6: Titanes de tierra

Ellie se limpió las lágrimas con dificultad. Dejó a Fuoco en la tierra y se puso de pie, mirando con rencor a su hermano.

—Todo esto es tu culpa —murmuró con la voz quebrada.

Aarón no podía creer que ella siguiera echándole la culpa, eso le destrozaba. Cristopher rugía mientras intentaba morder al gran hombre lagarto. Este le lanzaba ráfagas de fuego que el dragón disipaba con el viento y aprovechaba para acercarse e intentar dar zarpazos.

Mud corrió a la entrada de la cueva y quedó al borde. Lanzó un chirrido especial a modo de llamado. La punta de la cola de Christopher lo lanzó al suelo justo a tiempo, antes de que la llamarada del rey lagarto le diese.

Ellie se empezó a acercar hacia su hermano, con semblante rencoroso y el viento empezando a arremolinarse a su alrededor. Aarón empezó a retroceder mientras negaba en silencio, angustiado.

—Basta, Ellie, de nada nos sirve pelear ahora, ¡debemos ayudar a terminar esto!

—No me importa lo que suceda con el mundo, ¡ya no me importa nada! —gritó ella con lágrimas en los ojos.

Aarón lo notó pero enseguida tuvo que correr a su derecha para esquivar el ventarrón que su hermana le mandó. Ellie extendió sus manos y atrapó al castaño en el viento, él pataleo un poco, intentando escapar de forma inútil mientras se alzaba a un metro de la tierra y subía más.

—¡Ellie, detente! —pidió.

—Ya es tarde... —El rey lagarto cayó cerca de ellos haciendo caer a Ellie y por consecuencia, a su hermano también.

Aarón se reincorporó y corrió hacia ella. El lagarto se puso a gatas y la tomó con sus manos. Ella gritó y su hermano también, exigiendo que la soltara. Christopher estaba recuperándose de un golpe contra la pared de roca de la cueva.

—¡Qué divertido! —se regocijó el inmenso hombre. Ellie intentaba librarse de forma inútil—. ¡Los altísimos me mandaron a dos niñitos pleitistas, un dragón con poco poder, y un frágil acuático! ¡Proseguiré con lo que tengo que hacer!

Se dio la vuelta y se dirigió a la pila de rocas rojas. Ellie chilló desesperada y Christopher rugió. Aarón corrió a intentar detenerlo.

—¡DÉJALA, MALDITO BASTARDO! —Empezó a darle puñetazos a la pierna del gigante lagarto.

El rey lo apartó con una patada y lo hizo rodar por la tierra varios metros.

—¡Bastardos los de tu especie, que casi acaban con los míos!

Extendió los brazos, sosteniendo aún a Ellie con sus manos. La joven pudo ver que estaban sobre las rocas. Se dio cuenta de que la partiría en dos para activarlas. Empezó a chillar otra vez pidiendo piedad. Cristopher apareció y mordió la cabeza del lagarto, llevándolo de encuentro. Ellie cayó y rodó por la pila.

Aarón corrió a su encuentro. Ella lloraba, presa del pánico, y corrió también hacia él. Se abrazaron fuerte, él intentó calmarla pero pronto tuvieron que huir y tratar de ponerse a resguardo, ya que el dragón se debatía en la lucha con el extremadamente fuerte rey del fuego.

Mud se les acercó.

—La ayuda viene en camino —avisó.

Los dos jóvenes asistieron. Ellie se asomó para observar. Cristopher le mordió el brazo izquierdo al lagarto mientras intentaba darle zarpazos. Agitó las alas y un fuerte tifón lanzó al rey contra la pared de roca. El cuerpo de Fuoco fue arrastrado también y eso hizo que aprovechara en tomarlo y salir corriendo. Christopher en milésimas de segundo, ya estaba sobre él, mordiéndole la espalda. El lagarto no desistió y continuó.

Ellie gritó al ver lo que haría, quiso salir pero Aarón y Mud la detuvieron. El rey lagarto arrojó el cuerpo de Fuoco sobre la pila de rocas, Cristopher lo embistió, pero nuevamente, en milisegundos, el lagarto mandó una llamarada y esta encendió la pila.

El fuego se alzó hasta el techo de la cueva, con poder infinito y abrasador. El cambio había iniciado.

Mud puso sus manos en la tierra y cerró los ojos. Al poco rato se puso de pie con rapidez, alzó los brazos, y una enorme columna de agua estalló de la tierra, abriéndose paso desde el subsuelo de la montaña. La dirigió hacia el fuego, pero toda se convirtió en vapor al tocarlo. Mud quedó perplejo. El rey lagarto empezó a reír.

Christopher tomó a los muchachos y los subió a su lomo con urgencia, ya que la montaña comenzaba a sacudirse con violencia y a destruirse. Salieron volando a tiempo y pudieron ver desde lo alto, cómo la tierra iba partiéndose en dos, abriéndose, la columna de fuego se abrió camino y continuó subiendo hasta los límites del cielo.

Podían verse a los titanes del fuego en las profundidades candentes. Enormes Criaturas de apariencia reptiliana, piel negra cubierta de escamas gruesas, fuertes patas para mover los subsuelos, colas cortas para que no estorbasen. Todos ellos, listos para salir a la superficie.

Cristopher voló lejos en segundos, Mud vio a los acuáticos corriendo en masa, obedientes a su llamado de ayuda. El dragón bajó para darles encuentro. Todos se detuvieron al verlos aterrizar.

—Estamos perdidos —renegó Aarón mientras bajaba del lomo.

Ellie bajó también, limpiándose las lágrimas. Mud se reunió con los suyos y les empezó a contar lo que estaba pasando.

—¡Llamaremos a los titanes de tierra y les pediremos que cierren paso a los del fuego! —avisó el rey acuático. Un enorme hombre gris con una gran cresta que se unía a su aleta dorsal, ojos negros en su rostro casi plano, y dedos palmeados—. ¡Mientras tanto, nosotros acabaremos con los que ya han logrado subir!

—Sí —aceptó Christopher—. Háganlo, por favor.

El inmenso grupo de acuáticos se retiró para no perder más tiempo. Aarón intentaba pensar en qué hacer, hasta que recordó algo.

—Christopher, absórbeme.

—¡Ni se te ocurra! —gritó su hermana.

El dragón quedó observándolo.

—Necesitas más fuerza para vencer a ese lagarto, o matará a todos esos seres, ¡matará todo lo que esté a su paso, ya no quiero cargar con la muerte de nadie!

—¡Tú no cargas con la muerte de nadie! —refutó Ellie—. ¡No fue tu culpa! ¡Nuestros padres eran malos, se lo buscaron!

—Tu hermana tiene razón —dijo Christopher con su voz fuerte pero en calma—. Ya has visto lo que puedo hacer. Me muevo más veloz que nadie.

—¡Te mueves veloz pero no puedes contra él, y si tú no puedes, los acuáticos tampoco, mucho menos contra los titanes del fuego!

—Basta. No absorberé a nadie. —Dio media vuelta y se sentó—. Debemos ir ya a luchar. ¿Vienen conmigo, o no? Los altísimos ya hicieron lo suyo al reunirnos, no harán más, nos toca actuar.

—Ellie...

—¡No vas a detenerme! ¡Yo voy a vengar la muerte de Fuoco! ¡Así me dejes aquí, tengo el poder para seguirlos!

—¡Apresúrense! —exigió el dragón.

Ambos subieron a su lomo y despegaron veloces como un rayo. Vieron desde las alturas a los titanes de tierra moviéndose en dirección de la fisura, guiados por la columna de fuego. A los titanes del fuego saliendo de esta, y al ejército de acuáticos esperando a lanzarse contra ellos. Los de tierra eran enormes seres cuyos cuerpos cuadrúpedos eran de rocas, con bosques en sus lomos. Los únicos que se veían pequeños eran los acuáticos.

—¡No podrán contra ellos, vamos!

Christopher se lanzó en picada y disparó una bocanada de aire. Esta le dio a algunos titanes de fuego, los aplastó momentáneamente contra el suelo pero pronto se reincorporaron. El clima empezaba a calentarse. Esos seres y la columna de fuego lo estaban haciendo. El rey iba a la delantera. Sonrió, mostrando su hilera de dientes.

—¿Dónde está ese «intocable» del que habla la leyenda? —se burló.

Extendió sus brazos y lanzó llamaradas. Los titanes que iban a la par con él, abrieron sus bocas y también lanzaron fuego. Los acuáticos se prepararon. Los de la primera fila tocaron la tierra y se pusieron de pie otra vez, alzándose con fuerza. Una sola y gigante ola se abrió camino desde el subsuelo. Los demás acuáticos extendieron las manos y la ayudaron a crecer hasta casi un kilómetro de altura.

—¡PREPÁRENSE! —ordenó su rey—. ¡LANCEN!

Bajaron sus brazos y la inmensa ola se precipitó con furia, dispuesta a barrer con todo. Tocó tierra con violencia y corrió contra todos los del fuego. Christopher y los chicos pudieron ver cómo el agua barría con algunos de los titanes de fuego que estaban a la periferia del grupo. Se empezó a elevar una gran nube de vapor. Los acuáticos prepararon otra ola para atacar, ya que los del fuego empezaron a evaporar las aguas con sus llamaradas.

Lanzaron la otra ola, pero esta vez ya sabían cómo destruirla. Lanzaron su fuego y la hicieron vapor antes de que los tocara. Empezaron a correr para atacar a los acuáticos.

—Oh no. ¡VAMOS! —gritó Aarón.

Volvieron a bajar en picada. Ambos hermanos extendieron sus brazos y lanzaron sus tifones de viento que se juntaron con el de Christopher, golpeando a los titanes de fuego que iban adelante, ya casi para llegar a los acuáticos. Pero los que iban atrás los sortearon, embistieron, aplastaron, y empezaron a pelear.

Los acuáticos lanzaban agua y los del fuego, no solo los quemaban, también los aplastaban. El rey lagarto se abría paso sin problemas de entre la lucha, satisfecho.

—¡NOOO! —gritó Aarón al ver que nunca ganarían. Estaban muriendo los seres, y la batalla estaba muy dispareja.

Christopher voló bajo y lanzó otra bocanada de aire, tumbando a un titán de fuego que estaba escupiendo llamas vivas sin parar contra los acuáticos que intentaban detenerle. Otro le dio un zarpazo al instante y cayeron contra la tierra. Rodaron muchos metros. Christopher batió sus alas y logró sobrevolar al ras del suelo. Tomó a los hermanos y cayeron unos metros más lejos de la lucha.

—¡Absórbeme, qué esperas! —exigió el castaño, poniéndose de pie—. ¡Necesitamos acabarlos y salvar a los acuáticos que quedan! —Christopher le gruñó—. ¡¿Cuál es tu problema, por qué no quieres?! ¡Ya nada me ata aquí, prefiero salvarlos y dejarle un mundo seguro a mi hermana!

—¡No eres tú lo que necesito! —respondió al fin el dragón.

Eso congeló al joven. Si no era él, entonces...

—Absórbeme entonces —murmuró Ellie.

—¡No! —Se le acercó y la tomó de los hombros—. ¡¿Qué demonios te hace pensar que voy a dejar que te absorba?!

—Tranquilo, Aarón —interrumpió Christopher—. Es por eso que no pensaba hacerlo.

—Pues no les queda otra opción —refutó ella—. Me necesitas porque soy la más fuerte, y necesitan salvar este mundo. Estoy más que dispuesta... —Miró a su hermano—. No estaré sola cuando me vaya —susurró con tristeza—, Fuoco estará conmigo.

Se apartó con lentitud de su hermano que se negaba a soltarla con las lágrimas corriendo por sus mejillas. No quería, y a la vez debía hacerlo. Dejarla ir, todo por no haberse hecho más fuerte.

Christopher gruñó, mostrando sus colmillos. Negándose. Pero la mirada suplicante de ella lo hizo tomar una postura relajada. Giró, rodeandose del viento, este arrancó de las plantas de los alrededores, las flores más bellas. Todas fueron a girar en torno al joven rubio que había dejado su apariencia de dragón.

Extendió su mano y las flores pasaron a rodear a Ellie.

—Pido perdón en nombre de los de mi especie.

Ella asintió. Cerró los ojos y el viento la envolvió.


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