Capítulo 28

Somos ineluctables no inmortales. También existe el dolor para nosotros, la fragilidad, los límites, como para todo ser humano. Me duele la cabeza. Me duele mucho la cabeza y noto un sabor pastoso en la boca. Mis pulmones respiran con dificultad y a mi corazón le cuesta latir. No sé dónde estoy. Obligo a mis ojos a parpadear hasta que se abren y me dejan ver de nuevo el mundo que me rodea. Frente a mí encuentro una escuálida y demacrada joven vestida de negro, con el pelo castaño recogido en una desaliñada coleta, con algunas marcas de sangre en la cara y en el cuello. Me mira con sus grandes y profundos ojos marrones, no tienen vida, están tristes. Doy un paso al lado, la chica me imita en cada movimiento lo que me resulta extraño, me da un poco de miedo. Noto un movimiento a mi lado, me giro y la chica ahora me mira más cerca, desde ese lugar. Y detrás de ella otro par de ojos marrones tristes me observan con expresión confusa. Y detrás de esos otros. Doy una lenta vuelta sobre mí misma y todas las chicas hacen lo mismo. ¿Qué está pasando aquí?

Miro hacia arriba y la imagen aparece invertida. No, esto no puede ser. ¿Estoy atrapada en una caja que me devuelve mi propio reflejo? Yo no soy esa. Al menos me recordaba de otra forma. Observo a la chica que tengo enfrente, al mismo tiempo subo mi mano, y ella también lo hace. Nuestras manos están ensangrentadas, pero la sangre no es nuestra. Mis dedos temblorosos y empapados de rojo llegan hasta un mechón de cabello despeinado y lo colocan en su sitio de forma nerviosa. Los recuerdos me atraviesan la mente como un rayo, el dolor acude a mí de forma imparable, me doblego sobre mí misma, mientras los reflejos me imitan, abrazándome el estómago para que no se descomponga tan rápido, a la vez que grito. ¿Qué pretenden hacer conmigo?

No lo sé. Pero no pienso quedarme aquí para verlo. Azul me dijo que tenía que salvar el mundo, mantenerme fuerte y eso es lo que voy a hacer. Aunque él me dijo una vez que si no lo destruyen ellos hoy, lo destruirán otros mañana, no sé por qué ha cambiado de opinión tan repentinamente. Supongo que ya nunca lo sabré. Aprieto los dientes y los puños. Duele demasiado. Me levanto como puedo, intentando reconstruir cada célula que me compone, porque cada molécula de mi ser me está gritando que siga adelante y no me rinda, que no puedo dejarlos que se salgan con la suya. De repente, me acuerdo de Ce. ¿Dónde está? ¿Estoy aquí por él? Espero descubrirlo pronto. Miro con odio la imagen que me devuelve el espejo. ¿Cuánto tiempo llevo sin mirarme en uno? Esa no soy yo. Es curioso todo lo que he cambiado en tan poco tiempo. No me gusta nada. Estrello mi puño contra el espejo, doy en el estómago de mi reflejo. Caigo hacia atrás quejándome. Me duele el puño. Y el estómago. Es como si me hubiera dado el puñetazo a mí y no al reflejo. Inmediatamente oigo una risa dentro de esta horrible caja infernal. Miro hacia el techo y en una esquina encuentro una cámara apuntándome, con un piloto rojo parpadeante.

—Estás en una caja de ineluctabilidad. Todo lo que hagas para intentar destruirla te acabará haciendo daño a ti —dice una voz que conozco muy bien; Sloane Lingedon.

Jadeo sorprendida. Esto es imposible, no puede haber hecho esto. Rectifico. Sí que pueden. Collin nos traicionó, estudiaron mi organismo y pueden haber estudiado el suyo también para elaborar este macabro elemento de tortura. Eso no me va a impedir seguir adelante. No voy a rendirme. No hemos llegado tan lejos para rendirnos ahora, no ha muerto tanta gente para dejarlo en el intento. Azul no ha muerto en vano. Esto debe de tener algún fallo. Imagino como la caja estalla por lo aires haciendo que los cristales queden reducidos a pequeños fragmentos de espejo que se clavan en las paredes blancas del edificio. Y grito. Grito porque noto que algo se rompe dentro de mí y duele demasiado. Caigo al suelo y me hago un ovillo, mientras mi campo de visión es reducido por una cortina negra. Siento más dolor cuando pequeños cristales arañan mi fina y delicada piel blanca, y se clavan haciéndome sangrar.

—¡Para! —le grito a la nada.

Escucho muchas risas. Risas que entran en mi cabeza y me asfixian, me agobian, me provocan dolor de cabeza. Risas que me dan rabia. Aprieto los ojos y los dientes con mucha fuerza, tanto que me hago daño, pero ya no existe el dolor. El dolor me ha hecho más fuerte e insensible, ya no lo siento. Imagino el fuego propagándose por todo el edificio y comienzo a quemarme, pero no es una quemazón agradable como la de Azul, me escuece la piel de una manera insoportable, duele y no puedo dejar de gritar cuando noto como mi tez se consume, desaparece como la vida. El humo penetra en mi cuerpo a través de mi nariz y mi boca, impregnando mis pulmones. Quiero toser, pero no puedo. No puedo hacer nada. Me estoy asfixiando, me estoy quemando. Pongo la palma de la mano sobre el frío suelo e intento incorporarme, pero no tengo la fuerza suficiente. Observo de nuevo mi demacrado reflejo, estoy acostada en el suelo, moribunda. Mis ojos luchan por mantenerse abiertos, pero no lo consiguen, cada vez pesan más y cada vez el oxígeno está más cargado y es más asfixiante. Soy ineluctable no soy inmortal.

No soy indestructible por mucho que me esfuerce en creerlo, yo cometo más errores que nadie y el dolor no deja de atravesarme como miles de agujas que se clavan en mi cuerpo sin ninguna piedad, yo también soy débil, soy frágil y me rompo tan fácil como el cristal, tengo limitaciones, no puedo conseguir todo lo que anhelo, nadie puede hacerlo, pero eso no deja de permitirme disfrutar de la felicidad. Soy humana, sobre todo, soy humana. Están destruyendo seres humanos, nos están masacrando y la sociedad no es consciente de todo lo que está pasando. Están ciegos, son ignorantes. Sí se puede luchar contra mí, claro que se puede. Pero era bonito por un momento pensar que podía ser diferente. Que todos podíamos ser especiales. Que todos y cada uno de nosotros tenemos dentro de nosotros algo único e irremplazable, algo inimitable.

La oscuridad es abrumante como las llamas que envuelven mi piel y quieren consumirme, tengo la certeza de que en algún momento lo conseguirán, desapareceré, me consumiré y nada habrá servido de nada. Mis pulmones ya no pueden más, mi corazón quiere pararse. Nada de lo que hemos hecho ha servido para nada. Pero soy feliz de saber que lo que ellos hagan tampoco. No serán recordados porque somos una hormiga en medio del firmamento. Somos algo insignificante. Moriremos y a nadie le importará, alguien nos remplazará. Al menos, me voy feliz de saber que yo he vivido mi vida bien, que he sido feliz de todas las maneras. No me arrepiento de nada, y eso es lo importante. Soy ineluctable no soy inmortal, pero no me hacen mil vidas, me basta con una para ver todo lo que he visto. Ha sido suficiente.

—Marina —susurra una voz cerca de mí.

Conozco esa voz. La reconocería en cualquier parte. Hace que una oleada de calor más fuerte que ninguna me recorra entera. Abro los ojos inmediatamente, luchando con todo lo que me impide seguir viva, seguir respirando, seguir permitiendo a mi corazón latir. A mi lado, observándome de nuevo con sus ojos verdes, se encuentra él. Noto como se empañan los ojos y venzo al entumecimiento de mi cuerpo para abrazar su cuerpo y besar sus labios. Pero mis brazos no encuentran los suyos, mis labios no hallan los suyos. No está aquí realmente.

—Azul —sollozo—. Llévame contigo —le suplico—. No puedo quedarme más tiempo aquí.

Él sacude la cabeza y sonríe melancólicamente. Me observa con ternura y el nudo de mi garganta aumenta cuando alza su mano para acariciar mi mejilla y solo siento un leve cosquilleo.

—¿Te has rendido? —pregunta frunciendo el ceño; yo sacudo la cabeza, aunque en realidad sí que lo he hecho—. Aún no estás preparada —sentencia—. Pero algún día, cuando ya hayas vivido lo suficiente, entonces, vendré a por ti y nos contaremos cómo nos ha ido.

Las lágrimas comienzan a derramarse por mis ojos. No quiero vivir más, quiero irme con él. Sacudo la cabeza con rabia y él trata de tranquilizarme. No quiero en un futuro lejano estar con él, yo lo quiero ahora, porque quizás cuando pase el tiempo se me olvide su rostro, se me olvide su olor y todo quede deformado en mi memoria, o peor, desaparezca, y yo no quiero eso.

—Entonces quédate —le digo.

Azul se ríe y me da un beso en los labios, pero no lo siento, no me hace arder y lo necesito. Su fuego es lo que me mantiene viva y no otra cosa. No quiero vida sin la suya.

—No puedo. Te esperaré siempre, estoy deseando enseñarte esto, es maravilloso, te encantará. Pero mantente viva de momento, aún te queda mucho por recorrer, Marina. Hazme caso esta vez y no hagas tonterías.

Sus palabras resuenan en mi cabeza como el eco del viento, permanecen y no desaparecen, antes de que se extingan se avivan de nuevo. Su voz se queda grabada a fuego en mi corazón, como el recuerdo de sus huellas ardientes lamiendo mi cuerpo con sus poderosas llamas, que ha sido cosido en mi piel.

Me he rendido. No hay forma posible de salir de aquí. Cada vez estoy más cansada, lo único que quiero es acurrucarme en un rincón a esperar para que hagan lo que quieran conmigo. Ya no me importa. Sin embargo, me duele rendirme. Después de todo lo que he conseguido, de haber llegado hasta aquí no puedo creerme que este sea mi final. Había imaginado muchos finales posibles, entre ellos la muerte. Pero nunca hubiera podido sospechar que acabaría encerrada en una caja de cristal, que yo misma acabaría con todo. A Azul no le hubiera gustado verme así, además le he prometido no rendirme. Pero no sé cómo voy a salir de aquí. Tengo que buscar una alternativa.

No sé cuánto tiempo hace que estoy aquí, cuando de repente empiezo a escuchar un ruido que proviene de arriba. Es como si cayera algo de arriba. Dirijo mi vista hacia todas las esquinas hasta que consigo descubrir lo que ocurre. Está cayendo arena poco a poco. El corazón me da un vuelco. Pretenden asfixiarme. No hay muerte más horrible que esa. Pero no le encuentro sentido alguno, aunque seguro que van a quedarse ahí mirando como me asfixio. Un pensamiento fugaz recorre mi mente. ¿Dónde estará Ce? Seguramente él también esté muerto. Otra punzada de dolor me atraviesa el corazón, por un momento me falta la respiración. Me intento recomponer, pues tengo que buscar una salida. No puedo morir aquí cuando ya está todo tan cerca, entonces las muertes que hemos provocado, todas y cada una de ellas habrán sido en vano. Me concentro en encontrar una salida, mientras el sonido de la arena cayendo sobre los cristales se hace incesante. Se instala en mi cabeza como un susurro que intento que sea cada vez más lejano.

Miro hacia las esquinas, me apresuro a encontrar una solución. Pero ninguna idea llega a mi cabeza. ¿Dónde estarán los demás? Ojalá ellos consigan terminar lo que nosotros hemos empezado hoy. La arena ya me cubre los pies. Trago saliva, debo mantener la calma, pero cada vez me cuesta más respirar. Tal vez me esté quedando sin oxígeno dentro de esta tumba de cristal. Eso acelerará el proceso. No sé qué hacer. Sigo paralizada mientras la arena me llega hasta la cintura. Tengo que darme prisa. Se me ocurre llenar la caja de agua. Tal vez no soporte tanta presión y estalle. Es solo un intento desesperado por salvar mi vida, no tengo esperanzas en que funcione. Cierro los ojos para imaginarlo todo lleno de agua, trato de apartar los nervios de mi mente. Me aíslo para no sentir como la arena me va cubriendo por completo. Grano a grano. Entonces escucho el agua. Como un torrente penetra en la caja, moja la tierra, me eleva hasta el techo. Solo tengo una pequeña rendija para respirar, pero ya casi el oxígeno no llega a mis pulmones. Ya falta poco. O esto funciona o moriré. Y ya no me importa demasiado. Cojo una bocanada de aire, cuando el agua sube tanto el nivel que me cubre por completo. Aguanto la respiración con los ojos cerrados bajo el agua fría. Espero unos segundos que algo pase, pero la caja no se rompe. Mis pulmones se quejan, me arden, me piden que salga a la superficie. Pero no puedo, no hay superficie. Noto los latidos de mi corazón en mis sienes, cada vez más potentes, la presión en mis oídos, mi cuerpo está desesperado por un poco de aire que ya no le puedo dar. Entonces poco a poco voy dejando de sentir el cuerpo, veo luces de colores, luego todo es negro.

No sé cuánto tiempo estoy ahí cuando mi cuerpo cede y el agua comienza a abrirse paso a través de mis pulmones. De pronto la caja estalla por los aires, arrastrándome hacia fuera como un pez. El agua inunda la sala, se cuela por cada resquicio hasta desaparecer. Todo se llena de cristales rotos, que me producen varios cortes por todo el cuerpo, me desgarran provocando que el agua que me rodea se tiña de sangre. Entonces oigo como todo a mi alrededor retumba. Estoy aturdida. No puedo levantarme, comienzo a toser. Solo escucho un pitido infernal en mis oídos mientras expulso el agua que inundaba mi cuerpo. Mi entorno retumba cada vez con más fuerza. Entonces los oigo, los disparos. Están por todas partes. Intento salir de mi ensimismamiento, asimilar que puedo respirar de nuevo. Miro hacia arriba, pero todo está borroso. No sé cómo consigo levantarme, empapada y chorreando sangre. Mi visión va cobrando nitidez cuando miro hacia arriba de nuevo y descubro que una marea negra llena el piso superior, apuntando a Sloane Lingedon. Entre ellos, con una punzada de alegría descubro a Ce. Por un momento me mira para asegurarse de que estoy viva, pero al segundo siguiente apunta con sus manos a Sloane. Sin decir una palabra más dispara.

Lo que sigue es puro caos. Trato de rehacerme para ayudar a mis compañeros. De pronto, no sé cómo Ce aparece de nuevo a mi lado. Me coge del brazo con fuerza para sacarme de esta sala. Corremos a través de los pasillos repletos de gente enzarzadas en peleas. Un soldado se lanza hacia nosotros, apunta hacia nosotros y dispara. Pero esta vez no logrará herirnos. Mi aura azul nos protege, imagino como ese hombre se asfixia. Y se hace realidad. Ce me dedica una mirada por encima del hombro asombrado, pero seguimos nuestro camino. Nos introducimos por una puerta a la derecha y ante nosotros se abre otro inmaculado pasillo con puertas a los lados, además de una gran puerta al final. Ese debe ser nuestro destino. Aquí solo queda un soldado que se dirigía a la puerta antes de vernos. Ahora nos apunta, mientras los temblores del edificio y los estruendos son cada vez más grandes. Presiento que se acerca el final. Ce coge mi mano con fuerza, cierro los ojos para protegernos de nuevo, pero en el segundo siguiente ya no estamos ahí. Estamos al final del pasillo, junto a la puerta. Miro a Ce sin comprender lo que acaba de ocurrir, pero él se limita a apuntar al soldado por la espalda. Dispara y todo se llena de la sangre de ese hombre.

—¿Ce? ¿Qué está pasando?

Me empuja hacia dentro de la habitación. En cuanto entro me siento muy pesada, es como si algo inhibiera una parte de mí. Es una estancia llena de monitores, se ve todo lo que está ocurriendo en este edificio, con un millón de botones y pilotos rojos parpadeando. Hay un pitido de alarma constante que cada vez se hace más fuerte. Un temblor más fuerte que ninguno de los anteriores nos sacude. Supongo que hemos llegado al final.

—Hay que parar esto ya. Ayúdame —me dice Ce.

Lo miro con el ceño fruncido, no sé qué debemos hacer. Pero aun así confío en él por un momento. Lo veo cerrar los ojos para concentrarse, noto como todos los músculos de su cuerpo se tensan. Entonces veo como una pequeña aura azul lo va envolviendo. Es muy débil. No puedo creer lo que estoy viendo. Yo también cierro los ojos, imagino con fuerza como Ce y yo protegemos el edificio, nos protegemos a nosotros mismos, al mundo entero. También imagino como el pitido se va deteniendo, junto con los temblores. Todo va volviendo a la calma, lentamente. Pero vuelve. Siento como mi aura azul va emergiendo de mí. La corriente que la lleva es pesada, débil. Le cuesta más que nunca salir. Por eso he de concentrarme más. Intento unir mis fuerzas con las de Ce, poco a poco. Se están juntando, lo siento. Cada vez somos más fuertes, más indestructibles.

Entonces conseguimos hacerlo, nos unimos por completo. La unión más perfecta que he conseguido jamás con alguien. Somos fuertes, somos imparables. Lo hacemos. La alarma se detiene, hay un último temblor que sacude el edificio hasta los cimientos y entonces ya no hay más. Abro los ojos, Ce me mira con sus ojos grises. Observamos por un momento nuestra fuerza conjunta, así somos más fuertes que nunca. No sabemos si lo hemos conseguido o simplemente ya ha estallado todo, pero siento nuestra fuerza protegiendo a todos. Nada puede pasarnos. Nuestra conexión se desvanece al instante siguiente.

—Ya está —susurra Ce aliviado— lo hemos hecho.

Intento sonreír con los ojos llenos de lágrimas. Me atrae hacia él para estrecharme entre sus brazos. Nunca lo había visto tan aliviado, parece que se ha quitado un peso de encima. Incluso parece más joven. Me dejo abrazar mientras aspiro su aroma. Una punzada de dolor me atraviesa el pecho cuando recuerdo a Azul. Me da un beso en la cabeza, pero enseguida se aparta.

—Debemos volver con los demás —me dice.

Asiento pero me quedo mirándolo mientras se dirige hacia la puerta.

—Creo que me debes una explicación. ¿Eres ineluctable? —pregunto insegura.

Ce se vuelve hacia a mí y asiente.

—Sí. También soy de nivel diez. No eres la única. Llevo años ocultándolo. Quise ayudarte de verdad, Marina. Eres la única con la que he podido hacerlo. Tenía que mantener las apariencias.

Asiento de nuevo, lo miro apenada. Salimos de la estancia y vamos a reunirnos con los demás. Aún tenemos muchas conversaciones pendientes. Tendrán que esperar. O quizás no deban producirse nunca.

—A mí también me han encerrado en una de esas cajas. Sloane lo ha descubierto, lo de mi ineluctabilidad. Es la primera que lo ha descubierto. Pero he conseguido salir. Llevo años practicando mi ineluctabilidad, no soy tan fácil de parar. Me ha costado, pero lo he conseguido —me comenta.

Así que ni siquiera he sido capaz de romper mi propia caja. Me siento inútil por un momento, pero luego simplemente entiendo que aunque seamos del mismo nivel él tiene más fuerza porque sabe como funciona por completo.

—Gracias por todo —murmuro con hilo de voz antes de llegar a la puerta.

Ce va a contestarme cuando de nuevo aparecemos en la gran estancia. Ya no hay soldados peleándose con ineluctables. Parece que el sometimiento bajo el que estaban ha desaparecido. Se encuentran aturdidos sentados en el suelo sin saber dónde están o lo que ha pasado. Los ineluctables ayudan a los heridos, comienzan a retirarse por el pasadizo por el que hemos venido. Ce y yo también nos dirigimos hacia allí en silencio. No siento nada. Solo dolor. No sé si me alegro de estar viva o no. No sé qué haré mañana. Cuál será mi meta ahora. No sé. Todo ha perdido el sentido ya. No sé si debería sentirme bien o mal. Estoy más perdida que nunca.

Se ha ido. Y como duele su ausencia, saber que ya no está. Es como si se hubiera apagado la mecha de una vela antes de que hubiera llegado a consumirse por completo la cera. Es como si una potente fuerza me desgarrara las entrañas. Estoy quebrada, estoy rota. Soy irreparable. Ahora soy consciente de lo estúpida que he sido durante todo este tiempo. ¿Por qué no acepté desde el primer momento que mis ojos se clavaron en los de él que una absorbente fuerza me atraía hacia él como el más potente imán? ¿Por qué me empeñé en odiarlo? ¿Por qué desperdicié el tiempo? Lo tuve todo, y ahora ya no está. Me gusta pensar que Azul estaba destinado a encontrarse conmigo, y que si no hubiera sido en el Campamento de Adiestramiento como ineluctables, hubiera sido un día cualquiera en la calle perdida de alguna extraña ciudad, entonces hubiera sido más fácil, pero así ha sido perfecto, menos el desenlace de nuestra historia truncada de amor. No quiero pensar que esto ha acabado. Yo aún le pertenezco, y él a mí también, desde dondequiera que esté. Siempre seré suya y él siempre será mío, nunca lo voy a olvidar por mucho tiempo que pase, lo llevo grabado a fuego en mi pecho, en mi corazón, en cada molécula de mi ser. Mientras eso sea así, siempre permanecerá conmigo.

Aún siento su reciente sangre derramada pegada a mis manos, a mi cara y a mi cuello, es como si por más que me lavase jamás fuera a irse, y no entiendo por qué. Se ha ido. Se ha marchado para siempre porque ya ha cumplido su cometido en la vida, y ahora lo comprendo. Es mi ángel de la guarda y su misión era enseñarme y guiarme. Ahora que he aprendido y que he encontrado mi lugar en el mundo, que he descubierto que soy fuerte, que soy única, porque él me ha hecho fuerte, él me ha hecho única, ahora, ha tenido que partir y regresar a ocupar su puesto. En el lugar más alto entre todas las estrellas del firmamento, donde se merece estar. Hay personas que llegan a nuestra vida sin avisar, de repente, como una ráfaga de aire frío, y dejan huella, nos marcan para siempre, de una forma u otra. Nos las trae el destino como el amanecer en la mañana, solo nosotros podemos elegir si se quedan para siempre. Yo elijo que Azul se quede conmigo perennemente hasta que mi corazón lata por última vez y dé mi último aliento, yo escojo que permanezca en mí para siempre. Opto por mantenerlo vivo en mi recuerdo, el lugar en el que permanecerá intacto, hasta la finitud de los tiempos. Nuestra historia aún no ha acabado, por eso aún no puedo cerrar el libro y empezar otro nuevo. La profunda herida aún está fresca y abierta, nunca logrará cicatrizar del todo.

En mi memoria se reproduce una y otra vez nuestro primer momento; cuando intentaba salvarme y yo pensé que quería matarme. Ante mis ojos lo veo otra vez en esa oscura sala en un recóndito cuartel, sus labios se posan sobre los míos de nuevo por primera vez y aviva el fuego abrasador en mi corazón. Arderá siempre, arderemos por siempre. Su olor a campo y jabón al que duermo abrazada siempre permanecerá conmigo. Él siempre permanecerá conmigo. Necesito que vuelva a mirarme para vivir. Preciso de su voz para respirar. Exijo el tacto de su piel en la mía para subsistir. Pido a gritos sordos el latido de su corazón de nuevo en su pecho sobrevivir. Imploro sus fogosos labios sobre los míos tan solo una vez más para ser un ser con vida y no estar muerta en vida. Quiero que vuelva a quererme para volver existir.


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