⛓️ Prólogo
El Principio Del Fin.
"Los mundos son como los peces: nadan ciegos en el espacio sin cruzarse con otros y cuando lo hacen colisionan, destruyendo todo a lo que alguna vez llamaron vida".
⛓️🔗
Cuando eres un viajero de realidades y andas de dimensión en dimensión, el hecho de interactuar con múltiples universos distintos te parecerá poca cosa. Sin embargo, esto no aplica si eres un Min Yoongi: un tipo guapo, de 26 años, medio patán, hijo de (inserte palabra que todos conocemos, pero que no decimos por respeto a su madre), algo idiota y hasta un poco imbécil, pero ciertamente no un viajero. Se subestimó bastante y se dijo que él podría dividirse en varios fragmentos.
Le tiene miedo al compromiso y la idea de encadenarse a alguien le cierra la garganta.
¿Y qué mejor forma de evitar una relación estable que entregarse a cuatro chicos, de mundos diferentes y con personalidades distintas?
A situaciones desesperadas, medidas desesperadas, pero... ¿Y las consecuencias? ¿Nadie piensa en ellas? Yoongi no.
— Hombre, estás haciendo un lío por nada —la voz de Choi Soobin, su mejor y pésimo amigo, resonó por toda la sala de estar. Yoongi se abstuvo de profesarle palabras hirientes, porque lo que él sentía justo ahora no era un "nada". La situación se desbordaba y corría de sus manos, carcomiéndole el interior y cavando un hueco profundo en su pecho.
Siente que las emociones trepan por toda la boca del estómago, enterrando uñas y nadando como peces en las venas de sus manos, las cuales sujetan la cabeza (que se siente pesada) con una mezcla extraña de desesperación y frustración perenne.
Estuvo a punto de decirle "cállate, todo esto es tu culpa", pero sonaría ridículo. Yoongi era un hombre hecho y derecho, con la capacidad de pensar. Jamás debió seguirle el juego al mala cabeza de Soobin y aunque todo parecía un buen reto, terminó atado con cuatro pares de cadenas.
— Muchas gracias por tu apoyo moral en esta difícil situación —dijo Yoongi, forzando una sonrisa de dientes apretados—. Considero grandemente en un futuro la idea de cambiar de amigo, muchas gracias.
Soobin se encoge de hombros, ocupando el puesto vacío a su lado, en el sofá.
— Estás siendo —hace una pausa, esbozando una risita estúpida—, un tantito dramático e infantil. Si yo fuera tú-
— ¿Puedes callarte un rato, amigo? No estás ayudando en nada —Chan, el que tiene los pies en la tierra y una cabeza pelirroja sobre los hombros, se cruza de brazos, reclinando todo el cuerpo en el sillón que está situado frente al par—. Así que deja de ser un pendejo. No, corrección: dejen de ser unos pendejos y piensen como adultos. Ambos.
Soobin rueda los ojos y hace caso omiso, continuando con su discurso—. Si yo fuera tú, añadiría un quinto.
El espacio se vuelve reducido de pronto, con el silencio devorando la estancia. Yoongi se cubre el rostro con las manos, sintiendo los latidos en los oídos y el corazón en la garganta. Chan se levanta de su sitio, otorgándole una mirada desaprobatoria a Choi y trayendo un vaso de cristal con agua fría. Min lo agarra con las dos manos, temblorosas y pálidas.
— Respira y cálmate —Bangchan palmea el hombro de Min y este suelta un sonido ahogado, indicando que continúe con su charla—. Olvídate del idiota de Soo y céntrate acá —el hombre se señaló con el dedo índice—. Respira y cálmate.
— Estoy calmado, muy calmado.
Miente.
— ¿Seguro, Min? —el pelirrojo frunce el ceño, preocupado.
— Sí.
Miente, otra vez. Se ha vuelto un experto en ese arte.
— Te metiste en una mierda complicada, Yoongi —el aludido asiente, levantando la vista para enfocarle. Tiene los ojos cristalizados y rojos, pero no llora. Nunca lo hace—. Y fue divertido en un inicio. Para ti, para Soobin. Pero ahora tienes que detenerte. No porque te lo diga yo, sino porque es necesario.
— ¿Cómo... cómo me detengo? ¿Cómo? —Yoongi gruñe, apretando los dedos alrededor del vaso. Se siente perdido, en un laberinto sin salida.
— Déjalo todo o al menos decídete por uno, Min —le aconsejó Chan, apretando los labios—. Sé que es difícil, pero -
— ¡¿Qué?! ¡No! —Soobin pareció alterarse y un tic molesto estalló en su ojo—. Sólo... ¿Qué? ¿Dejarlo todo? ¿Por un berrinche estúpido? Min, deja de ser un idiota. Tienes a cuatro tipos comiendo de la palma de tu mano. Hermano, no puedes desaprovechar esta oportunidad.
Yoongi intercala la mirada entre sus dos amigos, quienes se encontraban enfrascados en una discusión llena de palabras duras y un tanto hirientes. Mientras tanto, él sólo puede verse a sí mismo como el personaje de una historia mal contada, donde un diablito y un angelito vociferan sobre sus hombros, los cuales están rígidos y adoloridos. Va a quebrarse.
Roto.
Roto.
Roto.
Y sabe que Bangchan está en lo correcto. Que debe huir de ahí o decidir de una vez por todas. Pero la idea de comprometerse le aterra. Le hace querer morir una y otra vez.
El molesto tintineo de las notificaciones lo despierta de su ensoñación.
— Deberías contestar —sugiere Chan y Yoongi niega con la cabeza, sacando con los músculos tensos el maldito aparato. Cierra los ojos, soltando un sonido de reproche.
Entra una llamada. Luego otra. Y otra. Y otra. Conoce al remitente, pero no piensa contestar. Aunque lleva más de una semana ignorándole.
Mensajes escritos en mayúscula con un claro “Contesta” le hacen querer lanzar el móvil, porque se siente atosigado, la intensidad lo abruma con fiereza y la sala da vueltas con rapidez. Tres contactos más se unen al juego de "molestemos a Yoongi ahora que está hecho mierda y veamos que pasa" y siente que ha alcanzado su límite. Quiere gritar. Romperse las cuerdas vocales y beber hasta que el alcohol inutilice sus sentidos.
Su mente está demasiado saturada, por lo que le cuesta reaccionar a tiempo cuando ve a Soobin arrebatarle el celular para contestar él.
Aprieta los dedos con fuerza, aún con el vaso de cristal en la mano. Ahora yace roto, con el agua helada desparramándose por sus dedos y la sangre corriendo en hilillos lamentables. No despierta.
Yoongi también es un vaso roto. Pero... ¿Cómo llegó a ello?
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