Capítulo 2

  ―Aioria ―murmuró con alegría, mirando aquellos perfectos ojos azules, corriendo para abrazarlo con fuerza―. Te extrañé ―le susurró besando su mejilla pues no llevaba su casco.

  ―Yo también te extrañé ―dijo el ojiazul abrazándola suavemente por la cintura.

  ― ¿Qué es eso de "Pequeña flor"? ―cuestionó Seiya con los brazos cruzados, claramente celoso.

  ―No te preocupes Seiya, Aioria no te quitara a tu hija...aún ―comentó Shura con dobles intensiones.

     Aquel comentario provocó que la mayoría de ahí, incluyendo a Saori, rieran divertidos por la cara que había puesto Seiya, sin embargo causó una diferente reacción en Aioria y Shiori. Se separaron solo un poco para mirarse al ojos por varios segundos, antes de separarse completamente, algo sonrojados.

     La fiesta transcurrió tranquilamente mientras charlaban animadamente y reían de las peleas entre Seiya y sus amigos. Shiori se alejó un momento para servirse algo de beber.

  ―Me he dado cuenta ―la suave voz de Milo provocó que Shiori saltara de un susto, sin embargo se giró para luego sonreírle.

  ― Milo, me asustaste ―exclamó sonriendo― ¿Y de que te has dado cuenta? ―le preguntó bebiendo de su vaso.

  ―De la manera en que te mira Aioria ―le contestó con una sonrisa, sonrisa que se ensanchó cuando la cara de Shiori se transformó por completo―. Tú padre debe ser muy torpe para no darse cuenta de ello.

  ―Estas equivocada Milo. Aioria no siente nada...

  ―Él te adora ―la interrumpió con una sonrisa―, te adora más que a su propia vida y te lo ha demostrado miles de veces, hasta podría decir...que te ve más como mujer que como su protegida.

  ―Yo no...

  ― ¿Se puede saber de qué hablan mis dos mejores amigas? ―preguntó Shura, haciendo que la pelirosa se mordiera la lengua

  ―Shura a veces eres tan inoportuno ―le dijo Milo con cierta molestia.

  ―Eso no es novedad ―añadió Shaka tranquilamente, haciendo que los demás se acercaran rápidamente.

  ―Oh ya comprendí ―sonrió con malicia el caballero de capricornio―, estaban hablando de cosas de chicas.

  ―Eso no es cierto Shura, solo le dije una cosa a Shiori sin importancia ―le explicó tranquilamente―. Ahora ¿Qué les parece si seguimos con la fiesta y dejan de ser tan entrometidos?

      La fiesta siguió hasta que la diosa ordenó a cada caballero regresar a sus templos, pues todos necesitaban estar bien descansados pues mañana comenzarían los entrenamientos en el coliseo. Como era de esperarse todos obedecieron sin rechistar.

      Shiori se fue con sus padres al templo privado de Atena, donde su madre le entregó una de las habitaciones más grandes del cual, el cual incluía un balcón que tenía vista a casi todo el santuario. En cuanto la dejaron sola lo primero que hizo fue lanzarse a la mullida cama, soltando un cansado suspiro pero sin borrar la sonrisa de sus labios, se cambió de ropa y decidió contemplar un rato el paisaje que le regalaba el balcón antes de acostarse.

  ―Estar escondido entre las sombras, como un vulgar acosador, no es de buena educación Aioria ―dijo de manera divertida la pelirosa sin dejar de mirar al cielo estrellado.

     El nombrado soltó una suave risa antes de acercarse hasta donde la semidiosa estaba apoyada, llevaba puesto un pantalón y una camiseta para dormir. La pelirosa lo miró de pies a cabeza antes de reírse y regresar su vista a la nada.

  ―Quería charlar un poco contigo ―se excusó el santo de leo con una sonrisa― ¿Lista para el gran paso? ―le preguntó haciendo que Shiori lo mirara fijamente.

  ―Sinceramente, no ―le contestó algo preocupada―. Soy un mar de dudas, no sé cuál es mi lugar, no sé si estoy lista como todos dicen, ni siquiera sé lo que siento realmente.

  ―Yo sé que estás lista ―le aseguró el rubio con seriedad―. Eres inteligente, una gran luchadora, una líder nata, una mujer hermosa...

  ― ¿"Hermosa"? ―repitió confundida provocando que el ojiazul se pusiera nervioso.

  ― ¡No! Yo...quiero decir, claro que eres hermosa, b-bastante linda. Cualquiera se enamoraría de ti, ¡Diablos! Eso no era lo que quería decir ―dijo entre susurros incoherentes, haciendo que la pelirosa riera con ganas.

  ―Ya cálmate león, se te fundirá el cerebro intentando darme una excusa ―dijo Shiori colocando su mano en el hombro del mayor, permitiendo que el ojiazul suspirara algo aliviado―. Y no te preocupes, no me molesta que me digas así.

  ―Lo siento, a veces me olvido quien vas a ser... y quien soy yo―se disculpó algo apenado.

  ―Por todos los dioses del Olimpo. Aioria, me prometiste que jamás me tratarías con la distancia que hay normalmente entre los caballeros y sus líderes ―le reprochó la ojiceleste.

  ―Y sigo manteniendo mi promesa ―le aseguró el caballero con una sonrisa―, es solo que...si te lo explicó posiblemente no me entenderías.

  ― ¿Entender qué? ―le preguntó confundida.

  ―Yo... ―Los ojos azul profundo de Aioria miraron fijamente a los más claros, sin embargo prefirió separarse del agarre de la semidiosa― ¿Qué tal las cosas con el chico de tu escuela? ―le preguntó, cambiando de tema abruptamente.

  ―Definitivamente es un tonto ―le contestó causando que el mayor soltara una risotada―. Él pensaba que con sus juegos y sus estúpidos coqueteos conseguiría algo, pero no fue así. Intentó invitarme a salir hoy.

  ― ¿Y por qué no fuiste? ―preguntó el mayor algo consternado.

  ―Porque tenía algo mucho más importante que hacer antes que ver a un simple idiota ―le contestó.

  ― ¿Y qué es eso que debías hacer?

  ―Regresar al Santuario ― le contestó con una sonrisa―. Mi madre piensa que los extrañé a todos, y eso es cierto, pero más vine...porque deseaba verte de nuevo ―le contestó con una sonrisa.

     El rostro de Aioria en aquel momento valía más que cualquier tesoro que pudiera haber en todo el universo, estaba asombrado por aquella confesión que no pudo evitar sonreír de lado, sintiendo como su ego se le subía un poco.

  ―Ahora si me permites me iré a dormir, mañana hay entrenamientos, que descanses bien ―se despidió dándole un beso en la mejilla ―, y gracias por la charla.

  ―De nada ―la vio entrar de nuevo a su cuarto sin borrar su sonrisa para luego retirarse a su templo.

     Cuando llegó se recostó en su cama, soltando un suspiro al relajar completamente su cuerpo sobre el mullido colchón. Sonrió suavemente al recordar lo que le había dicho la pelirosa antes de caer en las manos de Morfeo

     A la mañana siguiente, cuando el sol empezaba a salir lentamente en el Santuario, todos los caballeros se levantaron y se alistaron con sus trajes de batallas para luego partir al coliseo. Cuando los santos dorados llegaron se sorprendieron al ver a Shiori con su padre entrenando arduamente.

  ― ¡Siempre recuerda atacar por el lado más débil del oponente! ¡Busca sus debilidades! ―exclamó el castaño mientras le lanzaba golpes a su hija

     Shiori centró su vista en cada uno de sus movimientos que realizaba su padre hasta que por fin descubrió el punto débil de todo su cuerpo. Se agachó y barrio rápidamente los pies de su padre, haciendo que caiga a suelo con fuerza, siendo amenazando por la espada de su padre incluso antes de poder levantarse.

  ―Te he vencido papá, por fin ―comentó la semidiosa con la respiración agitada, sonriendo de manera orgullosa.

  ―Me has logrado vencer y por eso te felicito. Has cumplido tu entrenamiento ―La felicitó Seiya antes abrazarla, en cuento se separaron le sonrió a sus compañeros―. Buenos días chicos.

  ―Buenos días Seiya, Buenos días señorita Shiori ―dijeron todos los santos en coro haciendo una reverencia que fue regresada.

  ―Mis entrenamientos han terminado, todo el lugar es suyo ahora ―dijo Shiori con una sonrisa―. Los veré entrenar.

     Todos asintieron antes de ir cada uno a sus respectivos lugares para comenzar con sus entrenamientos mientras Shiori los miraba entrenar arduamente. Cuando el reloj del coliseo tocó las doce, todos los caballeros se sentaron el suelo exhaustos.

  ―Realmente han entrenado arduamente ―comentó la pelirosa sentándose al lado de los caballeros―. Solía entrenar de esa forma hasta que me dijeron que sería la siguiente sucesora de mi madre.

  ― ¿Tú padre te entrenaba de esta manera? ―preguntó Aldebarán a lo que la joven asintió antes de reírse por la reacción del gigante.

  ―Nunca me imaginé que torturaras a tu hija, Seiya ―comentó Shura, quien estaba recostado en el duro suelo.

  ―Intentaba hacer sus entrenamientos lo más suaves posibles, pero cierta niña testaruda quería más presión ―les explicó señalando a su hija―. Ella decía que deseaba ser como ustedes, igual de poderosa.

  ―Son mis héroes de la infancia, por supuesto que deseaba ser como ustedes ―dijo Shiori cruzándose de brazos.

     Charlaron unos momentos más antes de cada uno se retirara a sus respectivos templos no sin antes recibir la invitación por parte de Aldebarán a ir a almorzar en su templo. Luego de media hora, Shiori salió del templo de Atena con completo sigilo. Llevaba una capucha banca por sobre la ropa que tenía con la intención de bajar a la ciudad.

  ― ¿A dónde crees que vas? ―la ronca voz de Aioria hizo que saltara en su lugar y se quitara la capucha rápidamente, escondiéndola.

  ―Aioria ―dijo con una sonrisa nerviosa―, me asustaste.

  ― ¿A dónde vas? ―repitió seriamente, acercándose lentamente como si fuese un león frente a su presa.

  ― ¿A-Adonde me iba? ―repitió algo nerviosa por el repentico acercamiento del caballero de Leo― Yo....yo me iba...

  ―Ibas al pueblo de los caballeros de plata y bronce, sin ningún guardián que te acompañe ―Shiori frunció levemente el ceño al ver la sonrisa del rubio.

  ―No necesito que nadie me cuide. Y no intentes nada, pues no me harás cambiar de opinión ―le explicó alejándose del mayor.

     El santo de Leo vio a la semidiosa acomodarse de nuevo la capucha blanca y no pudo evitar sonreír con ternura. Aun recordaba cuando Shiori llegaba a su templo con una enorme sonrisa y le rogaba que bajaran al pueblo, quien accedía sin chistar a sus deseos. Adoraba ver esa tierna sonrisa en sus labios y ese brillo en sus celestes ojos, la adoraba cuando irradiaba alegría.

  ―Iré contigo ―dijo Aioria haciendo que la pelirosa giré incrédula.

  ―No le dirás a nadie, ¿Verdad? ―le preguntó cruzándose de brazos, encarándolo a pesar de que el mayor le llevaba casi media cabeza de altura.

  ―Nadie va a saberlo ―le aseguró el caballero sujetando su mano con suavidad―. Te cargaré para poder bajar más rápido.

     Aioria cargó con gran delicadeza y soltó una suave carcajada cuando la pelirosa se aferró con fuerza de su cuello mientras bajaban de los niveles más importantes del santuario. Llegaron a un pequeño bosque cercano al pueblo y se separaron luego de que la semidiosa se recobrara del mareo.

  ― ¿Estas bien? ―le preguntó el mayor, sujetándola de los brazos con suavidad.

  ―Sí, solo fue un mareo, es que...no estoy acostumbrada a bajar de esa manera ―le explicó intentando tranquilizando―. Se darán cuenta quienes somos Aioria, aun tienes tu armadura dorada.

  ―Es cierto, ¿No tienes nada en esa mochila para que tape toda esta armadura? ―le preguntó esperanzado. Shiori lo miró antes de meter la mano en la mochila y sacar la capa de su padre.

  ―Ahora que estás listo, vayamos al pueblo ―dijo la semidiosa con alegría, sujetando la mano del caballero dorada para guiarlo a los grandes bazares del lugar.

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Holaaaaa genteeeeee, aquí vengo con un nuevo capitulo de esta historia, si te gusto deja estrellita y comenta, se vemossssss, bye bye :3 

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