5: Centinelas del viento

Ellie se encontraba observando el brillo de la lava desde el borde del barranco en aquel lugar oscuro. Fuoco se le acercó y quedó a unos pasos atrás. La contempló por varios segundos. Sabía lo que estaba pensando tal vez. Quizá en su hermano, que se había aliado a los malvados del viento, y ella, que repugnaba su naturaleza, pero que sin embargo también la poseía. No podía hacer nada, ya estaba hecho. Las cosas se habían dado así.

—Sabes que has hecho lo correcto —murmuró el hombre lagarto.

—Si hubiera habido otro modo de alejarlo de esa bestia maligna —susurró ella. Suspiró y frunció el ceño.

Volteó y quedó frente a frente con Fuoco.

—Los centinelas del viento son los seres más veloces y despiadados que pueden existir. Capaces de matar a miles en un parpadeo. No fue nada fácil buscarlos y acabarlos. Después de que ellos nos hartaran a todos con su dictadura y...

—Lo sé —cortó Ellie.

***

Cristopher nadaba con desesperación bajo las aguas. Divisó a Aarón y trató de apresurarse. Tomó aire en la superficie y volvió a sumergirse. Cuando estuvo cerca de su compañero, uno de los hombres acuáticos se interpuso. Llevó a Aarón a la superficie y Cristopher lo siguió. Quedaron viéndose de forma retadora.

—¿Quieres a este muchacho? Pronto dejará de vivir, y ya no te servirá.

—Mis asuntos no te importan.

—¿Sabe él que piensas absorverlo para poder permanecer como dragón y conservar tus poderes?

El rubio apretó la mandíbula.

—No sé de qué hablas, alimaña. Y no sé qué hacían los de mi especie, solo quiero arreglar al mundo.

—Sí, claro. —Sonrió mostrando todos sus afilados dientes.

—Retírale el agua de los pulmones y te daré lo que quieras.

El acuático entrecerró sus oscuros ojos. El agua se arremolinó con fuerza, una enorme ola no tardó en formarse. Esta los llevó con rapidez hasta la orilla. Una vez ahí Cristopher quedó a gatas mientras su cuerpo chorreaba agua. El acuático, que había transformado su cola en dos piernas, arrastró a Aarón un poco más hacia la arena seca. Se sentó sobre sus talones y aproximó sus manos palmeadas al pecho del joven, las movió hacia su cabeza y Aarón tosió de golpe toda el agua.

Christopher se acercó y el acuático se alejó un poco mientras el castaño se calmaba, tratando de recuperar el ritmo de sus respiraciones.

Aarón cerró los ojos y se dejó caer sobre la arena otra vez, relajándose unos segundos, tosiendo apenas de vez en cuando. El acuático movió su mano una vez más y el agua de las ropas de ambos jóvenes salió disparada al mar.

—Gracias —susurró el que yacía en la arena.

—Está hecho —dijo el acuático. Miró a Christopher—. Ahora el pago.

—Habla.

Aarón giró el rostro para verlos.

—Iré con ustedes. Tengo algo que comunicar. Y no me fío de ti, centinela del viento, malvado ser —sentenció entre dientes.

—¿Malvado? —murmuró Aarón, confundido.

—Esta cosa tiene una idea equivocada de mí —aseguró el rubio—. Pero no tengo nada que ocultar. Nos vamos. —Empezó a alejarse.

El viento fuerte seguido del destello se hicieron presentes. Luego de eso, Cristopher convertido en dragón rugía con furia. Extendió las alas y les ordenó que subieran. Aarón les protegió con el viento y despegaron con esa velocidad que solo ellos poseían. Ahora el que gritaba por la sorpresa era el ser acuático.

—Me llamo Mud, por cierto —dijo luego de calmarse.

—Un gusto, Mud —saludó Aarón—. Gracias por ayudar.

***

—El amo está en camino. —Fuoco puso una última piedra roja sobre el montículo que ya había armado—. Ya casi es hora.

—Espero que esto arregle al mundo —susurró Ellie.

—Escucha —murmuró el lagarto—. Tienes mi palabra de que así será. Además, si pasa algo...

El viento inusual llamó su atención. No tardaron en divisar al dragón blanco. Fuoco apretó los dientes y se apresuró en ordenarle a sus hombres que montaran a sus bestias para ir a detener a su adversario.

Volaron lo más veloces que pudieron para darle encuentro a una distancia prudente del lugar y de la importante pila de rocas rojas.

Christopher se detuvo de golpe y quedó suspendido con el viento revoloteando a su alrededor mientras los otros aleteaban para no caer.

—Otra vez tú. ¿Acaso tienes siete vidas? —renegó Fuoco.

—Devuélveme a mi hermana —exigió Aarón, con semblante sombrío.

El lagarto sonrió de forma siniestra.

—Escucha —habló Mud—. ¡Desarma esa pila de rocas que tienen en el interior de la montaña. No tienes idea de lo que va a pasar!

—¡Claro que la tengo, animalejo inepto!

—Son unos sinvergüenzas —renegó Aarón—. ¡¿Mataron a tantos y ahora quieren acabar con el mundo?!

—Parece que a alguien le han contado mal la historia —se burló Fuoco.

Miró a sus hombres y todos asistieron. Ellie fingió aburrimiento y se sentó en la base de la cola del dragón negro del lagarto.

—Humanos y seres mágicos vivían en paz —empezó a contar él—. Distintos seres regían la tierra, cada uno dominaba un elemento. Tierra, aire, fuego y agua. Hasta que algo ocurrió...

—Una guerra, eso lo sé,

—No. —Sonrió con malicia—. Una traición, la más bella de todas. Una hermosa traición de amor. —Aarón frunció más el ceño—. El rey del fuego se había enamorado de la reina del viento. Ella no tardó en notarlo. Se le acercó más de una vez a hablar, entre las nubes. El rey del fuego, así como el del agua y el de la tierra, no dejaban que los otros intervinieran en sus gobiernos. Tampoco estaba permitido el ingreso a los dominios del otro. ¿Pero qué crees? Los del viento querían dominar sobre todos, y ocultaban bien sus poderes más letales.

»El rey del fuego, confiado, invitó a la reina a conocer sus dominios un día. Pero ella no guardó ese secreto. Una vez que las puertas al subsuelo se abrieron, lo que pasó después no muchos lo pudieron ver. Toda una horda de centinelas del aire, tan veloces que invisibles, entraron a atacar. El rey del fuego murió en manos de ella. Algo muy bello.

»La furia de los hombres del fuego no se hizo esperar. El fuego es violento, y de esa forma reaccionaron. El resto del mundo lo supo, supo cómo era la ira del fuego. El hermano menor del rey, mi amo, tomó el poder y no dejó que les arrebataran sus dominios, logrando recuperarlos poco a poco, persiguiendo a los del viento, incluso si éstos ya habían salido a superficie.

»No creo que lo comprendas. Tú no entiendes cómo es que el rencor nos puede llegar a cegar. Se metieron con los hombres equivocados. Basuras. —La furia de Fuoco podía sentirse tanto como si se tuviera una flama alrededor.

—Hay algo que debes saber —insistió Mud.

—¡Cállate! Aún tengo algo para decir. —Volvió a ver con rencor a Aarón—. ¡Tus padres eran unos malditos dominantes del viento y nunca te lo dijeron! ¡Acogían a los de mi especie para luego matarlos! ¡Esa cosa! —Señaló a Christopher—. ¡Esa cosa piensa absorberte para quedarse como centinela de viento sin tener que cambiar! ¡Eso es lo que ellos hacían, absorberse unos a otros para hacerse más fuertes! ¡Así como el viento se fortalece con más viento! ¿¡Cómo crees que ha llegado a ser un dragón?!

Aarón no podía creer lo que oía.

—Te equivocas, ¡todo debe ser mentira! —gritó.

—¡Seres como tú mataron a mis padres también! ¡Ahora les haré pagar! —Apretó sus afilados dientes y extendió las manos, lanzando una gran llamarada—. ¡Mueran!

Christopher giró con rapidez, pero apenas esquivó ese ataque, tuvo que girar hacia el otro lado para esquivar un segundo ataque. Los demás lagartos se lanzaron a pelear, montados en sus dragones. Christopher se alistó para soplarlos con sus alas, pero su jinete lo detuvo.

—¡No se te ocurra atacar mientras mi hermana esté al frente o me aventaré de tu lomo! —amenazó.

Un dragón negro quiso embestirlos y logró disparar una buena ráfaga de viento, tras un grito de cólera y miedo, alejando al adversario. Ellie apareció por su otro costado y giraron en picada para esquivarla. Otro dragón negro les dio encuentro, embistiéndolos con fuerza. Christopher rugió furioso.

—¡No, Ellie! —gritó desesperado al verla volar hacia ellos.

Intentó alejarla con el viento, al tiempo que otro atacante del costado les disparó fuego. Gritó ante el calor y el ardor pero Christopher se había movido veloz, esquivando por poco. Aarón sintió la velocidad con la que se movió, y cuando se dio cuenta, Christopher estaba mordiendo el ala de uno de los dragones negros. Este rugía e intentaba alejarse dando zarpazos, pero Christopher también se los devolvió, logrando hacer caer a su jinete.

Vino otro y los embistió. El dragón libre y herido cayó, aleteando con dificultad. Christopher le dio un coletazo al nuevo atacante y rugió tras la embestida de un tercero. Aarón gritó por la fuerza de esos movimientos, intentando no soltarse y caer. Christopher mordió el cuello de uno y el otro le mordió el ala. Volvió a girar con rapidez para liberarse.

Rugió furioso otra vez, empezó a gruñir. El viento se arremolinó. Aarón y Mud tuvieron que aferrarse más a las escamas largas del lomo, y cuando se dieron cuenta de lo que había pasado, habían recorrido en unas milésimas de segundo todas las distancias entre ellos y los otros dragones.

Los gritos y rugidos de hombres y bestias les hizo reaccionar otra vez. Todos los adversarios caían derrotados. Aarón logró ver sangre en la mandíbula y garras del blanco dragón. Este gruñía, amenazando a Fuoco y a Ellie, que eran los únicos que quedaban.

—Te lo dije —se regocijó el hombre reptil.

El viento volvió a arremolinarse.

—¡NO! —gritó Aarón, poniéndose de pie—. ¡No te atrevas a moverte o caeré!

Ellie tocó al dragón de Fuoco y tras una ráfaga de viento, salieron huyendo hacia la montaña. Aarón la llamó. Volvió a sentarse.

—¡Vamos tras ellos pero no te atrevas a hacer nada estúpido! —le amenazó.

Cristopher gruñó pero asintió. Volaron con velocidad. Chocaron contra el dragón negro y terminaron cayendo dentro de la cueva en la montaña, cerca del barranco que daba hacia las profundidades y la lava, más allá estaba la pila de rocas rojas. Rodaron y se deslizaron contra la tierra con violencia.

Se pusieron de pie. El joven castaño pudo ver bien el lugar.

—No dejaré que toquen la pila de rocas —sentenció Fuoco, poniéndose entre esta y sus enemigos—. Con ella y el poder de mi amo, la tierra se hará más habitable para los hombres del fuego. El mundo perfecto al fin.

Aarón miró a su hermana.

—Ellie, sea la historia que sea, tú y yo no la sabíamos. Por favor, no sabía lo de nuestros padres, y aunque me engañaste bien con lo de que murieron por mi culpa, no estoy molesto contigo. —Extendió la mano—. Por favor, ven.

—No lo escuches. Será absorbido por ese monstruo y seguro lo ha convencido para que te absorba también.

—No, Ellie no es verdad.

—Ellie —intervino Christopher—. Es cierto. Hace mucho absorbí a otros como era costumbre en mi especie, pero fui desterrado. Fui desterrado y abandonado porque me negué a atacar a los del fuego. Ya no pienso absorber a nadie, solo quiero detener esto.

—¿Y cómo es que te deshiciste de los otros hombres sin piedad y sin detenerte a pensarlo ni un segundo? —quiso saber ella.

—No los maté si eso crees.

—Oigan, déjenme hablar —pidió Mud—. Fuoco, el rey del fuego activará el cambio con las piedras pero para eso necesita a Ellie. La matará.

Eso sorprendió a todos. Aarón corrió para estar más cerca de ella.

—¡Mientes! ¡Eso no me lo dijo! —reclamó el reptil.

—No tenía porqué. Pero debes creerme, lo escuché, ya sabes que los acuáticos estamos en todas partes.

Ellie se asustó mucho y empezó a negar.

—Él me aseguró protección, ¡me aseguró protección!

—Tranquila —le pidió Fuoco mientras le tomaba el rostro para hacerla verle a los ojos—, tranquila, estamos aquí, no te tocará.

—Odio a los aguafiestas. —La grave voz del rey del fuego retumbó en el lugar.

El inmenso hombre lagarto de ojos amarillos salió de entre las sombras. Sin previo aviso, lanzó fuego hacia Mud ante la mirada estupefacta de todos, pero Christopher, tan veloz como siempre, lo sacó del camino. El hombre aprovechó esos milisegundos y lanzó otra llamarada hacia Ellie.

—¡Ellie! —Fuoco la empujó con fuerza y Aarón aprovechó eso para alejarse más con ella ayudándose del viento.

—¡No! —chilló ella, liberándose de su hermano y corriendo hacia Fuoco.

Christopher se lanzó contra el rey del fuego, rugiendo con furia.

—¡Fuoco! —lo llamó Ellie. Él tenía muchas quemaduras graves. Lo recostó en sus piernas—. Vas a estar bien, vas a estar bien.

—No, se acabó. —Ella negó—. Tus padres acogieron a una pareja de hombres lagartos... ¿Recuerdas? —La chica asintió—. Luego ellos mismos se cubrieron los rostros y los mataron. Excepto a uno... Tú salvaste y escondiste a su pequeño hijo... Pues era yo. —Ellie se limpió las lágrimas y asintió—. Me enamoré desde que te vi... Gracias. —Cerró los ojos.

Ellie ahogó los sollozos mientras su hermano observaba sin creerlo, y Christopher luchaba a muerte contra el rey del fuego.

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