Capitulo 21
Roger caminó hasta su casa algo preocupado.
El haber visto a John y que por lo tanto John lo hubiese visto a él le había puesto nervioso. No quería imaginarse lo que probablemente estaría hablando con Brian en ese preciso momento. Solo esperaba que el mayor no contase nada de lo que había pasado, algo que claramente no esperaba para nada. Paro a esas alturas ya todo le preocupaba.
Pronto llegó a casa pero tuvo que volver a salir rápidamente. Freddie no estaba y el carro de los libros tampoco, así que supuso que había ido al mercado.
Nada más llegar no tardó en visualizarlo a lo lejos. Se acercó a paso rápido y esperó a que su amigo dejara de atender a un joven matrimonio que acabó llevándose dos libros. Cuando estos se fueron y Freddie metió el billete en su bolsillo terminó por acercarse del todo y situarse justo en frente.
-No te vas a creer lo que ha pasado -dijo con un poco de gracia a pesar de que el tema tampoco le resultase tan gracioso -. Estaba en casa de Brian y de repente aparece John de la nada. Un poco más y nos pilla... -sus palabras se quedaron en el aire.
Roger observó a Freddie quien, al conectar miradas, lo miró con una intensidad un tanto extraña. Ni siquiera Roger era capaz de descifrar esa expresión que tan fuerte le estaba calando a través de los ojos. Frunció el ceño cuando el moreno lo ignoró poniendo su vista en un punto lejano tras su espalda.
-¿Te pasa algo? -Freddie volvió a mirarle pero esta vez como si le hubiese ofendido enormemente.
-Esto es increíble -dijo negando con la cabeza y ahora sí, Roger se sentía muy confundido. Vio cómo Freddie murmuraba más cosas que era incapaz de entender aunque muy probablemente le estaría atacando con insultos.
-¿Me vas a decir qué pasa o no?
-¿Que qué pasa? -preguntó volviendo a pegar su vista en él con una mirada con la que podría ser fulminado como un rayo -. ¿Cómo tienes la cara de preguntar eso?
-No entiendo -Freddie lo miró perplejo para después soltar una risa sin gracia. Eso solo consiguió que Roger se confundiera aún más.
-Vamos a ver -comenzó apoyando las manos sobre el mostrador y clavando la mirada en el más pequeño -. ¿Cuántos días llevo sin verte? Haz la cuenta.
Entonces Roger lo comprendió todo. Tuvo que cerrar los ojos y soltar un profundo suspiro para intentar aclarar y ordenar dentro de su cabeza lo que diría para disculparse. Aunque supiese perfectamente que ni sus excusas y ni sus disculpas solucionarían nada.
No cuando sabía que la había vuelto a cagar. Como últimamente que era lo único que sabía hacer.
-Exacto -continuó el moreno -. Dos malditos días. Enteros. ¿Tienes alguna excusa? Porque que yo recuerde la última vez me echaste la bronca por desaparecer uno.
-Pero sabías que estaba con...
-¡Con Brian! -gritó furioso -. Sí, pero como te he dicho fue hace dos malditos días. ¿Qué iba a saber yo que ibas a quedarte con él todo el tiempo? -hablaba a voces, enfadado y alterado. Roger lo había visto enfadado una infinidad de veces pero quiso creer que nunca lo había hecho con tanta intensidad.
-Fred.
-¿Eres consciente de lo preocupado que estaba? -aquellas palabras incidieron en el pecho del rubio como pequeñas dagas afiladas. Sí, se lo imaginaba porque a él mismo le había pasado no hacía mucho y ahora lo comprendía. Comprendía su preocupación. Pero incluso tanto enfado le estaba comenzando a alterar a él también.
-Pero solo estaba... con él, no sé. Yo no veo un drama tan grande en todo esto.
-¿Que no ves un drama tan grande? -preguntó incrédulo. Roger se encogió de hombros. No sabía qué decir para defenderse aunque poco a poco él también comenzaba a cabrearse ligeramente -. Si lo llego a hacer yo, Roger, me echarías la bronca igualmente pero, ¿sabes qué? Yo no lo he hecho, has sido tú.
Roger soltó un gran suspiro de cansancio.
-Siento que todo este momento es absurdo.
-Absurdo porque últimamente no te importa absolutamente nada, ¡Desde que apareció Brian solo miras por tu jodido culo!
-¡Bueno! -gritó entonces Roger. Todo el mundo a su alrededor habían comenzado a mirarlos de reojo pues el espectáculo que estaban haciendo era digno de ver, pero de eso ninguno pareció darse cuenta -. ¡Siento si tú en ningún momento de tu triste vida te has llegado a enamorar!
Y lo soltó.
Alto y claro. Totalmente sincero.
Su respiración era acelerada y su mirada ahora reflejaba lo mismo que la de Freddie. Enfado. Solo se dio cuenta de lo que realmente dijo cuando su amigo tardó unos largos segundos en contestar, mirándolo como si hubiese dicho la barbaridad más grande del mundo.
-¿Enamorado? -preguntó en voz baja. Roger ni siquiera pudo contestar con palabras, tan solo se limitó a encogerse de hombros -. Tú no estás enamorado.
-¿Y cómo sabes eso si ni siquiera te has molestado en preguntármelo? -dijo con la voz temblorosa.
-¿Seguro que estás enamorado de Brian, Roger? ¿O en realidad de lo que te has enamorado es de su dinero?
-¿Pero qué narices estás diciendo? -preguntó dolido. Y es que la pregunta tan hiriente de Freddie le había afectado de un modo bastante fuerte -. Ni siquiera voy a responder.
-Entonces eso me responde lo suficiente para darme cuenta -al ver que Roger no contestaba se permitió continuar -. Vuelvo a repetirlo; desde que Brian apareció no solo me has dado de lado a mí sino que has olvidado esto. Todo esto -tomó un par de libros en cada mano y los lanzó con rabia en su dirección. Dos de ellos impactaron en las piernas de Roger pero el chico solo se limitó a verlos caer al suelo para después volver a mirar al mayor -. Te recuerdo que esto consigue que no vivamos entre más mierda de lo que ya lo hacemos. Sabes que Brian no siempre podrá dártelo todo, ¿cierto? -Roger se mordió la lengua. No quería hablar. No podía -. Eres un estúpido si no te has dado cuenta antes pero llegará un punto en el que se cansará y desaparecerá. Y eso está mucho más cerca de lo que crees.
Freddie salió de detrás del pequeño mostrador y se acercó a él. Roger observó desde su corta distancia los ojos de su amigo; cansados, agotados. Ya no era el mismo, desde lo que pasó en Hole no lo era. Y parte de sí mismo seguía echándose la culpa por todo.
-Y espero que sepas apreciar la poca mierda que tenemos porque si no lo haces, cuando ocurra, cuando Brian se vaya, a lo mejor ya estás solo.
No dijo nada más. Roger tampoco pudo. Simplemente Freddie se acercó al mostrador y tomó su chaqueta. Necesitaba ir a casa, no aguantaba ahí ni un segundo más.
-Lleva esto a casa más tarde -y se marchó.
Roger observó con los ojos cristalizados a Freddie marcharse entre el pelotón de gente que aún aglomeraba el mercado.
Parte de sí mismo sabía que Freddie tenía razón. Que últimamente había dejado la cotidianidad de su vida de lado. Pero ni siquiera se daba cuenta y no podía evitarlo. No podía evitar sentir lo que sentía y lo cual lo llevaba a hacer cosas que luego le afectaban de esta manera. Con tu mejor amigo tirándole las verdades a la cara. Y tenía miedo. Tenía miedo de que al final Freddie tuviese razón en lo último, en que Brian se cansaría de él lo cual sería completamente normal. Probablemente él también lo haría. Le daba miedo y no quería que ocurriese.
Miró a su alrededor. Los que se les habían quedado mirando apartaron la mirada cuando la de Roger hacía contacto con las suyas.
Le dio vergüenza.
Agachó la mirada y se situó detrás del mostrador desde el que tuvo que esperar en soledad toda la tarde a que alguien se acercase. Algo que, para su propio aburrimiento y desesperación, no ocurrió.
°°°
-Pensé que te habías olvidado de mi -comentó Elizabeth con un pequeño puchero mientras ambos esperaban por su comida.
Brian hizo un gesto y negó con una sonrisa forzada. Vale, no se había olvidado de ella, pero tan solo la recordaba en momentos clave que pasaba con Roger y aquello terminaba por volverlo loco. Ya no sabía qué hacer para solucionar la situación tan surrealista en la que se había visto envuelto.
¿Que era su culpa?
Claro que lo era. Eso ya no había forma de negarlo. Pero también era culpa de Roger por ser tan malditamente irresistible.
¿O no?
-No lo he hecho, jamás podría -esas palabras le sacaron una nueva sonrisa resplandeciente a la joven. Le encantaba cuando Brian le decía cosas tan bonitas como aquella -. Pero estoy nervioso por la boda. Imagino que tú también lo estarás.
Eli asintió ansiosa. En ese momento llegó el camarero a traerles su primer plato y se marchó tras dedicarles un ademán con la cabeza.
-Llevo la cuenta de los días que nos quedan. Solo diez, Brian -dio unas pequeñas palmaditas con las manos -. Solo diez días más y seremos marido y mujer.
-Eso es genial -Brian se vio obligado a meterse con rapidez su primera cuchara de comida a la boca. De repente el cuerpo le había comenzado a arder y sentía que su estómago se revolvía con cada respiración que tomaba.
No estaba emocionado. No lo estaba, o al menos no del todo. Quería a Eli pero ya no estaba tan seguro de querer la boda.
-Y mis padres ya tienen nuestra casa preparada -continuó hablando y a Brian solo le entraron ganas de salir corriendo. ¿Desde cuando se sentía tal mal estando con ella? -. Deberíamos ir a echarle un vistazo mañana. Estoy segura de que te encantará.
-Sí, yo también lo creo.
-Brian -Elizabeth dejó el tenedor sobre su plato y deslizó la mano sobre la mesa hasta tomar la de Brian. El joven observó como su mano era acariciada por la joven, lenta y delicadamente. Cuando volvió a mirarla vio cómo esta le observaba con una ligera preocupación plasmada en sus bonitos ojos azules -. ¿Seguro que estás bien? Te noto algo triste.
Brian también dejó de comer cuando supo que Eli no se daría por vencida hasta sacarle lo que de verdad le preocupaba. Su expresión no cambió. Su mirada y sus caricias tampoco. Eso solo le hizo reconocer que para Eli, él era muy importante. También le hizo reconocer que tenía plena y absoluta confianza en él, siempre se la habían tenido el uno al otro. Pero de nuevo se vio atacado por ese nudo tan conocido que se le instalaba en el estómago como cada vez que se encontraba en una situación tan estrecha como esa.
-Estoy bien. No tienes que preocuparte -pero la mirada de Eli no cambió. Por ello tuvo que acercar la mano de la chica hasta sus labios para dejar un dulce besito en ella. Elizabeth sonrió, pero aún no estaba tranquila.
-Sabes que puedes contarme lo que sea -dijo en voz baja pero lo suficientemente claro como para que lo escuchase -. Siempre ha sido y será así.
Brian asintió.
No podía hacer otra cosa. No podía decir nada. No podía hablar.
Solo podía recordar la cantidad de veces que había engañado a una persona tan buena como Elizabeth. Pero lo peor de todo no era eso; el engaño. Claro que no. Lo peor de todo era que no se arrepentía.
No lo hacía y si tuviese que volver a hacerlo lo haría.
Porque en ese momento, con Elizabeth delante, fue cuando se dio cuenta de lo que verdaderamente estaba comenzando a sentir. Que lo que sentía por Roger no era mera atracción física. Él mismo lo dijo hacía no mucho; lo que sintió cuando conoció al chico por primera vez fue exactamente el mismo sentimiento que había sentido con Elizabeth la primera vez que la conoció.
Tan bonito y puro.
Tan real.
¿Sería amor?
-Entonces tienes que estar contento -comentó de nuevo la joven con una sonrisa. Claro que no había pasado por alto la falta de sinceridad de su prometido. Pero nunca había sido insistente y no lo sería ahora. Sabía que tarde o temprano lo acabaría sabiendo todo -. Ya te he dicho que nos casamos dentro de poco, y sé que el vestido te encantará, por cierto.
Por suerte no estuvieron toda la noche hablando de la boda. Brian pudo actuar con más normalidad el resto de la cena pues las conversaciones se alejaron de ese día que cada vez estaba más dolorosamente próximo.
Las horas pasaron rápidamente para Elizabeth y lentamente para Brian hasta que ambos ya se encontraron de vuelta en las calles de Londres. Caminaban tomados del brazo, Eli diciendo cualquier tontería que le sacaba su propia carcajada y una más pequeña al rizado.
No pudo mentir. Hasta por un momento creyó olvidar a Roger y todos los problemas de su vida. Era como volver a los meses anteriores en los que su única preocupación día y noche era cuál seria el siguiente día que volvería a ver a la chica.
Pero entonces, mientras Elizabeth seguía hablado sobre un recuerdo gracioso de cuando era niña, Brian se desconcentró. Lo hizo porque no muy lejos, en la calle de enfrente, se encontró con una mirada increíble pero a la vez extrañamente conocida. Era un chico de más o menos su edad y pelirrojo. Pero no fue solo eso lo que llamó su atención, sino la mirada que este les dedicaba a ambos. Como si los estuviese analizando.
De pronto y por inercia se separó de Eli y llevó sus manos a los bolsillos.
No supo por qué lo hizo, ni siquiera creía conocerle. Le sonaba de algo pero no terminaba de situarlo en su memoria. Pero no supo el por qué de su reacción. Era como si supiese que no podía dejar que ese hombre lo viera de un modo tan cercano con alguien.
Le confundía ese pensamiento.
-¿Brian? -preguntó Eli confundida puesto que el mayor le había dado un pequeño empujón -. ¿Pasa algo?
-¿Qué? -Brian se hizo el confundido. De nuevo su mirada abandonó la de la chica para ponerse una vez más sobre la acera de enfrente.
Nada.
Ya no estaba.
-Brian.
-¡Oh! -fingió preocupación y comenzó a rebuscar en todos sus bolsillos para disimular. Forzó una risa cuando tomó la cartera entre sus manos y se la enseñó a la chica que lo miraba confundida -. Pensaba que me la había dejado en el restaurante. Me había asustado.
La chica asintió aunque no terminaba de creérselo del todo. Puso su propia mirada allí donde Biran se había quedado mirando un rato pero no había nadie. Decidió no darle importancia y cuando miró de nuevo a su prometido le dedicó una diminuta sonrisa.
-Te acompaño a casa -dijo Brian alzando su brazo hacia ella para que volviera a unirlo con el suyo. Ahora el camino fue más silencioso e incómodo. Brian miraba más hacia los lados como buscando algo que no llegó a encontrar en ningún momento.
Pero es que la mirada que les estaba dedicando aquella persona... era demasiado extraña. Casi le dio la impresión de que los conocía a pesar de que él mismo dudaba de ese hombre, por mucho que le sonase.
Se creyó un poco estúpido por darle tantas vueltas y comportarse como si le estuviese persiguiendo un asesino en serie. Intentó relajarse y se obligó a escuchar el pequeño monólogo que Elizabeth parecía estar llevando a cabo sola.
-¿Entonces iremos a mañana a ver la casa? -preguntó la chica emocionada una vez llegaron a la casa de la misma. Subió un par de escaloncitos de la entrada para quedar a la altura de él y lo miró con una sonrisa. Brian mostró otra.
-Claro. Aquí estaré.
Elizabeth dio una pequeña palmadita con sus manos y se acercó a Brian para darle un beso en los labios. Uno más profundo, no como los que siempre solía tener con ella. Pero cuando Brian sintió la lengua de la chica querer entrar en su boca se apartó sonriéndole para no levantar sospechas. Tomó a la chica de sus mejillas y le dio un último y casto beso en los labios para terminar de alejarse del todo.
-Hasta mañana -le lanzó un beso al aire y se alejó de allí rápidamente para que ella no pudiese decir o hacer otra cosa.
De todas formas no podía. Se había quedado un poco triste por la reacción del mayor. Como si no quisiera besarla. Como si le diera asco.
Negó con la cabeza y entró en casa.
Total. Sería su imaginación.
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