1: Dragones escupe fuego


Dos jóvenes corrían sobre los techos mientras eran perseguidos. La chica iba detrás, y su hermano iba tirando de su mano.

Guardaban un preciado manuscrito, de hecho, lo habían robado. Cinco guardias del rey del fuego los seguían, cubiertos en armaduras. No se sabía exactamente qué eran. Humanos, ¿reptiles? Montados sobre dragones negros escupe fuego, fieles sirvientes.

Dispararon una ráfaga que cayó a un metro de los hermanos, y el calor fue tal que, de un salto, se apartaron y rodaron por el techo a dos aguas, para terminar sobre paja.

—¡Ellie! —llamó a su hermana.

—Estoy bien, cállate —dijo ella mientras se sacudía los mechones castaños y guardaba bien en su bolsillo una piedra roja que había conseguido en el hurto.

El chico tiró de su mano, haciéndola soltar un grito de sorpresa, y echaron a correr de nuevo. Justo en ese instante, el montículo de pajas ardió en llamas.

—¡Detente, ladrón! —ordenó un guardia.

El rugido de su dragón se oyó por casi todo el pueblo. Aquellos majestuosos y despiadados seres medían como siete metros de largo, sus patas delanteras se unían a su torso con una fuerte y gruesa membrana, formando así las alas. Eran bastante veloces, ojos rojos, garras y colmillos enormes.

Para horror del chico, uno de ellos los abordó por detrás y atrapó a su hermana con una garra trasera. La joven empezó a chillar mientras la alzaban en vuelo.

—¡No la toques! —gritó él, y saltó, aferrándose a la pata.

Sus escamas duras le rasparon como si estuviera aferrado a la áspera corteza de un árbol, pero no se rendiría. Se elevaron un par de metros más. No podía empuñar la espada que llevaba en la espalda así que sacó una daga del pantalón y empezó a intentar clavársela al animal, pero esas escamas sí que eran duras.

Gruñó y puso más fuerza para dar otra puñalada y, con suerte, se le incrustó al fin. No se había fijado por dónde iban y ahora se daba cuenta de que sobrevolaban el bosque. El dragón giró con brusquedad mientras rugía de dolor y salieron disparados.

Cayó, y miles de ramas y hojas le golpearon con fuerza al segundo. Recibió cortes en los brazos y rostro hasta que terminó en el terreno de un sólo golpe seco. Se reincorporó y escupió algo de tierra que se le había metido a la boca durante la caída. Vio a Ellie tendida a unos metros y a su lado un joven la observaba.

—¡Hey! —Corrió a verla—. ¡Aléjate!

El muchacho se apartó. Tenía las manos atadas, y era rubio, detestaba a los rubios. Lo miró con recelo y se arrodilló para sacudir a su hermana.

—Aarón —murmuró.

—Aquí estoy...

Abrió los ojos y los quedó viendo a ambos. Aarón regresó la vista al extraño y se puso de pie, éste se sorprendió e inclinó un poco la cabeza. Estaba con pantalón negro y una cazadora gris, que parecía ser de una tela gruesa. Volvió a plantar sus azules ojos en los hermanos.

—Gracias por liberarme —dijo.

—¿Liberarte?

—Me llevaban prisionero en ese dragón.

—¿Por qué?

—Quise soltar a uno.

—Bueno, suerte para la próxima. —Rió en silencio y tomó a su hermana del brazo—. Vamos.

Pero ella no se dejó arrastrar, estaba mirando embobada al chico. Aarón rodó los ojos al percatarse.

—¿Cómo te llamas, tienes a dónde ir? —le preguntó ella.

Su hermano la soltó, asqueado. Ya empezaba con sus cosas.

—Me llamo Christopher, y no, no tengo dónde quedarme.

El castaño se aguantó la risa, pues, a su parecer: rubio y de horrible nombre. Era perfecto.

—Ven con nosotros...

—¿Qué? —saltó—. Eso sí que no.

—Por favor —rogó la joven.

—Ellie...

—Eres muy aburrido como compañero de viaje, hermano —reclamó.

—¿Sabes? Haz lo que quieras —renegó y empezó a caminar.

Pudo ver de reojo que sonrieron felices, aunque para el castaño, lucieron como niñitas emocionadas. Lo siguieron, luego de que Ellie le desatara las manos al sujeto. Aarón se mantuvo en la delantera y decidió revisar su botín. Desplegó el pergamino y sonrió con suficiencia, pues era valioso y poseía una gran información. No sólo tenía un mapa mal dibujado con un lugar marcado, sino que también había un pequeño escrito:

«El rey del fuego se situó en los cielos. Pero de la destrucción saldrá aquel ser correcto que, con los dones otorgados por el heredero del viento, regresará la paz y el orden al mundo entero»

Claro que lo sabía, se suponía que era una leyenda, pero él creía en ella. Y por lo visto, ellos también, sino no los habrían perseguido a muerte por eso.

Recordó haber escuchado que habían encontrado la supuesta ubicación del heredero del viento, eso podría significar el fin de ese tirano del fuego. Y, sobre todo, si encontraba al «vientitos» —como él lo llamaba—, todos lo verían como a un héroe y viviría como un rey. ¿Pero cómo era posible que con el viento vencieran al fuego? Era algo un poco absurdo pero al ser una leyenda, alguna sorpresa tal vez surgiría.

—Oye, Ellie —la llamó mientras se detenía—. ¿Quieres tener una mejor vida?

—Guau, sería genial —respondió.

—¿Y por qué le preguntas eso? —quiso saber el nuevo.

—Ja. Olvídalo, rubiecito. No eres parte de mi plan.

Una llamarada impactó contra un árbol de golpe y lo incendió entero. Brincaron y se lanzaron a correr espantados en ese mismo instante.

—¡Ah! ¡Santo señor de los cielos! —exclamó el castaño por el abrasante calor que dejó atrás.

Tomó de la mano a su hermana para seguir. Los dragones sobrevolaban el bosque con sus oscuros jinetes, buscando darles con su fuego.

—¡Debemos llegar a la aldea Imperia! —avisó al recordar el mapa—. No está muy lejos.

Estaban en la ruta hacia la ubicación del supuesto heredero del viento, y se decía que los humanos que habitaban ese lugar, que una vez estuvo bajo el dominio del aire, eran hospitalarios. Tenía que encontrar a ese sujeto. Si manipula el viento, era suficiente como para ser considerado especial, ya que nadie más en este mundo lo hacía.

—¡Allá! —Señaló Christopher a su izquierda.

Vieron una casona, alejada del pequeño pueblo, custodiada por algunos guardias pero de fácil entrada, ya que no poseía cerco. Había algunos montículos de paja y parecía estar vacía. Seguro el dueño ricachón estaba de vacaciones. Se ocultaron tras el montículo más cercano.

—Debemos entrar ahí sin que nos vean, ¿podrás? —preguntó Ellie a su hermano.

—Haré lo que pueda, sólo te aclaro que casi no hay forma de pasar desapercibido —contestó orgulloso—. Es decir, mírame.

Le dieron un empujón y corrió enseguida a esconderse tras otro montículo de paja para que no lo vieran. Los guardias habían volteado pero no alcanzaron a descubrirlo. Pudo ver cómo Ellie se burlaba de él con el rubio, y se llenó de rabia momentánea.

—¿Sabías que dicen haber visto a alguien manipular el viento? —le comentó un guardia a otro.

—Sí, por eso los guardias del fuego lo están buscando como locos. Debe ser el de la leyenda, ha llegado el momento.

El muchacho aprovechó que estaban distraídos y les hizo señas a sus acompañantes para que le dieran alcance. Una vez que lo hicieron, los guió hasta una entrada posterior de la casa. Se refugiaron en silencio ahí para pasar la noche.

—Así que... —El castaño sacudió el polvo de un sofá—, Christopher. ¿Cómo fue que llegaste a Ventus terram?

El muchacho rubio se acomodó en otro sofá cercano. Ellie ya dormía en el más próximo al de su hermano, después de haberles enseñado su piedra roja, parecida a un rubí.

—Iba tras la pista del pergamino...

—¿No dijiste que querías liberar a un dragón?

—También. Les tengo cariño.

Frunció el ceño ante esa respuesta, aunque también le gustaban los dragones.

—En fin, ¿qué sabías sobre el pergamino?

—Que esos sujetos me lo arrebataron —eso sorprendió a su oyente—, lo he tenido conmigo desde que tengo memoria. Al llegar, me inspeccionaron, y al encontrarlo en mis pertenencias, me tomaron prisionero.

Esa información le era útil. Ese sujeto podía saber más de lo que decía.

—Y, entonces, ¿qué sabes sobre el pergamino, aparte de que siempre lo has tenido? —cuestionó.

—Sólo sé que el heredero del viento está cerca —murmuró con un aire misterioso—. Puede estar más cerca de lo que crees...

Cubrió sus ojos con el antebrazo y al parecer se quedó dormido. Aarón tomó su espada y durmió con ésta escondida debajo, sólo por si acaso.

***

El joven de cabellos castaños se encontraba en medio del oscuro bosque, no recordaba cómo había llegado. Pudo ver una figura moverse en la espesura, el viento se había calentado de pronto, y preparó su espada. Una criatura enorme salió de golpe y lo aplastó.

Una sacudida. Había sido un mal sueño. No podía respirar y abrió los ojos espantado. Christopher le había tapado la boca con fuerza, pero antes de que lo atacara en defensa con la espada, el rubio le indicó que guardara silencio. Seguido, lo soltó.

—¿Nos dejarán entrar o no? —preguntaba una voz en el exterior.

—Es propiedad privada, y nadie ha ingresado, eso puedo asegurarlo —respondió uno de los guardias del día anterior.

Los jóvenes se escabulleron en silencio y despertaron a Ellie, ordenándole enseguida que no hablara. Ella asintió y los siguió al poco rato, luego de darse una rápida arreglada a los cabellos. Les dio alcance y su hermano le tomó la mano. Christopher también lo hizo y, de un palmazo, Aarón lo hizo soltarla mientras ella sonreía ruborizada.

Dos dragones rompieron la entrada de madera de la casa y los dejaron expuestos ante los ojos de los guardias de la propiedad y de los del rey del fuego.

Intentaron huir, veloces. Aarón corría esquivando las llamaradas, pero una dio tan cerca que sintió arder la piel de su rostro. Felizmente no pasó de eso, ya que alguien tiró de él a tiempo. Había sido Christopher. Un guardia los alcanzó y esquivaron su espada con algo más que agilidad: suerte. El castaño sacó la suya a tiempo para bloquear su otro ataque, y empezó a actuar en defensa. No sabía usar bien aún esa cosa, como la llamaba, no de ese modo.

El sujeto dio una estocada y el chico la bloqueó cerca de su rostro, pudo incluso oír el filo de esa espada, resonaba. La empujó con fuerza mientras volaban un par de sus cabellos, y se lanzó en retirada, pues estaba demás. Así no era como sabía manejar una pelea.

Christopher esquivaba con bastante agilidad y Aarón se dio cuenta de que él sí sabía pelear. El rubio esquivó un último ataque, cayendo hacia atrás, enganchó su pierna en el brazo de su atacante y giró, con tal velocidad, que lo despojó de su arma y lo dejó en el suelo.

Se levantó de un salto y continuó atacando, desarmando a uno por uno con patadas o golpes. Era veloz, parecía que se paseaba con el viento. El joven castaño lo quería en su equipo ahora, sin dudas.

Lanzó al suelo a otro contrincante de un golpe y corrieron hacia Ellie, que seguía escurriéndose de los guardias. Ambos la tomaron de las manos, pero Aarón ya no reclamó nada. Para mala suerte, uno de los dragones corrió, les dio alcance y atrapó a Christopher de un zarpazo. Los hermanos se detuvieron enseguida y otro dragón aterrizó detrás de ellos.

—Los tenemos —dijo su jinete.

—¿Creían que podían escapar con el pergamino legendario?

—Es muy tarde, lo destruí —retó el castaño—. A ustedes no les sirve saber dónde está aquél dominante del viento. A mí sí.

—¡Ja! Eres un miserable ladrón, ¿qué haría que aquel ser mostrara su identidad ante ti?

Miró de reojo a Christopher y a Ellie, a quienes ya tenían atrapados. Pero sin duda, no estaban temerosos, al parecer sabían que podían salir de ésta. Sobre todo la joven, ella conocía a su hermano.

—Aquel que manipula el viento está más cerca de lo que creen, y se supone que no deberían lastimarlo —se atrevió a decir Aarón.

Los hombres rieron. Uno de ellos se acercó a Ellie y tomó un mechón de su cabello, eso enfureció a su hermano. Miró a Christopher y éste le devolvió la vista, parecía estar bastante decidido. Si no hacía algo, él lo haría.

—Nunca lograrán capturar al sujeto —murmuró de pronto el rubio—. Él se les escapará miles de veces.

Para sorpresa de los presentes, el viento empezó a soplar de forma antinatural.

—Deja de intentar burlarte —recriminó un guardia—. ¿Qué te hace pensar eso?

El viento sopló con más fuerza y Christopher frunció el ceño, confundido.

—Porque aquel que manipula el viento está aquí —anunció finalmente el joven castaño—. ¡Soy yo!

El viento barrió con los tipos que lo rodeaban y volvió a tomar su espada. Hizo fuertes movimientos de muñeca con ésta y empezó a generar ráfagas de aire. Los que tenían presos a sus acompañantes se exaltaron. Aarón giró con fuerza, haciendo un barrido con la espada, y el viento salió disparado, lanzando a todos los enemigos lejos. Eso era lo que sabía hacer, y era un alivio, pues hacía tiempo creyó haber perdido ese extraño don.

Ellie dio un par de brincos y aplaudió. Christopher estaba con la boca abierta.

—¿Qué sucede, rubio? —preguntó mientras se acercaba—. ¿Mucha acción?

—Sospechaba... pero no tenía certeza de que fueras tú.

—¿Ahora ves por qué debo encontrar a ese heredero del viento? Necesito que complemente mi don para poder desterrar a ese tirano de fuego. Esto que sé hacer es lo único, y para lograr algo contra el rey del fuego se requiere más, obviamente.

—Como dije, sé dónde está. Te guiaré y él verá si en verdad eres digno... o espera otra generación.

—No puedo darme el lujo de esperar, ¿acaso no sabes? —dijo Aarón con el ceño fruncido—. El rey del fuego trasladará a sus hombres del subsuelo a la superficie, eso provocará que la tierra se caliente, y morirán todos excepto ellos.

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