Capítulo 8


     Saori se encontraba planeando el plan defensivo para el Santuario junto con los caballeros dorados. Los primeros en irse fueron Mú, Aldebarán, Seiya y Aioria. Desde el comienzo, sabía que el santo de Leo y Sagitario estaban muy mal por lo que había sucedido, deseaban estar solos y meditar todo antes de la batalla que se avecinaba.

   ― ¿Crees que Seiya esté bien? ―La suave voz de Shaka hizo salir de su trance a la diosa.

   ―Nadie está bien. Si Seiya y Aioria no han salido corriendo en busca de Shiori es porque ella les ha pedido que me protejan ―le respondió la diosa con pesadez―. Eso fue como su última petición.

   ― ¿Ha pensado en un plan? ―le preguntó el hindú con interés.

   ―Si...creo que ya lo sabes, como también sabes quienes son los que tienen la misión de intentar matarme ―el rubio tragó grueso mientras caminaba a su lado.

   ―Sea lo que usted decida hacer...la seguiré hasta los confines más oscuros del Inframundo ―le dijo Shaka con seguridad.

   ―Te lo agradezco Shaka, ahora ve a tomar tu lugar en tu templo...ya están por llegar ―El santo asintió antes de irse rápidamente.

     Mientras todos se preparaban para a batalla en el Santuario, Shiori ya se encontraba en el Inframundo; la habían dejado en una prisión bastante amueblada, estaba rodeada por varios guerreros de Hades lo que la hacía sentirse más incómoda. Durante todas las horas que la habían mantenido ahí había estado recostada mirando al techo, pensando en todo lo que había sucedido.

     Sus ojos se humedecieron a recordar el rostro de su león, recordaba aquellos ojos reflejando la desesperación, el miedo de perderla. Suspiró antes de levantarse de lo que parecía ser una cama y acercarse a los barrotes.

   ―Oigan, ¿Cuándo me dejaran salir de aquí? ―preguntó la pelirosa a uno de los guardias.

   ―El señor Hades le está preparando una sorpresa, hasta entonces debe esperar aquí ―le respondió secamente el guardia.

   ―Que amable de su parte, encerrarme en una prisión como si fuese una traidora ―comentó la semidiosa con sarcasmo.

     Shiori frunció el ceño con fuerza antes de comenzar a maldecir su suerte. De pronto, una mujer de cabello negro se acercó lentamente a la prisión; llevaba un vestido negro bastante antiguo y un collar muy peculiar.

   ―Así que es cierto, has vuelto ―Shiori ladeó a cabeza sin comprender―.Sigues siendo igual de hermosa como siempre, ¿No te cansas de regresar siempre que mi señor despierta de su sueño?

   ―Primero que nada no sé quién eres, por lo que no eres nadie para hablarme así ―le dijo la pelirosa con autoridad―Segundo, no sé qué rayos estás hablando porque esta es mi primer vida hasta donde yo recuerdo.

   ―Así que aún no has recobrado tus memorias... ―Sonrió de manera divertida―.Es mejor así, que recuerdes todo nos traerá problemas ―sin más la mujer se fue, dejando a la pelirosa más confundida de lo que ya estaba.

   ― ¡Escucha, no te vayas así nomás, responde! ―le ordenó mientras apretaba los barrotes con frustración.

     Golpeó los barrotes con molestia antes de sentarse en el suelo. Aun llevaba el vestido de la coronación por la que no podía moverse como habitualmente lo hacía. Luego de varios minutos llegaron unas jóvenes con un vestido al más puro estilo griego; era blanco, en los hombros caía muy delicadamente un velo del mismo color y traían también un cinturón de oro con varios adornos con piedras preciosas. Le entregaron todo y le ordenaron que se vistiera lo más rápido posible, llevándose a los guardias.

     Shiori miró el vestido antes de comenzar a vestirse rápidamente. En cuanto se puso el cinturón un extraño sentimiento la invadió, como si fuese que ya había usado esa ropa. Acercó un poco la tela a su rostro y pudo sentir el típico olor a ropa guardada.

     Sin duda había muchos misterios que debía resolver, y rápido.

   ―Es hora de irnos ―la voz de los guardias la hicieron salir de sus pensamientos. Le abrieron la puerta y rodearon antes de comenzar a guiarla por los largos y fríos pasillos.

     Ingresaron al salón principal y sintió como un escalofrió recorría toda su columna con fuerza, la dejaron frente a unas largas escaleras donde al final se encontraba una persona tapada por un velo, sabía perfectamente quien estaba ahí.

   ―El señor Hades te entrega este obsequio. Un collar de diamantes y zafiros ―dijo la mujer que anteriormente le había hablado.

   ―Aioria...―susurró suavemente mientras mirabas las pequeñas piedras celestes, sin poder evitarlo. Aquellos zafiros le recordaban a los ojos del león.

   ―Te aconsejo que olvides a ese mortal ―Shiori alzó su vista con frialdad sin mover ni un milímetro su rostro―. Ahora le perteneces al señor Hades.

   ―Yo decido a quien amar. Jamás me enamoraría...de tu señor ―le respondió con firmeza antes de azotar el collar contra el piso― ¡Escúchame muy bien Hades! No me importa que tan poderoso seas, ¡Buscaré la forma de destruirte, jamás ganaras esta batalla!

   ―Llévensela de aquí, acaba de ofender a nuestro señor, pero no le hagan nada ―ordenó la pelinegra con firmeza.

     Los guardias sujetaron a la pelirosa por los brazos antes de sacarla del salón con rapidez. La mujer comenzó a caminar de manera nerviosa mientras entrelazaba las manos con temor.

   ―No, no, ¡no! Esa maldita no puede regresar, no ahora que ha regresado ―la mujer miró al trono donde su señor descansaba―. Hermano mío... no debes cometer el mismo error.

   ― "Eres tú quien no debe interferir" ―la suave voz de su hermano le llegó a su hermana, haciendo que bajara la cabeza―. "Ella se olvidará de ese estúpido mortal y terminará mi lado, esta vez me encargaré de eso"

   ―Si mi señor ―la pelinegra hizo un ademán antes de girarse para irse pero fue detenida por Radamanthys―. ¿Hay noticias del Santuario?

   ―Si mi señora Pandora, ya ha comenzado la batalla. Los caballeros oscuros ya han pasado la casa de Aldebarán de Tauro ―la mujer sonrió ante las palabras del rubio.

   ―Estupendo, todo marcha de acuerdo al plan ―Pandora sujetó su tridente―. El Santuario va a caer en la gran oscuridad del señor Hades y nadie, ni siquiera los dioses podrán detenerlo.

     Mientras Pandora mandaba al juez a su templo, los guardias ya habían dejado nuevamente en su prisión. La pelirosa había sentido un fuerte punteada al momento en el que el cosmos de Aldebarán desapareció completamente. Completamente destrozada, cayó de rodillas al suelo antes de recostarse sobre el mismo.

     De pronto cerró los ojos con fuerza al sentir un fuerte dolor en su cabeza; el mismo comenzó a hacerse tan doloroso que le costaba levantarse por sí sola. Comenzó a pedir ayuda pero parecía que nadie podía verla hasta que apareció una mano frente a ella. Shiori dudó varios minutos antes de estrechar esa mano, aquella acción le permitió ver a una hermosa mujer de largos cabellos rosados y una mirada completamente apacible.

     La pelirosa sintió un inmenso pero a la vez muy familiar cosmos salir de aquella mujer quien no paraba de sonreírle.

   ―Ese cosmos...se me hace tan familiar, es muy parecido al de mi madre o al de Hades―dijo la semidiosa suavemente sin soltar el agarre.

   ―Este cosmos no es de ninguno de ellos. Te pertenece solamente a ti, Shiori ―dijo la mujer con dulzura.

   ―Tú eres la mujer que se me ha aparecido desde hace una semana, ¿Quién es usted y como sabe mi nombre? ―le preguntó la menor con algo de temor.

   ―Soy la Diosa Afrodita y te conozco desde mucho antes de nacer, desde que estabas en el vientre de mi hermana Atena ―le respondió con dulzura―. Y ahora te he elegido para ser mi reencarnación en esta Guerra Santa.

   ―No...yo...

   ―Tiempos difíciles se avecinan para la humanidad, debes ayudar a tu madre y no podrás hacerlo desde aquí. Permítete despertar el gran poder que duerme dentro de ti.

   ― Eso quiere decir... ¿Qué mis recuerdos y la persona que conocen como yo dejara de existir? ―preguntó la menor con preocupación, pero la diosa negó con una sonrisa.

   ―Claro que no. Solo haré que recobres los recuerdos de todas tus vidas anteriores y te concederé todos mis poderes de manera ilimitada. A diferencia de Poseidón, mis poderes ya nacen en mi elegido.

   ―Esto es demasiado, pensaba que eras una ilusión creada por mis dolores pero...esto es algo que jamás me hubiera imaginado ―dijo Shiori mientras caminaba por el extraño lugar en el que se encontraba.

   ―Shiori, todo lo que has vivido no es una coincidencia ―dijo la mujer antes de sujetarle las manos con suavidad―. Siempre me has visto, desde que eras una niña me has visto, estabas destinada a ser mi representante en la tierra. El que te hayas sentido fuertemente atraída desde joven hacia el santo de Leo tampoco es una coincidencia.

   ― ¿A qué te refieres con eso? ―preguntó Shiori sin comprender.

   ―Hades estaba...interesado en mí antes de ser enviado al inframundo, Atena fue quien se lo dijo a nuestro padre Zeus y este al saber lo que sentía, reunió todos los actos malvados de su hermano y utilizó esto último para enviarlo al Inframundo, ese es uno de los motivos por el que Hades le ha declarado la guerra a mi hermana.

   ―Eso explica el porqué de las guerras santas, pero no comprendo que tiene que ver Aioria en esto.

   ―Cuando le entregaron el Santuario a Atena, nuestro padre me entregó un templo al norte del mismo, donde me dio la misión de sembrar la paz y el amor sobre la tierra al igual que sobre el Santuario ―le contó la diosa―, Atena tenía a sus caballeros como yo tenía a mis guardianas y una noche se me presentó Eros de Leo, el primero santo del quinto templo; me confesó el gran amor que me tenía y como no le interesaba las consecuencias que significa eso.

   ― ¿Qué sucedió después? ―le preguntó Shiori con gran interés

   ―Como era de esperarse terminé enamorándome, pero la vida mortal es tan efímera como un suspiro. Murió en la guerra santa y yo retorné al Olimpo con el corazón destrozado, jurándome que regresaría en cada Guerra santa a pelear contra Hades...por arrebatarme a mi primer amor.

   ― ¿Te sucedió lo mismo con los demás santos de Leo? ―le preguntó la pelirosa.

   ―Así es, mi último amado fue Regulus de Leo hace 243 años y esta vez....tú te me has adelantado ―comentó la diosa con diversión―. Aioria se ha enamorado de ti como la dulce hija de la Diosa Atena, no como la diosa Afrodita y un amor como ese es algo que no deseo separar.

   ―De todos modos, al ser tu rencarnación es casi lo mismo, solo que desconocía de mi gran interés por los leones ―dijo la menor antes de sonreír.

   ―Shiori, debes permitirme hacer de ti un diosa completa. Ayudamos a los caballeros de Atena a proteger la tierra de Hades ―le pidió la diosa con seriedad.

     Shiori lo meditó por varios segundos antes de mirar nuevamente a la diosa que estaba frente suyo. Suspiró tranquilamente antes de sonreír.

  ―Acepto, Diosa Afrodita. Te concedo mi cuerpo para ser tu representante sobre la tierra y en esta batalla ―aceptó la pelirosa mientras abría sus brazos.

     La diosa sonrió antes de ingresar al cuerpo de Shiori. la menor inclinó la cabeza hacia atrás, sintiendo como sus memorias regresaban y como su cosmos comenzaba a crecer de forma impresionante. En cuanto abrió los ojos se dio cuenta que aún se encontraba en su prisión en el Inframundo.

     Pero esta vez no estaba sola.

     Extendió su mano e hizo explotar los barrotes junto con los guardias que se encontraban. Salió de la prisión y extendió su mano hacia el frente, haciendo aparecer su cetro el cual consistían en una media luna de plata y en el medio de esta se encontraba su flor representativa. 

     Sujetó el cetro con fuerza antes de encaminarse con paso firme hacia el salón donde se encontraba Pandora y Hades; las puertas se abrieron con fuerza y se encaminó hasta quedar en el centro del salón.

   ―No...no es posible ―susurró Pandora con temor.

   ―Tenías razón Pandora...he vuelto ―sonrió Shiori―. Y esta será tu última batalla, Hades ―dijo con firmeza la nueva diosa.

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POR FIN REGRESEEEEEE!!!!!!!! espero que hayan estado muy bien y perdon por la tradanza. Si les gustó el capitulo dejen estrellita y comenten, se los agradeceria de corazón. Nos vemos en el siguiente capítulo.

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