Capitulo 16

El rubio se levantó de un salto tan abrupto que por casi se cae al suelo. Brian hizo lo mismo. Se estiró y comenzó a colocarse la camisa como buenamente podía mientras con sus ojos angustiados miraba hacia la puerta con miedo a que esta se abriese y los pillaran in fraganti.

Roger tuvo que ahogar una risa con sus manos. Aquel momento le estaba poniendo tan tenso y tan nervioso que eso sumado al estado de pánico en el que Brian se encontraba solo consiguió que le dieran ganas de reír. Las eliminó con la mirada que le dedicó el mayor.

-¿Qué hago? -preguntó en un susurro. La biblioteca era grande pero en realidad pocos sitios habían decentes para esconderse que no fueran las cortinas o bajo la mesa.

-Peínate y apáñate eso -le señaló la ropa y corrió a acercarse hacia la puerta cerrada para apoyar la oreja en ella intentando escuchar algo. Solo oía las voces de sus padres a lo lejos. Se tranquilizó un poco.

Roger supo lo que eso significaba. Las ganas de reír habían desaparecido por completo y solo dieron paso a los latidos acelerados de su corazón. Sabía que su pelo tenía que ser un tremendo desastre por lo que se lo recogió en una coleta baja con la goma que siempre llevaba atada a la muñeca. Esperaba que eso estuviese entre la moda de los ricos. Con manos temblorosas se estiró la camisa de seda blanca y se metió el bajo dentro de los pantalones.

Brian dejó de intentar escuchar a través de la puerta y lo miró, ignorando el hecho de que el rubio se encontraba estupendo.

-¿Qué vamos a hacer? -preguntó Roger aún en un susurro nervioso. Brian sonrió.

-No nos queda otra que salir de aquí, vamos -estuvo a punto de tomar el pomo de la puerta para abrirla pero Roger se lanzó hacia él y le cogió las manos mientras lo miraba con pánico en los ojos.

-Ay madre, Brian, ¿pero qué dices?

-Oye, tranquilo -le acarició la mejilla y lo miró intentando transmitirle toda la calma que podía -, no va a pasar nada. Tú solo sígueme la corriente.

Que le siguiese la corriente... Roger suplicaba por que en ese mismo instante la tierra se abriese y lo tragase para escupirlo en la otra punta del mundo.

No le dio tiempo a protestar cuando Brian ya había abierto la puerta de la biblioteca y su cuerpo desapareció detrás de la misma. Ahora las voces que venían de fuera sonaban más cercanas y Roger tuvo que tragarse el nudo que se le había formado en la garganta y seguir sus pasos hacia el amplio pasillo de la casa. Se situó a un lado de Brian y ambos caminaron hasta el salón de invierno (como bien había dicho Brian hacía ya un buen rato).

Allí se encontraba un matrimonio de no más de cincuenta años; delgados, altos y elegantes. Sus portes hicieron sentir a Roger un poco intimidado y no sabía muy bien si era por su aspecto o porque hacía a penas unos minutos se había estado enrollando con su hijo. Pero decidió dejar de pensar en eso si no quería que sus mejillas adquirieran el color de un tomate maduro.

-Oh, no sabíamos que estabas aquí, hijo -la mujer se acercó hasta ellos y dejó un pequeño beso en la mejilla de su hijo. No era tan alta como él pero superaba unos pocos centímetros la altura de Roger. Brian y ella se parecían bastante, de hecho tenían exactamente los mismos ojos y la misma sonrisa.

-Hola, madre -los ojos de la mujer se pusieron esta vez sobre los de Roger. El chico observó como aquella mirada lo inspeccionaba con curiosidad de arriba a bajo. Por un momento sintió miedo de que lo reconociese, o de cualquier otra cosa, pero se tranquilizó al ver una pequeña sonrisa cruzar sus labios.

-¿Quién es este joven tan apuesto? -la mujer se acercó un paso a él y alzó un poco su mano para tomar la de Roger y saludarlo. El rubio se puso colorado por el modo en que se había referido a él.

-Él es Roger -le presentó Brian al darse cuenta de que el aludido no sabía muy bien qué decir o cómo hacer para no parecer un patoso. Tomó la mano de la mujer y la apretó un poco.

-Un gusto, señora May.

-Llámame Cathy, querido -entonces se alejó y giró la cabeza hacia su marido quien aún no había hecho ni dicho nada.

Roger volvió a tragar saliva nervioso. El señor May se había mantenido al margen pero cuando se percató de los tres pares de ojos puestos sobre su persona se aclaró la garganta y tendió la mano hacia Roger para estrechársela.

El rubio no pudo negarse. Actuaba como un robot. En ese momento haría cualquier cosa que le pidiesen sin rechistar. Sentía que podían matarle con solo una mirada y estaba seguro de que al menos ese señor sí.

-Charles May.

-Roger Taylor, señor -su voz sonó mucho más aguda de lo que pretendía y por un momento quiso golpearse tanto mental como físicamente pero algo que vio después lo tranquilizó y confundió al mismo nivel.

Charles May sonrió.

-¿Te apetece quedarte a cenar, Roger? -preguntó la señora May cortando el intercambio de miradas que aún seguía disputándose entre las dos personas. Roger miró primero a ella y después a Brian con el pánico reflejado en su mirada.

-Oh, pues...

-Claro que le encantará, madre -contestó Brian por él y Roger sintió ganas de matarlo. Quería degollarlo, desangrarlo, despellejarlo y castrarlo. En su lugar mostró una sonrisa tan falsa que Brian se dio cuenta y le entraron ganas de reír.

-Voy a avisar a la cocinera, enseguida vuelvo -se marchó del salón dando pasitos cortos con sus tacones de aguja golpeando la piedra blanca del suelo.

-No le digas que no a nada, sino luego se enfada -le dijo Brian en el oído rápidamente. En ese momento entendió que le hiciese quedarse a cenar pero...

Por Dios. Ya no era porque innegablemente se iba a hacer pasar por una persona que no era, sino porque hacía menos de quince minutos se había estado besando y manoseando con él bajo el techo de ese matrimonio. La situación era extremadamente bochornosa para él y por un momento creyó ser el único de los dos que estaba tan avergonzado.

Pero no. No era el único.

Brian tenía ganas de tirarse por la ventana del cuarto piso y de cabeza.

-Así que... Roger Taylor -comenzó de nuevo el señor May. Con un ademán con su mano izquierda le indicó que lo siguiera y Roger, nervioso y restregándose las manos sudorosas en el pantalón, lo hizo. Brian caminó a su espalda hasta que los tres ingresaron al comedor que estaba conectado al salón por una doble puerta -. No me suena tu apellido.

Tomaron asiento. Charles May presidiendo la gran mesa con Roger a un lado de él y Brian al lado de este.

Volvió a tragar nervioso. Mierda, ¿ahora qué diría?

-Oh, ya... es que no soy de aquí -observó la expresión del hombre a la espera de algo que le indicara que no le había creído. Pero se tranquilizó al verlo asentir convencido.

En ese momento entraron varias personas al comedor. Una de ellas, un hombre regordete y bajo, se quedó en la puerta a observar como los otros dos se dedicaban a colocar platos, cubiertos, vasos y copas para ellos cuatro.

Roger observó todo ese proceso curioso y cuando la mirada de uno de los dos jóvenes que preparaban la mesa se puso sobre la suya, el rubio le dedicó una sonrisa en agradecimiento. Ese chico se mostró extrañado por aquella amabilidad inesperada y Roger borró la sonrisa nada más ver la expresión seria del señor May sobre él.

-¿De dónde eres, entonces? -preguntó analizándolo aún con la mirada. Volvió a entrar en pánico, si le preguntaba por geografía o de cualquier cosa que se saliese de Smithfield iba a acabar mal. Por suerte la señora May entró al comedor interrumpiéndolos.

-¿Habéis empezado a hablar sin mí? -fingió un poco de ofensa aunque la sonrisa amable de sus labios no terminaba de desaparecer. Roger se sentía más tranquilo con su presencia, no es que el padre de Brian hubiese sido grosero con él en algún momento aún pero de todas formas le ponía muy nervioso y, para ser sinceros, le asustaba.

-Solo le preguntaba de dónde es, ¿tampoco eres inglés?

-Es de Irlanda -para su buena suerte, Brian entró al rescate. Pudo respirar tranquilo aunque a penas disfrutó la sensación dos segundos.

-Ah, ¿sí? No tienes acento irlandés -comentó en ese momento Cathy mientras entraban los dos camareros con los primeros platos y se los colocaban justo en frente.

-Eso es porque me mudé a Inglaterra cuando era muy pequeño -se sintió orgulloso cuando los dos adultos asintieron. Se lo estaban tragando todo y aunque Roger estuviese pasando el momento más raro e incómodo de su vida, no dejaba de considerarlo una aventura.

Entonces miró su plato y una expresión de pánico volvió a instalarse en su expresión. De él miró a las otras tres personas. Un pequeño silencio se había hecho cargo de la estancia mientras daban el primer bocado de la noche. Roger observó la tranquilidad con la que masticaban y cogían los alimentos. Volvió a mirar a los lados de su plato donde se encontró con muchos más cubiertos de los que le habían puesto en el restaurante al que fue con Brian.

Allí consiguió imitarle pero no le importó parecer un poco patoso. Sin embargo, en ese momento debía causar la impresión que se supone debía tener.

Brian pareció notar el pánico en su mirada por lo que le dio unos pequeños golpecitos en el brazo con el codo para llamar su atención. Roger lo miró y vio como este tomaba dos cubiertos con lentitud para que él tomase los suyos y lo imitase. El rubio hizo exactamente lo mismo que él y se llevó un trozo de su comida a la boca. No supo si le gustó o no, sabía raro.

-Entonces... ¿cómo os conocisteis? -preguntó la señora May después de limpiarse la comisura de los labios con su servilleta de papel.

-En la biblioteca -contestó Brian -, Roger va a muy a menudo, ¿no es así? -preguntó mirándole y el aludido asintió.

-Siempre que puedo.

No a leer precisamente.

Cathy sonrió y estaba dispuesta a decir algo más pero en ese momento su marido se adelantó. Entrelazó sus manos por encima de la mesa y miró a Roger con la mayor de las simpatías que Brian sabía perfectamente que era falsa. No es porque Roger le hubiese caído mal, al contrario, sabía que a su padre la gente que parecía ser perfecta le sacaba de sus casillas y por eso se dedicaba a hacer un montón de preguntas incómodas, para sacar aquello que dejase de ser perfecto.

-¿De qué trabaja tu padre? -de nuevo Roger quiso que la tierra se lo tragase. Eliminó todo pensamiento anterior de que aquello era una aventura. Se había transformado en su peor pesadilla.

-Tiene una empresa -contestó rápidamente. Brian sonrió pues al menos, de momento, Roger parecía estar saliendo bien de aquella situación.

-¿De verdad? ¿Qué tipo de empresa?

-De editorial -dijo lo primero que se le ocurrió -, Meddows, seguro que no la conoce porque está mucho más implantada en Irlanda que en Inglaterra. Allí es muy importante.

Charles volvió a asentir y se quedó en silencio, llevándose su copa de vino a los labios. La señora May volvió a aprovechar el silencio de su marido para volver a hablar.

-Bueno, Brian, me alegro mucho que hayas hecho otro amigo ahora que John está tan ocupado -Roger miró al mayor con un brillo en los ojos que Brian interpretó como picardía, obviamente haciendo alusión a lo que no hace mucho había ocurrido entre ellos dos por lo que casi se atraganta con la cucharada de verduras que se había metido en la boca en ese momento.

-Sí, siempre está bien conocer gente nueva -Roger dejó de mirarle y con una pequeña sonrisa orgullosa y feliz continuó comiendo lo que aún seguía sin saber que era.

Hablaron un poco más sobre algún tema banal y de fácil respuesta para el rubio hasta que llegaron al segundo plato. Durante toda la cena el hombre regordete y bajito no se había movido de la puerta y era quien se encargaba de llenarles la copa de vino si en algún momento se les acababa. A decir verdad, Roger se sintió bastante mal en más de una ocasión. Se sentía un hipócrita por ser a él a quien le estaban sirviendo cuando seguramente debería ser al contrario porque estaba seguro que hasta los camareros que los servían tenían más importancia en la escala social que él. Pero como ellos no lo sabían quiso dejar de pensar en ese tema. Suerte que pasado un rato Cathy volviese a hablar sacando un tema de conversación que le llamó la atención.

-Hemos estado con los padres de Elizabeth esta mañana -comentó contenta la mujer. Brian de pronto sintió como el color le abandonaba el rostro y miraba a su madre con un pánico en la mirada que supo camuflar bien -, nos han dicho que está muy emocionada con la boda.

Roger miró curioso a Brian mientras masticaba su trozo de pescado. El mayor se aclaró la garganta.

-Me alegra escuchar eso -fingió una sonrisa pero quiso que sus palabras sonasen lo suficientemente cortantes para hacerles entender que no quería seguir con ese tema.

Se acaloró tanto y se puso tan nervioso que tuvo que arremangarse la camisa hasta los codos. Roger no dejaba de masticar su comida con la curiosidad desprendiéndose de cada poro de su piel, pero no quería preguntar directamente quién era esa mujer que tenía por nombre Elizabeth porque imaginó que sería descarado.

Brian bebió de su copa de vino para intentar mantenerse más tranquilo.

-Sí, y les dijimos que tú también lo estabas.

Mierda, mierda, mierda y más mierda.

-Genial -contestó y su mirada se puso sobre la de Roger que tenía el ceño fruncido. O cambiaba de tema ya o todo acabaría yéndose a la mierda -. Padre, ¿qué tal el trabajo esta mañana? Escuché que tenías una reunión muy temprano.

-A la que deberías haber venido conmigo, ¿verdad? -contestó un poco molesto pero, a pesar de ello, Brian no pudo sentirse más contento por haber conseguido cambiar de tema con éxito.

Y sí, Charles le echó un poco la bronca por no haber ido con él cuando era más que obvio que heredaría la empresa de su padre y que debería poner un poco más de esfuerzo, le explicó un poco cómo había sido y después de eso continuaron hablando de otros temas más superficiales y que, como antes, Roger pudo comentar con facilidad y naturalidad.

El resto de la cena fue algo más agradable ya que con los minutos que pasaban se sentía más cómodo. Cathy seguía siendo lo agradable que había sido todo el tiempo y Charles simplemente dejó de hacerle preguntas incómodas.

Fue bien.

Hasta que terminaron de cenar y los cuatro se pusieron en pie.

-Nos alegramos de haberte conocido, Roger -habló la señora May sonriéndole. Entonces Roger ya supo de dónde había sacado Brian esa sonrisa tan característica que siempre le acompañaba.

-El gusto es mío -contestó educadamente. De nuevo sus palabras y comportamiento fueron un éxito.

Después de estrechar la mano del señor May a modo de despedida, Brian lo acompañó hasta la puerta para despedirlo.

Salieron al fresco de la calle que, debido a la hora que era, ya se encontraba completamente oscura. Brian entornó la puerta detrás de él para que no escucharan su conversación.

-Siento si ha sido terriblemente incómodo -se disculpó.

-Oh, bueno... yo creo que podría haber sido mucho peor -rió y bajó la mirada al suelo -, teniendo en cuenta que... -estuvimos a punto de hacerlo en tu biblioteca minutos antes.

Eso obviamente se lo calló.

-Ya -dijo rápidamente y se mordió el labio.

Ambos estaban parados y en silencio. De pronto no sabían ni qué decir ni qué hacer. El aura que los rodeaba se había vuelto un poco incómoda debido a la intensidad de aquel día que no parecía querer acabarse nunca.

-¿Meddows? -preguntó Brian con curiosidad después de un rato. Había recordado lo que Roger dijo durante la cena.

El rubio soltó una pequeña risa.

-Meddows es mi segundo nombre -cuando observó la expresión de Brian a punto de echar a reír continuó -. ¡No me juzgues! Fue lo primero que se me ocurrió.

-Tranquilo, es elegante en realidad -Roger lo miró un poco confundido -. Meddows, quiero decir. Es elegante. Te queda bien.

Las mejillas, como siempre que hablaba con él, se le colorearon un poco.

-Gracias -dijo bajito y apartando la mirada. De repente le había entrado un poco de vergüenza. Algo que al mayor le pareció adorable.

Volvieron a pasar unos pocos segundos de silencio hasta que Roger recordó algo que le había curioseado desde su mención.

-Oye -dijo volviendo a mirarlo -, ¿quién es esa tal Elizabeth?

El nerviosismo volvió a azotar a Brian como lo había hecho durante la cena con la mención del nombre de su prometida. Mierda, ¿qué diría ahora?

-Ehm, es mi prima -dijo lo primero que se le pasó por la cabeza y aunque a él le pareció que había sonado a excusa barata y nada creíble, Roger asintió conforme, algo que le hizo volver a tomar aire con más tranquilidad.

-¿Se va a casar?

-Ah, sí... dentro de poco, sí -Roger sonreía y Brian se sentía morir por dentro, pero no podía expresar esa sensación o el otro se daría cuenta de todo, por lo que mostró una actitud relajada.

-Qué bien -sonrió con sinceridad -, no he estado en una boda nunca antes -de pronto su mente pareció de desaparecer de allí. Brian intuyó que estaba pensando o planeando algo dentro de su cabeza. Cuando pareció llegar finalmente a una conclusión, miró a Brian mostrando una media sonrisa -, ¿y el primo podría llevar a un invitado? He escuchado que en las bodas se hace eso, se invita a amigos y conocidos de los amigos.

Y eso era muy cierto. Las bodas eran tremendamente numerosas.

-¿Quieres... ir? -preguntó en un volumen muy bajo esperando a que el rubio dijese que no, que solo bromeaba. Pero para su mala suerte no fue así.

-¡Sería genial! ¿No crees? -rió y saltó de la emoción -, hasta podría llevar este traje, para tus padres soy una persona de clase alta, ¿no? Nadie se dará cuenta. Siempre he pensado que las bodas de los ricos deben ser impresionantes; con un montón de invitados vestidos con trajes caros, un banquete con un montón de comida y todo tipo de alcohol. Un montón de música romántica y el baile de los novios... -los ojos se le pusieron brillantes de ilusión -. ¡Oh! ¿Y qué decir de la iglesia? Si es tu prima estoy seguro de que será guapísima y en un vestido blanco ya ni me lo quiero imaginar. Pero no te pongas celoso que solo me interesas tú -aquello le sacó un rubor de mejillas al mayor pero con tanto charloteo se le olvidaron en seguida aquellas palabras -. ¿Podría ir entonces?

Volvió a mirarle con una sonrisa tan amplia y unos ojitos tan resplandecientes e ilusionados que por un momento se quedó mudo. Una presión aguda y dolorosa se instaló en su pecho y no supo cómo manejarlo. No supo qué decir.

-Seguramente -aquella palabra le borró un poco la sonrisa pero pareció satisfecho.

-Bueno, pues ya lo hablaremos -miró hacia la puerta y de nuevo a él -, mejor me voy ya.

-Como quier... -pero sin previo aviso Roger se puso de puntillas y le plantó un beso casto en los labios.

El rubio soltó una risita al ver la cara que se le quedó a Brian y corrió de allí dando saltitos de felicidad.

Y a pesar de que el beso le había hecho sentirse de nuevo pletórico, esta vez no supo disfrutarlo del todo. No después de lo que había hablado con él.

•••

Solo digo que estoy muy emocionada con esta historia. Tengo pensadas muchas cositas para ella jsjs

También tengo una pregunta que haceros. Es que yo reconozco que mis capítulos a lo mejor son muy largos, de hecho ninguno baja de las tres mil palabras o incluso más, y a mí siempre me han gustado así pero no sé si a vosotrxs se os hacen muy pesados. Entonces simplemente quería saber si os gustan así o preferís un poco más cortos, aunque si son más cortos hará que ocurran menos cosas interesantes en los capítulos. No sé si me entendéis.

Y que no me canso de decirlo pero vuestros votos y comentarios me dan la vida. No sabéis lo que me habéis hecho reír últimamente

¡Os quiero! Sois luz.

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