🖇️ Capítulo tres

CAPÍTULO TRES : TIBURÓN EN PIEL DE ORO.

"No todo lo que brilla es oro: a veces son los ojos de un lobo acechando a un cordero... O los colmillos de una bestia en las profundidades del mar".

Miércoles, día de la cita que Yoongi tendría con Hoseok.

¿Honestamente? Estaba nervioso, pues hacía años que no tenía citas románticas y ya no sabía cómo debía comportarse. ¿Debía llevar algo, tal vez un regalo?, ¿estaría bien si lo tomaba de la mano?, ¿tenía que llevarlo a su casa?, ¿habría besos?, ¿todo iría bien siquiera?

No había forma de asegurarlo, pero sus manos sudadas y temblorosas lo tenían al borde de calcular las probabilidades de que los resultados fueran óptimos. Recordaba la fórmula, algo como "casos favorables sobre casos posibles", pero... ¿Qué haría él con eso? ¿Llegar al parque, colocarse frente al de ojos de miel y recitarle como un mantra las respuestas sacadas de forma apresurada y probablemente errónea?

Dios, parecía un adolescente de trece años sin conocimiento mínimo de las relaciones humanas.

Hemisferios cerebrales, ¿están ahí?

De igual forma, no lo podían culpar tanto. Bueno, ni tanto ni poco; no era como si pudiera obtener buenos consejos de sus amigos. Eran el trío de chiflados, si estuviera incluida la lógica y la estabilidad entonces serían cinco y no tres. Casos perdidos todos.

Bangchan no le diría nada más que "trátalo lindo y no hagas nada estúpido", y Soobin diría algo como "debiste invitarlo a un antro o un motel, ahí no se necesita ni siquiera hablar".

Sí, lo mejor que hizo fue no preguntarles nada más antes de salir de su departamento.

En otras noticias, había citado a Hoseok en un parque céntrico a las dos de la tarde, el cual quedaba a un par de cuadras de la casa de Yoongi y, según dijo el castaño, a él le quedaba cerca, a solo quince minutos.

Para su cita, el peli negro se vistió con algo casual: jeans, una camiseta negra con un estampado que ni siquiera se entendía y sus tenis converse. No quería lucir pretencioso.

Caminó al parque pensando en que, por primera vez en su vida, sería realmente puntual; pero eso no pasó, ya que a medio trayecto se le ocurrió que llevar como mínimo una bebida sería más acertado que presentarse sin nada que ofrecer, así que se detuvo en una tienda para comprar algo como "regalo".

Y eso le costó diez valiosos minutos de tiempo, llegando así a las dos con diez a su destino. Y luego, el hecho de buscar la banca donde había citado a Hoseok para el encuentro, con el corazón en la garganta palpitando desenfrenadamente, le costó otros cinco minutos más.

"Perfecto, llegaste tarde. Bonita primera impresión", pensó para sus adentros.

—Hola, lamento haberte hecho esperar... —saludó Yoongi cuando, por fin, encontró al chico sentado frente a la zona de juego de los niños—. Tuve... Eh... Un pequeño contratiempo.

Él creyó que había controlado a la perfección sus emociones, realmente lo había creído y hasta iba a aplaudirse por ello, pero en cuanto lo vio otra vez, deslumbrando entre tanta gente, entre tanto polvo y entre tantas risas infantiles, sintió como sus mejillas lo delataron. Rojas y ardientes, consumidas por el nerviosismo y su nula capacidad para hacer funcionar sus hemisferios derecho e izquierdo en sintonía.

Sí, debió saber que este tipo de cosas pasarían durante toda la cita.

Jung vestía una camiseta de mangas largas color azul pastel, un overol de mezclilla decorado con varios pins coloridos en el frente y un gorro del mismo tono azul, además de llevar un par de collares y una mochila mediana color marrón claro. Era tan bonito, como un pez translúcido de colores vibrantes y llenos de vida, o de calcomanías graciosas.

Debía ser irreal que existiera un chico tan tierno como él y es que hasta su sonrisa –su encantadora sonrisa– parecía formar un corazón. ¿Cómo era posible tanta lindura? ¿Acaso era legal?

—¡Hola! Yoongi, ¿verdad? No te preocupes, llegué hace cinco minutos —contestó el castaño, poniéndose de pie para saludarlo con una ligera reverencia.

Pudo respirar otra vez, no había llegado tan tarde. No era el fin del mundo, ¿cierto?

Al menos, no el de todos. El mundo común y corriente. El mundo de los peces tristes y las hadas de mar llenas de calcomanías y colores translúcidos. El mundo real. Pero... ¿Podría decir lo mismo del suyo?

—De acuerdo —contestó con una voz muy tonta, haciendo reír al contrario por aquellos nervios que prácticamente eran tangibles, palpables y toda clase de sinónimos posibles. Yoongi se aclaró la garganta, y dándose cuenta de su ridiculez, pasó la mano entre sus cabellos con vergüenza—. ¿Quieres sentarte aquí o prefieres ir... eh... a otro sitio?

— Aquí está perfecto, me agrada mucho ver cómo juegan los niños —sonrió regresando a su asiento en la banca, y el peli negro lo imitó aceptando el plan. Sonaba bien, cualquier niño podría chillarle a su mamá lo suficientemente alto para advertirle que había un muchacho desmayado en la vía (el muchacho, desde luego, se apellidaría Min)—. ¡Por cierto!, te traje algo.

Hoseok se colocó su mochila sobre las piernas y la abrió emocionado, sacando de ella un recipiente rosa pastel y un botecito color blanco que decía al frente "Cookie jar".

Dejó la mochila a un lado, y le tendió los recipientes a Yoongi con una gran sonrisa de corazón, a pesar de que había dudado un segundo en entregárselos.

— Mira, te preparé pancakes mini de plátano y galletas con chispas de chocolate —explicó al momento que el contrario tomó los presentes.

Bangchan y Soobin, muéranse de envidia.

— Ay dios, que rico... Muchísimas gracias, me encantarán seguramente —el peli negro sonrió con nerviosismo, sintiendo como hasta las manos le temblaban. En ese momento se avergonzó de su pobre intento de obsequio, el cual había dejado a un lado y se debatía, por cortos instantes, si debía entregarlo. ¿Qué es lo que haría Bangchan? —. Yo... Dios, lo lamento, yo solo traje unos refrescos porque no sabía qué te gustaba y...

Hoseok buscó con la mirada las botellas de refresco, casi por instinto, y al encontrarlas a un costado de Yoongi, tímidas, escondidas, no pudo evitar sonreír más. Un sentimiento cálido le recorrió el pecho. Ternura, eso era. Todo por el simple hecho de que el chico hubiera intentado llevar un presente aún sin saber si sería aceptado. Arrojándose, arriesgándose al igual que él. Esto, de buena manera, lo hacía sentir que no era el único comprometido y tal vez que era especial e importante para el otro, al menos en lo esencial.

—¡Sprite!, me encanta el Sprite. Es mi bebida favorita —comentó muy feliz, juntando sus manos en su pecho, como si este le fuera a reventar de tanta ternura y emoción. Yoongi anotó mentalmente el pequeño e insignificante dato para cuando tuviera que llevar las bebidas en los encuentros. Porque habría más, ¿cierto?

—¿De verdad? ¿No me lo dices por cortesía, como para que no me sienta mal o algo?—Yoongi, aún apenado, le dió uno de los refrescos—. Ni siquiera combina con lo que tú me preparaste, soy un desastre...

"Sí, eres un desastre", eso hubiera dicho cualquier otro chico. Pero Hoseok no era cualquier chico. Nunca sería cualquier chico.

—No... Eres muy lindo —el castaño le sonrió y se tomó el atrevimiento de poner su mano sobre la de Min, en señal de que todo estaba perfectamente bien.

Desde ahí la conversación comenzó a fluir entre ambos, como las aguas de un río cristalino o como las aguas que se derraman por la ranura del cristal de una pecera cuando esta se rompe. Se sentía una linda química, muy inocente y dulce que los hacía sonreír y reírse de cualquier cosa. Yoongi se sentía vivo y no le importaba que el pequeño acuario en el que él radicaba comenzara a resquebrajarse para mostrar pequeños rayitos de luz.

Hoseok le contó que se dedicaba a la pedagogía. Siendo más específicos, que era un profesor de preescolar con apenas un año de experiencia. Él adoraba cuidar y enseñarles a los niños chiquitos, quienes le llenaban el corazón de ternura y la ropa de pins.

Incluso le mostró fotografías de su salón de clases y del patio de juegos que había en el kinder. Yoongi no era muy fan de los niños, pero las cositas "tan minis", como hechas para duendecillos, le hacían sonreír un poco.

El castaño tenía un pequeño departamento propio a una media hora de distancia, y se animó a invitar a Yoongi para ir cuando gustase.

Soobin, el diablito, estaba celebrando ahora mismo en su hombro y Yoongi, fingiendo espantar un mosquito, le hizo desaparecer.

Sobre todo porque ambos, como personas adultas y un poco enamoradas, habían construido un nuevo plan: "deberíamos ver películas en mi casa, me encantan las de romance", dijo Jung; "me encantaría, tengo todos los fines de semana libres para ti", contestó Yoongi. Un niño que pasaba por ahí levantó las cejas.

Ah, el amor y sus cosas.

Transcurrieron bastante tiempo hablando, de todo y de nada, soltando datos sueltos en el aire y jugando a atraparlos. Entonces, llegaron a un tema algo divertido, o extraño, dependiendo de la perspectiva. Nunca, en su puñetera vida, había conversado de algo así y no sabía si eso era una buena o una mala señal.

"Debe ser buena", se animó Yoongi y calló todas las posibles amonestaciones que su diablito de confianza tenía intenciones de  darle.

—¿Te gustan los animales marinos? —preguntó Hoseok, sin vacilar y con la fuerte disposición de comenzar un tema –terreno desconocido, además–, sobre ello.

—Me parecen lindos la mayoría, así que sí —contestó Yoongi con una leve sonrisa y algo extrañado e intrigado a partes iguales—. ¿A ti te gustan?

— ¡Me encantan!, en especial los peces; hay de todo tipo y son bellísimos —el castaño sacó su celular, con el afán de mostrarle una fotografía—. Mi favorito es el amatitlania nigrofasciata, mira. Tengo toda mi pared llena de fotos de peces y esas cositas. Y de dibujos que me regalan mis alumnos.

"¿Amati-qué?"

Le mostró un pez de color gris con rayas negras en su cuerpo y ojos en tonos azules claros. A decir verdad, no era muy bonito que digamos y, definitivamente, había peces más lindos y agradables de ver.

— ¿Amati... qué?, parece trabalenguas —Yoongi soltó una risita divertida, sin importarle parecer poco intelectual y algo ignorante.

— ¡Lo sé! Hasta el nombre es chistoso, ¿no? Pero también se llaman cíclidos convictos —explicó, compartiendo la risa. La suya, en especial, era refrescante.

—Aaah, vale, vale. Cíclopes que escapan de la ley —y con ese chiste más malo que nada, Hoseok estalló en carcajadas.

Yoongi no supo identificar si el otro se reía porque realmente su chiste había sido muy gracioso, porque tenía un humor de mierda o, más bien, porque le gustaba a Hoseok y aplicó la clásica de "reír ante cualquier cosa que diga para enamorarlo". Es algo que haría Soobin, aunque Soobin iría más por otros lares.

—Ay, basta... No puedo respirar...—dijo mientras trataba de echarse aire con las manos, pero la sonrisa no se le borraba con nada. Ni siquiera con el ruido de los niños agarrándose de los pelos y unas madres corriendo para separarlo de una ley de hielo que duraría cinco largos segundos. O que costaría la invitación a algún cumpleaños importante.

Cuando por fin dejaron de reírse, la explicación continuó, pero desde un enfoque distinto. Ya no estaban hablando de cíclopes que evadían impuestos. Ahora hablaban de temas que resultaron espinosos, tanto que cuando Min reaccionó, su propia moral estaba siendo cuestionada con severidad.

No se lo comunicaría al otro, no obstante.

— Pero, ¿sabes por qué me gustan tanto? —el peli negro lo miró con atención—. No es por su apariencia (porque sé que no son muy llamativos), sino porque ellos tienen sólo una pareja pez durante toda su vida y son muy protectores con ella... Eso me parece tan... Extraordinario.

— ¿Cómo los pingüinos?

— ¡Exacto! Me encanta ese tipo de animales y aunque suene tonto... Yo quisiera algo así, una relación que durara para toda la vida, y que fuera así de bonita siempre —Hoseok suspiró con un aire enamoradizo, y pronto bajó la mirada con una sonrisa algo triste. Yoongi recibió una punzada en el pecho y se dijo que él se iba a encargar, no sabía cómo, de borrar ese amago de lágrimas y desesperanza. Alguien como Hoseok no debía perder nunca su brillo, sus aletas translúcidas y sus calcomanías graciosas—. Por desgracia, esas cosas no son muy realistas que digamos... A veces... A veces me gustaría que los seres humanos fuéramos menos humanos y más animales, más peces, más cíclidos, en ese aspecto.

Bajó la mirada y Yoongi, más decidido que un salmón, lo tomó del mentón con delicadeza, haciendo que lo viera a los ojos con un gajo de confusión mal contenida. Quería convertir a todos en cíclopes, en convictos y en peces. Quería tomar al mundo y meterlo en un estanque, en un lago, en una fosa, en algo que contuviera agua (¡Lo que sea!) con tal de volver a ver esa sonrisa de corazón.

Sí, ni siquiera él sabía lo que estaba haciendo.

— Ojalá pueda ser yo esa pareja que haga realidad tu sueño —soltó de la nada, conectando las miradas de ambos y provocando un sonrojo en Jung. Uno bonito y brillante, como él.

"¿Por qué dije eso? Ni siquiera sé si tendremos una relación, no debería ilusionarlo así", pensó inmediatamente después de haber pronunciado aquello. Hemisferios cerebrales, ¿están ahí?

Peces no tenía, pero al parecer moral tampoco.

"¿Le estaré haciendo caso a Soobin sin querer?". Bangchan lo mataría sin dudarlo ni un segundo.

Finalmente, al cabo de unas horas, fue momento de que Hoseok regresara a su casa, pues ya pasaban de las seis de la tarde y él era un adulto con responsabilidades que cumplir. En el otro mundo, donde los hombres eran peces y el amor era animal, él no tendría que preocuparse por su salario, pero en este mundo donde los jefes actuaban como animales y el amor era invisible y peligroso como una medusa, tenía que poner fin a cualquier cita que rozara la noche y amenazaran sus contadas ocho horas de sueño.

— No quisiera irme, pero tengo algunos trabajos de mis niños que revisar y ya va a oscurecer... —ambos se levantaron de la banca y el castaño juntó sus manos al frente de su cuerpo con timidez.

— ¿Te acompaño?, puedo pedir un taxi y voy contigo —"ya basta, ¿qué carajos estoy haciendo?", no dejaba de regañarse a sí mismo, pero al mismo tiempo, tampoco paraba su jueguito cursi. Era algo intoxicante, tenía que admitirlo, pero no se veía en condiciones de parar. No podía, simplemente.

—Claro, me encantaría —sonrió Jung y, dejando atrás a los niños, a las mujeres y al mundo de los peces, comenzaron a caminar hacia la avenida.

Yoongi pidió un taxi por teléfono y lo esperaron algunos minutos; por suerte no demoró tanto y subieron juntos al vehículo. Ventajas de vivir en primer mundo, se dijo y Hoseok le indicó la dirección al conductor, con voz amable y linda, y brillante, y dulce, y de miel. Así comenzó su corto viaje y los intentos desesperados de Min de callar los pensamientos convulsos de su cabeza.

Como no estaba tan lejos su destino tardaron alrededor de quince minutos, tiempo en que ambos siguieron platicando de cualquier cosa, hasta que perfeccionaron bien el plan de reunirse el siguiente domingo en el departamento de Jung, con el objetivo de cumplir con la tarde de películas que habían mencionado antes.

El peli negro le pidió al chófer que hiciera dos viajes, pagándole por ambos caminos (Soobin estaría muy decepcionado) y pensando que cuando Hoseok bajara a su casa, él regresaría a la suya en el mismo taxi.

La suya, que era oscura y solitaria.

La suya, donde él ni siquiera se pertenecía.

—Fue una cita preciosa, esperaré ansioso el fin de semana para verte otra vez —Hoseok, antes de salir del auto, le dió a modo de despedida un  beso en la mejilla a su acompañante. El corazón le correteó el pecho y Jung pensó que, a decir verdad, él hubiera preferido darle un besito chiquito en los labios. No obstante, creyó que sería ir demasiado rápido y por ello optó por algo más inocente. Con eso debía conformarse y lo hizo, porque aún así, tuvo el mismo efecto en Yoongi, pues se sonrojó a más no poder al sentir aquel suave contacto en su rostro.

Ah, estos hombres que no son peces, pero son bonitos.

— Adiós, Yoonie. ¿Te puedo decir "Yoonie"? Buenas noches —dijo el castaño con una sonrisa y bajó del taxi antes de que sus nervios lo consumieran por completo.

— Descansa, Hobi... Te llamaré más tarde —fue lo único que logró contestar el otro debido a sus sentimientos encontrados y sus pensamientos Yoongífagos, devoradores a partes iguales de su cabeza y corazón.

Finalmente, la puerta del auto fue cerrada.

Finalmente estaba solo.

Con algo de esfuerzo le indicó la nueva dirección al conductor y de nuevo, comenzó el viaje, momento en que Yoongi no paró de pensar. No paró de darle vueltas al asunto. No paró.

¿Qué estaba haciendo? Había mentido, le había creado ilusiones al pobre chico y encima, sentía que se había comportado como el idiota de Soobin. Temía estarse convirtiendo en una copia barata de él y la angustia empezaba a asesinarlo.

No estaba seguro de lo que sentía, pero en definitiva, no era lo que esperaba; creyó que después de la cita estaría más que feliz y pleno, pero ahora, se sentía más bien como un imbécil.

No, pero aún no acababan sus momentos imitando a Choi. Al gran y honorable (válgase el sarcasmo) Choi.

Pues pocos minutos después, al parar en un semáforo, pudo divisar por la ventana algo que le arrancó la vista y le hizo voltear casi por completo. Le hizo apretar las manos alrededor del regalo que le había preparado Hoseok.

Justo en la esquina del cruce había un pequeño consultorio médico, del cual iban saliendo tres personas, lo normal. El problema radicaba en que sólo enfocó su vista en uno de ellos: un chico de cabellos azules atados en una coleta, con uniforme de enfermería blanco y lo que parecía ser una mochila azul colgada en su hombro.

Ah, y con un rostro que en la lejanía podía deslumbrar como bello. No bello en términos de Hoseok, sino bello contando otros parámetros.

"Por dios, que lindo chico", pensó de inmediato, sin poder dejar de observar. Él diablito en su hombro se carcajeó.

Y quizá fuera la fuerza de su mirada lo que hizo que el chico peli azul volteara. O a lo mejor fue el destino, las corrientes marinas o cualquier cosa de esas.

Fueron escasos segundos de contacto visual, en los cuales solo intercambiaron sonrisas nerviosas, de esas que le darías a un desconocido que no para de mirarte en la calle.

Definitivamente, tenía el porte de una criatura marina exótica, de esas que son más bonitas de ver, de sentir, de tocar.

Pronto, el semáforo se tornó verde y el taxi siguió su camino, dejando al enfermero en otro estanque. Yoongi suspiró pesado.

"Vaya... Que estúpido soy, no puedo hacer las mismas idioteces que Soobin", dijo en un susurro, dándose un golpe en la cara, suavecito, como para reaccionar. Hubiese querido abofetearse con la fuerza de diez mil ex-novios enojados, pero eso tampoco serviría, porque su moral ya estaba más que destrozada.

"Ojalá volverlo a ver, quisiera pedirle su número".

¿Acaso le gustarían dos chicos a la vez? Iba a volver a abofetearse, pero el conductor ya lo estaba mirando raro.

Ah, en el mundo donde los hombres eran peces y amaban como animales, Min Yoongi era un maldito tiburón vestido de pez dorado.

Capítulo nuevo por fin, ya extrañaba a nuestro Yoongi amante de la poligamia.

Los amamos, de parte de la reina Bry ❤️

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