limpiarle esas lágrimas con delicadeza.

Solo en ese momento Roger pareció volver a entrar en razón. Lo miró con esos ojos azules que por primera vez no brillaban.

-Te he hecho té -señaló la taza -. Deberías beber, te relajará -pero Roger no se movió en un principio. Bajó la mirada y empezó a jugar con sus manos. Dylan se removió incómodo. No sabía muy qué hacer o qué decir. No quería cagarla y el rubio parecía que en cualquier momento y con cualquier movimiento brusco se rompería del todo.

Pero no hizo falta decir nada. Solo un poco más tarde Roger entró en razón y llevó su mano temblorosa hasta la taza la cual tomó entre sus dedos. El trayecto hasta sus labios fue algo tenso pues parecía que en cualquier momento el té acabaría siendo derramado por todas partes, pero eso no sucedió y Roger pudo beber con tranquilidad.

Volvió a dejar la taza sobre la mesa y se acomodó en el sofá. Se sorbió la nariz y volvió a mirar al joven que en ningún momento había dejado de contemplar sus movimientos.

-Gracias -dijo bajito.

-No tienes que darlas -mostró una media sonrisa -. Sabes que me preocupo por ti -Roger asintió aunque sin estar plenamente convencido. Ya no sabía si creer en las palabras de la gente, prefería no confiar en nadie, y la única persona en la que seguía confiando era Freddie -. Entonces, ¿estás un poco mejor?

Roger tardó en contestar. Su primera opción de respuesta era negativa pero no quiso decirlo, no quería hacer sentir mal a Dylan o que se preocupase por él más de lo que ya decía estar. Se sentía una carga. 

Se encogió de hombros.

-Bueno -el mayor soltó una pequeña risa -, supongo que eso es mejor que un no rotundo.

Dylan creyó ver cómo la comisura de los labios del otro se torcía en una diminuta sonrisa. Ese gesto le hizo sentir feliz y más tranquilo.

Pasaron unos nuevos minutos en completo silencio. Roger volvió a beber de su taza para mantenerse distraído. Lo bueno es que el llanto había cesado por completo, aunque eso quizás era debido a que se había quedado completamente seco y ya no le quedaban lágrimas que derramar.

-¿Quieres hablar de lo que ha pasado? -preguntó Dylan de repente. Roger lo miró sorprendido pero al segundo esa sorpresa se vio interrumpida por el dolor que ya comenzaba a ser tan reconocible y familiar. Un nudo se le había formado en la garganta y tuvo que clavarse las uñas en las palmas de las manos para no gritar de rabia -. Siento si he sido muy brusco -se disculpó -, pero a lo mejor te viene bien hablar de ello.

-No, es que... -comenzó pero al no encontrar palabras negó con la cabeza y cerró los ojos. Intentó mantener la respiración regular que había conseguido alcanzar en los últimos minutos, no quería volver a llorar. No le apetecía llorar más.

-Lo siento -tras esas dos palabras Roger abrió las ojos y lo miró confundido -, quizás no debería habértelo mostrado. Mírate ahora.

Roger negó con la cabeza.

-No -dijo y Dylan levantó la cabeza para mirarlo pues hasta ese momento se había mantenido con la mirada pegada al suelo -, te lo agradezco. Ahora que lo pienso... -tragó saliva y suspiró. Le costaba demasiado hablar del tema -, me siento un tonto por no haberme dado cuenta. Gracias por enseñármelo y permitir que dejase de ser el juguete de un imbécil.

-Te dije que un hombre así no es de fiar -dijo entonces. Roger volvió a mirarle pero esta vez menos conforme -, que la gente como tú y como yo no les interesamos, les importamos una mierda. Y tú te has dado cuenta de la peor forma posible.

-De todas formas -Roger alzó un poco la voz. Incluso Dylan se sintió un poco confundido, parecía como si el chico no quisiera hablar de la relación que hubiese tenido o no con Brian -, ¿por qué le conocías? -preguntó -. En ningún momento te dije su nombre.

-Tranquilo -mostró una sonrisa para no alterarlo -. No pienses que estoy loco o algo. Un día me crucé con él y me lo dijo, solo tuve que hablar un poco con él y atar cabos para saber que era el chico del que me hablaste.

-¿En serio? -asintió -, ¿y te dijo que estaba...?

-¿Comprometido? -terminó por él. Roger volvió a sentir esa presión tan pesada en el pecho al escuchar esa maldita palabra. Comprometido -. Que va. Unos días más tarde le vi con esa joven salir de un restaurante -Roger solo asintió. Tenía ganas de volver a llorar. 

Días. Brian le había estado engañando durante días; semanas. Y seguramente tenía pensado hacerlo durante meses, si él no lo hubiera llegado a descubrir puede que incluso años. ¿Qué pretendía? ¿Que fuera un simple y sucio amante para entretenerse cuando su mujer no estuviera en casa?

-Hey -Dylan chascó los dedos ante sus ojos llamando de nuevo su atención -. No sigas martirizándote. Nada de esto es tu culpa.

-No -lo miró con rabia. Una rabia que no iba dirigida especialmente a él -. Sé perfectamente que mía no es -suspiró y se restregó las manos por la cara -. Quiero ir a casa.

-¿Ahora? Es tarde. Puedes quedarte aquí si quieres, te dejaré mi cama si hace falta.

-No -lo interrumpió y se puso en pie. Dylan lo imitó -. Me quiero ir ya.

-Roger, ya es de noche, ¿de verdad piensas que te dejaré caminar solo a estas horas y en el estado en el que estás?

-Estaré bien. He caminado en peores condiciones a casa -comenzó a caminar hacia la puerta y Dylan suspiró debido a su tozudez.

-Al menos deja que te acompañarte -se acercó y Roger lo miró con una ceja alzada -. Y sabes perfectamente que no evitarás que vaya contigo.

Supo que era cierto y sinceramente tampoco tenía ganas de contradecirle e iniciar una pelea que no le apetecía llevar a cabo. Así que tan solo asintió y abrió la puerta para salir.

El camino a casa fue silencioso y tranquilo. Ninguno sabía qué decir, aunque Roger en lo último que pensaba era en sacar un tema de conversación. Sentía que jamás podría olvidar ese día, ese momento. Pensaba en él a cada segundo y eso que había pasado una hora o poco más desde lo sucedido.

Pero ya lo sentía eterno.

Ese dolor no se iría tan fácilmente. Dudaba en que se fuese a ir en algún momento de su vida.

La casa de Dylan quedaba a unos veinte minutos de la suya por lo que no tardaron mucho en llegar. Al entrar en el edificio Dylan siguió los pasos del menor por las escaleras hasta la quinta planta.

A medida que subía los escalones, Roger sentía de nuevo un peso muy grande sobre sus hombros, su respiración comenzó a acelerarse otra vez pero no por el esfuerzo de subir las escaleras, sino porque a medida que se acercaba a su amigo sentía la realidad volver a golpearle con fuerza. Cuando llegaron a la quinta planta los ojos comenzaron a picarle, las lágrimas estaban regresando. Dio unos golpecitos a la puerta con los nudillos.

Dylan lo notó y estuvo a punto de decir algo pero la puerta se abrió justo en ese momento y la figura de Freddie con el pijama puesto y el rostro reflejando sueño se presentó frente a ellos.

Al moreno ni siquiera le dio tiempo a decir hola, o preguntar algo, o incluso mirar a Dylan con mala cara pues al instante Roger se lanzó a sus brazos. Hundió la cabeza en el hombro de su amigo y empezó a llorar otra vez, mucho más sofocante que antes, más desgarrador.

A Freddie no le quedó más remedio que rodearle con sus brazos y apretarle contra su cuerpo. Estaba sorprendido, en shock, pero entonces miró a Dylan y su rostro cambió a uno completamente encolerizado. Abrió la boca y estuvo a punto de dedicarle mil insultos y amenazas pero Dylan se adelantó.

-¡Antes de que digas nada! -alzó las manos a modo de paz. Freddie esperó a que continuara, con Roger aún llorando entre sus brazos mientras observaba al pelirrojo con desconfianza y enfado -. No ha sido culpa mía, ¿vale? Él te lo contará -señaló al rubio -, yo solo lo acompañé a casa.

-Espero por tu bien que sea cierto -dijo cortante -. Y ahora lárgate.

-Vale, pero deja que... -no dio tiempo a que terminara de hablar. Roger era mucho más importante que escuchar a semejante ser humano así que le cerró la puerta en las narices ahogando sus palabras tras la misma.

-Anda, ven -con dificultad, pues Roger no pretendía separarse ni un centímetro de él, hizo que ambos caminaran hasta el sofá donde acabaron sentados -. Tranquilízate, por favor.

Pero no se tranquilizaba. Freddie le acariciaba la espalda y el pelo mientras le mecía un poco pero no conseguía nada. Roger sollozaba contra su camiseta, empapándola con lágrimas saladas, estrujaba su cuerpo entre sus brazos, apretándole la espalda con las manos. Le hacía un poco de daño pero no se quejó, tampoco se movió. Supo que el dolor de su amigo estaba a años luz de parecerse al que le hacía sentir en esa parte de su cuerpo.

-Me estás preocupando mucho, cariño -por un momento se sintió desesperado. No sabía qué hacer. Estaba empezando a pensar que Roger se ahogaría con la cabeza tan enterrada en su pecho y respirando tal y como respiraba.

Estuvieron así durante unos minutos que para Freddie fueron eternos.

-Por favor, háblame -con un poco de fuerza obligó a que Roger se alejara. Y cuando observó su rostro el mundo se le vino abajo. Tenía la cara roja, irritada y empapada, los ojos hinchados y húmedos, los labios mojados, mocos cayendo de su nariz y respiraba agitadamente. Era un desastre. Era un completo desastre y a Freddie le entraron ganas de asesinar a medio Londres para descubrir quién le había hecho tanto daño -Rog...

Con la manga de su camiseta le limpió un poco la cara. Pero Roger no dejaba de moverse y de llorar, intentaba hablar y por un momento pudo hacerlo.

-Lo siento -habló dentro de un sollozo. Freddie lo miró sin comprender -. Lo siento, lo... lo siento mucho.

-No, ¿qué dices? ¿por qué dices eso?

-Lo siento. Tenías razón. Tenías razón con lo que dijiste, debí hacerte caso pero por favor, no cumplas con tus palabras, no me dejes tú también. Por favor, por favor... -todo lo dijo demasiado rápido. No queriendo que el llanto le interrumpiera más de lo que ya lo hacía. Y por un segundo Freddie se sintió confundido, no supo muy bien a qué se refería. Pero pronto comprendió. La pelea en el mercado hacía unos días.

Lo que le dijo ese día.

Se sintió pésimo.

-Pero mi amor -volvió a permitir que Roger lo abrazara, con el llanto aún permaneciendo en su garganta, temblando y sacudiéndose -. Estaba enfadado, no lo decía en serio -se separaron y lo tomó de las mejillas las cuales acarició con sus pulgares. Se acercó a él y le habló a unos palmos para evitar que su amigo dejara de mirarle. Para que entendiera que lo que iba a decir iba completamente en serio -. Jamás me alejaré de ti, Rog. Por eso no te preocupes. Hagas lo que hagas. 

Eso pareció tranquilizarle un poco. Roger se alejó de él y se mantuvo unos segundos en silencio, intentando regular su descontrolada respiración. Se sorbió la nariz y se restregó los ojos con las mangas. Pero a pesar de que el llanto comenzaba a menguar poco a poco, no pudo evitar volver a romperse al decir lo siguiente que dijo.

-Se va a casar.

A Freddie le costó un poco procesar esas cuatro palabras. Y aunque en el fondo sabía perfectamente a lo que se refería, no era capaz de aceptarlo.

-Brian -de nuevo los ojos de Roger se pusieron sobre los suyos. Con una mirada brillante pero no de felicidad, sino por las lágrimas que reflejaban el brillo de la luz de las velas. Porque si te parabas a mirar más detenidamente, la preciosa mirada azul que durante los años que había estado con él había sido feliz ahora estaba completamente apagada -. Se casa.

No hicieron faltas más palabras. ¿Para qué seguir preguntando? Era más que evidente lo que había ocurrido; lo que Brian había hecho. O más bien lo que no había hecho. Y Freddie era capaz de sentir la llama de la furia crecer dentro del pecho y abrasarle por dentro. Esa misma llama que le pedía a gritos vengar el sufrimiento de su amigo. Aunque sabía perfectamente que no podía hacerlo.

Él, aunque no quisiera reconocerlo, ya se lo había imaginado. E intentó advertirle pero Roger simplemente no le hizo caso. Así que ahora no le quedaba más remedio que recoger los pedazos rotos de su mejor amigo. Esos pedazos que también tuvo que reconstruir hacía años cuando se conocieron por primera vez en Hole

Así que le volvió a abrazar.  Y de ese modo, después de esperar durante un rato largo, Roger se quedó dormido entre sus brazos. 

•••

Sofía y Natalia, sois arte.

~Lau.



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