XI: Ecstasy
JiMin se repitió internamente en más de una ocasión que debía volver al pueblo, a su lugar alrededor de la fogata simulando que solo tuvo una visita a la letrinas pero allí estaba, sin dar ni un solo paso en la dirección que la moralidad dictaba era la correcta.
En su actual estado no tenía la capacidad para pensar en nada más que no fuese su amado, así como estaba, él era lo único que le importaba.
Tendido en un pequeño claro en medio de arbustos frutales lo suficiente altos para ocultar sus figuras, siluetas oscuras debido a la densa noche únicamente iluminada por el platinado destello de la luna. Sus brazos se cerraban alrededor del cuello de su amante, sus labios se encontraban una y otra vez, podía asegurar con total certeza que jamás olvidaría la textura de la boca del vampiro, ni tampoco su temperatura, un punto perfecto entre frío y calor, esa mitad ideal que le calaba hasta la más pequeña célula de su cuerpo. Ambos pares de labiales danzaban a un son lleno de lujuria, pasión y el más puro amor que dos almas paradójicamente profanas podrían compartir. Los separaban dejando entrar la lengua del otro, alternándose entre sí, chocando y frotándose cada tanto, enviando satisfacción a ambos individuos.
La piel de JiMin se tornó rojiza en su cuello, mejillas y orejas por la temperatura elevada de su cuerpo. El contacto de tal calidez con la anatomía comúnmente fría de YoonGi, generaba placer en el vampiro que sentía más intenso el calor debido a su naturaleza, lo abrazaba, le hacía olvidar todo lo que estaba mal y el inminente final que conocería. Las ropas de ambos terminaron en algún lugar sobre los arbustos desde un rato atrás pero a ninguno pareció importarle, muy concentrados estaban en recordar cada momento, cada caricia y cada sensación que experimentaban. Era la primera vez que JiMin sentía algo tan intenso, y YoonGi había olvidado cómo se sentía.
La boca de JiMin tenía un sabor dulce, la de YoonGi llevaba cierto toque metálico característico de su dieta. A cada uno pareció agradarle el sabor del otro.
Las piernas del humano ceñían la cadera del vampiro en un abrazo trémulo pero firme. YoonGi lo sostenía de las caderas, estrujándolas, marcando los dedos en su inmaculada piel mientras se hundía en él una y otra vez, llevando un ritmo constante, que alternaba entre suaves y largas embestidas que se tornaban duras y profundas con el pasar de los minutos, con el aumentar del calor, con los sonidos que emitían sus gargantas.
JiMin levantaba la cadera cada tanto, buscando recibirlo más profundo, con lágrimas derramándose de sus ojos. Si le hubieran preguntado, él no habría sabido por qué lloraba, eran tantas cosas en algo tan pequeño pero significativo como una lágrima: placer, éxtasis, lujuria, felicidad, pertenencia, nerviosismo y miedo.
Llevaba los pezones rojizos, endurecidos al igual que su falo que reclamaba atención pero se negaba a poner fin al abrazo que compartía con YoonGi. Sus necesitados gemidos eran el sonido predominante en aquél oscuro y desolado bosque, se fundían en una erótica sinfonía con el repetitivo choque de sus pieles y los graves gemidos que emitía el vampiro.
Los gemidos de JiMin tomaron la forma de placenteros sollozos conforme se acercaba a la cúspide del placer con el calor cubriéndole el cuerpo de sudor, adheriendo los cabellos negros a la frente o a la nuca. Arqueó la espalda dejando salir el nombre de su amado en un suspiro cuando este llevó una de sus manos al miembro necesitado del más delgado, hizo un puño hueco alrededor del falo comenzando a estimularlo al ritmo de sus embestidas, ayudándose con el viscoso y translúcido líquido que manaba de la punta que hacía de la masturbación más placentera. Apretaba con suavidad, robando jadeos más altos y frotaba el pulgar contra el glande.
El cuerpo de YoonGi experimentaba una clase de calidez que desde hace mucho tiempo no sentía, el sudor le corría en finas y pequeña gotas, las mejillas le ardían, la sangre que corría por sus venas le pertenecía más de lo que realmente lo hacía. La sensación en su falo gracias a las paredes de JiMin abrazándole enviaban corrientes placenteras por todo su cuerpo, erizándole los vellos en un reflejo que creía extinto en él.
Aumentó el ritmo de sus embestidas cuando el placer escalaba cada vez más cercano a la cúspide, cerró los ojos y enterró el rostro en el cuello de JiMin. Inhaló su aroma guardándolo en su memoria, le gimió en el oído y deslizó la lengua desde el lóbulo de la oreja, pasando por la línea de su mandíbula y terminó en su cuello donde, rozando los colmillos contra la piel justo encima donde el flujo de sangre caliente y rojiza circulaba.
YoonGi lo besó justó allí y derramó una sola lágrima que se deslizó por la piel de JiMin.
JiMin gimoteó, sus labios entreabiertos buscaban aire, estaba sofocado, arrastrado hacia su límite por el falo de YoonGi que golpeaba una y otra vez un punto recóndito y desconocido para sí mismo; cerró los ojos con fuerza, arqueando la espalda sintiendo tensión en su pelvis, sus piernas perdieron fuerza y temblaron en lo que encajaba las uñas en la espalda de YoonGi. Exclamó el nombre de su hombre en éxtasis, en su voz se percibió el placer reflejado y se dejó ir, derramándose sobre su propio cuerpo pero dejando evidencia del intenso orgasmo en el de YoonGi, cuyo abdomen y mano se vieron impregnados con el blancuzco y espeso líquido abundante que brotó de JiMin.
Las paredes del más delgado apretaron el falo del más alto, haciéndolo perderse en el placer. Emitió gemidos ahogados, que se tornaron en jadeos más altos y se empujó dentro de él, lo más que pudo, sujetándolo de las piernas temblorosas para separarlas aún más, llegando a lo más profundo y finalmente dejándose ir tras la característica tensión de sus genitales ante el máximo punto de placer. Se mantuvo en su interior, llenándolo con su simiente y JiMin gimoteó por la sensación, por cómo lo sentía palpitar en su interior consigo mismo apretándolo por los incontrolables espasmos. Dolía un poco, también ardía, pero era una sensación extrañamente placentera que no le desagradaba.
Mantuvieron silencio, solo sus respiraciones agitadas rompían el sepulcral voto de la noche. Hasta que YoonGi se hizo hacia adelante aún dentro de él, le pasó las manos por el rostro sintiendo el calor de la vitalidad bajo las yemas de sus dedos y la humedad del sudor. Le peinó el cabello hacia atrás, apartándolo del rostro. Le besó la frente, la punta de la nariz, ambas mejillas y finalmente los labios en un ósculo que transmitía los sentimientos que tenía por él. JiMin tenía las manos sobre las de YoonGi que le acunaban el rostro, trataba de recuperar su respiración, así mismo, repartía caricias desde las muñecas hasta los falanges de sus manos, suspirando y disfrutando de sus besos, de la calidez que despertaban en su pecho.
Correspondió al beso dejando que su contrario guiara el significativo gesto, donde el amor podía palparse.
-Te amo -susurró JiMin, frotando sus húmedos labios con los carnosos del mayor.
En un jugueteo sacó su lengua y toqueteó los colmillos del vampiro, un gesto que le sacó una momentánea y suave risa a su amado. Un sonido que le gustaba demasiado, quizá, solo quizá, un poco más que sus gemidos.
-Te amo -respondió el vampiro en un susurró, delineando el labio inferior del humano con la yema del pulgar.
-Promete que no me dejarás -pidió JiMin, con un necesitado tono que estremeció a YoonGi.
YoonGi tragó pesado y lo miró a los ojos, consciente que el humano no podía verlo como él por la oscuridad; unió sus frentes y frotó sus narices.
-Siempre estaré contigo -le susurró. «Aunque tú no puedas verme» pensó.
Le besó los labios y deslizó las manos hacia su pequeña cintura, cuya piel ahora mostraba zonas oscurecidas donde YoonGi le marcó. Lo sujetó y con suavidad salió de él, JiMin jadeó.
-Nunca voy a dejarte solo -murmuró acomodándose encima de él, abrazándolo. «Porque estamos destinados» se dijo a sí mismo.
JiMin sonrió, una sonrisa hermosa que a YoonGi se le grabó en el corazón.
-Te amo más que a mi propia vida, JiMin -confesó, sintiéndolo con cada partícula que le pertenecía. «Amarte fue mi más preciado error» completó en su mente.
«Aún no es nuestro tiempo, pero vendrá; tengo la certeza de que así será y jamás sufrirás otra vez» le habría querido decir, pero no arruinaría su felicidad por más efímera que fuese.
-JiMin -llamó YoonGi, y el nombrado le tocó la mejilla haciéndole saber que lo escuchaba-. ¿Cantarías para mí?
JiMin parpadeó repetidamente, un poco nervioso de repente y asintió.
-Siempre es verano, bajo el mar... -empezó a cantar, con su voz melódica y hermosa mientras acariciaba la suave piel de YoonGi-. Lo sé, lo sé, oh, oh, oh.
Los pájaros tienen escamas y los peces toman alas.
Lo sé, lo sé, oh, oh, oh.
La lluvia es seca y cae la nieve.
Lo sé, lo sé, oh, oh, oh.
Las piedras se abren, el agua arde.
Las sombras vienen a bailar, mi señor.
Las sombras vienen a jugar.
Las sombras vienen a bailar, mi señor.
Las sombras vienen para quedarse.
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