Capitulo 18
-Am... ohm... amaa, ¡Agh! -indignado, Roger le regaló un puñetazo al libro abierto que se situaba frente a él. Brian rió cuando las mejillas se le pusieron coloradas de coraje.
-Amanecer -le corrigió -. Ibas bien -pero la mirada asesina que le dedicó el rubio le hizo callarse y volver a soltar una carcajada.
-Esto es muy difícil -se levantó de su posición inicial y quedó sentado sobre la cama.
Ambos se encontraban de nuevo en casa del rizado, más concretamente en su cuarto. Habían llegado hacía un par de horas, tiempo que habían empleado para continuar con las clases que Brian le había prometido. Este estaba medio tumbado a su lado, apoyado en un costado y con la mano sujetando su cabeza. Aunque la mayor parte del tiempo no prestaba atención a lo que Roger intentaba leer sino que más bien se quedaba embobado con sus expresiones de concentración o frustración y con su ceño fruncido.
-Al principio siempre es difícil -dijo y se sentó como él, en frente. Entonces Roger dejó de mirarle y comenzó a pasar su vista por la habitación.
La verdad es que tampoco se había tomado el tiempo de curiosear en ella, nada más llegar se sentaron directamente en la cama. Y no para hacer algo que a Roger le hubiese gustado realmente.
-¿Te apetece tomar algo? -preguntó Brian. Volvió a mirarle.
-Contigo me acabaré poniendo gordo -el mayor rió.
-Bueno -se acercó un poco a él y le pinchó con un dedo el estómago, acción que le sacó una risita al menor -, quizás necesites unos kilitos de más para no acabar consumiéndote en ti mismo.
Eso le provocó más indignación de la que ya sentía y no encontró otra manera de atacarle en respuesta que pillando la almohada que tenía a un lado y estrellándola directamente contra su cara. Y la verdad es que a Brian le pilló un poco desprevenido ya que perdió el equilibrio y como se encontraba en el filo de la cama se tambaleó hacia el borde.
Justo antes de caerse Roger soltó una carcajada pero a penas le duró la gracia un segundo ya que de repente sintió un tirón en el brazo y tan solo un segundo después se encontraba en el suelo y justo sobre Brian.
Aunque aquella escena era un tanto graciosa y bueno, para algunos cliché, distaba mucho de serlo porque no habían caído con mucha gracia. Brian se quejaba con patéticos lamentos y Roger estaba, literalmente, espatarrado sobre él.
-Me he golpeado la cabeza -se quejó Brian sobándose la zona afectada. Roger lo asesinó con la mirada y se colocó en una posición más cómoda sobre él, con una pierna a cada lado y con el trasero en la parta baja de su estómago.
-Ha sido tu culpa por provocarme -de repente se le ocurrió algo y una sonrisa maliciosa se posó en sus labios. Brian lo miró con alarma.
-¿Por qué me miras así? -la verdad es que parecía que en cualquier momento sacaría un cuchillo de su espalda y se lo clavaría en el estómago.
-¿Tienes cosquillas? -preguntó y aunque por un momento Brian se sintió tontamente confuso, pronto comprendió a dónde iban a parar esas palabras.
-No -dijo rápidamente pero Roger no le dio tiempo a tregua y pronto comenzó a pinchar con sus dedos su estómago -. ¡Roger! -chilló intentando deshacerse de tanta tortura pero las cosquillas inhibían su fuerza y le dejaban completamente inútil -. ¡Para, te voy a matar!
Pero no se sabía muy bien quién reía más. Si Brian por la cantidad de cosquillas a las que estaba siendo sometido o si en su lugar era Roger que no paraba de reír a carcajadas mientras no paraba de atacarle con las manos.
A Brian ya le dolía todo; la cabeza del golpe, el estómago de tanto sufrimiento divertidamente inaguantable y las mejillas de tanto reír. Entonces supo que o atacaba ya o Roger nunca pararía. Así que sacando la poca fuerza que ese momento le había dejado lo agarró con fuerza de las caderas y le dio la vuelta, situándole esta vez él sobre el rubio.
-¡Eh! -intentó quejarse y ya empezaba a imaginar que Brian lo atacaría de nuevo con cosquillas pero en lugar de hacer eso, tomó sus manos y las situó sobre su cabeza apretándolas con fuerza para que no se escapase. Y lo siguiente que hizo fue mirarle con profundidad. Con una mirada tan penetrante que le sacó un suspiro involuntario.
Ambos respiraban acelerados debido al momento, los ojos de Brian estaban húmedos debido a la risa y sus mejillas de un tono más oscuro de lo habitual. Dejaron de mirarse a los ojos para pasar a los labios y Roger no pudo aguantar más.
-¿Quieres hacer el favor de besarme de una vez? -preguntó con la voz ronca. A Brian no le quedó otra respuesta que, para su propio disfrute, complacerle. Con fuerza y hambre pegó sus labios a los de Roger en un beso totalmente necesitado.
Sus dientes chocaban entre ellos, sus lenguas batallaban descontroladamente y sus respiraciones pasaron a ser muchísimo más aceleradas de lo que ya eran. Roger se quejó en el beso pues Brian seguía agarrándole las manos y él lo único que le apetecía era tocarle en todos los rincones de su cuerpo, sentirle de todas las formas posibles, beber de su saliva y de su sudor... De repente quiso hacer muchísimas cosas y supo que aquel era un momento ideal.
Entonces Brian por fin le soltó las manos porque no aguantaba sin tocarle ni un segundo más. Las metió bajo la camisa del rubio mientras este llevaba las suyas a su espalda, apretándolo contra él y profundizando el beso infinito que no dejaban de regalarse.
Roger ya se sentía excitado y su creciente erección se lo demostraba. Pero no era el único. Tuvo que romper el beso para suspirar de placer cuando Brian comenzó a frotarse contra él con necesidad. Y volvió a gemir cuando esta vez unos labios se pusieron sobre su cuello. La fina piel de esa parte de su cuerpo comenzó a ser besada con violencia. Brian lamía, chupaba y mordía cada punto haciendo a Roger suspirar de gozo. El rubio llegó sus manos al trasero del mayor y lo apretó para que la fricción que aún continuaba entre sus erecciones fuese aún más intensa.
Y Dios... se sentía genial, se sentía en el puto paraíso. Podía ver las estrellas con algo tan simple como lo que estaban haciendo. Ni un solo hombre o mujer en toda su vida le había hecho sentir lo que estaba sintiendo en ese momento. Brian le proporcionaba un placer indescriptible y le obligaba a soltar gemidos que ni el miembro más grande que había probado le había hecho soltar nunca.
Incluso con esa simple fricción sentía que se correría en cualquier momento. Pero no quería eso. Quería sentir a Brian dentro de él, lo necesitaba tanto... Suerte que el mayor pareció darse cuenta. Dejó de besarle el cuello para quedar sentado y Roger lo imitó. Sin esperar un segundo más ambos se arrancaron la camisa mutuamente y Roger se permitió deleitarse con la vista delante de él. Levantó las manos y le acarició el pecho y el abdomen. Brian cerró los ojos de disfrute. Acercó su rostro hasta dejarlo a unos pocos milímetros de la ardiente y excitada piel del mayor y comenzó a lamer sus pezones. Uno a uno y tan lenta pero sabiamente que le llevó a ver las estrellas.
Brian dejó caer la cabeza hacia atrás y la agarró del pelo para que continuase. ¿Cómo una simple acción como esa podía llevarle a ese extremo de excitación? Sentía que su erección explotaría en cualquier momento. Roger siguió chupando y mordisqueando sus pezones hasta que decidió hacer un recorrido con su lengua hacia arriba. Lamió desde su abdomen, pasando por su pecho, su cuello y su barbilla hasta llegar a sus labios. Unos labios que volvió a devorar más tranquilamente esta vez. Quería explorar con su lengua cada rincón de la boca de ese hombre, recordar ese sabor para que cuando llegase la noche sentir que seguía besándolo. Brian aprovechó para colar sus manos bajo los pantalones y la ropa interior del más pequeño, apretó sus nalgas con fuerza y Roger soltó un suspiro de placer contra sus labios. Llevó sus manos hasta sus rizos y los apretó como siempre le encantaba hacer, tiró de ellos hacia arriba y los enredó entre sus finos dedos.
Pero algo los interrumpió.
El timbre de la puerta principal resonó por toda la casa tan inesperadamente y con tanta intensidad que hizo que ambos se separan de un salto. Roger miró a Brian con los ojos como platos y el mayor, con la misma expresión, se puso de pie.
-Mierda, mierda -rebuscó por el suelo su camisa y cuando la encontró se la volvió a poner. Roger imitó su acción. Hasta el empalme se le había bajado de golpe del susto.
-¿Quién es?
-¿Cómo voy a saberlo? -preguntó obvio.
-Dijiste que tus padres no llegarían hasta mañana por la noche.
-Y no son ellos, si lo fuesen habrían abierto con la llave -el sonido del timbre volvió a sonar esta vez con más insistencia. Brian, nervioso, se estiró lo mejor que pudo la camisa. Se acercó a la puerta para salir y cuando vio a Roger seguir sus pasos se detuvo y le hizo un gesto con la mano -. Espera aquí. No hagas ruido -no esperó respuesta y cerró la puerta detrás de él dejando a un Roger aún excitado y enfurruñado.
Bajó las escaleras pidiéndole a Dios por que no fuese quien pensaba que podría ser.
El sonido del timbre esta vez se repetía cada dos segundos con insistencia e incluso comenzaba a cabrearlo. Por lo que sin mirar por la perilla quien era, abrió la puerta de golpe y miró a aquella persona con el ceño fruncido de enfado.
-¡Hasta que abres! -gritó John exasperado haciéndose hueco y entrando a la casa como si fuese suya -, ¿qué narices hacías para tardar tanto? -sus pasos lo llevaron hasta el salón donde se dejó caer al sofá como un peso muerto.
Brian miró la puerta abierta delante de él e intentando camuflar su enfado la cerró con lentitud. Avanzó también hasta el salón y observó de brazos cruzados a su amigo sentado en el sofá.
-Cosas.
-¿Qué cosas? -Brian se mordió la lengua. Ahora que comprobaba que la interrupción no parecía tener motivo alguno y que aquella interrupción había evitado algo a lo que estaba completamente dispuesto tuvo la sensación de que el humo de enfado e ira le salía por las orejas.
-No tengo que darte explicaciones de todo lo que hago.
-Wow, Bri, alguien se ha levantado de mal humor esta mañana.
-¿A qué has venido?
-Me apetecía verte -solo con esa respuesta a Brian le dieron tremendas ganas de asesinarlo -. ¿No puedo venir a verte?
-Sin avisarme no, estaba ocupado.
-¿Ocupado con qué? Si ni siquiera ayudas a tu padre con la empresa, eres un holgazán -Brian dejó escapar el aire retenido por la nariz pero se mantuvo de pie en su sitio, sin moverse.
-¿Podrías venir mañana? -pidió aparentando que su voz fuera tranquila e inocente -, la verdad es que me encuentro un poco mal y no me apetece hablar mucho hoy.
-Bueno, no hace falta que hablemos pero quizás la compañía te anime un poco.
Ya tengo suficiente compañía arriba y es la mejor que podría tener en este momento.
-Ya... Pero lo digo en serio, me duele la cabeza.
-Si quieres te traigo un trapo mojado con agua fría, eso ayuda.
-¡De verdad, John, vete! -gritó. Señaló la puerta, ya estaba muy cabreado. John lo miró confundido y, para ser sinceros, un poco dolido.
-Vale... -dijo bajito y se puso en pie -. Será verdad que te encuentras mal -eso no lo dijo con un deje de preocupación en su voz sino con uno de cabreo. Y solo entonces Brian comprendió que quizás había sido un poco brusco con él. Puede que demasiado. Nunca le había levantado la voz de aquella forma y John nunca lo había mirado del modo en que lo hizo.
De repente se sintió muy mal.
-Joder... Lo siento, no debería...
-No -lo interrumpió -. Déjalo, da igual -tomó la chaqueta que se había quitado y se dirigió rápidamente hasta la puerta. Brian siguió sus pasos aún un poco culpable.
-John...
-Solo no vengas a mi casa cuando te sientas mal -le miró con los ojos entrecerrados -. A lo mejor te cierro la puerta en las narices.
Y sin decir nada más, porque Brian tampoco sabía muy bien qué decir, abrió la puerta y se largó cerrando de un portazo.
En cualquier otro momento Brian habría seguido a su mejor amigo y le habría pedido disculpas, le habría dicho que lo sentía y que entrasen a tomarse un té y a hablar de mujeres como siempre solían hacer. Pero no lo hizo. Pensó que incluso no volvería a hacerlo nunca. No mientras Roger estuviese en su vida.
Tras soltar un largo suspiro se alejó de la puerta y volvió a subir las escaleras. Abrió la puerta de su cuarto con lentitud y se encontró a Roger tumbado boca abajo y dándole la espalda. Por los ligeros susurros que el rubio soltaba dio por hecho que estaba volviendo a practicar su lectura. Sonrió al reconocer esa escena tan adorable e ingresó en la habitación intentando no hacer ruido.
Despacio se acercó a la cama y se agachó hacia él para tumbarse encima, aguantando el peso en sus brazos para no aplastarlo. Comenzó a dejar besitos en su espalda y sus hombros y solo entonces dejó de escuchar la voz de Roger para percibir solo el sonido de sus besos. El rubio se dio la vuelta y lo miró con una sonrisa pequeñita.
-¿Quién era? -Brian se tumbó a su lado y comenzó a acariciarle el pelo con una mano. Se encogió de hombros.
-Solo John.
-Ah -dijo sin más y se permitió disfrutar de las caricias que Brian le regalaba. Cerró los ojos.
Estuvieron así por unos largos minutos hasta que a Brian se le ocurrió algo.
-¿Has ido alguna vez al teatro? -Roger abrió los ojos y le miró con el ceño fruncido y con una expresión que le insultaba directamente. Rió con sarcasmo.
-¿Tú qué crees, señor inteligente? -Brian rió un poco.
-Ya, perdona -observó los ojos brillantes de Roger volver a mirarle y dejó de acariciarle el pelo -, ¿pero te apetecería ir?
-¿Lo dices en serio? -en esta ocasión Roger no lo miró como si estuviese loco sino que, en lugar de ello que es lo primero que Brian imaginó que haría, lo hizo con pura curiosidad en su mirada, como si de verdad no creyese que le estaba ofreciendo eso.
-Claro. ¿Por qué no habría de estarlo? -el rubio simplemente se encogió de hombros y levantó el brazo hacia él. Con una de sus manos le acarició la mejilla mientras seguía observándolo con esa mirada de la que Brian se quedaba prendado cada vez que lo veía.
-Iría a dónde me pidieses.
Solo entonces Brian quedó completamente mudo. No se esperó para nada aquella revelación ni mucho menos la seriedad y sinceridad que Roger usó en sus palabras, como si de verdad lo pensase. Por un momento se sintió fatal. Fatal por todo lo que estaba ocurriendo en su vida y que no se veía capaz de controlar de ninguna manera.
Y hubiese dicho algo, posiblemente bonito, si Roger no hubiese soltado una carcajada en ese momento.
-Lo siento -rió. Tomó el cojín que había estado bajo su cabeza y se lo tiró a la cara -, eso ha sido muy cursi.
-¿Y por eso me atacas? -rió de vuelta quitándose el cojín que le había aplastado la nariz de encima -. De todas formas me gusta escucharte hablar cursi.
-Ah, ¿sí? Pues no te acostumbres. Soy un chico de barrio -se acercó hasta su rostro y le robó un pequeño beso para volver a ponerse en pie. Brian observó desde la cama como el otro se cruzaba de brazos frente a él.
-¿No íbamos a ir al teatro?
Pero antes de salir Brian se encargó de que llevase un bonito traje diferente al que le compró. Buscó entre todas sus cosas hasta encontrar uno de sus trajes favoritos de hace unos cuantos años, que ya le quedaba pequeño y que por lo tanto a Roger le quedaba perfecto. Aunque claro, quizás lo de que le quedaba perfecto no era solo por el traje sino porque él en sí era perfecto.
Al menos a ojos de Brian.
El trayecto al teatro se les hizo bastante ameno. No quedaba lejos por lo que el uso del coche era completamente innecesario. Hablaron de temas al azar hasta llegar al gran e imponente edificio que se alzaba en el centro de la ciudad. Roger casi cae mareado de mirar tanto hacia arriba. El edificio era altísimo pero también muy ancho, con columnas grandes y blancas que lo rodeaban y que lo hacían lucir muchísimo más elegante aún. Había mucha más gente alrededor de él. Desde hombres con traje y sombrero a mujeres con ceñidos vestidos y abrigos de pelo de animal, a pesar de que las temperaturas no eran muy bajas.
Brian miró como Roger observaba todo a su alrededor con los ojitos brillantes de emoción.
Entraron al edificio y pagó por las entradas pero Roger no le prestó atención ni al título de la representación ni al precio. Él tan solo se dedicó a observarlo todo con la boca abierta. Dentro del teatro todo parecía ser muchísimo más caro. Las alfombras, las lámparas, las butacas...
Y la cosa se puso mejor cuando uno de los trabajadores los dirigió hasta uno de los palcos laterales del escenario. De los asientos más caros.
-¿Qué te parece? -preguntó Brian mientras se acercaba un camarero a servirles una copa de champán. Roger lo miró con la boca abierta en una amplia sonrisa.
-Podría acostumbrarme a esto -admitió y, sinceramente, era cierto.
Ya todo sentimiento negativo había desaparecido. La hipocresía, el malestar, la incomodidad, la sensación de no deber estar allí... todo. Todo eso había desaparecido. Ya lo único de lo que se daba cuenta era de ellos dos, de Brian y de él en un caro y bonito teatro, disfrutando de una función tan extraordinaria que solo estaba al alcance de unos pocos. Junto a la persona de la que comenzaba a hacerse malditamente adicto.
Y el espectáculo fue maravilloso. La historia fue hermosa, los actores también, muchos de ellos a parte de actuar también cantaron piezas increíbles de ópera. Roger jamás en su vida había escuchado cantar ópera en vivo y en directo. Y fue increíblemente precioso.
Las horas se le pasaron volando. Perdió la cuenta de las personas con las que habló, la cantidad de gente que Brian le presentó. Era maravilloso ser el joven apuesto Roger Taylor. Su nombre era tan desconocido que por un momento pudo volverlo positivamente conocido. Todo el mundo le hablaba con respeto y casi admiración.
De nuevo; podría acostumbrarse a todo eso.
Ojalá pudiese hacerlo.
-¡Ha sido fantástico! -gritó emocionado después de regresar a casa de Brian con él a sus espaldas.
Después del teatro Brian había vuelto a llevarle a un bonito restaurante, esta vez un poco más grande y con más gente. De nuevo, fue una noche magnífica para él.
-En serio, Bri, de las mejores noches de mi vida -se dejó hacer cuando el rizado se acercó a él y le quitó la chaqueta para dejarla en el perchero. Le encantaba. Le encantaba que Brian lo cuidase como si fuesen un bonito matrimonio, aunque aquella realidad estuviese muy lejos de serlo.
-Me alegro -sonrió orgulloso y siguió los pasos del más pequeño escaleras arriba.
Roger no dejaba de hablar por los codos. Decía emocionado lo mucho que le había gustado el teatro, cuáles habían sido sus escenas favoritas y qué canciones le habían gustado más. Habló también de la gente que conoció y de lo que cenó esa noche. Habló tanto que Brian no se enteró de nada. Pero no lo hizo porque no le interesase, sino porque intentar concentrarte en algo mientras miraba a Roger Taylor a la cara era sumamente complicado.
-¿...y a ti? -parpadeó volviendo a la realidad de su cuarto.
-¿Mhm? -Roger lo miraba sentado desde la cama y cuando notó que Brian no le había prestado la más mínima atención soltó una carcajada.
-Que cuál ha sido tu parte favorita, bobo.
-Ah... -avanzó hacia él y se sentó a su lado. Se puso una mano en la barbilla y fingió pensar -. ¡Ya sé! -lo miró sonriente -. La primera vez que se besan los protagonistas.
-Eres un básico -rió Roger mientras negaba con la cabeza.
-No me insultes, que para gustos hay de todo -dijo dándole un ligero golpecito en el brazo.
-Sí... tienes razón -rápidamente Brian se acercó a él para depositar un pequeño besito en sus labios y se volvió a poner en pie.
-¿Quieres que te deje un pijama? -caminó hasta su cómoda y abrió los cajones para comenzar a buscar en ellos algo que le quedase a Roger lo más minimamente holgado que pudiese, aunque fuese difícil.
-¿Puedo dormir así? -escuchó preguntar sutilmente tras su espalda. Brian se dio la vuelta y lo que vio nada más hacerlo hizo que casi se atragantase con su propia saliva.
Roger no llevaba nada. O bueno... en realidad llevaba los calzoncillos pero a parte de eso estaba en paños menores. Brian se permitió observar sus delgadas piernas y su abdomen que, aunque extremadamente plano, era perfecto. Sin siquiera darse cuenta pasó su lengua por el labio inferior haciendo reír un poquito a Roger.
-Ehm... Bueno, si quieres -Roger dio un saltito de emoción y abrió las sábanas de la cama.
Mientras lo hacía Brian se dedicó a observarle el trasero que, obviamente por el trabajo, lo tenía puesto directamente hacia él. Brian se creía un joven educado y respetuoso pero... con Roger de tal manera no podía serlo. Es que ese chico rompía todos sus esquemas.
Roger obviamente se dio cuenta de la mirada sobre esa parte de su cuerpo pero aquello solo le hizo sonreír más. Subió a la cama y se metió bajo las mantas. Apartó las de su lado y le hizo hueco a Brian para que se tumbase.
El mayor solo se dio por aludido cuando la mirada del otro se puso fijamente sobre la suya, esperando a que se moviese.
Con una rapidez temblorosa se desnudó él también. Ni siquiera se molestó en dejar la ropa limpiamente estirada en una silla o de vuelta al armario. No. La dejó tirada en el suelo y con solo los calzoncillos puestos se metió bajo las sábanas y se tumbó a su lado.
Cuando las mantas volvieron a cubrirle sintió un fuerte calor consumirle todo el cuerpo. Pero no era por las sábanas, sino por la calidez que desprendía el cuerpo de Roger que, tras acercarse hasta él, sintió la piel con piel. Las caricias que le dedicaba el rubio en la suave piel de su cuerpo le hacían estremecerse. La mirada celeste que le observaba le hacía vulnerable. Los besos que se regalaban le hacían excitarse más.
Lo que sucedería esa noche le haría enloquecer.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top